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BITACORA EXTRAVIADA / Bernardo Rafael Alvarez
Wednesday, 13 July 2011
VER LA BELLEZA NO ENVEJECE: JUAN CRISTÓBAL POETA / Bernardo Rafael Álvarez

Yo creo que los poetas somos, en realidad, malos lectores de poesía.  Nuestra lectura suele ser medio perversa, por lo tendenciosa. Si nos colocamos en la posición del crítico, haremos –según el caso- una lectura excesivamente complaciente, o brutalmente inquisidora. Es que tratamos, casi siempre, de encontrar similitudes, coincidencias, analogías, puntos comunes, entre la poesía de los demás y la poesía nuestra, para,  a partir de ello, llegar a afirmar que buena poesía es aquella que en alguna forma se identifica con la nuestra; y que la que camina por senderos diferentes merece una valoración adversa. No es fácil para nosotros, pues, ser imparciales. Y yo, especialmente yo –lo confieso-, soy un pésimo lector y, para remate, injusto. No comprendo, por ello, qué razones pudo haber encontrado Juan Cristóbal para pedirme que, junto a una bella, inteligente y talentosa poeta, y  a un consagrado narrador y maestro, yo esté aquí haciendo con ellos las veces de presentador de su poesía. Debe ser por su excesiva generosidad.

Juan Cristóbal, a quien leí por primera vez en la antología que publicó Alberto Escobar en 1973[1],  es Licenciado en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Su producción es nutrida; he aquí algunos títulos: El osario de los inocentes (1971); Desenterrando el amor (1972); Por las desconocidas sombras de los pueblos (1973); Difícil olvidar (1975); Estación de los desamparados (1978); Vivir es duro (1988); Poblando los silencios (1996); Los rostros ebrios de la noche (1998). Se ha hecho merecedor de importantes distinciones como -entre otras-  el Premio Nacional de Poesía, en 1971; el Primer Premio en los Juegos Florales de San Marcos, en 1973; el Segundo Premio en el Concurso Poesía y Canto para El Salvador, en 1981, y el Tercer Premio Copé, en 1997.

En la antología a que me referí, Escobar afirma que la escritura de Juan Cristóbal “se alimenta de vivencias refraseadas por el soplo imaginario y por el recuerdo o la fábula ligados a la experiencia directa o de fuente literaria, en franca voluntad testimonial”. Luis Hernán Ramírez, en un bello y enjundioso ensayo que Alma Mater[2], la revista de San Marcos, publicara tras la muerte del intelectual y maestro moyobambino, ocurrida en 1996, expresa, enfáticamente, que  es “poesía de la luz y los colores”. Es decir, pues, dos caracterizaciones puntuales: Voluntad testimonial en cuanto, digamos, al fondo, y en lo que se refiere al aspecto exterior, luminosidad y color.

Si nos detuviésemos a efectuar un inventario de las expresiones empleadas por nuestro poeta, corroboraríamos lo afirmado por Ramírez, es decir, que esta es “poesía de la luz y los colores”. Veamos una brevísima muestra: “Las cervezas azules”, “las colinas verdes”, “los peces rojos”, “cumpleaños dorado”, “el tiempo brilla”, “refulgen las viejas ortigas”, “las huellas del alba”, etc. Ahora, si nuestro propósito fuera comprobar la calidad o cualidad testimonial señalada por Escobar, bastaría con citar algunos de los bellos versos dedicados al poeta chileno Jorge Teillier: “En fin / mi querido amigo mi viejo rincón / habría mucho de qué hablar y eso seguramente nos llevaría a una taberna de nombre conocido / para soñar con los Parques Infantiles y con las mañanas y los tres en la lluvia…”

Hablar de luz y colores en poesía debiera tal vez tener un significado que se asocie, ciertamente, a celebración, a alegría. La poesía de Juan Cristóbal, sin embargo, no comunica eso. La luminosidad y el color en su poesía es más bien sinónimo de riqueza expresiva, de nutricia densidad idiomática, de fecunda imaginación poética, que aunque son conceptos que, aunque exultantes, elevados, positivos, no implican precisamente júbilo, regocijo, no se emparientan con el goce. Luis Hernán Ramírez no lo expresa, pero es probable que algo de eso pudiera haber percibido él en su lectura. En la poesía que Juan Cristóbal escribió después es prácticamente imposible encontrar muestras ello.

La riqueza expresiva persiste en sus últimos libros. No podemos negar, ello no obstante (al menos es lo que yo he visto) que hay una notoria opacidad en cuanto se refiere a la percepción que tiene del mundo que lo rodea, de la realidad: “Mis temores invadieron la penumbra de mis ojos”. No es arbitrario que haya elegido como títulos para sus dos hasta ahora últimos poemarios, “Hórridas mañanas” y “Kafka[3]. Y, cosa curiosa, incluso las ingenuas ilustraciones que se muestran en la tapa de ambos volúmenes, que han sido hechas por una tierna niñita (Almendra, la nieta del poeta) son, no obstante lo abigarrado de su colorido, muestras del impacto terrible que ejerce el entorno cruel en que vive el poeta y que vivimos todos; es como si la autora de los dibujos, no obstante su corta edad, hubiese tenido plena conciencia de qué es lo que iba a ilustrar.

Hórridas mañanas” es un título terrible. La mañana que es o debiera ser sinónimo de apertura hacia la luz, es presentada por Juan Cristóbal como algo que merecería en cierto modo rechazo (hórrido es horrendo, espantoso, monstruoso); en lugar de claridad, aquí nos anuncia sombras, en vez de dicha nos ofrece desazón. Nada más deplorable que comenzar el día sabiendo que lo que ha de encontrarse son horas que forzosa o forzadamente nos invitan a asistir a un espectáculo cotidianamente nefasto, donde no hallaremos “sino el aire apestando a sal en el estiércol de los parques”, donde al despertarnos nos toparemos con “los colmillos desfigurados del recuerdo”. “Kafka”, aparentemente no tiene nada de espantoso como título, pero –igual- es demasiado expresivo, como para no darnos cuenta de lo que trae consigo: una alusión a la perpetua y descabellada condena a que estamos sometidos en un juicio tortuoso y laberíntico y  a las circunstancias deshumanizantes que nos envuelven y que tratan de convertirnos en insectos.

