PUERTO RICO
de Teresita Perez
De niña salí de Cuba.
Volé a traves del mar
a un pais de habla inglesa,
do cae la nieve invernal.
La bondad de un pueblo hermano
me endulzaba la existencia.
Y tres décadas después
así me habló la conciencia.
Ya es hora de que visites
a otro cielo más bonito,
donde nació esta gente.
Debes ir a Puerto Rico.
Vi en su tierra tropical,
donde se cumplen los sueños,
residir muchos cubanos
con hijos puertorriqueños.
Cuando en la vieja ciudad,
miré al mar que acariciaba
tiernamente a Borinquen,
tan majestuosa adornada
con castillos impetuosos
de la era colonial.
Recordé allí mi ninez,
y San Juan me hizo llorar.
Pisé el suelo de adoquines.
Visité la Catedral.
El Parque De Las Palomas
me invitó a descansar.
El corazón me arrobó.
Me embriagué de su fragancia,
probando el mismo sabor
de hogar que tenía mi infancia.
En la Suiza del Caribe
divisé desde lo alto
como visten por las noches
a la Isla del Encanto.
La cubren con terciopelo
bien tupido de diamantes.
Parece espejo de un cielo
fulminado de brillantes.
Del Cerro Puntita a Lajas;
de Luquillo a La Parguera;
de Camuy hasta El Yunque;
es bella la isla entera.
Excepcional paraízo,
en verdad un puerto rico,
un tesoro de perfume,
por eso el frasco es chiquito.
Allí por las carreteras
divisé que en ambos lados
los cerros ceden el paso
al permitir ser cortados,
porque son demostración
del evangelio cristiano
que habita en el corazón
de ese pueblo borincano.
Y su gentil alma blanca
llevan para todas partes.
Su amor, que derrite nieve,
brindan para calentarte,
pues do quiera los boricuas
por su gran nobleza brillan.
¡Qué bien hice en visitar
la nena de las Antillas!
Copyright @ 1989, 2020 Teresita Pérez
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