¡A COMER, CABALLITO!
Don Eloy Sifuentes, que por muchos años desempeñó el cargo de director de la Escuela Prevocacional 293, era un hombre pacifico a quien, literalmente, no le entraban balas. Frente a los agravios o los ataques, tenía la actitud conveniente y la respuesta precisa y rotunda que disolvía en el acto cualquier voluntad adversa, cualquier intención que buscara hacerle daño. Su filosofía antiviolencia se resumía en el siguiente consejo: "Cuando a usted le disparen un dardo, hágase a un ladito". Es decir, en otras palabras: no haga frente, porque puede resultar lesionado. Cuentan que en una ocasión, algunos profesores de la Escuela se encontraban cerca de la puerta de ingreso del plantel conversando, y al ver que llegaba el director, don Eloy, uno de ellos, el profesor "Corra, corra", soltó, casi mascullando entre dientes, una expresión un poco subida de tono, algo así como "¡Ahí viene ese viejo de...!" No quería, naturalmente, ser escuchado por el director; sin embargo, este ya se había percatado de la agresión verbal. Don Eloy, medio displicentemente, levanto la mirada, la dirigió al profesor y, contra todo pronóstico y sin alterarse dijo, simple y llanamente, lo siguiente: "Maestro, ojala usted nunca llegue a viejo". Y continúo su tranquila caminata hacia la Dirección. En otra oportunidad, mientras bajaba por la calle del "Chorro", le dio el encuentro don Carlos "Cheque" y por alguna razón que desconocemos pero que de saberlo no la diríamos, le soltó una andanada de insultos que concluyeron con un sonoro e incontestable remate: "¡Usted es un perro!". Don Eloy, con esa proverbial parsimonia que solo el podía mostrar con orgullo, respondió, enfáticamente, con una inesperada pregunta: "Pero, Carlitos, ¿por qué dices que soy un perro, si el que está ladrando eres tú?". Es demás decir que, por cierto, no tuvo replica. La que viene es la anécdota que motiva el título de esta crónica. Un buen día, los profesores, algunos de ellos, queremos decir, acordaron hacerle una broma al maestro Ángel Acorda, a la sazón también profesor de la mencionada Escuela. Le dijeron al querido y nunca olvidado "Loco Ángel" (que es como se le trataba cariñosamente) que don Eloy había estado hablando pestes acerca de él: que es un borracho, un haragán, que llega tarde...en fin, lo que la imaginación cómicamente perversa les permitió inventar; dicho de otro modo, le hicieron creer que lo había "embarrado". Don Ángel, que no aguantaba pulgas (!porque no las aguantaba!), tras unas lisurotas irrepetibles pues serían capaces de hacer santiguar aturdida y con velocidad de rayo a una monja y ponerla roja de vergüenza, amenazo con darle una reverenda pateadura al autor de la insolencia . A los profesores bromistas no les quedo más que arrepentirse de su "metida de pata", pero no podían hacer nada para aplacar la ira del ofendido que, como alma que se lleva el diablo, ya se habia alejado del lugar en busca de don Eloy; solo atinaron a lamentarse por no haber medido las desproporcionadas consecuencias que ocasionaría su desliz. "Seguro que lo mata", comentaban consternados. Pasó algo más de media hora y ocurrió lo que nadie podía adivinar. Por la parte baja del plantel, rumbo a Quellin, el profesor embromado pasaba medio agachado, halando de la rienda al caballo de don Eloy. ¡Se lo llevaba a su chacra para darle de comer! Todos prorrumpieron en una general carcajada y, en coro, le pusieron el epilogo a esta historia con una frase necesariamente sarcástica: "¡Nunca hemos visto pateaduras como esta, caracho!". Don Ángel solo sonrió.
Updated: Wednesday, 4 May 2022 8:26 PM EDT
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