Site hosted by Angelfire.com: Build your free website today!
BITACORA EXTRAVIADA / Bernardo Rafael Alvarez
Wednesday, 30 November 2011

Now Playing: Dos cuentos de Carlos "Coco" Meneses, desde mallorca.
  

                                    MAXIMILIANO EL AVENTURERO

                    

     Me lo presentaron en una de esas reuniones en casa de amigos a la que va llegando gente sin continencia, y vas hablando con uno y con otro a veces sin saber quiénes son. Sí, me dijo, estuve en México durante dos años, ha sido una buena experiencia. Después supe por otros que bastantes años atrás había intentado dar la vuelta al mundo, naturalmente, sin fijarse el plazo de 80 días. La información venía precedida de un calificativo. Es un aventurero. Miraba detenidamente a Maximiliano, un hombre de por lo menos una generación anterior a la mía, de aspecto grave, muy poco dado a las bromas, escaso de sonrisas, eso lo noté  en el tiempo que duró la fiesta. Creo que fue el dueño de casa quien incrementó los datos para completar la imagen de mi nuevo amigo. Quiso ser  director de cine pero  por ahí tiene cerrado el camino. Aunque al salir de la fiesta pensaba que tenía la biografía completa de ese hombre alto y fuerte que se reía poco o casi nada, sería más adelante cuando en realidad conocería su vida y gozaría de su amistad.

 

    No hubo que esperar a ninguna otra reunión en casa de amigos para que nos volviéramos a encontrar. Como pasa siempre, seguro que nos habíamos cruzado en el camino cientos de veces pero al no conocernos no dejaba huella en ninguno de los dos la fisonomía del otro. Trabajo en cinematografía, me dijo una mañana tomando algo en un bar. Te está faroleando, me comentó sonriente Lucho, no es cineasta sino dueño de dos salas de cine en barrios de medio pelo. Era cierto. Yo aun no era novio de Sonia y mi relación con Emma se había deteriorado al extremo de que nos veíamos muy de tarde en tarde, y como dos buenos amigos hacíamos un repaso de todo lo que habíamos vivido en una semana o dos. Sí, tengo referencias de ese señor, según dicen ha hecho de todo y nada le ha salido derecho. Me quedé estupefacto, ignoraba que lo conociera. Lo dijo con tal seguridad que no daba opción a réplica.

 

   Me resultaba complicado ir reuniendo piezas  una a una para formar el total de su personalidad y su historia. Y me parecía curioso que tanta gente conocida  pudiera darme noticia, aunque fuera muy breve y algo dudosa, de la misma persona. Su conversación solía centrarse en esos tiempos sobre México, a veces como un rayo bajaba en diagonal del norte hasta el sur y se situaba en Buenos Aires. Fui ayudante de dirección de Torres Nilson, me contó satisfecho. Antes me había dicho que se enorgullecía de su amistad con Cantinflas. Pero había una muralla que no daba acceso hacia su profundo pasado. El viaje alrededor del mundo, la visita frustrada al Papa, sus amores con una actriz francesa y su intención – nunca pude saber si transpuso el portal de la intención -, de combatir en una guerra del lejano Oriente, todo eso y algunas cosas más quedaban como guardadas en inviolable caja fuerte.

 

    Pérez Alcayaga , el amigo en cuya casa conocí a Maximiliano, aseguraba que sí había entrado en combate y que tenía las huellas de una  herida de bala en un hombro. No sé cuánto tiempo estaría como mercenario, me contó,  pero lo retiraron del frente porque cayó herido, más no sé, es muy enigmático. No me atrevía a hacerle la pregunta a boca de jarro. Daba rodeos a ver si él se animaba a contar todo ese atractivo pasado. Dicen que no es cierto lo de Corea, me dijo Lucho que frecuentaba variedad de gente y entre ellos algunos que conocían algo de Maxi. Se asegura que es muy fantasioso y se quiere construir una vida que no le corresponde. Me interesó mucho, pensé que aunque todo ese rico pasado de aventurero fuera falso, puro invento, revelaba una personalidad muy especial que no coincidía con el aspecto de hombre pausado, ecuánime, de esos que meditan tres y cuatro veces las respuestas que tienen que dar. En esos tiempos Maxi apenas debería sobrepasar los cuarenta años.

 

    Nunca vislumbré  que llegaríamos a ser tan amigos. Al extremo de que me tratara como a su hermano menor  y me contara no sólo sus cuitas sino también parte de ese pasado tan escondido. Cuando decidió casarse lo supe por él mismo. La descripción de la novia me la hizo en un bar una noche que ambos no nos soportábamos en soledad y necesitábamos comunicarnos con gente que nos entendiera. Es una mujer  muy interesante, se llama Bertha, se dedica a traducir del inglés al castellano, te la presentaré. No pasaron ni cinco días y ya conocía a Bertha. Me cayó bien desde el principio. muy alegre, muy conversadora, rompía las murallas de prejuicios e intolerancias,. Resultaba avasallante su forma de comunicarse, pero no solía decir tonterías y era bastante coherente.

 

    Han pasado más de diez años desde que conocí a Maxi, de aquellos encuentros fortuitos o buscados, esos sondeos que preceden a la verdadera amistad. Ahora puedo hablarle de cualquier momento de su ayer sin llegar a perturbarlo pero me doy cuenta de que es mejor  no excederse. El siempre que cuenta algo de su pasado de película, lo hace en muy breves dosis. No te puedes imaginar cómo era Saigon en esos tiempos, la sangre, el arrojo de la gente, el fuego, la muerte persiguiéndonos a todos.. Callaba, parecía que ya no diría nada más de su gran aventura y de pronto añadía alguna cosa nueva. Europa es un enorme museo con una fábrica continua de modernas emociones. Después nada más. Olvidarse del pasado y platicar sobre los problemas del momento.

 

    Emma con la que me encontraba en un café que estaba en el camino de ambos, consideró que si era verdad todo lo que se contaba de él resultaba un ser como para ponerlo en un altar. Lo de la guerra de Corea no es cierto, hay un error, le dije, era en Vietnam. Lo del romance con la actriz francesa ¿por qué no?, más bien llevemos a broma la deseada audiencia con el Papa Juan XXIII, eso creo que nunca se sabrá claramente, tal vez Bertha, si lo sabe lo suelte cuando menos se piense. La dejé en duda, Una de las características de Emma era su desconfianza permanente de todo y de todos. Una persona con un ayer tan variado como se comenta se sentiría muy orgulloso de sí mismo y lo luciría como una condecoración a cada momento,  ten en cuenta que ninguna de sus aventuras tiene buen final, me miró inquisidora.

 

    Yo no me imaginaba a ese dueño de dos cines de barrio, serio pero amable, convertido en un mercenario y a miles de kilómetros de su tierra natal.  Con un fusil ametralladora en las manos y corriendo en zig zag por el campo de batalla cercano al Mekong para eludir las balas enemigas que silbaban sobre su cabeza. Tampoco besándole la mano al Papa, manteniendo una actitud hierática en la basílica de San Pedro, mas si contemplando maravillado la impresionante obra de Miguel Angel en la Capilla Sixtina.    cortejando a una actriz de la nacionalidad que sea en un plató o en una cafetería. Sí viajando, en bicicleta o a lomo de mula, para llegar a Irkusk, Peking  Madrás. Es dueño de un gran tesón, les decía a mis amigos. Lo veía fuerte, juvenil, indomable, andando, primero, pedaleando una bici, después, en una moto, hasta subido en un camión carguero. ¿por qué no?. Eso no era óbice para no poder  recordar las palabras de Emma que recalcaban sobre la frustración de cada uno de sus intentos.

 

    Me contó que los viejos cines de barrio los había heredado de su padre. Que Bertha era hija de un hombre muy probo que había sido diputado en tiempos de Bustamante. Que ella había estudiado inglés en Liverpool durante varios años. Hasta confió sin titubeos porque superaba complejos, que antes de conocerse ella había vivido con un  buen fotógrafo inglés, y ya de vuelta a su tierra había tenido un largo romance con un diplomático centroamericano de quien tenía un hijo. ¿Te sentías cómoda viviendo en Inglaterra?. Bertha respondía a todas las preguntas y creo que nunca con subterfugios. Sí, ten en cuenta que había ido a estudiar no ha divertirme. Sí, su padre la mandó a Inglaterra como quien le entrega la herencia antes de morir, me confesó el propio Maximiliano. Gracias al inglés he sobrevivido, decía ella envuelta en sonrisas. Qué sería de mí si no tradujera, porque soy una verdadera inútil para todo lo demás. Su hermana Margarita lo certificaba. Nunca la he visto en la cocina, jamás ha pegado un botón. Hacía gestos para acentuar más esa inutilidad.