Conozco a Juan Cristóbal o, mejor dicho, creo conocerlo, y por ello estoy seguro o –vuelvo a caer en la duda- creo estar seguro, de que, a pesar de que él afirma que “poesía, existencia (o realidad) y vida son un hecho único e inseparable”, a mí me parece que entre él como persona (Juan Cristóbal o José Pardo del Arco –su nombre “de pila”-, como queramos llamarlo) y su poesía (me refiero a la última que ha escrito y publicado) existe una suerte de divorcio, de distanciamiento. El Juan Cristóbal que yo conozco –a pesar del aún persistente espíritu rebelde y contestatario, a que aludía Roland Forgues[4]- es un hombre altamente sensible y fino; conversar con él es como asistir a una ceremonia en que se rinde culto a la paz y, diría sin exagerar, a la ternura. Su poesía, en cambio, es ruda, inconsiderada, crispada y me atrevería incluso a decir que es cruel. Es, en verdad, su otra voz, el canal alternativo a través del cual fluye, de modo distinto a lo cotidiano, su sinceridad. Esto que yo llamo tal vez imprudentemente “divorcio” no significa que la relación entre Juan y su poesía sea confrontacional; la relación confrontacional que -según confiesa- mantiene, es con el mundo que lo rodea, no con la poesía. Los libros que ahora se presentan son testimonio innegable de ello.

En la nota introductoria que aparece en el primer volumen (Hórridas mañanas), se afirma que estos poemarios corresponden a una “saga”.  Creo que no es precisamente así, puesto que, según tengo entendido, la saga corresponde más precisamente a la prosa narrativa. Son sin embargo, y en esto sí estamos de acuerdo, obras efectivamente  entrelazadas por el tema que “da origen a un universo poético”. Y este universo poético al que se refiere el poeta, está signado manifiestamente, como ya lo insinué, por el absurdo, pero también por el desencanto, y la desesperanza. Juan Cristóbal lo explica: dice que la escritura de esta poesía se llevó a cabo a partir de una interrogante que al mismo tiempo es -digo yo- una duda: “¿se puede amar al Perú a pesar de sus oscuridades y locuras?”; o, dicho de otro modo, ¿es admisible caer en el absurdo de sentir afecto por algo que nos hace daño? Y, aunque está seguro -y lo asume como respuesta- que en nuestro país “el desorden moral y la crueldad de sus instituciones es un absurdo banal, grosero y espeluznante”, creo firmemente que Juan Cristóbal es consciente de una cosa: que sí se puede amar al Perú. Amarlo a pesar del asco, la conmoción y el estremecimiento  que este poeta sensible experimenta.

Es, pues, poesía inspirada en la experiencia medio infeliz de vivir en el Perú. No podemos negar, sin embargo, que es –como ocurre con toda buena poesía- un testimonio existencial que involucra a todos, que atañe a la realidad del mundo contemporáneo en su integridad y expresa el impacto que esa realidad genera en el alma humana.

Dije que era poesía terrible y me reafirmo en lo dicho. Aquí una muestra descarnada, asombrosa, patética: “Veo escombros (…) palabras que desean decir algo…”. Destrucción más cruel que esto no puede haber: en que las palabras han perdido su esencia y se convierten en algo así objetos vanos, anodinos, inútiles. Repito, dije que era terrible esta poesía. Es que es terrible la seguridad con que nuestro poeta asume sus verdades. Contra toda sospecha y contra todo pudor se atreve a decirnos dramáticamente y, diría, con una cruda y acaso justificada insolencia “que Dios es el asesino más grave de la historia”, yendo con esta inesperada imprecación mucho más allá de la certeza desconsolada que Vallejo expresara en “Los dados eternos”.

Me referí al principio a la definición –“poesía de la luz y los colores”- que Luis Hernán Ramírez había hecho de la poesía de Juan Cristóbal.  Y agregué que lo que yo veía era prácticamente todo lo contrario; que había, más bien, opacidad. Pues eso que es lo que se advierte en la última producción de nuestro poeta. Veamos en el poema titulado “Kafka” estos primeros versos que son sumamente explícitos: “Opacos / angustiosos / viejos / Así son los años luz”. El desencanto, la desesperanza, el absurdo, pudieran ser síntomas de hundimiento, de destrucción. Y, en alguna forma, parecería que esto es lo que quisiera decirnos el poeta: “recurrimos otra vez / a esta voz / estrangulada/ en las acequias/ como un tacho de basura/ surgiendo desde el fuego.” Tal vez la alusión manifiesta a Kafka, estaría diciéndonos que –como en alguna forma también lo sentimos nosotros- somos las víctimas de una suerte de condena sin sentido, los imputados inocentes en un proceso engorroso que se desplaza, repito, en los laberintos de una justicia demencial.  Y que somos una humanidad que a duras penas sobrevive “como ala quebrada de cadáver”.

 Pero, a despecho de lo que pudiera haber querido insinuar o expresar el poeta -lo digo rotundamente- la poesía de Juan Cristóbal no es destructiva ni menos autodestructiva. Porque la poesía, por sobre todas las cosas, es sinónimo de vida, de esperanza. Y porque la poesía de Juan Cristóbal también lo es. Pero ha asumido el impostergable papel, la noble responsabilidad, de sacudirnos, de sensibilizarnos. El desencanto, la desesperanza, el absurdo que la inspiran, no logran, no han logrado, no lograrán lastimarla: al contrario, la alimentan. Y alimentan, paradójicamente, también al poeta. Por ello, a pesar de los años y las flaquezas en la salud,  la vitalidad poética del autor de Horridas mañanas y de Kafka se mantiene firme y felizmente fecunda. ¿Saben por qué? Porque, como muy bien lo dice él mismo en su “Arte poética” –echando mano a una frase del escritor checo de La metamorfosis y El proceso-: “Ver la belleza no envejece”. Y eso, belleza, extraña belleza,  es lo que encontramos en su poesía. Y eso nos hace bien, mucho bien. Y es suficiente.

Lima, 14 de  julio del 2011.



[1] Alberto Escobar. Antología de la Poesía Peruana, Tomo II. Biblioteca Peruana PEISA, Lima, 1973.

[2] Alma Mater, Nº 15. UNMSM, Fondo Editorial. Lima, 1998.

[3] Hórridas mañanas y Kafka.  Arteidea, Grupo editorial. Lima, octubre del 2010.

