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Literatura>cuentos>Los Amigos.          Autor: Fernando Soriano Cortes  

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Relatos de campo.

"Mi llegada".

"Sorpresas".
"Amar a una desconocida".
"De a dos ahora...".
"Nueva vida"

Matrimonio.

III

 Mientras leo mis libros un poco en la sala, suena el teléfono y Antonia, anuncia que es para mí, parece que es mi madre.

- ¿Mamá? –pregunto y me da mucho gusto oír su voz -. Mamá, que bueno que me llamó, yo estaba por telefonear para allá.

- ¿Cómo estás hijo?, En el barrio todos me preguntan por ti.

- Estoy muy bien ¿y usted?, La extraño, pero igual me divierto mucho aquí, me tratan muy bien y además Don José tiene un par de hijas muy lindas, una de mi edad, y la otra de veinte.

- ¿Y cúal te gusta?, Supongo que la de veinticuatro, igual que tú –al parecer se alegró cuando le hablé de las muchachas.

- No sé... ya veremos –me río.

Mi vieja se queda callada y yo sé que tiene algo más que decirme y cómo se queda muda, le pregunto más, yo sé yo sé –me reprocho a mí mismo, no debo -. ¿Y Elvira, la ha visto mamá, sabe como está? –me preocupo.

Parece que tiene ganas de contarme y no se atreve.

- Hay hijo, yo no sé si debería, te va a doler mucho, lo sé pero, ella va a casarse con otro.

Enmudecí apenas me dijo las palabras... y cierro los ojos guardando silencio un instante, Me duele tanto que parece que me han dado un golpe bajo.

Me reincorporo y me calmo.

- Que bueno por ella- apenas logré decir eso -. Que bueno, por que está esperando un hijo y no es bueno que ese niño se quede desamparado.

En el fondo siento que aquel hijo que viene en camino pudo ser mío pero en el momento confieso que sentí miedo de ser padre, yo sé que no soy un adolescente, pero tampoco estoy lo suficientemente maduro para criar uno, yo sé que nos íbamos a casar sí –afirmé – pero todo sería distinto.

 

Nos reunimos a la hora de almuerzo y el otro hijo de Don José está de visita, Delia me ve callada y diciéndome algo con la mirada, Fernanda se ha percatado de eso y disimula, sonrié sintiéndo una cierta victoria, no sé por qué.

- ¿Y hasta cuando tiene vacaciones? Arturo –me pregunta José chico, así le dicen -. Usted ha de saber mucho, me imagino que su profesión es pa’ quebrarse el mate –se rió al final.

Y yo también me río y luego contesto.

- La verdad es que tengo que ver mucho con la economía y esta cambia todos los días, las acciones, siempre hay variciones del ipc y y todo eso, el valor del dólar que sube baja, incluso con el precio del cobre. A pesar de todo eso me gusta mucho mi carrera de negocios internacionales, sí, tuve que matarme estudiando, a veces toda la noche, pero todo eso tiene su recompensa cuando recibe el sueldo a fin de mes, más las comisiones.

Y cuando acabo de relatar brevemente y termino con lo del dinero la señora Teresa me ve con una cara que no me gusta mucho, me siento como un zorro acorralado por los perros, parece que soy buen partido –pienso.

La señora habla:

- Es usted buen partido –eso mismo que pensé -. Buenmozo y con buen trabajo ¿no tiene ningún romance por ahí? –pregunta sutilmente.

- No –contesto al instante -. Estaba de novio, pero unas diferencias cambiaron mi rumbo.

Fernanda habla después de su madre.

- De seguro no lo aguantaron –me mira y era en broma aquella frase, no sé por qué dice esa pesades, Delia la miró para correjirla.

El José chico, recordó el matrimonio de su hermana.

- Y ahora que falleció el Cárdenas ¿con quién se va a casar la Fernandita? –se dirige a su padre.

- Yo no quiero casarme con nadie, mejor casen a la Delia –alega en su defensa.

Los señores se miraran y Fernanda estaba de mal humor esta tarde.

- Es bueno que juegues con la muerte de una persona, está bien que se iban a casar, pero eso no quiere decir que se va a reemplazar por otro –aclara don José muy sabiamente, pero luego se sonríe maliciosamente -.Eso no le quita ni le pone que la Fernanda igual se tenga que casar.

- Ya les dio con esa tontera, la tienen como una idea fija en la cabeza- alega Fernanda con justa razón.

Mientras leo el último libro de exportación en mi habitación, Don José entra caballerosamente y junto a mí en el escritorio inicia una conversación.

- Ojalá no lo incomode Arturo.

- No, no se preocupe, ya me cansé de leer.

Se acomoda en la silla y mira sus zapatos, luego a mí, tengo la impresión que va a proponerme algo.

- Arturo – está serio -. ¿Usted, no le gustaría casarse con una de mis hijas?.

Valla propuesta, si fuera por mí me casaría con las dos, y me asombra bastante su manera natural de planteármelo, tan normal.

Le miro sorprendido y sonrío, casi parece una broma.