 

    Solíamos conversar  horas enteras aunque eso ocurría muy de tiempo  en tiempo. Generalmente eran días en que alguna fricción, alguna desavenencia lo había alejado del diálogo animado que casi siempre mantenía con Bertha.  Recorría el planeta, me comentó. Era un viejo deseo,  consideraba que esa era la única forma de sentirme libre, lo dijo con profunda seriedad y con mirada de derrotado. ¿Y se sintió libre? hizo la pregunta Emma con un toque de evidente sorna, si te lo afirma doce veces la receta es válida y soy capaz de imitarlo. Yo le doy la razón, me decía Lucho, si se puede salir a correr mundo sin ataduras, sin familia, ni trabajo con horario, ni compromisos sociales,  lo veo como el ideal. A Federico en cambio le parecía que lo que hizo Maxi era evadirse, escapar de problemas. Huir no es lo correcto, pero no hay que decírselo. Se colocaba un dedo vertical sobre los labios.

 

    Me gustaría hacer lo mismo que tú, le dije a Maxi, dejarme llevar por el deseo, la curiosidad, lo que sea pero no por el compromiso, en todo caso compromiso conmigo mismo de intentar ser libre. Me sonrió como respuesta. Romper con el sistema siempre implica una serie de riesgos, acotaba Federico. Visto así, teóricamente y hablando en el café resulta como un perfume en un momento en que el aire se poluciona en exceso, pero pronto se descubrirá que toda esa aventura no es más que un espejismo. ¿Y con qué vivía? Todo cuesta, desde un pan hasta un billete para el tren . La eterna novia de Federico, Lily, una chica sin mucho seso a veces terciaba en lo que comentábamos, debe ser fascinante estar un día en París, al día siguiente en Estambul, después en Roma visitando al Papá, ¡ay! Pero qué peligroso ¿y si el avión se cae?. La ingenuidad le recorría de la cabeza a los pies.

 

    Descubría rasgos de crueldad en mi intención, quería acosarlo con preguntas hasta obligarlo a decir que todo había sido un error, o que había falsedad en la mayor parte de ese pasado tan escondido. Hombre, está claro, me decía Emma en las escasas semanas que volvimos a ser novios. Tiene miedo de enfrentar lo que pasó. Si por lo menos algo de lo mucho que hizo o que intentó hacer hubiese resultado bien, otro gallo cantaría, pero  todo le salió torcido. Seguramente oculta algo, decía Lucho, dice lo más llamativo pero debe haber más y tal vez frustrado. No dejaba de tener razón. Como todos Maximiliano tenía su escaparate en el que colocaba lo que más le gustaba o le convenía que se supiera, y lo demás quedaba oculto, incluso era un escaparate con una espesa cortina delante que sólo se descorría para los grandes amigos.

 

    Al primero que le confié mi decisión fue a Federico, y no sé por qué a él tan conservador.  Dudo si animarte o desanimarte, me dijo. Yo acepto que tú lo consideres un interesante modelo de aventurero, ¿ pero, no crees que hay otros seres humanos más atractivos sobre los cuales escribir?. Me pareció una opinión transida por los celos. Pérez Alcayaga, que lo conocía de mucho tiempo atrás, soltó una frase que me hizo reflexionar. Cuando se abusa de contar determinadas anécdotas es  porque se necesita encubrir otras cosas. No hubo forma de que soltara a qué otras cosas se estaba refiriendo. Mira, le dije a Lucho, la imagen que abriría la novela sería la de Maxi con su fusil ametralladora tratando de evitar que el ángel de  Dien Bien Phu sea víctima del fuego enemigo. Se rió de mi idea. No estuvo en Corea, hombre, fue en Saigón. Me dio un golpecito amistoso en la espalda.

 

    . Pérez Alcayaga a quien conté mi proyecto me advirtió  que antes de iniciarlo debería aclarar algunos  aspectos. Hablaba como si tras cada palabra se arrepintiera de lo dicho y quisiera dar por concluida la conversación. También igual que otros me advirtió que el primer paso debía ser contar con el beneplácito del protagonista. No sé qué decirte, no veo que sea tan importante la vida de tu amigo como para dedicarte a escribir sobre él. Sonia, que siempre mostraba gran indiferencia por lo que yo hacía se convirtió involuntariamente en mi gran colaboradora. Nunca me imaginé que gracias a ella iba a entrar como premunido de una linterna en esa región sin luz de la vida de Maxi. Casi por pura casualidad me habló de Samuel, un empleado de banco que resultó haber sido compañero de Maximiliano en la etapa inmediatamente anterior a su gran aventura, como yo le llamaba a su largo viaje.. Ella  había conocido a ese Samuel a través de su padre.

 

     A Federico no le cuadraba que actuara sin  previa consulta al interesado. Qué estás esperando para decírselo. Y su novia Lily preguntaba  ¿contarás que el Papa no lo dejó entrar a su casa del Vaticano?. Lucho me instaba a que terminara con mis  temores y me decidiera a empezar la historia. Pero tienes que hablarle a él, ya sabes bastante de su vida lo que falta es que Maxi te lo confirme. Decirle, mira Maxi, un ex compañero tuyo  del banco en el que trabajaste me  ha contado escenas  de tu vida anterior al viaje, ¿tú me autorizas para que escriba todo y se publique en forma de novela? Por supuesto no daré tu nombre, sólo te tomo como modelo. Pero cada vez que lo buscaba para decírselo se me quedaban las palabras pegadas en la garganta.

 

   Contarlo a los demás añadiendo mis temores a veces me traía algún sin sabor ¡Cómo puedes ser tan cobarde!, me reprochaba Emma en esos encuentros furtivos que a veces teníamos. Háblale claro, a lo mejor no le molesta tanto como tú crees. Encendía un cigarrillo y callaba un momento, de pronto como si fuera un interrogatorio policial :  siempre estás con lo mismo, queriendo hacer novelas de la gente que te rodea ¿estás seguro de que esta vez si se concretará tu deseo?. Me dejaba sin respuesta.

 

    Un día que no estaba Maxi en casa le pregunté a Bertha, ¿te habrías enamorado de él si lo hubieras conocido pedaleando una bicicleta en una lejana y polvorienta carretera de Camboya?. No me dejó terminar la pregunta, respondió emocionada. Es el hombre de mi vida, desde el primer momento que lo vi quedé fascinada por él, lo mismo hubiese pasado en Londres que en Manchuria, viéndolo vestido de soldado que de frac., él me ha sacado de la niebla en la que vivía, ha dado sentido a mi vida. En realidad yo quería otras interpretaciones de la vida de Maxi y no esa tromba emocional. Fue Emma la que puso el dedo en la llaga. Por todo lo que me dices se vislumbra que no salió de casa  con el exclusivo objeto de encontrarse con ese mundo de libertad de que se vanagloria, y algo más serio aun, el sabor de la aventura pudo surgir tras el fracaso del proyecto que fue precisamente el impulsor del viaje. Yo lo había pensado pero no lo veía  tan nítido como ella.

 

    Lo que opinaba uno se lo contaba a otro más que como búsqueda de mayor proyección de los hechos, porque me costaba gran esfuerzo guardarlo sólo para mí.  ¿Entonces fue una huída y no una voluntaria decisión de recorrer mundo?, se preguntaba Lucho. ¿Estás seguro de eso, te lo han confirmado? Inquiría Federico. A Sonia prefería no seguirla informando de mis averiguaciones, ella tampoco mostraba ni la más mínima curiosidad por lo que yo hacía. ¿A qué ciudad fuiste primero?, le pregunté a Maxi, ¿a México DF.?. Movió la cabeza para negar. No, la ciudad elegida fue Panamá, quería visitar la tumba de mi mamá que está enterrada en esa país. De Panamá fuimos a New York y de ahí pasamos a Europa. Por primera vez utilizaba el plural para ilustrarme de su viaje.

 

   Estaba convencido de que Maxi era mi gran modelo de protagonista para una novela  muy reflexiva. Para mí el itinerario y esas aventuritas que me cuentas son cosas secundarias, sentenciaba Emma con su seguridad habitual. Lo esencial reside en la conciencia del individuo. No veo la necesidad de tanta investigación sobre el aspecto físico, cuando lo primario es el psíquico. No todos tienen el valor suficiente para  confesarse a sí mismos el porqué de su comportamiento. Sus apreciaciones sobre lo que le contaba eran tan contundentes que a veces me arrepentía de comunicárselas.

 

    Estaba seguro de lo que me demandaría, que aceptaba que retratara su vida sin dar su nombre, pero que no utilizara de ninguna manera a Bertha como personaje literario. No sería raro que ella te pidiera que sí la incorporases a la historia, me señaló cuando menos pensé Sonia. Tiene razón, dijo en tono rotundamente aprobatorio Lucho, a lo mejor ella hasta te pediría que la menciones con nombre y apellido. Y por qué no contar también las hazañas de ella, consideraba  Emma que aunque parecía alejada del proyecto era de las que aportaba las más atinadas observaciones. Creo que ella es más rica como personaje de novela que él, cuando habla de su padre parece que estuviera describiendo el cielo, y buena pieza que fue ese señor como diputado. No sería un error utilizarla a ella, sería el personaje que trajera  amenidad a la historia, algo así como los descansillos que hay en las escaleras de las casas sin ascensor. Redondeaba, Lucho.

