LAZOS:
¿HERMANOS?
por Verónica
..."Presión: normal. Ritmo cardíaco: normal. Respiración:
regularizándose.
Apaguen los sistemas... ¡ ahora!...
Mi
respiración continua agitada todavía, aún después de haber sido desconectado
el sistema. Yo, Yushirou Gowa de diecisiete años, civil, designado como piloto
de TA, una de las más poderosas y últimas armas de combate, un sistema
robotizado creado por la compañía de mi familia. Mis excepcionales talentos me
transformaron en el más apto y en el
mejor piloto de la división, por
eso a pesar de no ser militar he sido comisionado en este grupo experimental
para desarrollar el máximo potencial bélico de esta armadura.
-Capitán
Gowa, ya lo están esperando.
-Ahora
voy, sólo dame un momento para cambiar de uniforme.
-Como
usted diga.
Me
dirijo al vestuario con lentitud. Una breve ducha fría termina de sosegar mi
cuerpo y le da descanso a mi mente. Reemplazo el traje negro y la coraza, por el
diario de color verde. Con cuidado anudo las tiras de los borceguíes, es un
movimiento mecánico totalmente inútil. En unos instantes ya no los usaré,
pero no puedo dejar pasar el detalle de pulcritud.
El
secretario, me acompaña y me conduce hacia la oficina. No tardamos mucho en
llegar. Le agradezco con un movimiento de cabeza. No tengo problemas en la
entrada, todos saben quien soy. Me aguarda. Golpeo suavemente la puerta de su
despacho. "Pasa...". Al entrar, espero.
-Ven
aquí.
Camino
lento hacia él, que me mira impasible sentado detrás del escritorio. Siempre
es el mismo, nunca cambia. Su pelo engominado luce más negro de lo que debería
ser, sus manos sostienen la mandíbula cubriendo la boca. Elegante y
correctamente vestido con su traje gris. La corbata perfecta asoma en el cuello
blanco. Ahora que recuerdo, no lo he visto jamás con ropas informales,
simplemente no son para él.
Me
detengo aguardando, muy cerca. Gira el sillón para enfrentarme.
-Levanta
tu pierna izquierda.
Obedezco,
comienza el ritual. Con paciencia desata y afloja los cordones del tosco zapato.
Lo arroja a un costado.
-La
otra.
Repite
la operación, siempre con una calma irritante. Suelta el cinto que envuelve la
camisa militar, sigue con los botones del frente, luego los del puño. Estira
sus brazos para quitármela, la hace a un lado. Apoya su cabeza en mi torso, y
se queda así por un momento, abrazándome. Supongo que espera alguna reacción
de mi parte, que le corresponda. Pero no puedo hacerlo. Mis brazos cuelgan a los
lados, me mantengo quieto. Parece molesto, me suelta y me ordena.
-Haz
tu trabajo, ahora. Haz lo que me gusta.
Todavía
está sentado en el sillón de su escritorio. Me arrodillo
frente a él, con mi cabeza entre sus piernas. Descorro suavemente con
mis dedos la cremallera de su pantalón, tanteando en el interior de su boxer
hasta que lo encuentro. Se aferra a los apoya brazos. Siempre me asombro al ver
cómo su rostro comienza a dibujar
emociones. En otro momento no lo veo, siempre su cara es la misma, inexpresiva,
fría, inalterable, excepto ahora. Se relame de placer mientras con mi boca
jugueteo con su sexo. Lo recorro con mi lengua, mi boca no logra encerrarlo, no
lo contiene, es demasiado grande. Lo tomo con mis manos y lo acaricio subiendo y
bajando."... Más..." me pide excitado, empujando mi cabeza
hacia el miembro. Me muevo saboreando como puedo el pene endurecido que asoma
por la abertura, se estremece. De repente, tira de mis cabellos y me acerca a su
cara, besándome, metiendo su lengua por todos los rincones de mi boca. Se
levanta, arrastrándome también. Una vez que ambos estamos de pie, tironea de
mis pantalones hasta sacármelos por completo . Me acomoda en el escritorio de
manera que me sujeto por mis manos, dándole la espalda. Levanta la camiseta y
recorre con sus manos toda la columna, llegando hasta adelante en mi pecho,
pellizcando mis tetillas rosadas. Siento su lengua caliente en mi piel, subiendo
y bajando. Puedo sentir que se dobla para lamer mis glúteos y lo que guardan.
Sigue por los testículos y el pene. Siento su respiración agitada y su lengua
otra vez ,tratando de abrirse paso entre mis nalgas hacia la entrada caliente.
Intenta penetrar, mojándome por completo. Cierro mi boca para no gemir. Se
levanta y se desabrocha el cinturón, baja sus pantalones. Me acerca a
él sujetándome por la cintura, sólo me da tiempo de morderme los
labios antes de sentirlo invadirme con un impulso rápido y único. Me quejo, el
dolor es inmenso, me desgarra, me lastima pero él sigue implacable, hasta lo más
profundo. Continua entrando y saliendo con
un roce seco, lento al principio. Suspira y jadea. Aumenta el ritmo a
medida que se lo permite la poca lubricación de la abertura y su deseo. Lo soporto.
