Internas y escenarios del sistema partidario argentino
por Franco Castiglioni
FRENTE A LAS INTERNAS DE LA ALIANZA y del justicialismo, el sistema político argentino parece girar nuevamente alrededor del permanente reposicionamiento de las fuerzas políticas.
Dentro del oficialismo, no es ciertamente lo mismo que en las internas de abril próximo se imponga Duhalde o el hasta ahora principal competidor Ramón Ortega. Este último, directamente vinculado al discurso oficial del menemismo, reivindica principalmente la acción del gobierno, sin críticas directas al modelo económico neoliberal, sino con algunas acciones para complementarlo. Su posición, es semejante a la del ex- ministro Domingo Cavallo en la postura económica.
Duhalde, por su parte, espera de Menem, sólo acciones para destronarlo de su candidatura o para condicionarlo fuertemente, tanto en lo que hace al programa de gobierno pero sobre todo en cuanto a la lucha por posiciones de poder desde donde el presidente pudiera asegurarse no seguir el camino que en México le tocara a Salinas de Gortari luego de la llegada a la presidencia de un miembro de su mismo partido.
Duhalde, cuya fuerza principal reside en la provincia de Buenos Aires y en la estructura partidaria en ese estado, no cuenta aún con sólidas relaciones con otros gobernadores provinciales, todavía expectantes para tomar decisiones en la interna. Mientras busca ampliar su tejido de asociaciones a nivel partidario, Duhalde ha ya hecho mayor hincapié en la diferenciación política y económica con el gobierno. Ha reclutado para sus filas a viejas personalidades del progresismo peronista de los años ´70s. Con ellos Duhalde se ha dirigido a dar un tinte al movimiento peronista ¨algunos grados más a la izquierda¨, como el mismo sugirió recientemente, al de la Alianza.
En este plano, el resultado del 29 de noviembre entre De la Rua y Fernández Meijide tendrá connotaciones importantes al interior de la Alianza, en lo que hace a la hegemonía principalmente, pero también respecto a la colocación ideológica en la disputa con el justicialismo y a una eventual apertura a una colaboración más amplia con peronistas en caso de acceder al gobierno. La victoria de De la Rua colocaría a la Alianza, en su máximo candidato, en una posición más moderada, claramente desafiable por Duhalde si acentúa sus posturas más sociales y progresistas. Allí, como en otras coyunturas, tendríamos un peronismo más volcado hacia la izquierda y la Alianza hacia la derecha. Tal escenario sin duda aumentaría las tensiones dentro de ésta última, sobre todo por la incomodidad para el Frepaso de resultar un socio menor del radicalismo moderado. A su vez, la hegemonía aliancista de la UCR pondría, por los abroquelamientos identitarios históricos, que pueden sobrevivir a los cambios políticos y a las nuevas configuraciones sociales, a peronistas y radicales enfrentados como ha sido en los últimos 50 años. Menor podría ser en este caso la posibilidad que un gobierno aliancista lograra abrir sus puertas a la colaboración de peronistas disidentes y que éstos mismos decidieran colaborar con el radicalismo. De llegar a la presidencia Duhalde, y de modificar algunas de las posturas más inflexibles del menemismo, podría intentar dividir a la Alianza a través de un diálogo directo con el Frepaso y hasta intentar la reabsorción de sus cuadros peronistas con tentaciones gubernamentales.
La victoria en las internas de Fernández Meijide, daría, por su trayectoria y personalidad, un color más progresista a la Alianza. Le dificultaría a Duhalde su estrategia electoral de posicionamiento a la izquierda de la Alianza, aun cuando la competencia se instalara en un espacio común en torno a la crítica social. En caso de llegar al gobierno la coalición, le sería más fácil abrirse a la colaboración con los peronistas disidentes, por la mayor fluidez y flexibilidad del Frepaso respecto a la UCR. En el caso de tener que enfrentar Fernández Meijide a Ramón Ortega, entonces mayor sería la posibilidad de reconstituir la competencia sobre los polos de las pasadas legislativas: el progresismo y el republicanismo por un lado, y el continuismo menemista por el otro. De ser en cambio De la Rua el candidato aliancista y Ortega el justicialista, más allá de la retórica coyuntural, y que la Alianza pudiera más facilmente recompactarse luego de su propia primaria en función anti menemista (lo cual se dificulta en caso de ser Duhalde el candidato), la competencia vería al sistema político deslizándose hacia el centro-derecha, abriendo al mismo tiempo espacio para nuevas articulaciones entre un Frepaso arrinconado y el peronismo opositor, si la Alianza llegara al gobierno, y una nueva hegemonía frepasista dentro de la oposición si la Alianza sucumbiera frente a Ortega.
Lo que seguramente no puede minimizarse, en este contexto, es la incidencia que en la competencia electoral podría tener la capacidad y la experiencia de gestión de los actores en juego, sobre todo cuando los programas tienden a asimilarse y la disputa se da dentro de un mismo polo ideológico. En este terreno es donde también mayor sería la influencia ejercitable por el partido de Cavallo y por su electorado en un eventual ballottage.
A 15 años del inicio del proceso democrático, numerosos son los cambios que ha transitado la Argentina social, económica y política. Sin embargo, como hemos sostenido en estas reflexiones, está lejos aun de haberse constituido y consolidado el sistema partidario. Sobre la base del antiguo bipartidismo de las elecciones de 1983 y 1989, podría darse tanto un retorno al mismo, como una competencia de tipo bipolar, con alianzas en juego, como un sistema multipartidista moderado con nuevas formaciones, como el Frepaso y aun las que surjan en el mediano plazo de eventuales divisiones en los partidos tradicionales. Aún así queda por distinguir la identificación político-cultural de los actores en pugna.
Buenos Aires, octubre de 1998
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