 

    Escribe a las embajadas o a los consulados por donde pasó Maximiliano, recomendaba Emma. Aunque sean veinte o doscientas las cartas que tengas que mandar, mientras más escribas más respuestas tendrás. A Federico prefería no inmiscuirlo en la investigación, no habría entendido el motivo que me conducía. Hasta podría cometer la imprudencia de adelantárseme y hablarle de mi proyecto al propio Maximiliano, algo que , sin ninguna duda, echaría por tierra mi trabajo. Lo que quiero, le dije a Emma, es descubrir debilidades  y poderlas analizar como su fueran insectos y yo un entomólogo  Me fascina encontrarme con cambios, incoherencias, quebrantos de caminos personales, llámame morboso, caso patológico, impertinente improvisado, lo que quieras, pero  no lo puedo evitar. Le interesó mi comentario.

 

       Me lo soltó como un regaño. Me da  la impresión de que pretendes  enfocar sólo el aspecto sentimental, te recomendaría que te preocuparas por igual o tal vez con mayor intensidad y amplitud del sexual, Emma a veces aceptaba que nos reuniéramos en su departamento, pero por lo general íbamos a un hotel bastante distante del centro. Tenía razón, Maxi siempre se había mostrado como un seductor que abandonó esa actitud en cuanto conoció a Bertha. Eufemismos, atenuantes, desviaciones de la realidad. Ya conocía muy bien a mi amigo, como para poder opinar con plena certeza sobre  su comportamiento.

 

   Siempre pensé que los personajes de una novela debían ser como de arcilla en las manos del autor, y estaba convencido de que Maxi ya era para mí de ese tipo de material. Sí, Emma tiene razón, me dijo Lucho, ¿cómo era esa mujer? ¿puro fuego? ¿qué los unió, qué los separó?. Federico sabía la anécdota del cuadro, pero sólo me la confió cuando yo le dije que Pérez Alcayaga me había puesto al día de todo eso, y que Samuel el ex compañero de oficina,  había añadido otros detalles que me parecían muy válidos.

 

     Un mediodía conseguí llevarlo hasta un café y conversar con él sin descanso. Era un hombre bajito, de pelo gris y de mirada huidiza.  Le costaba ponerse en marcha pero cuando empezaba era como si hubiese recibido la ayuda de un tónico poderoso, como las espinacas para Popeye el marino, y no cesaba de hablar. Samuel se mostró esquivo al principio, le conté a Lucho.  Así que hubo una mujer casada de por medio, me respondió epilogando nuestra conversación. Pérez Alcayaga se deshacía en recomendaciones. Mira, nadie sino él puede afirmar lo sucedido, yo repito lo que me contó a poco de volver de su viaje de muchos años, pero de eso de la señora, no sé qué decirte, algo se comentaba, pero él nunca me la mencionó. Lo del cuadro para Pérez Alcayaga era como si le dijeran que el sol sale por el poniente, lo dejaba casi absorto.

 

    Recuerdo que cuando me dispuse  a escribir la novela decidí  no iniciarla con la imagen de Maxi con su fusil ametralladora, ni describiendo, en versión absolutamente libre, un ángel no de  Dien Bien Phu sino vietnamita y al  posible acercamiento cinematográfico de Maxi a esa ya mítica mujer. Rompí docenas de cuartillas, nada de lo que escribía me gustaba. Sólo mostraba ese defectuoso trabajo a Emma en primer lugar, y luego a Lucho pero de forma parcial. Me dijeran lo que me dijeran en tono favorable o tratando de consolarme esos papeles iban indefectiblemente al basurero.

 

    Pronto descubrí la causa de  tanto tropiezo. Claro, me dijo Lucho, lo que pasa es que no estás totalmente decidido a emprender ese trabajo. Emma, con mirada sardónica me vaticinaba que nunca escribiría esa novela. Le tienes miedo a la historia porque no sólo refleja la vida Maximiliano sino la de mucha gente, muchísima, millones y millones, y seguramente también la tuya, ten en cuenta que en esa gran aventura que te fascina hay grandes frustraciones, te comprendo, eso siempre es un impedimento. Inmediatamente cambiaba de conversación.

 

     Ya había cogido impulso y me hababa sin  freno. Sé que Maximiliano volvió de Europa, me dijo Samuel el primer día que hablamos, pero  hasta ahora no lo he visto y han pasado años de eso. Le pregunté si sabía cómo se había organizado el viaje, y deslicé lo que el propio Maxi me había confiado, que el primer tramo fue hasta Panamá. Sí, en efecto embarcaron hacia ese país. Después sólo supe que habían seguido viaje hacia Europa, y algunos amigos comunes me contaron que él había llegado hasta la China, me impresionó imaginarlo en ese país, ¿cómo se comunicaba con los chinos? ¿aprendería mandarín?, se reía Samuel como si lo que estaba contando fuera pura ficción. Claro, opinaba Pérez Alcayaga, me dijeron que el marido de ella era un banquero y estaba muy bien situado económica y socialmente pero ella no tenía ni medio partido por la mitad, así que había que ver la forma de financiar el  viaje. A ratos mi  informante callaba como si le asustara todo lo que me estaba diciendo.

 

   Samuel me remitió a una persona que él creía podría saciar mi enorme curiosidad. Mire, me dijo la ex telefonista del banco en el que había trabajado Maxi, no sé si cometo una indiscreción pero ya que usted me lo pide y me dice que es para un programa de televisión en el que el invitado de honor será él, pues se lo digo.  Dicen que conoció a Sofía, la esposa del director del banco, en una comida que se ofreció a una parte del personal. Se encogió de hombros no como signo de indiferencia sino como si quisiera esconderse de miradas acusadoras. Unos de los que estuvieron en la comida dijeron que en ese mismo momento saltó la chispa entre ambos, esas cosas pasan, pues, sino no habría divorcios. Acepté su reflexión. No quiso seguir informándome pero me dio el número de su teléfono y me pidió que la llamara cuando la necesitara.

 

    El día que le pedí a Maximiliano que me aportara toda la información necesaria para emprender mi  camino novelístico, hizo silencio y luego estuvo a punto de rebelarse evidentemente fue un golpe de sorpresa . No veo la razón para que noveles mi vida . No te lo quiero impedir, pero no le veo el atractivo.. A medida que hablaba se iba encolerizando. ¿Pero finalmente te dijo que sí? Preguntó muy interesado Lucho. Un sí condicional, le respondí.. Fue Emma, como siempre, la que abrió una nueva ventana hacia la luz. Tiene razón, esas son cosas muy íntimas, pero ahí reside todo el misterio. Seguramente el empleadito de banco un jovencito  veinteañero perdió el seso por la señora hermosa y no más de tres años mayor que él, ¿sabes si ella cuando rompieron volvió con el marido o se quedó al aire?. Tal vez, Adriana, la ex telefonista del banco podría absolver esa pregunta.

 

    Veo que no cejas en el asunto me dijo Pérez Alcayaga, mira, lo poco que yo sé es que el director del banco cogió las estrellas de rabia y que lo primero que hizo fue botarlo a él del trabajo y que ya no hubo tiempo para ajustarle las cuentas a la mujer, los dos volaron hacia Panamá no a México. ¿Miedo, esperanza , necesidad? Yo en esos tiempos no conocía a Maxi, confesó Federico, y no me cuadra lo que me dices con su carácter. Para Lucho ella debió aportarlo todo. Lo imagino en esos tiempos como un joven de unos veinticinco años con sólo un sueldito miserable, o sea un pelado. Yo sabía nebulosamente lo del cuadro por Pérez Alcayaga pero no conseguía ensamblar todo ese conjunto de episodios. Emma hacía conjeturas, la guiaba ese radar mágico que era su intuición. ¿Crees que el cuadro fue la base financiera de los primeros tramos del viaje? , no te diré que el amor lo puede todo, más bien el sexo es capaz de aniquilar barreras. La mención del aspecto sexual le concedía una orla erótica a su rostro..

 

   La señora Adriana, mujer mayor, jubilada, con muchos nietos, decía no saber nada de todo eso. No encontraba la persona que colocara no sólo en orden sino con claridad el cúmulo de  recuerdos e informaciones. ¿Dónde hallar al gran amor pasado de Maxi? ¿Qué hacer para que mi amigo me deje echar una mirada a esa etapa previa a su  vida aventurera?. Si no vas a dar su nombre, si no vas a dar el nombre de la dama, ni vas a ser preciso en fechas y lugares,  olvídate de la realidad, habla del cuadro que tú quieras,  inventa la forma como lo sacaron de la casa del banquero,  construye el episodio a tu manera. no veo por qué consultarle eso al interesado, me decía Lucho convencido de tener toda la razón.

