Nacio un 24 de marzo hace casi cincuenta y ocho a?os y, victima de una penosa enfermedad, hace seis dejo de existir. Aunque fue Lima la ciudad en que por primera vez vio la luz, siempre lo sentimos como paisano nuestro: de Pallasca/de Conchucos. Fue diplomatico de carrera (consul en Madrid fue el ultimo cargo que desempe?o). Pero, sobre todo, fue y sigue siendo poeta. Dos libros dan testimonio de ello y de su saludable e inextinguible permanencia, ahora en forma de palabras nutricias, que nos acompa?a. “El sombreado de la liebre” (lirismo intimo, fino, delicado) e “Inscripciones en un campo de retamas” (mirada epica al pasado, sin los abismos de la grandilocuencia), son el legado culto, limpio, de la alquimia verbal que tambien desplego en “La nave de la memoria”, su solida obra teatral. Fue un hombre de sentimientos e incluso de modales nobles: presto a la solidaridad, al servicio, a la palabra de aliento. Dio afecto y se gano el cari?o de todos. Sus padres fueron Atilio y Olga, maestros de Conchucos y de Pallasca, respectivamente. Se llamo RICARDO ORE RODRIGUEZ y aun esta aqui: en nuestros corazones.