[4] Roland Forgues. Entrevista a Juan Cristóbal, para la revista Palabra Viva. Disponible en: http://socialismoperuanoamauta.blogspot.com/2011/05/cuestionaria-al-poeta-juan-cristobal.html


Posted by al4/alvarezbr at 8:46 AM EDT
Updated: Wednesday, 13 July 2011 11:37 AM EDT
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Wednesday, 1 December 2010
CARTA POR LA QUE SE PIDE QUE EL 2011 SEA DECLARADO "AÑO DEL CENTENARIO DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS, EL ESCRITOR DE TODAS LAS SANGRES"
                                                      Lima, noviembre del 2010

 

Señor DoctorALAN GARCÍA PÉREZ,

Presidente Constitucional de la República del Perú.

Asunto: Proponemos se declare el 2011 como “AÑO DEL CENTENARIO DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS, EL ESCRITOR DE TODAS LAS SANGRES”

De nuestra consideración:

Los suscritos, escritores, poetas, artistas, intelectuales, campesinos, trabajadores y estudiantes del Perú, nos dirigimos a Ud. con el objeto de manifestarle lo siguiente:

El 18 de enero de 1911 nació en Andahuaylas José María Arguedas, uno de los escritores más entrañables que ha dado nuestro país; aquel cuya obra se identifica más cabalmente con el alma nacional, con las pasiones y la esperanza de este pueblo. Se trata de un escritor cuyas obras se han convertido en inspiración y estímulo en la irrefrenable búsqueda de un futuro mejor para nuestra patria y, para la consolidación de la unidad a pesar de la diversidad. La significación de José María Arguedas no sólo está en su trabajo estrictamente literario, sino en el aporte valioso que dio en el terreno de la antropología y el folclor. La revaloración y reivindicación de las manifestaciones culturales y artísticas del Perú profundo –en otras palabras, de nuestra identidad- se la debemos, en gran medida, al escritor andahuaylino. Además, el reconocernos como nación -como el crisol de todas las sangres- es algo a lo que también contribuyó y sigue contribuyendo a través de su legado José María Arguedas.

Dentro de dos meses se cumplirán cien años de su nacimiento. Es seguro que con tal motivo, en distintos puntos del Perú se llevarán a cabo eventos conmemorativos. Con entusiasmo nos sumaremos a ellos.

No sabemos, sin embargo, qué es lo que a nivel de Gobierno y de Estado se haya previsto, pero estamos convencidos de que los estamentos públicos no deben -bajo ninguna razón- soslayar esta circunstancia.

Desde hace algunas décadas, es usual en nuestro país asignarle a cada año una denominación que es, al mismo tiempo, una especie de lema de estímulo y una muestra de reconocimiento de los valores nacionales, como, por ejemplo: “Año de la Reforestación” o “Año de César Vallejo y del Encuentro de Dos Mundos”.

Queremos, señor Presidente, como un homenaje a la memoria de nuestro escritor José María Arguedas y como muestra de reconocimiento a su innegable significado y trascendencia, que el año 2011 sea declarado como “AÑO DEL CENTENARIO DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS, EL ESCRITOR DE TODAS LAS SANGRES”.

Consideramos necesario,  también, que, a través de los Ministerios de Educación y de Cultura, se promueva la edición masiva de las obras de José María Arguedas y se las difunda, a precios populares o a título gratuito, principalmente en las Instituciones Educativas de nuestra patria.

Sin otro particular, y con la seguridad de que sabrá ponderar lo que a través de esta Carta manifestamos, quedamos de Ud.

Muy atentamente,

 

 

Enrique Verástegui. Poeta.

Bernardo Rafael Álvarez. Poeta. DNI 25486055

Dimas Arrieta. Poeta y narrador.

Tulio Mora. Poeta.

María Irene Vegas García. Catedrática y escritora. DNI 05407679

Rodolfo Ybarra. Poeta. DNI 09441432

Ricardo Paredes Bassallo. Poeta y filósofo.

Óscar Málaga. Poeta y escritor.

Armando Arteaga. Poeta.

Miguel Ildefonso. Poeta. DNI 07466249.

Consuelo Núñez López. DNI 29535052

Raúl Ángel Marín Hinostroza. DNI 09955009

Rosa Trinidad Carrillo

Rosa Emma Robles Trinidad

Gladys Basagoitia. Escritora.

Luis Alberto Medina Huamaní. DNI 41292870

María Regla Villa.- DNI 43187135

Ángel Marín

Mario Carazas

Jeaneth Joyo Lugo. DNI 10249254

Domingo de Ramos. Poeta.

Michael Paredes Torres.- DNI 47544750

Julio César Vega Guanilo. DNI 10623269

Wilder Vega Robles. DNI 80470672

Néstor Málaga. DNI 432905119

Silvia Suárez. DNI 07869180

Julia Nidia Rodríguez Chuquillanqui. DNI 08837877

Elvira Quincot

Ariel Gaskell

Frank García

María Graciela Sommer

Gaby Neyra

Jessica Miró Paz Soldán

Rosa María Loayza

Sandra Viviana Campos Martínez

César Carlos Castillo

Tito Chauca Queirolo

Franco Salcedo

María Estela Corzo Mejía

Ricardo Calderón Romero

Julio Carmona. Escritor.

Juan Mauricio Muñoz Montejo

Óscar Colchado Lucio. Escritor.

Alfredo E. Berríos Reiterer.Escritor y Poeta. DNI 06173222.

 