 

    Quien me llamó la atención y de forma casi impositiva fue Emma. Una persona que te dice que es cineasta y que en realidad lo que hace es regentar dos cines de mala muerte, no es como para darle mucho crédito, ¿no te parece?. En cierto modo tiene razón, consideró Lucho, ¿pero eso va a derrumbar como si fuera un castillo de naipes todo lo que has investigado?. Eso era lo que se proponía Emma, desbaratarlo todo, al principio no me di cuenta, luego me pareció una crueldad, pero terminé aceptando a medias su razonamiento. Nadie aporta ni la más mínima comprobación de lo que hizo en Europa y Asia, todas son suposiciones, ha sido el propio Maxi quien ha contado sus aventuras, y a media voz, con lo que ha conseguido despertar enormemente el interés de los demás. No creo que llegue al cinismo de contar tanta mentira, salió en su defensa Federico. Yo tampoco lo podía creer. Tal vez algo es inventado pero la base de todo ese conjunto situaciones imposible, le dije a Sonia que no debió escuchar mi comentario tan encerrada como estaba en su nuevo trabajo sobre Hamlet.

 

    Tanto Samuel como la ex telefonista señalaban que sólo sabían lo que habían oído. Yo ni nadie puede asegurar lo que se dice que hizo por aquellos mundos, nadie lo siguió, nadie estuvo cerca de él en Corea, ni en Singapur, ni en Vietnam. Samuel parecía lavarse las manos con esa frase y terminar de una vez de hablar del lejano pasado de Maxi. La telefonista era evidente que no sabía sino lo que había escuchado, y que todos sus conocimientos estaban alrededor de la parte previa al viaje, para ella eso de la guerra, como lo del intento de una vuelta al mundo y por supuesto lo del Papa, era como si le contaran una película. Yo de eso no sé nada, y a esa señora Sofía no la he vuelto a ver en mi vida. Emma me había inoculado su desconfianza con respecto a ese macro conjunto de aventuras que había contado mi amigo y aunque él decía no querer que esa etapa de su vida se propague había llegado a cientos de oídos.

 

   Sonia me veía tan preocupado que aunque pasaba continuamente indiferente ante mí y mis problemas en un momento de tranquilidad me preguntó  a qué se debía mi ensimismamiento, seguramente quiso decir  enfurruñamiento pero  hizo un oportuno y diplomático cambio. ¿Sigues obsesionado con la historia de tu amigo Maximiliano?. Le respondí con la verdad, lo que le daría pie para reafirmarse en su antigua consideración de mi incapacidad para ser escritor. Estoy en una encrucijada, tengo delante de mí docenas de caminos y no sé cuál elegir. Cuando ya se alejaba la oí que me decía, comienza por cualquiera, como si jugaras a la ruleta, si sabes hacerlo llegaras a donde te has propuesto, y desapareció de mi vista. En ese momento me di cuenta  que yo sabía perfectamente el camino que tenía que elegir, que identificaba sin problemas  cuál era la  meta   que pretendía alcanzar y hasta cómo tenía que realizar el recorrido para lograr lo que me proponía. No había ninguna razón para el titubeo que me estaba sujetando.

 

    No quise cambiar opiniones con Lucho a quien estimaba mucho pero consideraba algo precipitado de pensamiento. ¿Pérez Alcayaga, Federico, Samuel, la ex telefonista Adriana? Ninguno. ¿El propio Maximiliano o la propia Bertha? Lo dudé, posiblemente no era duda sino temor a estropearlo todo. Releí la sinopsis de la historia que tenía redactada en unas veinte líneas. Era mi brújula, mi linterna, pero era muda,  necesitaba voces. Que cada palabra de mi breve texto se erigiera en juez, en guía, en asesor. Llegué a la conclusión de que ella era la única con la que podía conversar sobre mis indecisos proyectos. La busqué. Teléfono, fax, mensajes de todo tipo, a su casa, a su trabajo, a los lugares que frecuentaba. Su ausencia se me hizo interminable. Sus seguramente deliciosas vacaciones fueron un tormento para mí.

 

    Como era lógico, Maximiliano me hacía continuas indicaciones que a veces tenía que llamar  sugerencias. Me preguntaba si ya estaba escribiendo la novela. Quería saber qué tratamiento le daba a él como personaje de la historia. ¿La tienes muy avanzada? ¿por qué no me dejas leer algún capítulo? Estaba entre agradecido y desconfiado con respecto a mí. Yo sólo le explicaba lo que iba a escribir porque en realidad no había nada hecho, y eso mitigaba algo su curiosidad. Bertha en cambio tan briosa como siempre, exigía, demandaba, ordenaba. ¿Pero cómo, todavía no has escrito nada?, ¡No puede ser!. Llevas tiempo amenazando con esa novela y no has escrito ni una línea. Me hacía sentir algo menos que un molusco. Le daba razones, le prometía prisa a partir de una semana, un mes, no le decía un año para no descorazonarla y para evitar sus interrogaciones ásperas, o sus bramidos por mi lentitud.

 

   Quise explicarle punto por punto todo lo que pasaba, reflexionar con ella sobre la estructura de la novela.. Ella era un torrente de palabras. Me contaba sus agitadas, simpáticas y variadas vacaciones. Me hablaba sin hacer caso de mi ansiedad de lugares, días, personas. Conocí a un individuo colosal, es un inventor, encantador el hombre, y muy atractivo. No sé si quería provocarme celos. Al fin me escuchó. Pero si eso ya lo hemos hablado y muchas veces, hasta te sugerí que no fuera una novela sino un ensayo.  Hay pudor, rabia, miedo ante la verdad. Volvía sobre el tema de sus vacaciones, hablaba de una playa, de un cabaret, de unas amigas con marido, con novio, con amantes, pero me atendía. Aceptaba mis análisis que le presentaba como si ella fuera un médico. Tienes razón todo debe empezar con Maxi ya convertido en aventurero y terminar con su vuelta al redil. Se olvidaba de mis cuitas un momento y retornaba a sus deliciosas vacaciones.

 

   Como si  todo lo tuviera perfectamente organizado, Emma hablaba en primer término de lo suyo, luego lo encerraba en un paréntesis y volvía a lo mío.. Completamente de acuerdo con que la fuerza de la historia descanse en ese desnortado vagar de Maxi por lejanas tierras, si quieres elimina antecedentes llámense Sofia o pintura de Van Gohg., aunque esos detalles que no son pequeños le darían realce a la novela, y olvídate de si a Maxi le gustará y de averiguar cómo fue lo del Papa o si se enamoró del Angel de Dien Bien Phu o de una bailarina vietnamita, ya tienes el cogollo del asunto, procede sin tomar en cuenta opiniones ajenas.  Esas recomendaciones me hacían pensar que ella seguía aferrada a sus dudas con respecto a mi amigo.

 

    Me sentía como si hubiese salido de la cárcel. O como si la gravedad no existiera y yo pudiera elevarme hasta las nubes. Emma había  sido nuevamente la autora del milagro. Volvía a ser optimista con respecto a la novela. Sin embargo continuaba la inoperancia de mis manos sobre el teclado de la máquina   cuando se trataba de empezar la “Historia de un aventurero”, título  provisional. Mi conversación con Emma me había ayudado a despejar  sombras.¿ Para qué escarbar en la basura?, me dijo muy sonriente porque aun vivía retazos de estados de ánimo de sus gratas vacaciones. Ella le robó un Van Gohg al marido, nadie debe tener pinacotecas particulares, tienen que ser públicas. E intercalaba recuerdos de playas, hoteles, gente. ¿En París hubo cansancio mutuo? , no es necesario ir tan lejos para que eso ocurra, la señora Sofía se vio venir la tormenta de la pobreza y safó el bulto. Aprobaba todo lo que me decía, una vez más confiaba plenamente en ella.

 

    Se lo dije a Lucho, ¿y si Maxi no se movió nunca de Panamá? Se consiguió un trabajo en un banco, en una casa comercial, de agente de viajes, de vendedor de libros. Mi compañero de estudios me miró sorprendido, ¿ eso está comprobado?. Le respondí con otra pregunta, ¿ y lo de la vuelta al mundo y todo lo demás lo está?. Pérez Alcayaga certifico una vez más que todo lo que sabía se lo había contado el propio Maximiliano. No me atrevo a dudar de él, me dijo pero no de forma contundente. Emma me había reconfortado, para ella que hubiese sucedido o no todo lo que se decía no era lo importante. Qué más te da si ocurrió o no, tienes un material exquisito para una novela, mis dudas no giran sobre esas anécdotas sino sobre la propiedad que tu amigo Maxi se atribuye sobre ellas. Sentía algo  extraño, como si Maximiliano no midiera uno ochenta sino fuera un enano,  peor aun, que ese hombre tan serio se reía a carcajadas de todos..

