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ANECDOCRONICAS DE PALLASCA/ Bernardo Rafael Alvarez
Friday, 21 April 2006
DE PALIZAS Y HERENCIAS DE AMOR

Las 08:30 P. M. en Pallasca era una hora que bien podria ser llamada ?altas horas de la noche?, porque en los pueblos peque?os de la sierra que no contaban -y algunos no cuentan aun- con fluido electrico, alrededor de las siete todo el mundo ya estaba durmiendo o, como suele decirse, ?en su media noche?.

Mas o menos a esa hora -en una noche negra y extremadamente fria, helada en realidad-, acontecio lo que vamos a relatar. Eran los primeros a?os de la decada del 60 (recuerdese, estamos hablando del siglo XX). Por motivos que no hemos llegado a conocer, o probablemente sin motivo alguno (que para el caso es lo mismo), el recordado profesor Jorge Delgado Clavo que, joven aun, llego a ense?ar en la Escuela Prevocacional 293, le ?dio de alma? a don Pancho Nina, quien, maltrecho y con el cuerpo sumamente adolorido quedo tirado en el suelo y, a duras penas, luego de algunos minutos, con gran dificultad y desesperacion, logro incorporarse y pudo buscar en medio de las tinieblas su inseparable sombrero que probablemente en tales circunstancias habia resultado pisoteado. Tras aplicarse algunas compresas de agua caliente con sal, ya en casa, procuro dormir un poco para, temprano al dia siguiente, cojeando apersonarse al Puesto de la Guardia Civil, ubicado en la Plaza de Armas de la ciudad y, medio irreconocible -por los esparadrapos y moretones- y con voz tremula, efectuar la denuncia respectiva. Asi lo hizo.

El esclarecimiento del hecho, a efecto de poder tomar una decision y eventualmente aplicar un castigo, requeria la presencia de las dos personas protagonistas de la noche violenta, don Pancho y el profesor Delgado Clavo. Fueron citados.

Despues de la exposicion que hizo don Pancho Nina, ratificandose obviamente en la denuncia, el comandante de puesto pidio las explicaciones del caso a Delgado Clavo quien con una muestra de educacion y buenos modales, amen de un dominio extraordinario del idioma y la oratoria, procedio como le parecio correcto y conveniente. ?Con el permiso del se?or policia ?dijo- quiero pedirle a usted, mi querido Pancho Nina, un millon de disculpas por lo de anoche.? Don Pancho lo miro sorprendido. ?Lamentablemente ?continuo-, hay un agente perverso que a veces interviene en algunas circunstancias da?andonos con su vil consejo y nos empuja a cometer desatinos y excesos.? El asombro crecia y se hacia extremadamente visible en los ojos del contuso. ?Es el maldito licor, don Pancho ?explico Delgado-, el maldito licor! Usted sabe que el respeto que a usted le guardamos en este pueblo no tiene comparacion; es que usted ha sabido ganarse nuestra consideracion; su don de gente, su amplia cultura, sus ense?anzas, su ejemplo son, en gran medida, nuestra luz y la luz de los mas jovenes. ?Por que habriamos de querer maltratarlo, don Pancho? Esto no cabe en ninguna persona que se halle en su sano juicio. Pero, claro, usted me dira: ?Y, entonces, por que anoche, aprovechandose de la oscuridad reinante, se abalanzo sobre mi y en medio de improperios irreproducibles, me comenzo a golpear como bestia?? Naturalmente, siendo otras las circunstancias, yo no podria dar una respuesta coherente ni razonable. Pero, don Pancho, ya lo dije: el maldito licor que enceguece, que nos empuja a actuar irracionalmente, como bestias, el... el ha sido el causante de esta afrenta que me averguenza y por la cual, le repito, quiero que me disculpe y perdone, y le pido que quedemos como amigos, que es lo que hemos sido siempre, y que esta amistad perdure sin mella alguna, por el bien de la armonia que debe reinar en este bello y querido pueblo que ha sabido recibirme dandome su calor y hospitalidad, y como un homenaje a la calidad de ser humano excepcional que, como pocos, usted puede ostentar para beneplacito de todos.?

Tras esta elocuente perorata no necesitaba, naturalmente, agregar nada; era suficiente. Don Pancho Nina quedo apabullado, simple y llanamente, anonadado o, mejor dicho, deshecho. No tuvo alternativa: sin mas ni mas, acepto las explicaciones, disculpo a Delgado Clavo, retiro la denuncia y, otra vez cojeando, se alejo del lugar probablemente a continuar su rutina diaria en la bodega que administraba media cuadra mas alla pero, claro, despues de cambiar esparadrapos y curitas.

Pasados unos segundos, sonriente, salio el denunciado y mas tarde fue en busca de sus amigos y con desbordantes muestras de orgullo y satisfaccion y aparentando un falso cinismo, les conto lo sucedido: ?A ese viejo Pancho Nina, no saben ustedes, le he dado lo que se merecia; le he sacado la mugre, le he dado de alma, dos veces, dos veces, ?entienden?.? Cariacontecidos, sus amigos le miraron y preguntaron: ??Dos veces, Jorgito, dos veces?? "Si -respondio categorico-, anoche despues de salir del billar de don Beto, en la esquina del ?Chorro?, una reverenda pateadura, y ahora, temprano en la ma?ana, otra paliza en el Puesto de la Guardia Civil. De alma, como lo oyen, de alma le he dado a ese viejo!?.

Ahi quedaron las cosas. Y como ocurre tras la tormenta, volvio la tranquilidad y el pueblo continuo con su vida de paz y sosiego. Unos meses despues, quizas un a?o o algo mas, aun joven, el maestro Delgado Clavo, tras una penosa enfermedad, dejo de existir. Le sobrevivieron tres peque?as criaturas y la que fuera su mujer. No adivino, no podia adivinar, que pasado el tiempo ?unos diez o trece a?os tal vez- don Pancho Nina terminaria, quizas como tardio pa?o de agua caliente para aquellas contusiones, heredando la calida compa?ia de aquella hermosa viuda con la que finalmente desposo. Cosas de la vida, caracho!

Posted by al4/alvarezbr at 11:18 AM EDT
Updated: Wednesday, 25 October 2006 11:59 AM EDT
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