De
repente alguien toca a la puerta y entra sin esperar el adelante. Es Kiyotsugu,
trae unas carpetas en sus manos. Apenas clava su mirada en mi rostro bajo la
cabeza avergonzado e intento escapar. Me desespero. Las fuertes manos me
sostienen y evitan mi huida. No sé cuál será la expresión de la cara de
Kazukiyo ahora, parece que no le importa lo que pueda pensar mi hermano. Quiero
que termine ya para correr y esconderme. Veo unos pies delante de mí, y una
mano levanta lentamente mi cara por el mentón, cierro mis ojos, unos dedos
suaves apartan los cabellos, despejan mi frente delineando delicadamente mis
facciones, las cejas, los pómulos, mis labios...Abro los ojos llenos de vergüenza
para ver la sonrisa dibujada demarcada por los mechones castaños de la sedosa
melena . Sostiene mi cara con fuerza y me obliga a besarlo. Mis ojos se agrandan
con asombro y sorpresa. Es algo más gentil que mi hermano mayor pero no menos
exigente. Explora con ansia enredándose con mi lengua.
Se
sienta en el escritorio sin dejar de besarme, con una mano libre desabrocha su
propio pantalón, mostrándome su sexo. Hay deseo, lujuria, perversión en sus
ojos. Me arranca la camiseta con furia. Conduce con prisa mi cabeza hacia su
miembro que espera. Lo introduce en mi boca abierta. Kazukiyo no se ha detenido
ni por un momento, ha facilitado
las acciones de su hermano maniobrando mi cuerpo pequeño y delgado a su
antojo, acercándolo, inclinándolo y sosteniéndolo, poseyendo continuamente y
pienso en su gran potencia, es incansable. Me rindo a los deseos de ambos, ¿qué
más puedo hacer?. El pene de Kiyotsugu se yergue y se calienta con cada
recorrida de mi lengua golosa. Sus manos acarician con delicadeza la piel de mi
espalda. Me muevo siguiendo el ritmo urgente que marca la penetración salvaje
de mi hermano mayor. Kiyotsugu comienza a agitarse más rápido en mi boca hasta
que inmoviliza mi cabeza y se queda quieto, siento cómo explota y mi lengua
recoge toda su humedad. Mientras acaricia con suavidad mis cabellos, me quedo
recostado en sus piernas, recibiendo aún a
Kazukiyo que sigue con sus
movimientos bruscos, sin pausas y
sin piedad. Lo disfruta al máximo hasta que alcanza la cumbre y derrama una
parte de su placer en mi interior. Siento el semen caliente escurrirse también
por fuera, en mis glúteos, en mi espalda. Finalmente se deshace de mi
cuerpo, del que no se han preocupado ninguno de los dos. No les importa si yo
gozo o no. No les importa. Me apartan. Caigo al piso, totalmente desnudo ahora
con mi propia erección que clama por alivio. Comienzo a masturbarme para
descargar mi ansiedad, hasta que lo consigo, suspirando y gimiendo.
-¿Terminaste?.
Vístete - la voz del mayor de mis hermanos ha recobrado su habitual frialdad,
por su tono está seguro que no será desobedecido. Está acostumbrado a ejercer
el poder. Siempre.
Me
levanto con dificultad. Busco mis
ropas amontonadas y comienzo a vestirme. Estoy adolorido, no sólo por la
penetración sino también por la posición incómoda.
-Márchate,
ya no te necesito.
Lentamente
inicio la ida. Sin más palabras, como cada vez.
-Espera.
Me
detengo en seco, de espaldas a ambos.
-Recuerda
que mañana partes para la misión en Belguistán. Ya sabes qué tienes que
hacer.
Un
lacónico sí sale de mis labios. Me voy y los dejo discutiendo acerca de
los informes abandonados en el escritorio.
Salgo
del cuarto, espero por un momento en la puerta cerrada. Sólo un animal de
pruebas para conducir el TA. Sólo un animal de placer. Eso soy. No hay nada más.
Miro hacia el mueble de la biblioteca. El vidrio reluciente refleja un rostro.
No es Yushirou Gowa. Murió hace ocho años. Este cuerpo que camina, que respira
como Yushirou Gowa no es el mío, no sé quién soy.
El menor de los hermanos Gowa no existe. O si. Soy solamente un reemplazo
con un pasado prestado, trasplantado con la memoria de otro, con los recuerdos
de otro. No tengo hermanos. Es una vida falsa. No son mis hermanos.
Soy nadie. Como hoy, como ayer, como seguramente lo seré mañana.
FIN
Julio, 2002
Nota de Shikon No Tama: Nuestro agradecimiento a Verónica por su colaboración.