 

    Destruí el corto texto, mi guía, sobre  “Historia de un aventurero”. No le dije ni una palabra de esta decisión a nadie. Los días fueron cayendo sobre mí proyecto igual que paladas de tierra cuando se  sepulta un cadáver. El olvido, de la idea novelística se empezó a evaporar para todos. Pasado un tiempo le dije a Lucho, ya no veo a Maxi con el fusil en las manos. Comenté con Federico, que lo de Vladivostok  me empezaba  a parecer sólo un sueño. Mejor que no hayas escrito esa novela, me consoló Emma, aunque fue dura inmediatamente después, con tantos reparos como tenías te iba a resultar una historia meliflua cuando tenías que haberla hecho fuerte como un Sansón dando puñetazos. Tenía un puño cerrado y parecía dispuesta a asestar un golpe.

 

    Lucho, cuando menos lo esperaba hizo un agrio comentario. A veces la vida, cuando se la mira cara a cara, da asco.  Y Sonia después de escribir una  de sus críticas sobre estrenos teatrales, sin mirarme expresó una opinión como si exhalara el último suspiro: cada vez creo más en las obras que se evaden de la realidad y sin embargo me sigue gustando Shakespeare y Hamlet. Desesperante contradicción. Se volvió a hundir en la lectura sin tomar en cuenta mis posibles opiniones.

 

   

                                          *********            

                                                  LA MUJER  PERFECTA

   

            

 

     Me decían, ten cuidado, esa no es de confiar.  Ella estudiaba Sociología, yo Literatura. La veía todos los días, empecé a saludarla, luego conversamos, el pretexto fue un libro, Pigmaleón de Bernard Shaw. Los hombres quieren rehacernos, reformarnos, hacernos a su gusto, adaptarnos a sus conveniencias. Trataba de hacerle comprender que el autor había tenido una visión diferente a la suya. Ella, la protagonista,  supera todos los cálculos de quien la instruye y educa, porque gracias a ese despertar cultural tardío emerge toda una rica personalidad que estaba oculta.  No conseguía convencerla.

 

    Hubo invitaciones por mi parte que Emma fue aceptando. Al cine primero, que significaba conversar largamente sobre lo que habíamos visto, a comer en algún  restaurante tranquilo que nos permitiera sostener una conversa distendida durante la cual deslizarle  algunas frases picantes. Hasta que llegó el primer abrazo, el primer beso, el conocimiento de parte de su cuerpo  a través de mi tacto. Esos preámbulos no duraron más de una semana ,luego le llegaría el turno a la primera habitación de hotel cuya elección corrió a su cargo..

 

     ¿No decías que nunca te enamorabas? Destacaba el acento burlón con que Lucho hizo la pregunta. Y mi amiga de esos tiempos, Violeta, abría enorme boca para lanzar  exclamaciones. ¡Horror, qué mujer! cuentan cosas terribles de ella. Yo sólo me sonreía, no estaba enamorado. No les podía decir a todos, no la quiero, lo que me gusta de ella es su conversación. Sería injusto concentrarlo todo y únicamente en sus amplios conocimientos, en su buena dicción, en su amenidad para enfocar las cosas, porque por aquellos tiempos y a pesar de sus sólo veintiséis  años ya había emergido la mujer segura, en cambio la de la palabra dictatorial todavía estaba en gestación. Tuve la sensación de que esa característica que se convirtió en lo fundamental de su personalidad fue creciendo a medida que aumentaban nuestras citas hoteleras.

 

   Algunos  estudiantes parecían envidiarme, se les notaba en la mirada, en el tono de voz, en los gestos, eso sí, jamás me decían fue la amante del catedrático tal, estuvo a punto de casarse con el industrial cuál. Violeta que todo lo sabía, que chismeaba por toda la universidad, me dijo un día, hablaba casi a gritos pero tenía la habilidad de hacerlo en los rincones más discretos del patio, en los que muchas veces  quedábamos los dos solos. ¿Sabes que tu amiguita estuvo un año en Montevideo con un fulano medio mafioso?. Le dije a Lucho la verdad en esos momentos. Mi relación con ella es de entretenimiento, sabe contar las cosas, comenta bien una película o una lectura, no todas las chicas tienen ese nivel. Se sonreía, bueno, bueno, pero prohibido enamorarse, me aleccionaba.

 

   Me dijo una tarde Emma que me iba a presentar a su mejor amiga, una muchacha argentina  que trabajaba de locutora en una radio limeña. Es muy bonita, me advirtió, a lo mejor hasta  te enamoras de ella. Se reía. Me encantaba que no hubiera celos y todavía más que no hubiera ni atisbos de opresión. Se mantenían unas fronteras, se evitaba dominios de uno u otro lado. Ese comportamiento de gran independencia en nuestra relación me resultaba fascinante. Lejos de impulsarnos a vivir de espaldas el uno del otro creo que nos unía más.

 

    Se lo comenté a Alfredo pero distorsionando algunos aspectos como para que le pareciera que era un ensayo de lo que podía ser una pareja y no una relación rutinaria. La convivencia lo arruina todo, me  respondió con tono amargo. No pienso vivir con ella, eso y casarse es lo mismo, le comuniqué a Lucho. ¿Pero no era algo pasajero? ¿sólo para hablar de literatura y cine?. Me hizo reflexionar, más o menos eso era lo que le había dejado entender al principio, pero con el correr de las semanas y después de los meses mi relación con Emma empezaba a tomar otras tonalidades.

 

    No sé si era una forma de conseguir que mi emoción se elevase al infinito, de quebrar cualquier deseo  por mantener la serenidad, o simplemente una costumbre al margen de la sensualidad, aunque ella no solía actuar sin reflexión previa. Se  paseaba por la habitación del hotel completamente desnuda y fumando un cigarrillo, a la vez que hacía algún comentario difuso y discontinuo. La primera vez lo interpreté como si tratara de vencer una  extraña pavidez.  Después pensé que no era nada más que una costumbre, aunque la idea de que un temor algo diluido la retenía unos instantes antes de decidirse a acercárseme siempre me revoloteaba. Sus paseos previos y su absoluta y cautivante desnudez empezaron a duplicarse y hasta triplicarse en cada cita. ¿Es tu forma de pedirme el bis?, le pregunté intrigado por sus paseos nudistas. Sobre sexo no se hacen preguntas, se actúa nomás.  Respondió con contundencia.

 

    Fue ella la que me enseñó como una maestra a jugar con nuestros cuerpos, más bien   sólo con el suyo. Me contó una historia que nunca supe si era producto de inspiración particular o pertenecía a alguna de sus muchas lecturas. También podría haber sido la comunicación con algún escritor, de los varios que ella frecuentaba y había frecuentado. O las cuitas de un pintor de desnudos femeninos. Con un agradable desparpajo relataba cada una de las páginas de su álbum de recuerdos sentimentales o exclusivamente sexuales. Ponía encanto en cada aventura que contaba y me hacía ver que el pasado no servía para perjudicar al presente sino para ayudarlo a ser mejor. La historia nos lo enseña, decía, lo que pasa es que el ser humano la lee, la memoriza pero no siempre la sabe interpretar o muchas veces no le conviene aceptarla. Y guiñaba un ojo.

 

   Me di cuenta muy pronto que a Emma los estudios no le interesaban mucho. Que era una voraz lectora de novelas y poesía, pero que  casi no asistía a las clases de la Facultad, y que aunque iba todos los días distribuía su tiempo entre la biblioteca y la cafetería. Sólo quiere enriquecer sus conocimientos, cada vez más, es ambiciosa culturalmente, le dije a Lucho. ¿Y esa de qué vive? Me preguntó inmediatamente. Me dejó mudo por un momento. Descubrí que a pesar de frecuentarla casi medio año no estaba muy seguro de cuál era su medio de vida. ¿Traducciones, clases de francés, venta de libros?, pero¿ en qué tiempo?. Lo más apropiado era preguntárselo directamente a ella, aunque Violeta sabelotodo, aportó su colaboración. Parece que tiene un departamento que alquila y ella creo que vive en otro  con una amiga. Estaba casi en la realidad pero había que matizar bastante más sobre esos departamentos.

 

   La historia me la contó por capítulos, uno en cada cita hotelera. Aunque se trataba de una historia archiconocida  a través de la literatura. La eterna pareja del viejo y la niña quinceañera, podía estarse repitiendo con un nuevo Otelo, pero sin muertes ni presencia de Yagos peruanos. Ella ha relatado ese cuento a más de uno, que la sedujo sólo con mirarla, ¡quién le va a creer!. me chismeó mordaz Violeta. Para Malena la amiga argentina, ese seductor era un fotógrafo maravilloso. La fotografiaba todos los días sin fallar uno solo, ella estaba como embrujada, entró en la casa de ese mago de la instantánea siendo una colegiala y no salió de ese lugar hasta tres años después. Lo decía verdaderamente impresionada.