Myriam Reátegui. Directora de teatro y gestora cultural. DNI 07236010

Ernesto Ráez Mendiola. Hombre de teatro. DNI 07234091


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Wednesday, 25 August 2010

DON PEDRO GUTIÉRREZ, "EL CONSHYAMINO", MÚSICO INVIDENTE DE PALLASCA

Don Pedro Gutiérrez, “El Conshyamino”, nuestro folclorista invidente, cuando lo conocimos solía ubicarse en una de las bancas de la Plaza de Armas (casi siempre en la que da hacia la iglesia). Con un seseo muy particular, secundado por el acompañamiento jadeante de “su acordeón o concertina”, protegido por su poncho y sombrero, rodeado por los chiquillos del pueblo y –cómo no- vigilado por la “Repolla”, su mujer (a quien, dicho sea de paso, él también "vigilaba" pisándole la "lurimpa" para evitar que se aleje), entonaba huaynos y guarachas: “En el cielo las estrellas”, “Mi cafetal”...y “La piedra de mal rodar”, su canción emblemática. No faltaba -como en todas partes- algún mozalbete zamarro que –candorosamente perverso- le jugara una broma pesada, como presionar una tecla de su instrumento, alterando, así, la ejecución del tema musical; don Pedro se enfadaba por un instante, soltaba sin mucha convicción un carajo, pero inmediatamente sonreía y continuaba con la música. Nosotros nos alegrábamos con su alegría y nos conmovíamos con su emoción. La destreza que demostraba al hacer brotar las notas de su muy humilde instrumento, era la misma cuando confeccionaba las proverbiales “andaritas” (especie de flautas de pan hechas con cañas de carrizo), perfectamente afinadas como para pergeñar, en las noches de luna llena, las melodías inolvidables del “Zorro negro”; o para que Julio y “Shantel” -dos de sus principales usuarios- pudieran familiarizarse con la nobleza del arte órfico (su padre -nunca olvidado, especialmente por su cálido y generoso corazón-, don Santiago Zanelly, era, probablemente, el más entusiasta “cliente” de don Pedro). Durante las primeras décadas del Siglo XX, sabemos que la animación musical de las fiestas familiares del pueblo, más que la Victrola, corría a cargo de El Conshyamino. La aparición del retumbante “Pick up” prácticamente desplazó a ambos. La Victrola se convirtió en pieza ornamental o de museo y don Pedrito, tal vez invadido por una honda tristeza pero jamás deprimido, trasladó su centro protagónico a la Plaza, mas nunca se alejó de los corazones. Más que un personaje, llegó a ser un símbolo. Los pallasquinos lo guardamos en nuestra memoria y sabemos que él y don Víctor Alvarado, don Pancho Nina, don Lorenzo Paredes...forman parte de la identidad espiritual de nuestro pueblo. Hablar de Pallasca es no olvidarse de ellos, tanto como de El Chonta, de Tambamba, de Santa Lucía; de la “293” y sus entrañables “maestros”; del Toro de trapo, de las “luminarias” y del grog…A nosotros, por lo menos a nosotros, cuando niños, don Pedro Gutiérrez nos dio una lección imborrable –como todas aquellas que se dan sin palabras, que se dan con el ejemplo: amen lo nuestro con todo el corazón.


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Saturday, 14 August 2010

RICARDO ORÉ PERMANECE! 

Nació hace sesenta y un años, el 24 de marzo. Aunque fue Lima la ciudad en que por primera vez vio la luz, los pallasquinos siempre lo sentimos como paisano nuestro o, mejor dicho, pallasquino y conchucano, debido a que sus padres, Atilio y Olga, fueron maestros nacidos en Conchucos y en Pallasca, respectivamente. Fue diplomático de carrera (cónsul en Madrid fue el ultimo cargo que desempeñó). Se trataba de un hombre de sentimientos e incluso de modales nobles: presto siempre  a la solidaridad, al servicio, a ofrecer una palabra de aliento. Dio afecto y se ganó el cariño de todos. Pero, sobre todo, fue y sigue siendo poeta. Dos libros dan testimonio de ello y de su saludable e inextinguible permanencia que ahora tiene forma de palabras nutricias: "El sombreado de la liebre" e "Inscripciones en un campo de retamas". Muestra, el primero, de un lirismo íntimo, fino, delicado, y el segundo, expresión de una mirada épica al pasado nuestro, sin los abismos de la grandilocuencia. Este libro reveló aquello que ya en su primer poemario -distinguido en un concurso de la colonia nisei, pero nunca publicado- puso de manifiesto: su cariño por la historia; su título fue precisamente "Lecciones de historia". "El sombreado..." e "Inscripciones..." son, pues, el legado culto, limpio, de la alquimia verbal que también desplegó en "La nave de la memoria", su solida obra teatral. Un día como mañana, el 15 de agosto de hace nueve años, víctima de una penosa enfermedad, dejó de existir. Pero, innegablemente, permanece en nuestros corazones. Ricardo Gonzalez Vigil, Tulio Mora y Paul Guillén reconocen con justicia, como nosotros, la calidad de este poeta; sin embargo, también es verdad lo que escribió Marco Martos : su poesía hasta cierto punto ha sido ignorada, pero eso ya "no podrá seguir ocurriendo". Ricardo Oré -poeta horazeriano que también llegó a incursionar en la narrativa de avanzada a la manera de Burroughs- merece un lugar preferente en la historia de la poesía peruana.

Posted by al4/alvarezbr at 10:49 PM EDT
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Tuesday, 10 August 2010

