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EL OTOÑO

Eolito, el mago de los vientos.

La golondrina solitaria.

La hormiga presumida.

María Celesti.

El pequeño abeto.

¿Porqué algunos árboles...?

    AL ÍNDICE.                      A CUENTOS.

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Eolito, el mago de los vientos

    Eolito era el hijo travieso de un mago. Un día jugando con las cosas de su padre, encontró la caja de los vientos. Recordó las palabras mágicas "Abracadabra, pata de cabra, caja quiero que te abras, tontiloqui, carrasclascas". Nada más acabar de decirlo, salieron todas las brisas, vientos, huracanes, etc.; resoplaban, golpeaban, buscaban las rendijas y poco a poco todos iban consiguiendo escapar de la habitación dejando tras de sí una larga cola de polvo. El niño los quería coger pero ninguno se dejaba, al final cogió a uno pequeño, azul y que cojeaba. Era el viento del reuma, después de revolverse, intentar escapar y llamarle abusón se ofreció a ayudarle  a cambio de que también a el le dejará dar una vueltecita. Le explicó como tenía que irlos capturando. Tenian que salir a la calle con la caja e irlos buscando, luego sabiendo el nombre era sencillo, sólo tenían que decir la fórmula y el viento se veía obligado a meterse de nuevo en la caja. Al primero que vieron fue a Levante y el niño dijo:-¡Levante, Levanteras a la caja o te enteras!. Levante no tuvo más remedio que irse a la caja. Así fueron cogiendo a Poniente Ponienteras, Norte Norteras, Sur Sureras y a todos los demás. A muchos los cogieron poniendo una hoja de papel en el suelo y cuando el viento iba corriendo a moverla de un lado a otro, a los vientos les encanta jugar a eso, le atrapaban. Al final consiguieron capturarlos a todos y el pillo cojuelo se fue a soplar por el mundo durante unos días.

                                                        Santiago Calvo (Adaptación) 

La Hormiga presumida

    Había una vez una hormiga tan presumida que en vez de buscar comida siempre estaba buscando cosas para ponerse guapa. Cuando por la noche todas contaban lo que habían recogido, ella no hacía más que pavonearse de lo guapa que estaba. Sus compañeras le llamaban la atención pero no había manera, un día se hacía un traja con un trocito de tela, otro día se lo pasaba peinándose con una espina de pescado, al siguiente encontraba un trozo de espejo y no paraba de mirarse, etc.

    Un día encontró un sombrero de copa y ya no hubo nada más para ella. Casi no se la veía pero ella se encontraba guapísima. De pronto el cielo se puso negro y empezó a llover, todas se refugiaron pero ella no podía correr por culpa del sombrero. Por fin llegó al hormiguero pero el sombrero no cabía, se subió encima para empujarlo y el agua lo arrastro con ella subida. Todas se quedaron muy apenadas pensando que se iba a ahogar pero al día siguiente apareció mojada, cansada y sucia.

    Después de este susto fue una hormiga casi normal ya que siempre llevaba una bonita cinta en la cabeza.

La golondrina solitaria

    Erase una golondrina que perdió su nido porque derribaron la casa donde lo tenía. Volando, volando llegó a un sitio maravillosos, una ermita abandonada en medio de un bosque, junto a una laguna. Allí con barro y ramas hizo su nido nuevo. Tenía mucha comida, el sitio era bonito y se hizo amiga de una ardilla muy simpática y juguetona.

    Charlaban de todo y la golondrina le confesó a su amiga que tenía miedo de no saber cuando tenía que irse ya que siempre había seguido a sus compañeras y ahora estaba sola. La ardilla le dijo que no se preocupase que ella le avisaría.

    Cuando el tiempo empezó a refrescar, las hojas amarillearon, las uvas estaban maduras, etc. La ardilla subió a un pino que estaba muy cerca del nido de su amiga y le dijo que su amigo el lagarto había hecho más profundo su agujero, que cada vez había menos ranas en la charca y que ella pensaba que había llegado el momento de que la golondrina se marchara.

    La golondrina le dio las gracias, se despidió de ella con mucha pena y le prometió volver al año siguiente. Después se fue al pueblo y se junto con sus compañeras que se estaban reuniendo para irse en los cables del teléfono, al rato una arranco y todas la siguieron para buscar un sitio más cálido para pasar el invierno.

                                                    Guía Didáctica "Mi Libro" H.S.R.

El Pequeño Abeto

    Érase una vez un pequeño abeto. Solo, en el bosque, enmedio de los demás árboles cubiertos de hojas, el sólo tenía agujas, nada más que agujas.