 

     Lucho también había averiguado algo. En el tiempo que vivieron juntos él le hizo, dicen, unas diez mil fotos, por lo menos nueve mil totalmente desnuda. La consideraba la modelo perfecta, sin embargo su amor hacia la chica no estaba impulsado por el aspecto profesional. Lo último me parecía que era exclusivamente una opinión  particular. Le aseguré que le pediría a ella que me contase esa curiosa aventura del fotógrafo.

 

    . Mientras le iba contando los lunares de su cuerpo como hecho de nieve y bautizando cada uno con nombre sonoro, ella narraba una escena o hacía conjeturas sobre lo vivido junto al fotógrafo. Yo no desatendía nada de  cuanto  rememoraba de esa etapa de su vida y sin embargo eso no era óbice para abandonar mi tarea de geógrafo de ese hermoso continente.  A éste negro y grande como un grano de pimienta le podemos llamar Isla Negra, como la casa sobre el mar de Pablo Neruda. Aceptaba feliz mi  elección, hacía un paréntesis a su  historia, y recitaba algunos versos de los “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, con fruición encantadora manteniéndose boca abajo sobre la mullida cama, terminado el recital   seguía con  su relato fotográfico y yo continuaba mi viaje por los archipiélagos de lunares de su espalda, su cintura, y alguno que parecía haberse escapado del grupo y anclado en una nalga.

 

    Entre sonrisas, bautizos de diminutas cicatrices, desvanecidos recuerdos de vacunas de la infancia, lunares, protuberancias o mínimas hendiduras, así como emocionados reconocimientos de  recónditos rincones de su  deliciosa humanidad, y cuentos eróticos acompañados de recital de poemas de Villón o de Bocaccio, yo me las ingeniaba para solicitar un ejercicio de memoria, alejarnos por momentos de su Man Ray limeño y echar una mirada hacia su acervo sentimental o sexo-sentimental y ella no  eludía la demanda. 

 

     Nos quedamos quietos en la cama del hotel, mirándonos  como dos espejos enfrentados. La historia del fotógrafo quedó rezagada. Hilvanó otra entre sonrisas y pitadas a su cigarrillo. Quería casarse conmigo pero yo huyo del matrimonio como del diablo, me confesaba. Luego como si descubriera que no había sido lo suficientemente explícita añadía que el mencionado pretendiente aunque un par de décadas mayor que ella no era un anciano y sobre todo no era  enclenque ni canijo. Un tipo bien puesto, un profesor sumamente respetado, y aunque  parezca increíble un verdadero exponente, un modelo de prestigio y exquisita educación. Le dije a Lucho, a pesar de todas esas bondades físicas, intelectuales  y económicas prefirió la libertad.

 

    Alfredo, tenía la carrera de abogado, le encantaba la historia pero su verdadera y gran vocación era la de lector de poesía. La había escuchado recitar a algunos poetas ingleses en su propia lengua, y me aseguraba que  un viejo notario, ya jubilado y también amante de la poesía como él, le había contado que Emma le recitaba en la soledad de su despacho poemas de César Vallejo, Rafael Alberti y Rubén Darío. Sí, claro que sí, es cierto, pero no lo hacía por amor al arte ni al individuo, siempre me ha fallado el monedero, y en esos tiempos estaba pelada como una gallina desplumada y lo poco que me daba el notario ese por cada recital me venía de perlas, explicó con gran naturalidad.

 

   Para Violeta la vida de Emma era extremadamente licenciosa, pero lo decía llevándose la mano a la boca y ahuecando la voz. ¿Qué hacía una mujer digamos que más o menos atractiva como ella en la oficina de un notario, de noche y cuando todo el personal de la notaría ya se había ido?.O sea que le recitaba versitos a un viejo libidinoso, se reía Lucho. Un trabajo, no es más que eso un trabajo, me resumió ella, me miraba como diciéndome ¿dónde está lo raro, dónde está lo malo?.Mis veinticinco años no encontraban en ese momento lo repudiable pero tampoco lo ponderable. Y ella solía en esos trances interrogarme, ¿ y tú, no tienes en tu haber un cerro de enamoradas y medias amantes?. Yo prefería callar ante ese cuestionamiento.

 

   Me di cuenta pronto que le empezaban a molestar mis preocupaciones por sus amigos íntimos anteriores a mí, pero que aun así me contestaba y siempre con lo que yo consideraba la pura verdad. No sólo es bonita, le dije a Pedro, el amigo con el que hice un viaje más que largo lleno de circunstancias interesantes. Tiene el atractivo de una conversación muy fluida, llena de encanto, y de su tendencia a no callar nada, aunque vaya contra ella misma. Mi amigo arrugó su larga nariz, y tras una pausa me respondió con una pregunta :¿tu nueva novia es un ser humano? Nos reímos un buen rato.

 

   La amiga argentina de Emma, con la que compartía departamento, era una buena caja de resonancia de las virtudes de mi novia, como ya la llamaban muchos, sobre todo en la Universidad. Baila divinamente, y que exquisita es para vestirse, me decía casi como transportada. ¡Qué fervor el de esa amiga!, exclamó Lucho cuando se lo conté. Como el fervor de Borges por Buenos Aires. Le celebré el acierto. Cualquiera que la oyera hablar de esa forma tan exagerada pensaría que está enamorada de Emma. Esta vez no me reí. Violeta me había insinuado algo similar, pero no le hice caso, pasé por alto sus palabras.

 

    Pedro era muy juicioso, razonaba todo como mucha meticulosidad, hasta cuando tenía que tirar un papel a la basura hacía una reflexión en voz alta. O sea que la incasable Emma te ha insinuado matrimoniarse contigo, eso me huele mal, y arrugaba su nariz estilo Clifton Webb que era lo que daba pie para que los íntimos lo llamaran Pedrocho para no decirle Pinocho. Con hacerse el sordo se sale ileso de la situación, le contestaba a su simpática impertinencia. Para Malena, Emma era un verdadero modelo de mujer. Sé que hay boludas que hablan mal de ella, envidia, ché, ¿qué acapara todas las miradas masculinas, todas las atenciones de los más pintones?, eso les pasa a las bonitas con buen cráneo. Ponía calidez en sus afirmaciones.

 

   Fue sólo una mención pasajera sobre cómo evitar tener enemigos. Ella captó la indirecta Quién no tiene enemigos, me respondió Emma mientras bebíamos un trago en la cafetería de la Facultad. Desconfía de los que dicen ser amados por todos, ¡qué aburrido que todos te den besitos y nadie te ponga mala cara! Insistí, di nombres, adelanté que no les creía a quienes me habían dado esos informes. Claro que es cierto, ¿quién te lo ha dicho, la monja de la Pastrana?, tendría  que encerrarse en un convento y dejarse de estar  aireando la vida de los demás por calles y plazas, esa es una enemiga de papel.. La Pastrana  dedicaba sus días al trabajo de relaciones públicas de  una cadena hotelera, y aseguraba que tenía escritos varios libros de poemas que no tardarían en publicarse y que causarían sensación.

 

    Ya no había freno para mi casi morboso interrogatorio durante nuestros encuentros hoteleros. Entre beso y beso depositado en sus cautivantes  pies, punto de partida para iniciar periplo hacia el norte, dejé caer mis dudas acerca de su compañera argentina. Pensé en una patada en la boca que aunque dada con las bellas extremidades me iba a doler,  pero no fue así. No me extrañan esas conjeturas, pobre Malena, siempre pasa lo mismo con los que vienen del extranjero a trabajar, si fuera millonaria y tuviera una empresa o grandes rentas sería no una diosa pero sí una gran dama. Le hice notar que yo no participaba de esas dudas sobre ella y su amiga argentina, pero que eso era lo que circulaba por algunos sectores de la Facultad, preferí  no mencionar el nombre de Violeta.

 

     Recogió una pierna en un movimiento de clara lubricidad, apoyó la cabeza contra el respaldo de la cama, ¿te parece que una mujer como yo puede tener esas inclinaciones, esos apetitos que yo no veo mal pero que no son para mí?. Lo que digan los demás no me importa, me importa lo que tú pienses. ¿Y tú qué crees? Me interrogó Pedro. Calumnias, fue todo lo que respondí. ¿Te parece que puede haber algo de eso? Me interrogó serio, Lucho. No me atreví a darle una respuesta clara.