 KARINA MOSCOSO, POETA

Bernardo Rafael Álvarez

Hace algunos años leí unos poemas míos en El Yacana, un bar y punto cultural ubicado en el centro de Lima; si mal no recuerdo, fue durante la presentación de un libro de Roger Santiváñez, que había venido por unos días desde Estados Unidos. Allí conocí, entre otros, a John López, promotor de eventos culturales de Barranca, y a Paolo Astorga que había publicado algunos de mis textos en su revista virtual Remolinos. Después de la lectura de poesía en la que participamos aproximadamente unos quince poetas, ingresó un grupo de rock que la hizo linda. No me quedé mucho rato. Tras conversar con algunos amigos y tomar unas cuantas cervezas, me retiré. Cuando me encaminaba hacia la Plaza San Martín sentí que me perseguían unos pasos ligeros que, adiviné, no eran masculinos. Volteé la mirada y, efectivamente, vi que se trataba de una linda jovencita que procuraba darme el alcance: “Señor, señor…!” Había estado allá arriba y me escuchó leer.  Esbozó un recurso inteligente y conveniente pero innecesario en esa ocasión para abordarme, mejor dicho, inventó una piadosa mentira. Dijo que le habían gustado mis poemas y que quería saber dónde poder encontrarlos. Yo tenía en mis manos un ejemplar de “Los bajos fondos del cielo” y, por supuesto, se lo obsequié inmediatamente porque, entre otras razones, creí en sus palabras y, claro, me sentí feliz. Unas horas antes –a las cuatro o cinco de la tarde- yo había estado en una cabina de internet, y en el Messenger apareció una muchacha con la que conversé largo rato. Decía llamarse Karina y que era la enamorada de Omar, mi hijo mayor; no sé qué diablos le hablé respecto de esa juvenil relación amorosa pero lo cierto es que ella, según me confesó, al leer mis palabras por ese medio virtual, se emocionó en extremo y lloró de alegría. No sé qué habría ocurrido posteriormente pero llegué a enterarme que, unos meses después, ambos terminaron distanciándose y la relación jamás se recompuso. En fin. Cuando la chica a la que regalé mi libro en medio de turistas, caminantes y cambistas de moneda extranjera del jirón de la Unión, me dio su nombre, me sentí envuelto en una selva de misterios. Sin más ni más le pregunté a boca de jarro: “No serás la enamorada de mi hijo  ¿verdad?”. “No, señor, cómo se imagina” –me contestó enfática. No, pues, era otra persona. Repito, era una linda chiquilla. Una linda e inteligente chiquilla, casi niña aún, que estudiaba literatura, que de vez en cuando “escribía algo de poesía” y que vivía en Los Olivos. Se trataba de la chica a la que unas semanas después volví a encontrar, como aquella tarde ocurrió con la enamorada de mi hijo, en el bendito Messenger, y así  pudimos conversar un montón y reírnos virtualmente a punta del gramatical “Jajajajaj!”. Era la cantuteña que me hablaba, con patética, dramática y asombrosa facilidad, de la muerte y de la poesía y de “Rospindolfo” (personaje nacido de su imaginación que nunca llegué a entender de qué se trataba). Como quiera que nuestros encuentros vía internet resultaron más o menos numerosos pero esporádicos, siempre que coincidíamos la primera palabra que yo encontraba era, a favor o en contra pero de todos modos como un saludo, “turista”. Ahora, después de tantas lunas, vuelvo a encontrar sus palabras, esta vez en cuerpo y alma, y veo que ya no miente con una mentira piadosa, sino con una verdad despiadada: la verdad de la poesía. Descubro que hoy aquella verdad (la nuestra) es envuelta por el drama permanente de la realidad,  porque más que las “historias tristes” lo conmovedor y asqueante es la realidad existente que la hiere sin misericordia al punto de hacerle espetar una frase incontestable: “Miento al respirar este aire putrefacto”. Poesía desgarrada y desgarradora, terriblemente veraz, escrita en este suelo “muerto de ansias, de peste, de hambre, de putas. Es, pues, la palabra de mi joven amiga Karina Moscoso, que ahora, atrevida y bellamente,  nos habla a través de este su libro que acaba de nacer, “Primera muerte inédita”; libro que me envuelve, que me involucra y me exige un compromiso: que debo ser más que un simple “turista” en  este suelo contaminado de estiércol que nos reclama a todos.

Lima, 09 de agosto del 2010.

 


Posted by al4/alvarezbr at 7:53 AM EDT
Updated: Tuesday, 10 August 2010 7:55 AM EDT
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Monday, 24 May 2010

                                 UN TAL LÓPEZ

 

                                                                      Bernardo Rafael Álvarez

 

 

No se sabe o, mejor dicho, yo no sé para qué vino al Perú. Lo que sí puedo afirmar con alguna certidumbre, gracias a ciertas informaciones medio borrosas a que he tenido acceso, es por qué salió de su país. Lo hizo, como se diría vulgarmente, “corriéndose de la guerra” (¿la Guerra Franco-Prusiana, tal vez?) o, en otras palabras, por no aceptar ser enrolado en las fuerzas militares de Francia, país donde nació. ¿Habría tenido motivaciones morales –digamos, rechazo a la violencia bélica, es decir, actitud pacifista-, o solo se trató de simple cobardía? Cómo saberlo. Lo cierto e innegable es que vino, y vivió, se casó, tuvo hijos y murió en este Perú al que García Lorca iba a nombrarlo como “de metal y melancolía”. Llegó en compañía de dos primos suyos que poco tiempo después retornaron a su patria cuando, tal vez, las aguas se habían calmado y probablemente las circunstancias ya no habrían de perjudicarles. En cambio el pariente de estos, como repito, se asentó definitivamente en el Perú, y  en un pueblito de la sierra formó un hogar y llegó a tener cuatro hijos (tres mujeres y un varón). Se llamaba, como yo, Bernardo y fue mi bisabuelo paterno y -creo que es obvio, ¿no?- el pueblito en que sentó sus reales, fue Pallasca, mi tierra natal. En una foto sobre placa metálica cuya reproducción conservo, aparece de, aparentemente, unos cincuenta años de edad con sus vástagos. La mayor de ellos, Alejandrina, se casó con Manuel Jesús y su matrimonio, más peruano que la chochoca, resultó extremadamente fecundo: tuvieron diez hijos, mita-mita: cinco mujeres y cinco varones. Ella, Alejandrina,  llevaba orgullosa su apellido francés, Brun.  Manuel Jesús se apellidaba Álvarez, y, claro, también debió haber sentido orgullo por su apellido, apellido español de origen remotamente árabe. En una crónica que escribí hace algún tiempo acerca de la vivienda en que nací y viví los primeros quince años de mi vida y que ya no pertenece a mi familia, dije que estaba ubicada en el jirón Álvarez Gonzales y precisé además que don Manuel, “el de esos apellidos, fue un hombre notable en Pallasca a fines del siglo XIX y en los primeros años del XX”; señalé que “probablemente se trataba de un pariente mío”, pero que de eso y del apellido que llevo no estaba convencido. Bueno, pues,  creo que ahora ya puedo hablar con cierta seguridad. Todo indica que el honor de ser pariente de aquel epónimo pallasquino, aunque legítimo, tendría un origen medio chueco y  si eventualmente pudo ser agitado como bandera, bien merecería, probablemente, un par de comillas en sus flancos, puesto que el apellido legalmente heredado de mi abuelo sería, en realidad, un apellido medio “postizo”, generosamente entregado no por un hombre de buena fe, sino por una mujer llamada Casimira Álvarez que lo heredó a su hijo Toribio que fue –él sí- familiar directo (el progenitor) del que dije, don Manuel Álvarez Gonzáles. Entonces, el que, contra todo pronóstico, legalmente y con justicia “patriarcal”, debió haber sido el apellido de mi abuelo y por ende haberlo heredado yo, es López. Es que el abuelo natural de Manuel Jesús, mejor dicho, el verdadero, fue  (al menos creo estar seguro) un cura que por muchos años se desempeñó como párroco en Pallasca y que por alguna razón o sinrazón (“decencia”, vergüenza o cobardía, no lo sé) prefirió no legar a su hijo y, en consecuencia, tampoco a sus demás descendientes ni siquiera su apellido. Cosa distinta ocurrió (¿lo recuerdan?) con aquel religioso gallego que después de celebrar el matrimonio de Pablo Manuel Porturas del Corral en Angasmarca –que fue el motivo por el cual vino al Perú-, se quedó en Santiago de Chuco y (¡de carne somos, pues!) se enamoró de Justa Benites, con quien tuvo dos vástagos, uno de los cuales, Francisco de Paula, llegó a ser el padre de nuestro más grande poeta, César Vallejo. Este religioso se llamaba José Rufo y, según escuché en  mi infancia (y lo leí después en un artículo, creo de César Miró, en que se citaba como fuente a Francisco Izquierdo Ríos), habría fallecido en Pallasca y estaría sepultado en la sacristía del Templo de San Juan Bautista. Bien (vuelvo a este camino asaz pedregoso de mi traspapelada genealogía), en la partida de bautizo de mi abuelo, asentada el 28 de marzo de 1862 se lee, textualmente: “yo  el infrascrito cura propio y Vicario de esta Doctrina exorcicé, bauticé, puse olio i crisma a Manuel Jesús, mestizo de tres días de nacido, hijo natural de don Toribio Alvarez i doña María Robles”. Este sacramento fue administrado en presencia de los padrinos Manuel Hidalgo y María García y de los testigos Concepción Trinidad y Andrés Encina, por el sacerdote que el día 6 de julio de 1869 –es decir, siete años después- casó y veló (así dice la partida) a quienes iban a ser mis bisabuelos maternos, Bernardo y Juana. Y ese mismo sacerdote, el 6 de abril de 1881, también incorporó al Cristianismo a la hija de aquella pareja de consortes, Alejandrina, la mujer que en mayo de 1920 trajo a este mundo a Rafael, el último de sus hijos varones (el “shulca") quien, un montón de años después, con la complicidad tímida y medio inocente de Abigail, llegó a ser -de esperma, sangre, espíritu y buena voluntad-  mi padre. Alejandrina fue, pues, mi abuela. Creo que ya han podido adivinar, sin embargo voy decirlo: El cura, que sin dudas ni murmuraciones, con solemnidad litúrgica y tal vez cínicamente, participó en aquellos actos dizque impolutos, se llamó José Eulalio (¿Dios lo tenga en su Santa Gloria?) y –para más señas - su apellido fue López: ¡mi tatarabuelo de sangre y esperma! Es decir, aunque los documentos puedan expresar –como en efecto expresan- otra cosa, debo asegurar (sin orgullo ni herencia, naturalmente, pero sí con muy buen humor y sin paltas) que, como Vallejo, yo también tuve en mi familia un abuelo cura.

