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Literatura>cuentos>Los Amigos.          Autor: Fernando Soriano Cortes  

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Relatos de campo.

"Mi llegada".

"Sorpresas".
"Matrimonio".
"De a dos ahora...".
"Nueva vida"

Amar a una desconocida.

 IV

 Los preparativos van más rápido que el viento y eso me asusta un poco, Fernanda ni me mira y Delia tampoco, a penas alcanzo a terminar de afeitarme y alguien entra introspectivamente a mi dormitorio, me busca y me encuentra en el baño, es Fernanda.

- Termina con el teatro Arturo, pon las cartas sobre la mesa, ¿cuánto quieres para irte de aquí?.

Me lavé bien la barba y me sequé después de eso, la miro y no entiendo bien el asuntito.

- A ver ¿cómo fue eso?, No me vendo para tu información.

- Entonces desiste por favor –cambia la cosa y casi me suplica -. Arturo –se me acerca y yo estoy un poco molesto -. Esto es absurdo, casi no nos conocemos, tú no me amas yo tampoco a ti ¿entonces?.

No le hago mucho caso y sigo caminando por la habitación, recién me levanté y todavía tengo puesto el pantalón de pijama con mi dorso desnudo, me examino un poco en la ventana a la luz sin darle mayor asunto a lo que me habla.

- ¿¡Me estas oyendo imbécil!?.

Me volteo y eso no me gustó, le doy un pequeño empujón y se cae sobre la cama, me mira asustada y se cree que yo no soy capaz de hacer una cosa así.

- Ya me hartaste, ¿quién te crees que soy, un idiota que pueden hacer lo que se les venga en gana?, no me conoces –le hablo fuerte y desde mi altura se siente mínima -. No te voy a permitir que me insultes ¿de acuerdo?.

Sigue amedrentada y con grandes ojos.

- Está bien –cambia su actitud -. Pero no seas brusco, me lastimaste.

- Lo siento, es que no me gusta que pasen sobre mí, y a nadie le agrada.

- Yo sólo quería que hiciéramos un pacto.

- ¿Qué pacto?.

- Cásate con Delia, ella te quiere –se pone de pie muy cerca de mí y trata de ser convincente -. Ella te ama Arturo y estoy segura que serán felices, por favor díle a mi padre que cambiaste de parecer, él te entenderá, si te dio a elegir...

- Pero yo te elegí a ti.

- ¿Es que no hay manera?. Arturo –me mira suplicándome y me da un poco de pena -. Por favor, - baja sus ojos tristes ya, al suelo y cuando me vuelve a mirar están llenos de lágrimas -. Yo... pídeme lo que quieras, lo que quieras, pero casarnos no.

- ¿Te doy asco? –yo sé que esa pregunta es estúpida.

- No se trata de eso Arturo – me habla tan suavemente la pobre -. No es eso, al contrario, eres sumamente atractivo, posees unos ojos verdes maravillosos y unos labios hermosos –y cuando me describe, con su suave llema del dedo índice delinea todo el rededor de mis labios, y brevemente cierro mis ojos para sentir mejor esa pequeña e inocente caricia -. Me gusta tu forma de ser, estoy segura que serías un excelente marido y padre de familia – y aún tiene su dedo en mi boca.

La tomo por sorpresa sin dejar que continúe hablando y ella se deja llevar hasta mi, saco su mano y la pongo en mi corazón, en mi pecho desnudo y creo que nos entra una corriente eléctrica por todo el cuerpo, Fernanda cierra los ojos y de a poco me acerco para rozar esos labios maravillosos, junto a los míos hacen contacto y la aprieto más a mi y siente miedo de abrazarme, la dejo refugiarse en su temor, refugiarse en su inocencia de virginal que me vuelve cada vez más loco, es que ya siento algo por esta mujer y ella también.

- Fernanda – mojo sus labios -. Fernanda, me gustas mucho... –y la beso sin pensarlo dos veces y ella corresponde a mi beso.

Tengo mi barbilla húmeda y perfumada, tal vez eso le da un toque más romántico y no tan placentero.

- Arturo –me deja pero seguimos semi abrazados -. Yo –me mira y mis ojos están clavados en sus labios, para saber lo que va a decir -. No sé por qué me vuelvo tan débil contigo y...

Alguien entra de pronto y con Fernanda nos asustamos, Delia con su mirada de odio hacia los dos y pretendiéndo vengarse de la injusticia que cae sobre ella.

Nos soltámos y me pongo muy nervioso, me falta la mitad de mi ropa y Fernanda está abrazándome.

- ¿Qué haces aquí? –pregunta Fernanda primero y eso me gusta de ella, que tiene agallas -. Esta es la habitación de Arturo.

Delia responde aunque no es peleadora.

- Lo sé, y me sorprende verte a ti –sigue en la puerta, luego entra y la cierra.

- Es mi novio ¿no? –lo dice para que hierva la sangre de Delia -. Vamos a casarnos, tú no deberías entrar sin pedir permiso ¿qué quieres?.

Entonces su hermana no sabe que decir, hasta que inventa algo rápido.

- Quería saber si Arturo iba a desayunar.

- Eso no es excusa, vete –Fernanda la expulsa y Delia se va más enojada todavía.

En la tarde la señora prepara la recepción para la puesta de argollas, así es todo corre como el viento y mi vida se seca y deshoja como los árboles en otoño.

Mi madre trata de entender y buscar una explicación razonable a mi repentina decisión de casarme.