 

     Hasta ese momento nunca la había visto titubear para contestar a mis cuestionamientos. Planteé el asunto como algo perdido que había llegado sin saber cómo a mis oídos, al principio pareció no captar la intención de mi pregunta, luego tuvo un breve sofoco que supo alejar a tiempo.¿Pero quién te informa? ¿por qué siempre tan negativamente? Diré mejor tan adversamente a mí. Primero había sido Violeta, aunque de forma dispersa y difusa como casi siempre, luego la señora Pastrana a la que apodaban la monja, que fue quien lo hizo con mayor concreción.  No la creas tan recta, tan veraz me indicó la chismosa Violeta . Aunque puede parecer una indiscreción por mi parte, creo que es un deber de amiga decírtelo, recitó con aire contrito la monja publics relations.

 

   No le mencioné a Emma ninguno de los dos nombres.  Tampoco fue una pregunta de tipo fiero interrogatorio, hasta podría  decirse que no fue pregunta sino consulta o simple conversación con referencias a su pasado. Cuando lo conocí, me respondió deshaciendo el abrazo con que ceñía su cuerpo desnudo, sólo vi al hombre hermoso como aun es, yo no sabía antecedentes, nunca escarbo en el pasado de nadie, tampoco creí que el asunto se iba a prolongar unos meses, pensé en algo pasajero, sin importancia, que no dejaría huella. Alfredo conocía al sujeto y me lo describió en breves y firmes pinceladas. Vestido a la última moda, aparentemente muy dadivoso, invitaciones a beber y comer a los amigos, educación exquisita que dicen mantuvo aun ante la policía. Casi como si protestara aclaró, enamorada, lo que se dice enamorada de él no estuve , me gustaba eso era todo, ¿qué, te parece un delito?. Me miró con firmeza, ya se había recuperado del titubeo inicial.

 

    Me costaba trabajo  en las circunstancias en las que nos encontrábamos decirle que se trataba de un timador, de un desalmado, tal vez los calificativos iban a salir con sabor a celos, por eso me abstuve de pronunciarlos. Sólo le comenté: deberías haber tenido más cuidado con la elección de algunas de tus amistades. Noté que mi reconvención no la conseguía digerir. Mira, si tu conocieras a Juanacho no pensarías lo que piensas ahora de él. Para Alfredo que no era ni amigo ni siquiera lo que se llama un conocido, ese tal Juanacho tenía el aspecto de un galán de cine pero una mirada que obligaba a situarlo en la región más sospechosa. Es el  sinvergüenza simpático a primera vista, el ladrón de guante blanco. Lucho no lo conocía ni sabía nada de sus andanzas tenebrosas pero algo había averiguado en los muchos círculos que frecuentaba. Lo metieron en chirona pero salió pronto, ni medio año, debió ser algo sin importancia. Pedro me aclaró más. Nadie sabe cómo le llegó el perdón si había cometido estafas  millonarias. Hizo un gesto como de impotencia ante algo superior.

 

    Actué con cautela, tampoco se trataba de fulminarla por algo que le concernía muy tangencialmente. Se lo dije a Pedro, es como si entras a una oficina y encuentras un hombre muerto, tú no lo has matado pero te ves envuelto en serios problemas. La Pastrana me había contado el caso con toda mala intención. Bueno, tú en ese tiempo no la conocías, eras ajeno a todo eso, pero el delincuente ese cometía cada timo que daba miedo, ella lo acompañaba en todo momento y se aseguraba que el delincuente tenía cómplices. Yo deducía que con eso quería implicar a Emma a quien, evidentemente, detestaba, ignoraba  los motivos que habían producido  en la monja un odio que se podía palpar.

 

    A veces Emma se desnudaba con gran lentitud, como si el tiempo fuera un manso cordero para ella. Yo solía descalzarla y dejaba todo lo demás en sus manos porque me fascinaba verla cómo se iba quitando la ropa pieza a pieza de pie, a medio metro de la cama donde yo la esperaba ansioso.¿Disminuye tu interés por mí al saber que en mi vida hubo un estafador?, me preguntó sin ápice de cinismo. Lo que pasa, me decía Pedro, es que tu amiguita no es una ingenua sino todo lo contrario, siempre está de vuelta por eso no se comprende cómo no tarifó al galán inmediatamente. No quería ahondar en el asunto pero los demás sí lo hacían por mí.

 

   Durante la excursión que hicimos fuera de la ciudad y que duró un fin de semana, me confesó que no era muy adicta a los viajes pero que si había realizado algunos y se refirió al de Montevideo. La ciudad me pareció muy agradable hasta con encanto, los montevideanos la llaman la capital del Plata. Tardó en mencionar al acompañante. Pero siempre parecía dispuesta a hacerme el depositario de su vida íntima. Era un líder político en decadencia, ese sí que nunca me propuso matrimonio porque estaba casado, pero gozaba de bastante libertad, aunque conmigo la esposa  se soliviantó y bastante. En algunos momentos describía calles  de esa ciudad, opinaba sobre los montevideanos como si fuera Mario Benedetti, pero volvía al aspecto central de la conversación.

 

   Me sentía molesto conmigo mismo por ser receptor de tanta murmuración, por permitir que entre Violeta y la Pastrana me llenaran las orejas de informaciones que buscaban desprestigiarla ante mis ojos. Sin embargo no sabían casi nada del viaje a Montevideo. Y yo no había inquirido sobre ese periplo, fue ella la que me lo había contado espontáneamente como me contó otros episodios de su vida. Me preguntaba  sólo para mí: ¿esta mujer carece de secretos? ¿no guardará algo de eso que no se puede confiar ni a uno mismo?. Todos tenemos algo que queda atrapado en el fondo de la conciencia, me decía Pedro. Y Alfredo también agregaba opinión parecida. No hay ser humano que lo cuente todo íntegramente, y si lo cuenta todo siempre utilizará maquillajes. Y volvía a sus lecturas de Omar Khayam.

 

    Le a dije a Lucho que nada del pasado de Emma me parecía reprochable, ¿quién no ha tenido una aventura sentimental con alguien de dudosa caradura?. Claro que no, me respondió, pero terminan por emborronar la imagen de la persona, como si le hicieran una foto detrás de una cortina de humo. Por lo general Emma no respondía directamente a lo consultado. Cuando renové mi interés por su viaje a Montevideo hizo un comentario en vez de una contestación rigurosa. Si dios existe hay que agradecerle  el esmero que se dio en el tratamiento del placer sexual, sin él la vida sería un páramo. Pedro o Pedrocho considerado un hombre bastante rijoso, arrecho calificaba Alfredo, llegaba a decir barbaridades a pesar de su evidente adicción al incomparable placer. El sexo nos animaliza. ¡Qué tontería! Se soliviantaba Emma, con sexo o sin él somos animales siempre, pero racionales, el sexo nos ennoblece, no nos disminuye. Su sensualidad quedó retratada en el leve movimiento de las caderas para cambiar de postura en la cama.

 

    Me había dicho que después de Montevideo fue a Buenos Aires, pero ya sin la compañía del político venido a menos.¿Harta, curiosa u obra de un tercero?. Fue en Buenos Aires donde conocí a Malena, me dijo como algo menor dentro de un enorme equipaje importante. Deducciones: ella invita a Malena, la trae, le consigue trabajo. ¿ En qué trabajaba esa muchacha en la Argentina? ¿Y el político naufragó en el Uruguay? ¿Su mujer lo persiguió hasta Montevideo y espantó a la intrusa?. Tuve una aventura con una mujer a la que sólo le interesaba el sexo,  Bartolomé, era un editor sin  ambiciones ni prestigio mi amistad con él se debía a que había publicado una de mis  novelas. Las nínfulas son peores que los adictos al alcohol o a la coca, me explicaba con aire escandalizado.

 

     Nos enfrascamos en un cambio de opiniones sobre el sexo.  Todo empezó con mi disparatada teoría de que el ser humano desaparecería de la Tierra tal como ocurrió con los dinosaurios. Para eso tendrán que pasar muchos siglos, opuso ella. Quedaron borrados del planeta porque eran corruptos. Se rió a carcajada limpia. Su rubio sexo subía y bajaba, yo veía los pétalos de rosa de sus pezones no sólo cambiar de posición también de color hasta llegaban a estar encarnados como si sangraran. Me acordaba de la insaciable amiga de Bartolomé. Cuando terminó de reír lanzó una pregunta contundente. ¿Eran corruptos porque estafaban a los demás animales o porque se tiraban a las hembras de los elefantes ?. No la dejé seguir le tapé la boca con la mía.

 

    Con Alfredo había tenido conversaciones similares, nada de que los eliminó un cataclismo, se autoeliminaron porque estaban hartos de ser tan grandes y tan pesados. No, hombre, me contestó cayeron en desgracia por abusivos, por dictadores  y entre todos los  demás animales decidieron devorarlos y acabar con su reinado, fue una revolución con todas las de la ley. Emma, salía del círculo humorístico y entraba de lleno en lo serio, mientras  su pie jugaba suavemente con mi sexo. Tendríamos que imitarlos y decapitar a todos los dictadores y dictadorzuelos que hay en la tierra, mi bálano se erguía por esos toques cálidos que Emma daba con sus dedos.