23 de mayo del 2010


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Updated: Friday, 1 April 2022 9:32 AM EDT
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Wednesday, 10 March 2010
LA TETA ASUSTADA. Mi pobre y silvestre comentario
No puede negarse lo evidente. La Teta asustada es una muy buena película, digamos psicológica y poética, con una actuación genial de Magaly Solier. Trata, como muchos han advertido, el tema de la perversa secuela de la violencia (específicamente, las violaciones masivas), de un modo distinto, inesperado, imaginativo. Se hunde en el aspecto psicológico y lo describe con un alto contenido de poesía, de simbolismo. Aunque son temas y situaciones diferentes, yo encuentro cierta aproximación a lo que se vio, hace ya muchos años, en "Gritos y susurros", de Igmar Bergman: escenas desconcertantes y patéticas comparables, tal vez, con "El grito", aquel terriblemente bello cuadro de Edvard Munch. Pero se trata, ciertamente, de una película con una alta dosis de fantasía, al menos en cuanto se refiere al tema propiamente dicho de "la transmisión del miedo a través de la leche materna" y de la inserción de un tubérculo en la vagina de su protagonista. Esto que, visto con sentido poético, puede ser perfectamente interpretado, no es entendido por el espectador común aunque -como se ha puesto de manifiesto- muchos, quizás muchísimos, digan, emocionados, que es "bacán", que es "extraordinaria" (claro, movidos por la emoción social, nacionalista y “patriótica”). Sin duda existe una suerte de identificación popular: se ve un pueblo joven con sus costumbres festivas, se ve a los vecinos de ese pueblo joven actuando, lo cual genera comentarios, admiraciones, orgullo. Sin embargo, no todos ponen atención en que las actuaciones -la mayor parte de ellas, quiero decir- son malas. El paso de un cuadro a otro (otra vez, digo en muchos de ellos y no en todos) no solo es desconcertante sino, a veces, adolece de una virtual incoherencia. El canto en quechua de la anciana -madre de Fausta- es altamente significativo, porque a partir de él se desarrolla la obra. Pero esta mujer muere y no se entiende cuánto tiempo permanece su cadáver en la casa; porque ocurre una serie de hechos (busca de ataúd,  consulta en una empresa de transportes, matrimonios en el pueblo joven, trabajo de Fausta como doméstica, concierto de su "patrona" en un teatro, etc.) que, mínimo, se tendrían que haber dado en el lapso de un mes y no sé si un cadáver puede durar tanto tiempo escondido en la casa sin  los efectos de putrefacción (a pesar, claro está, del embalsamamiento doméstico y epidérmico a que es sometido). ¿O es que estamos hablando tal vez de una demencia colectiva, que sería el asunto tratado por la película?  No lo creo. Al estar por terminar la película aparece una escena que no sé qué significado tiene: un par de niños baila en una azotea sin música; luego de unos segundos, la niña llama a Fausta ("te buscan!"), inmediatamente lo que aparece es la escena final: Fausta se aproxima a una flor (¿Hay conexión entre estos dos escenas?). En fin, ¿podríamos decir (esta es una pregunta tal vez osada) que La teta asustada se inscribe  en lo que sería el cine del absurdo? (No estoy insinuando, por si acaso, que se trata de una película absurda ni mucho menos; solo quisiera entender si podemos encontrar cierta analogía con el teatro del absurdo, por ejemplo.)

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Updated: Thursday, 11 March 2010 12:09 PM EST
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Friday, 4 December 2009

EL PLAN DE DOS BIMESTRES Y MEDIO

 

Igor Ignacio Álvarez Pariasca

 

Cada vez mi timidez se hacía mayor, la veía, me bastaba un solo instante para esconderme y verla sigilosamente. Pero ella intuía que alguien la observaba, se sentía espiada, yo lo sé, como cuando un tigre va a cazar a su presa, pero en este caso sería un tigre sin colmillos y sin garras y sin hambre ya que solo la vería y contemplaría la belleza de su presa. Para mí todo era genial, me conformaba con solo verla y con que ella me mirase; podría sobrevivir semanas con este pequeño gesto de interacción.