- ¿Perdón? , Parece que no entendí bien.

- Arturo, no quiero ser majadero, usted me cae muy bien y le tengo mucho respeto. Pero me gustaría hacer un trato, si se casa con una de mis hijas, yo le doy la mitad de mis tierras, necesito dejar herencia y quiero que sea para alguien que sepa administrarlas bien, y quién mejor que usted, que sabe tanto de exportación, me imagino que mis frutos se venderían en forma inaudita a todo el mundo, sin cesar.

- Le agradezco su generosidad, pero en este momento no estoy con ánimos de casarme –le aclaro sin rodeos -. Sus dos hijas son muy lindas, pero no creo por ahora.

- Piénselo, sería un buen canje, como un trueque.

- Don José, usted está vendiendo a sus hijas.

- No, no me mal interprete, quiero lo mejor para ellas. Esta hacienda es muy grande y el resto de mis hijos tienen sus propias familias, sus propias tierras. Piénselo –y su tono era convincente -. Elija a una, aunque le aseguro que la Delia sería una muy buena esposa, usted se la lleva a su ciudad... el amor viene después Arturo, con los años se enamora la gente.

Se pone de pie y yo sigo sentado mirando a este gran hombre, no era mala idea, pero después de lo que me hizo Elvira... me da un poco de miedo.

Cuando llega hasta la puerta, por que ahí termina nuestra charla, o nuestro negocio, me dijo:

- Con Delia tiene la garantía de que le será fiel hasta los últimos días de su vida, entregando amor a manos llenas. Y con Fernanda... será la mejor, mi hija menor es una niña, pero si la mira bien parece una mujer –no hace falta verla tanto para darse cuenta -. La Fernanda es virgen, y eso hoy en día es más difícil todavía.

Eso sería todo, me he quedado más tieso y helado que témpano de hielo en el ártico, valla hombre quién lo diría.

Después que cierra la puerta me quedo pensando en aquello, de seguro, la Delia sería feliz si yo me caso con ella, pero y Fernanda quién sabe, pero Don José dijo que el amor llega después, esta mujer podría enamorarse de mí con el tiempo, tal vez, voy a pensarlo, pero yo no amo a nadie, no quiero pensar que seré un infeliz, a parte de todo Elvira necesita un escarmiento. Me imagino llegando casado a Antofagasta, la Elvira se quedaría perpleja de impresión, no es mala idea, es una mujer hermosa, sensual, un poco salvaje y atrevida, malhumorada y uraña, pero la más bella obra de este mundo echa mujer, la perfección en un cuerpo humano, todo completo y en su lugar, será; ¿por qué ningún hombre le puesto un dedo encima? , ¿Y Don José cómo está tan seguro que es virgen?, Parece cuento de gitanos, no voy a dejar de pensarlo, mañana le doy una respuesta.

 

Hace un par de días Don José me hacía una propuesta, más bien parece un negocio, yo le administro las tierras y él me da a una de sus hijas, la que yo quiera, valla valla –muevo la cabeza y todavía no decido – y cuando salgo a caminar aprovechando el día de sol que hay - Fernanda esta tan bella esta mañana, esa belleza natural que posee sin ayuda de maquillaje ni ropas especiales me encandila, pero ella no siente lo mismo por mi. Aunque cuando nos besamos cerca del río la sentí, como algo, no sé tuve ese pálpito, una sensación de placer, Fernanda también creo que lo percibió y... hay mi Dios viene para acá.

Viene para acá con altanería y con mirada de dueña para que uno recuerde que todo le pertenece y que es un intruso.

- Qué tal –ese saludo me suena un poco fuerte -. Mire Arturo, lo que pasó el otro día en el río fue una debilidad mía nada más, ni piense que me interesa.

Yo la escucho tranquilamente y casi logro sonreír ante su nerviosa agresividad, estoy muy callado escuchando su agradable timbre de voz medio ronco.

- Si piensa quedarse más tiempo en esta casa es su problema, y además me enteré de las intenciones de mi papá, valla pensando en la Delia no más, es la que le queda mejor como esposa.

- ¿Terminaste? – y eso parecía ser todo -. Yo no te estoy pidiendo tu opinión para quedarme o marcharme de aquí, don José me estima y me quiere mucho y él me invitó. Otra cosa, hoy amanecí de muy buen humor y no tengo ganas de que tú me lo arruines ¿está claro?.

Eso cierra su boca, para que aprenda a respetar a los demás y sobre todo a la gente que no conoce bien. También hiero un poco su orgullo y con eso retrocede unos pasos muy enojada.

Le vuelvo a hablar cuando ya se iba.

- Me gustó mucho lo del otro día, tus besos son sabrosos y cálidos –me acerco un poco a ella -. Eres como una tentación hecha mujer, me provoca besarte dónde te vea.

- Insolente, le dan la mano y se agarra el pie, con tanta confianza, descarado. Y metáse bien en la cabeza que más allá de un par de besos cretinos no tendrá.