 

   Lejos de la mirada hosca y el tono agrio continuó la charla. Lo que tú quieres es que yo considere a los hombres que han pasado por mi vida como si se tratara de dinosaurios, ¿no es así? y mejor si  los borro de mi memoria para siempre. No le di la contra aunque tampoco le allané el camino a su opinión.  El olvido es una defensa contra recuerdos incómodos, pero no borra nada, a lo sumo pone biombos a lo que no nos gusta. Me replicó inmediatamente. No serviría de nada para lo nuestro la eliminación de mi pasado,  con decir esto no sucedió no se gana nada, con meter lo ingrato en el olvido como si se tratara de una maleta con mil llaves tampoco, la cicatriz  no queda en la memoria sino en la conciencia. Me agradaba su razonamiento pero no compartía el término cicatriz. De acuerdo no hay cicatriz, llamémosle rastro pestilente, ¡ay, qué rebuscado lo que digo a veces! Exclamó sonriente. Me acariciaba con todo su cuerpo, la blanquísima planta de su pie, la delicia plateada de su rodilla, la suavidad de su hombro, el deportivo movimiento de su grupa, el momento dedicado a  reflexiones había terminado.

 

    Alfredo me aconsejaba que le descargase una ráfaga de preguntas sin darle respiro .Los novios, sus trabajos, sus viajes, los lugares en los que ha vivido, y sus estudios, ¿a qué va a la Universidad?,Lleva años matriculándose en diferentes  Facultades y no avanza en ninguna. La que no cesaba de chismear era Violeta. No sé si tienes algo serio con ella, mira, ayer la vieron en el cine con uno que no es conocido en la Facultad de ella ni en la nuestra. Lo dejaba caer con mirada inocente, como un pajarito que se convierte en víbora  por un instante y luego vuelve a ser ave canora. Ya no prestaba oídos a sus noticias o inventos sobre Emma, a veces callaba a veces la defendía abiertamente. Déjalos que hablen, pedía Emma,  con ese tono entre impositivo y desdeñoso que en las habitaciones que nos cobijaban parecía indicar que no se había ido allí a perder el tiempo.

 

   Las sugerencias de Alfredo no dieron buen resultado la primera vez pero sí a la segunda. La noté como extenuada por el vivaz y persistente interrogatorio. Detesto la mentira, aborrezco a los hipócritas, hasta casi maldigo a los cobardes, conocí un cantante de tangos en Buenos Aires, no sólo cantaba bien bailaba divinamente el tango, y tenía gancho el tipo. No sabía a qué venía ese cuento pero Emma aclaró pronto el motivo. Cometí una traición involuntaria, yo no sabía que era el novio de la chica que había conocido pocos días antes.  No había pesadumbre en su voz era una confesión sin sufrimiento. Esas cosas pasan, la consolé. Después traté de recompensarla con mi afecto qué otra cosa puede ofrecer una pobretona como yo. Lucho había averiguado algo y me lo dijo. Esa amiguita de tu Emma no era locutora en su tierra, se forjó como pudo aquí. Yo ya lo había supuesto.

 

    Desde el día que la conocí no la había visto tan enfadada. ¡Por qué insistes! ¿por qué quieres saberlo todo? Yo te he abierto mi vida como si se tratara de un libro, tú puedes leer lo que quieras, subrayar, hacer consultas, pero no te excedas, no trates de arrancar páginas, de tachar frases, te juro que no te oculto nada. No sé por qué en ese momento tuve la sensación de que sí guardaba secretos, no sólo para mí para todos, tal vez no para  Malena. Cuando lo supe casi me desmayo, me confesó algo acuitada.

 

    Lo buscaba para entretenerme con sus historias. Hay  muchas así, recalcaba Bartolomé, mira la que yo conocí que se llamada  Greta, por llegar a un hombre que le gustaba era capaz de cualquier vileza, lo contaba sin énfasis como algo que acabara de leer en un diario y le pareciera digno de ser comunicado. Se me hacía imposible creer que un flaco como él con aspecto de desnutrido y siempre muy malatraza, con la camisa sin planchar, los pantalones sin raya, el pelo revuelto, hubiese tenido una aventura con una mujer de ese calibre y que la aventura le durase algo más de un año.

 

     Hizo la afirmación sin titubeos, Claro, Malena lo sabía, si ella había sufrido esas vejaciones, a ella también la trajo del norte, un pueblo tucumano que no recuerdo el nombre. No sé cómo me  escapé yo de sus garras. Esa vez como corolario me confió que tenía una foto de Oscar, el individuo en cuestión. Tiempo después conocí su  álbum fotográfico en el que estaban todos sus galanes.¿Quieres que  tire la foto del cantante de tangos?, me preguntó a la vez que me la alargaba como diciendo que yo hiciera lo que quisiera con el retrato. Lo rechacé. Es tuyo, consérvalo. Dijo que lo quemaría pero creo que nunca llegó a incinerarlo. Me pareció una canallada, se lo dije a Malena, hay que denunciarlo, mi pobre amiga tiritaba de miedo. Yo tomé la iniciativa, se descubrió que era el capo de una banda. ¿Pero siempre se conseguía gente de esa calaña?, Lucho no lo podía entender.

 

   Comprobé que  no todos eran como cortados por la misma tijera, por supuesto que había gente normal y hasta interesante en su álbum de enamorados. No se trata solamente de que te quieran si no de cómo te quieren, me dijo con gran seguridad. Ismael, era un traductor de cuatro idiomas, unos pocos años mayor que yo, perdió el juicio por mí, se quería casar conmigo, me prometía viajes, aseguraba que su profesión le abriría puertas y sobre todo que ganaría mucho dinero si nos fuéramos a vivir a otro país. Yo no he nacido para la convivencia. Tal vez eso me salvó de las perversiones de Oscar, las seducía, las traía a la capital, las alquilaba a sus clientes sádicos. Malena tiene varios recuerdos hechos por de esos viejos malditos. Tiró con rabia el cigarrillo al suelo, no lo pisó porque estaba descalza.

 

    Después de la denuncia o la traición al tal Oscar debió salir volando de la Argentina, pensé. ¿Duró mucho tiempo tu relación con él?. Hizo un gesto como si ya estuviera harta de contestar mis preguntas.  Tres meses, tal vez cuatro. ¿Y Malena que fue incapaz de denunciar, lo aguantaba todo? Miedo, era la preferida, la novia hasta que aparecí yo, pero vivía muerta de miedo. Calló como reparando en que ya me había contado demasiado. Lucho, me hacía sugerencias sin ánimo de convencerme. Ya llevas como un año con ella, ¿va a durar más tu noviazgo, va a pasar a mayores?. No le confesé que tenía la sensación de que estábamos entrando en la recta final.  El comienzo del final ocurrió aquella noche que ella me preguntó con tono de burla ¿nos damos unas vacaciones? Tardé en dar una respuesta..  

 

    Nunca conseguí saber qué pasó después de la denuncia. Supuse que Oscar no ejerció su denigrante actividad por largo tiempo. Le confesé al rijoso Pedro que  me hubiera gustado saber cómo se desarrolló el juicio contra ese tunante y si citaron a su tenebrosa clientela a declarar.  Seguro que eran ricachones o políticos y banqueros con muchas  influencias y no les pasó nada, opinó Lucho. Ellos no eran los culpables, si sufrían de esa desviación sexual no tenían que ser requeridos por la policía sino por los psiquiatras, respondió muy orondo Alfredo. ¿Tu querida Emma también visitó a los carcamales que le presentaba ese Oscar? Se rió Lucho a pesar de mi seriedad en esos momentos.

 

   Los amigos me interrogaban. ¿Sigues viendo a Emma?, preguntaba Alfredo. No le contestaba nada. ¿Terminaste con ella? demandaba, Pedro. Lucho si lo supo muy pronto. Violeta se encargó de distribuir la noticia por todas partes. La monja Pastrana de la que Emma decía: a lo mejor hasta es virgen, qué vergüenza, me encontró en plena calle y me felicitó. Sé que ya dejaste a Emma, ¿qué alivio, verdad?. La dejé fría, si vieras cuánto desearía que esa relación continuara eternamente. Debí haber utilizado tono rabioso y puesto cara endemoniada porque la mujer quedó pasmada. Veía a Emma de vez en cuando, era como una adicción mal curada.

 

Posted by al4/alvarezbr at 9:46 PM EST
Post Comment | Permalink | Share This Post

View Latest Entries

Open Community
Post to this Blog
« November 2011 »
S M T W T F S
1 2 3 4 5
6 7 8 9 10 11 12
13 14 15 16 17 18 19
20 21 22 23 24 25 26
27 28 29 30
Entries by Topic
All topics  «
Para enterarte mejor
Nᵦragos
You are not logged in. Log in