 

 

Mis amigos me reprochaban, me insistían, hacían que mi cobardía se agrandase, que fuera más grande que yo, que se apoderase de mí. Era muy conformista, con que me viera con una mirada de que buscaba a alguien que no era yo, para mí eso era suficiente. En ese momento mi mundo era mágico y hermoso, en cuestión de instantes proyectaba mi vida con ella, con hijos, casados y luego dos abuelitos solitarios a la luz de la noche oscura.

 

 

Esa bella dama era todo para mí, mi inspiración, mi fuente de energía, mis agallas para poder hacer cosas que no me atrevo, pero menos para  poder acercarme a ella para dialogar y poder entablar algo más que una bella amistad. Por eso, era casi perfecta para mí, era lo único que no me daba ese valor necesario para hablarle.

 

 

Era casi obvio, todos se dieron cuenta de mi idiotez cuando la veía, mi corazón latía más rápido, mis manos sudaban, mi mente se noqueaba y cuando estaba cerca de mí, yo temblaba, sabiendo que no se me acercaría, sentía que el destino era una palabra sin significado, sin sentido. ¡Para quién estaba destinado yo? Todo me parecía ilógico, nada encajaba para mí; pensé en una de las enseñanzas pasadas, tal vez somos iguales, por eso no nos atraemos, recordé que “los polos opuestos se atraen”. Pensé en que esta era la solución, así que me decidí. Mi plan de dos bimestres y medio estaba en marcha, entonces comenzó mi cambio.

 

 

Llegaba tarde a la escuela, más que de costumbre, era más despreocupado, hacia algo que nunca jamás pensé hacer, dejarme llevar e influenciar por mis amigos. Tuve un cambio radical, me corté el cabello que antes odiaba tanto, mi horario de llegada variaba y me volví “juerguero”, mi lenguaje se había tornado un poco vulgar.

 

 

Posiblemente hice el cambio que todo “Nerd” quisiera. Pero yo no era ningún perdedor, solo que era tímido y como dicen ahora y aún no encuentro explicación, “palteado”.

 

 

Cada fin de semana era muy bien solicitado, fiestas, diversión, toda esa clase de cosas eran conmigo, se podía decir que estaba “de moda”, tanto así que comencé a “tener jale”. Me sentía en un mundo distinto, tal vez soñaba que estaba en otro mundo, pero un sueño del que nunca quería despertar. Quería disfrutar esta etapa de mi vida para siempre y no crecer jamás.

 

 

Ya casi había olvidado mi plan de dos bimestres y medio, como ya era conocido tenía contactos para que me hicieran “el bajo”. Estaba decidido pero no estaba seguro de qué imagen tomar. Llegué a creer que mi cambio había sido en vano: ¿y si a ella no le gusto?. Esta pregunta me carcomía por dentro, así que tuve la fantástica idea de conocer primero a una de sus mejores amigas, la cual me dio un dato clave.

 

 

Me dijo una palabra que si me la volvieran a decir me dolería, me la mencionó muy claramente: “No le gustan los pendejos”. Eso fue lo esencial para cambiar mi plan; volví a mis antiguos principios, pero ya reforzado y con un poco más de experiencia. Creo que mi anterior plan no fue tan brillante después de todo; me había aventurado.

 

 

El gran día llegó. Mis nervios que me habían extrañado volvieron con más fuerza, mis síntomas estaban volviendo y cuando ella estuvo al frente y me dijo: “Hola”, yo casi reacciono con un “¡Adiós!”, fugaz y repentino, casi como de los nervios. Pero aguanté con el poco valor que me restaba que hizo que  me pesara el pie derecho. Entonces reaccioné, saludé como debía hacerlo y agregué: “Bueno, creo que ya debo irme”.Era algo de lo que me arrepentí a los veinte segundos de haberme marchado sin voltear atrás, seguí caminando solo y lo medite: “¡Tanto para nada!”.

 

 

Al día siguiente la llegué a conocer con lujo de detalles y por mi mente pasó: “¿Ella era la chica dulce que tanto quería conocer?”. Pues no me contenté ya que no era la que me esperaba: era un poco vulgar, aunque su linda sonrisa y sus hoyuelos profundos como un par de pozos petroleros suavizaban las palabras que parecían cantadas de su boca.

 

 

Quisiera poder seguir diciendo las cosas que me motivaron a crear este cuento pero la verdad es que no quiero volver a recordar a esta “dama”; hay muchas cosas que me desagradaron de ella y esta decepción hace que encienda como un volcán en el apogeo de su calor y que me enfurezca a tal punto que en mi cara no resalte ningún acné.

 

 

Ahora me pongo a pensar que para amar... hay que hacerlo con el cerebro y no con el corazón, si es que no quieres salir herido.

 

Lima, jueves 26 de noviembre del 2009.

 


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Updated: Friday, 4 December 2009 6:13 PM EST
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Wednesday, 11 November 2009


JUAN CRISTOBAL ENTREVISTA (INEDITA) A JUAN RAMÍREZ RUÍZ

(Para el antiguo diario la prensa en 1975)


JC: ¿Qué piensas del gobierno actual? ¿Cómo ves a los obreros?

JRR: En principio, pienso que una revolución es el más heterogéneo de los actos, la cumbre de los actos públicos que pone en debate todos los aspectos de la realidad. En este sentido considero que el proceso que actualmente vivimos ha dado pasos importantes al plantear la solución a los males del país. Pero aún no se ha completado.
Por lo tanto, creo que es fundamental la participación de las mayorías, la participación con poder de obreros y campesinos en la ejecución del proyecto de cambios.
Por ejemplo, me parece que la socialización de los medios de producción es inimaginable sin la presencia de una mayoría actuante y definitoria.

JC: En un manifiesto estabas totalmente en contra de la burocracia y de los jóvenes poetas que llenaban los cafés de Lima. Ahora tú eres uno de los últimos; qué cosa ha cambiado y cuál es tu posición actual?