- Puedes decir todo lo que quieras, no me arrepiento en lo absoluto, si hasta parece que besas mejor que tu hermana.

Eso fue todo y nuestra breve charla se acabó, la muchacha se ha ofendido con mis palabras y yo me río, es una chúcara que pienso dominar.

Después de la cena, toda la familia se reúne en la sala y Don José bebe un trago, le acompaño para conversar un rato, espero que no se acuerde del tema, eso de casarme con una de sus hijas, a ninguna le agrada la idea, lo voy a tomar como una broma.

- ¿Y bien Arturo, ya lo pensó? –me pregunta mientras se acomoda en el sillón, ese que sólo él ocupa.

Me pongo un tanto nervioso y no sé que contestar.

- Eh... bueno, aún no lo he pensando, no decido –miro el vaso y por el suelo le echo un vistazo a ver como me ve Fernanda.

- Pero Arturo, a estas alturas del partido, usted ya casi pisa los veintinco años, perdoneme que se sea indiscreto, pero...

- Me falta todavía, apenas cumplí los veinticuatro, el mes pasado.

- Bueno, cuando usted me diga, yo organizo todo el matrimonio.

No puedo llegar y casarme así como así, que diría mi familia. Mientras don José me sigue diciendo cosas, se escucha un ruido que nos desconcentro, un ruido en la puerta, un muchacho mal vestido y odioso entra sin permiso.

- Necesito hablar con la Fernandita –es medio huaso.

Fernanda se pone de pie y grita un nombre desconocido entre nerviosa y asustada, pero luego se me viene a la memoria que Delia una vez lo pronunció.

- ¡Pedro!.

Don José se enoja bastante y agarra el rifle que está colgado en la pared y pretende meterle un tiro en la cabeza.

- ¡Te dije muchacho insolente que no metas con mi hija, ella va a casarse!.

¿Qué, oí bien?... es todo lo que yo me puedo preguntar.

 

- Sal de mi casa o te doy un tiro en la cabeza –don José no va repetirlo otra vez.

Y un gran alboroto se armó, Fernanda se pone delante del muchacho para protegerlo y su madre no sabe que hacer, yo menos. Ese tal Pedro apenas tiene tiempo de modular.

- Es mejor que te vallas Pedro –le advierte Fernanda por lo bajo -. No nos podemos ver así, ya te dije.

- Ya me cansé, - desafíaba a Don José -. Quiero que sepa; que la Fernandita y yo estámos enamorados y nos vamos a ir juntos, bien lejos –se lo dice de golpe a Don José, yo no sé...

- ¿¡Qué?!- exclama el patrón.

Hay mi Dios, ahora sí, no quiero ver, Delia se asusta y se aprovecha un poco de la situación para refugiarse en mi.

Don José apunta con el arma a la cabeza del niño y la señora temblava entera por la reacción de su marido.

- Detente José, detente –está desesperada.

Yo no sé que hacer, algo hay que mover, la situación está tensa.

- Basta por favor, habrá otra forma de resolver esto- me interpuse de una vez, no podía permitir que Don José matara a ese muchacho delante de todos nosotros -. Deje que se valla, no le haga daño, se perjudicaría usted con todo esto, no pierda el tiempo con este campesino –y Fernanda se enoja más, y eso que la estoy ayudando.

Y eso hace subir la adrenalina de Don José.

- Sí usted no decide ahora con quién casarse le meto un tiro a esta porquería ordinaria que pretende a mi hija –ahora me presiona a mí, si yo no tengo culpa.

- ¡Soy humilde, pero honrado y tengo buen trabajo! –se defiende Pedro -. ¡Trabajo en las tierras!, y puedo darle mucho más a la Fernandita.

- No te mereces a mi hija , eres un pobretón, no tienes nada que ofrecerle.

Eso no me gustó mucho...

Parece que el muchacho no le teme a la muerte y este viejo que me obliga, ahora el balazo es para mí.

- Está bien –me resigno -. Voy a casarme con... -miro a todos y él baja el arma -. A... a –los ojos de Delia están clavados en mi y Fernanda también -. Voy a casarme con...

Todos están nerviosos y yo que no hablo.

- ... Con –cierro los ojos y podría estar una hora sin decir nada -. Con –tomo aire y respondo -. Con Fernanda, quiero a Fernanda.

Y la mujer abre su boca sorprendida, y luego cierra los ojos dándo un suspiro, pero no de alivio, si no de presión y para que decir Delia, la pobre se destruyó y luego se desmaya casi inmediatamente.

Al fin, se terminó el circo y yo soy la principal atracción.

Me quedo en la obligación de llamar a mi casa y mis padres viajan ya, medios perdidos, desorientados por mi decisión repentina, casarme con una mujer que no amo, me gusta mucho sí, pero nada más. Delia no me ha dirigido la palabra en los siguientes días y Fernanda tampoco, menos, si parece que le desgracié la vida con mi decisión... estoy obligado y con Delia no creo que podría llegar a ser feliz, tal vez con Fernanda lo logré o quizás no.

 

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