    El siempre se quejaba de que todos los demás tenían hermosas hojas verdes, una noche deseo tener hojas de oro para poder dar envidia a los demás. A la mañana siguiente se despertó cubierto de las hojas que tanto había deseado y se puso loco de contento, todos sus vecinos se pusieron a comentar lo guapo que estaba con sus hojas de oro. Un ladrón que estaba por el bosque lo oyó y esa misma noche fue y le arrancó las hojas sin dejar ni una.

    A la mañana siguiente el abeto se vio y se puso a llorar desconsolado y a pensar que lo mejor era que hubiese pedido sus hojas de cristal bien brillante. A la mañana siguiente el abeto estaba resplandeciente, su deseo se había cumplido y en todo el bosque no se hablaba de otra cosa. Pero esa noche hubo una tempestad y el viento sacudió las hojas con tal fuerza que todas se rompieron y el pequeño abeto volvió a pasar  un mal rato. Pensó que lo que de verdad quería era tener hojas de un bonito color verde, igual que sus vecinos y al igual que los días anteriores cuando amaneció tenía las hojas más verdes de todo el bosque y sus vecinos le felicitaron, sólo había un problema, como el abeto era muy pequeño y una cabra y sus hijos acertaron a pasar por allí y se comieron todas sus hojas.

    El pequeño abeto, desnudo, frío y triste lo único que deseaba era ser como siempre había sido, al día siguiente se despertó con sus agujas y su aspecto habitual. Nada mas verse se puso contentísimo y se echo a reir y a llamar a sus vecinos que se alegraron mucho de verle tan feliz.

    A partir de entonces el pequeño abeto no volvió a quejarse de su suerte.

                                           N. Willer (Recogido por Sara Cone Bryant)

Por que algunos árboles...

    Una vez, hace mucho tiempo, empezó a hacer mucho frío porque el invierno se acercaba. Todos los pájaros que se iban cuando llegaba este momento en busca de sitios más cálidos ya habían partido. Sólo quedaba un pobre pajarito que tenía un ala rota. El pobre pensaba que si no encontraba pronto un lugar donde refugiarse se moriría de frío, miró alrededor y vio un montón de árboles que seguro que le prestarían cobijo.

    Saltando y aleteando cuando podía, llegó al bosque y encontró un árbol que le impresionó por lo grande que era y lo fuerte que parecía, era un roble, el pájaro le pidió permiso para refugiarse entre sus ramas hasta la llegada del buen tiempo. El roble le dijo, muy enfadado, que si le dejaba picotearía sus bellotas y le echó de mala manera.

    El pájaro vio un árbol precioso de hojas plateadas y tronco blanco, era un álamo y  pensó que le daría refugio. Le contó su problema y el álamo le echó con cajas destempladas diciéndole que iba a manchar sus bonitas hojas y su blanquísimo tronco.

    Cerca de allí había un sauce que con sus largas ramas colgando hasta el suelo le pareció al pajarito que sería una buena casa para los fríos que se avecinaban. Pero igual que los demás le rechazó argumentando que no trataba nunca con desconocidos y pidiéndole que  se marchara cuanto antes.

    El pajarito empezó a saltar como podía con su ala rota   sin llevar un rumbo fijo, un abeto le vio y le preguntó que le pasaba, el pobre se lo contó y el abeto le ofreció  sus ramas mientras le indicaba donde hacía más calorcito. El pájaro le explicó que sería para todo el invierno y el árbol le dijo que así tendría compañía. El pino, que estaba cerca de su primo el abeto, se ofreció para protegerle del viento ya que sus ramas eran más grandes y fuertes.

    El pájaro se preparo un lugar bien abrigadito en la rama más grande del abeto y protegido del viento por el pino se dispuso a pasar el invierno. El enebro se ofreció para que pudiera comer de sus bayas y no muriera de hambre.

    Estaba muy contento y charlaba con sus amigos, los demás árboles hacían comentarios despectivos sobre ellos.

    Aquella noche empezó a soplar el Viento del Norte fuerte y frío, iba pasando de árbol a árbol y sus hojas iban cayendo una tras otra. De pronto giró y de dirigió hacia donde estaban los amigos del pajarito, el Rey de los Vientos le frenó y le dijo que podía desnudar a todos los árboles menos a los que habían ayudado al pájaro.

    El Viento del Norte los dejó en paz y conservaron sus hojas durante todo el invierno y desde entonces siempre ha sido así.

                                                 Miss Florence Holbroock