JRR: Para comenzar debo decir que yo no lleno ningún café, ni frecuento alguno en especial. Lo que pasa es que, como todos, salgo de mi habitación, entro a un cine, a un restaurant, camino por la calle. Estoy permanentemente mezclado entre la gente, me interesa tener diálogos creadores, y busco a la gente con quien pueda tener esos diálogos. Nunca he sido lo que se llama poeta de café.
De otro lado, no me interesa pertenecer a la burocracia. Me parece que lo que pueda hacer allí me alejaría de lo que quiero hacer. No estoy buscando sueldos fabulosos ni cargos.
Preciso sólo lo elemental para hacer lo que quiero: escribir

JC: En algún tiempo hablaste de que “habían formas poéticas incipientes” y citabas como ejemplos a Marco Martos, Corcuera, Calvo, Guevara, Romualdo, entre otros. Sigues creyendo en lo mismo? Cómo debería ser una forma poética no incipiente, o sea total, entiendo yo?

JRR: Tal opinión, al igual que otras que se hicieron hace ya algún tiempo en un manifiesto, partieron de una reflexión acerca del fenómeno poético del país, y la evaluación surgió al relacionar lo que se estaba haciendo entre nosotros y la altura que, a nuestro juicio, había alcanzado la poesía contemporánea con la obra de Mallarme, Pound, Borges, etc.
Y se pensaba como Read que “una tradición no era la suma de significaciones, sino el cúmulo de técnicas” asumidas por una generación. Y se dijeron, y se hicieron muchas cosas en ese tiempo.
Sin embargo lo mejor podría ser elaborar un análisis de todo eso teniendo en cuenta el momento en que fueron emitidas dichas opiniones. No hay que olvidar que se enjuició, mayormente, obras en marcha, se enjuició un momento de esas obras en marcha y el contexto socio-histórico en que esas obras emergían.
Posteriormente se dio el caso de obras que han alcanzado una notoria evolución.
Pero lo que sigue siendo una carencia, lo que aún falta son aperturas más radicales. Faltan tentativas audaces que abran una brecha entre lo que se hace y lo que se ha hecho. Tenemos, como ejemplo, los combates con la página en blanco (que es como dice Eisenstein del ecran) más dura que el granito. Todos los resplandores que hasta hoy se le han arrancado, siguiendo a Mallarme y sus técnicas, no han ido más allá de donde el mismo Mallarme los ha llevado.

JC: ¿Cómo debería ser una forma poética no incipiente, o sea total?)
Tengo una idea que trataré de delinear de esa forma que tú llamas total, y a la cual quisiera acercarme en cada cosa que concretice. Pero antes que una forma única, pienso que una poesía total estaría constituida por un cortejo de formas y por una sinfonía de significaciones reunidas en libro. Pues creo que se trata de escribir el libro que ponga en juego toda la inteligencia y toda la sensibilidad. Un libro visual, táctil, verbal, un libro para todo el cuerpo, capaz de integrar la forma que contenga versos cubiertos de capas de pensamientos y a los cuales se llegue luego de atravesar una por una esas capas. Cada sector de esa forma será una convergencia de rostros que activen todos los sentidos del lector. Una forma-sucesión de “pensamiento que hala pensamiento que hala pensamiento”.
JC: Planteabas asimismo que la Poesía consolida la comunicación entre los hombres. En un país como el nuestro, subdesarrollado, capitalista, crees que la Poesía puede guillotinar al imperialismo y darnos la verdadera liberación social para que los hombres puedan comunicarse?

JRR: Para mí la poesía es el arte de liberar y de liberarse a sí mismo de formas de pensamiento, maneras de percepción, estilos de vida. Pienso también que en la página el mundo ensaya sus proyectos. Es más, creo, absolutamente, que la poesía (incluso en el contexto socio-histórico que tu pregunta define) es también una incitación que una persona plantea a otra para la transformación o revocación del orden de cosas de una época.
A partir de esa articulación de ideas, reafirmo, aquello de que la poesía consolida la comunicación entre los hombres.

JC: Crees tú que la poesía o el poeta, mejor dicho, debe tener un cuerpo doctrinal de ideas para dar una visión del mundo, o debería ser sólo un hombre que dé una explicación poética, sentimental, emotiva, de las cosas y hechos? Tienes tú alguna visión en particular? Explícala.

JRR: En cualquier texto las maneras de las cuales se sirve el poeta para expresarse, es decir, todo el instrumental convencional en el que un discurso se manifiesta, configura de hecho un cuerpo de pensamientos, la elección de un determinado conjunto de ideas que nos conducen a una estética, de manera que: o bien establece sus discrepancias con unas, o bien establece coincidencias con otras. Y luego, según esta mecánica, se articula dentro de una tradición.
Ante eso pienso que todo el que ha escrito un texto posee una estética, esté expuesta o no de manera consciente.
Sin embargo, la exposición en otro discurso (el ensayístico) de las ideas que se tenga acerca de la escritura, y de las ideas que articulan una visión del mundo, importan, porque constituyen el clima intelectual desde donde el texto (poético) emerge.
En tal sentido tienen interés los textos teóricos de Pound, Mallarme, Paz o cualquier otro teórico del arte.

Juan Ramírez Ruiz
-1946- Chiclayo.
Publicaciones: Harawi, Casa de las Américas, las revistas de Hora Zero, la revista de OCLAE, etc.
Libro: Un par de vueltas por la realidad.
Por publicar: Un volumen de ensayos y dos libros de poemas, uno de ellos titulado Poesía Infinita.
Estudios de Literatura (Educación) no concluídos en la U. Federico Villarreal. Actualmente y por mi cuenta estoy sumergido en un proceso de investigación de las diversas manifestaciones artísticas.

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Friday, 6 November 2009

Los broches mayores del sonido

El compendio hasta ahora más completo que se haya publicado acerca de la obra poética, narrativa y artística del Movimiento Hora Zero, que incluye además testimonios escritos y gráficos, precedidos de un enjundioso estudio redactado por Tulio Mora, es el libro recientemente presentado en la Biblioteca Nacional del Perú (martes 3 de noviembre, 2009), con el significativo título de "HORA ZERO, los broches mayores del sonido". Es, respecto del Movimiento fundado por Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz, el libro fundamental para entender la dimensión nacional e internacional que le ha dado vigencia 40 años después de su surgimiento. Reúne todos los aportes que dieron forma a un movimiento caracterizado por una actitud de permanente crítica y reflexión sobre la poesía y el nacimiento de una nueva estética. El volumen está conformado por cerca de setecientas páginas; es -a la manera de la propuesta horazeriana del Poema Integral- una suerte de libro totalizante, que pone de manifiesto una incontestable verdad: Hora Zero permanece vigoroso y fecundo, como una de las experiencias culturales más importantes del siglo XX, en el Perú y Latinoamérica.


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