- ¿Alguien te está presionando hijo?, Cuéntame que fue lo que pasó, la dejaste esperando... ah! –lleva una mano a su boca.

- No –me enojo -. Claro que no mamá, me conviene, a cambio me da la mitad de todas sus tierras, ya está documentado y todo.

- Ósea que te casas por interés, es eso Arturo.

- Digamos que sí, un poco –bajo la vista al suelo, eso no está bien.

- Tu no eres así hijo mío –me acaricia el cabello y la miro como un niño con tristeza -. Tú eres de corazón noble, bueno, generoso y...

- Es por eso que todo el mundo se aprovecha de mi, ya me cansé de ser tonto, es hora que habra los ojos y me ponga más atento, el hombre no vive de amor, vive de comida y dinero, aunque suene frío es así.

- El amor te alimenta el alma, el espíritú.

No la quiero mirar más y le hablo con la vista en la ventana.

- Ya no me interesa el amor, si no, no me casaría ahora, ya no pienso enamorarme nunca más... nunca más. Elvira lleno de odio mi corazón, mató todas las gotas de amor que me quedaban, ni siquiera para una nueva mujer.

Fui categórico y mi madre debe respetar mi pensar.

Agustín está por aquí y me lo presentaron, un muchacho bastante simpático y agradable, un tipo flaco y desgarbado, era muy alto, pero buen gallo, por fin que nos alegró la vida con un poco de música moderna, llegó la prima de Fernanda y Delia, Andrea, una mujer muy liberal para este campo, bordeando los veinticinco diría yo.También, trajo a tres muchachos, amigos suyos y el alboroto ya parecía fiesta de sábado por la noche, yo no estoy de muchos ánimos para ser sincero. La señora Teresa y don José se van a la pérgola con mis padres, aprovechando la noche cálida, mientras bailamos un poco aquí dentro.

Fernanda no disfruta en lo absoluto y ya bosteza reiteradas veces y se nota fuera de lugar entre nosotros, mientras todos bailan, incluso Delia.

Yo tampoco disfruto mucho, pero tengo que hacer un esfuerzo y estar feliz.

Me acerco a Fernanda para ofrecerle una bebida.

- ¿Quieres?.

Me responde sin mirar.

- Yo no bebo – cómo si adivinara que era.

- Es refresco, no hay alcohol.

Entonces se voltea y se ve aburrida, y eso que hay música y todo para mi gusto está entretenida la noche, a pesar de que no es un buen momento.

- ¿Bailemos un rato?.

- No , me quiero ir de aquí.

Se fue sin recibirme el vaso, y salió de la casa, me fijo también que nuestros padres ya no están y cuando nadie se ha percatado la sigo para saber hasta dónde llegaba.

Y apenas llego a la mitad de la puerta y Delia me llama, me detengo in mediatamente y ahí se ha terminado mi búsqueda.

- Arturo , espera –me doy la vuelta y trato de sonreír -. ¿Dónde vas?.

- Eh... por ahí, a tomar aire.

Hay un cierto espacio entre nosotros, Delia no me dirigía la palabra hace tiempo y hoy me habla, un poco tímida.

- Pensé que estabas enojada conmigo –le dije.

- Bueno un poco sentida sí –me mira y camina hasta mi, Fernanda se perdió y no pude seguirla.

Delia es linda, y muy buena, una joven noble llena de buenas intenciones, a veces muy sentimental.

- Eres muy sensible –le dije y eso es lo que yo ve -. También soñadora.

- Sí –le cuesta un poco reconocerlo -. Sí, me gusta soñar e imaginar que seré feliz con alguien que me ame.

- ¿Por qué no te has casado todavía, o no tienes novio?.

- No sé, será que nadie se fija en mi – ahora cambia su tono de voz -. Todos quieren a Fernanda.

Y eso fue lo último que dijo, se fue, desapareció, valla que mujer tan extraña, de todas maneras me produjo tristeza aquellas últimas palabras, después de todo tiene grandes atributos, y si merece a un buen hombre... que la quiera como me dijo, de todas maneras, no debo ser yo, no quiero lastimarla, no quiero hacerle daño.

El sol me acompañaba para desayunar, pues estoy solo con mi taza de leche y mis tostadas con mermelada, por cierto son muy crujientes y sabrosas, parece que todos duermen aún, que raro.

Antonia entra al comedor con una bandeja trayéndome el té y le pregunto por la gente.

- ¿Y dónde están todos?.

- Salieron. Y se llevaron a la niña Delia, la Fernandita está durmiendo, fueron a Talca, al cementerio a llevarle flores a niño Roberto que en paz descanse- y después de aquella oración sé percina -. ¿Va a querer algo más?.

- No gracias, se me quitó el apetito.

Me paro de la mesa sin prisa y camino por el pasillo, Antonia volvió a la cocina y la casa está tan callada.

Siento un pequeño impulso, será mi anillo, el de compromiso, ya lo tenemos puesto y no puedo dar marcha atrás con mis decisiones, me tengo que casar con Fernanda.

Y camino despacio, resbalándome por la pared, llegué a su dormitorio y tengo un deseo inmenso de entrar y verla un instante, tan sólo un instante.

Eso no hizo falta pues de sorpresa ella abre la puerta y aún está en camisa de dormir.

- Que bueno que te veo Arturo, escucha bien; no me vas a poner un solo dedo encima, ¿me entendiste bien?, Si es posible vamos a dormir separados.

Y detrás de sus palabrotas se cerró bruscamente la puerta.

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@rte

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