Literatura>Poesía Autor: Rodrigo Mario Ferrer Urbina |
Tan muerto................. como tu.
Te equivocas, no soy ningún monstruo inhumano, aunque he intentado serlo, pero soy tan sensible que cualquier palabra suele dañarme. Si tengo claro que no lo has notado, en realidad no quiero que lo notes, no quiero que veas tras mi fría y dura coraza que el dolor ha tardado años en construir. Si, si sé que no debo refugiarme, que no debo huir, pero no quiero volver a ser dañado. Cada vez que vuelven a brillar mis ojos, que vuelven a vivir, son opacados con ácidas lagrimas, mientras mi alma es silenciada en la muerte.
A veces desearía no pensar, y dejarme llevar por las torrentosas emociones, pero es sentir lo que tanto temo, lo que tanto hiere. Quizás debo seguir refugiándome tras mis tristes pensamientos.
Rodrigo Mario Ferrer Urbina
Violada.
Mírate pequeña aun hay dulzura en tus ojos, aun eres inocente, pero la necesidad te ha contaminado tanto. Tu no tienes la culpa, tu no eres indigna por dar tu cuerpo a los cerdos, no eres tu, es lo que te han dado: nada, solo hambre, solo dolor, solo miseria y sufrimiento.
Ellos no tienen derecho a tratarte así, ellos, ocultos tras su hipócrita moral, mientras hablan de caridad. No te sientas mal, Tu eres inocente, tu eres pura, solo eres víctima de tu entorno, víctima del egoísmo, víctima del odio.
No debes avergonzarte, no has hecho nada malo, ellos te lo han hecho a ti, tu no te has prostituido, solo has sido violada, por buenos samaritanos.
Rodrigo Mario Ferrer Urbina
Lagrimas olvidadas.
Mientras la oscuridad siembra su mantoY cobija nuestros cuerpos, nuestras almas
Un alarido de dolor y sangre estremece los espíritus
agitando las manadas de lobos sedientos
Su cuerpo cae, cual roble viejo
Sus lagrimas empañan tantos sueños muertos
Mientras sus rodillas se doblan
y agonizan sus anhelos
Su rostro no-refleja odio, sino rabia
Angustiosa rabia al ver su vida tan frustrada
Poseído por la impotencia de ser de aquellos
Que nacieron sin derecho a nada
Una vida agoniza, un alma se apaga
Delante de nuestras voces y miradas silenciadas
Que dolor más grande nos posee
Que tristeza más onda nos empaña
Una vez mas pagamos la culpa de nacer
Sin derecho a nada
No me vengan con mentiras
Nuestras voces no se callan
No se queden muy tranquilos
Ni seguros en sus casas
Miren que pagaran con creces
Cada vez que nos aplastan.
Rodrigo Mario Ferrer Urbina
Sonrisa de mármol.
Ahí me quede, observándote, poniendo la mejor cara posible, evitando hacerte sentir mal al revelar mis verdaderas emociones. Dándote fuerzas para que vayas tras él, todas las fuerzas que voy perdiendo con cada palabra que dices. Tan bajo se puede caer por cariño. No ves que miento, que estoy mal, que me estoy mintiendo por ti, no ves tras mis muertos ojos y mi forzada sonrisa lo podrido que estoy, lo mal que me siento al saber que nunca mas podré tocarte ni sentirte........... que solo habrán recuerdos.
Me cuesta, si, me cuesta demasiado resignarme a dormir con fantasmas, pero no soy capaz de quemar aquellos recuerdos muertos, no tengo fuerzas suficientes, prefiero permanecer aquí cual perro solitario, para regresar a ti silenciosamente a lamer tus heridas a callar tu llanto. Para nutrirme de ti, porque aun me queda la esperanza que entre tus sombras, quizás, algún día o en alguna muerte, TE ENCUENTRE.
Rodrigo Mario Ferrer Urbina
Enfermo.
Retorcijones, si retorcijones que recorren todo mi cuerpo, toda mi sangre. Torciéndome con dolores imaginarios, si imaginarios porque no estoy enfermo, no tengo ninguna enfermedad letal que provoque mi agonía. Bueno, quizás mi cerebro este enfermo o mal herido, a sido golpeado, en diversas ocasiones, por las emocione, dejándolo "temporalmente fuera de servicio". Ningún medico puede ayudarme, claro, están mas ocupados en buscar la cura del cáncer o el SIDA, pero ignoran lo dañino y terrible que los sentimientos pueden ser.
Rodrigo Mario Ferrer Urbina
Camino al olvido.
Desecho, ante aquellas caricias, ante aquellos besos capaces de envolver hasta el mas frígido de los chavales. Porque te perdí, porque te alejaste, explícame, porque tuve que pasar de ser protagonista a envidioso espectador. Ahora solo me queda el contemplarte y, quizás, cruzar una sonrisa o algunas palabras, que solo me llenan de odio y nostalgia; odio, confuso e incomprensible odio que surge como respuesta natural a la destrucción del amor, nostalgia a todo aquello que se fue, que se vislumbra en lejanos y hermosos recuerdos condenados a la extinción.
Que hice, por favor dímelo. Quizás, mi único error fue pensar que podía amarte, que realmente podía sincerarme ante ti. Bueno ahora pago mi condena, el castigo por querer, por amar. Ahora tus besos y tus caricias le pertenecen a él, mientras yo quedo con esa desesperante sensación capaz de destruir al mas muerto de los vivos, esa delirante y amarga angustia denominada vacío. Mientras trato lamentosamente de andar camino al olvido.
Rodrigo Mario Ferrer Urbina
Recuerdos salinos.
Las olas se agitan incansables, llorando y gimiendo cual niño indefenso.
Esas olas que vienen a remover todos mis recuerdos, ocultos en la memoria, recuerdos sepultados, pero nunca perdonados. Cuando las olas ensordecen los ciegos y callan los mudos, mientras la dulce brisa empaña los rostros confundiendo al llanto. Es ahí que vuelven vidas y sueños frustrados, tantas agonías pasadas jamas olvidadas.
Cuando la arena golpea nuestros huesos oxidados, te das cuenta que las llagas nunca han cicatrizado y es cosa que el viento las roce, para caer desangrado, en una hemorragia de dolor, todo ese dolor que la vida te ha enseñado.
Amanece y el sol se encargara de secar mis lagrimas, de esconderlas en lo más hondo de mi alma, para que al ponerse el sol, el mar vuelva nuevamente a cobrar dolores pasados.
Rodrigo Mario Ferrer Urbina
Encuentro con un vidente.
La encontré ahí, contemplando la nada... observando ajenamente como todo transcurre a su alrededor.
Sentí deseos de hablarle, de saber que pasaba por sus tristes ojos, poseídos por un agónico y lejano brillo.
La salude, pero nunca me respondió. Pregunte por su nombre.
Su voz ceso, su rostro perdió toda expresión, pero sus ojos aun miraban el pasado, buscando algo de sí, deseando volver a nacer.
Yo permanecí a su lado, deseando nunca despertar... permanecer eternamente mi onírica existencia. Porque una vez abiertos los ojos es imposible volver a cerrarlos.
Rodrigo Mario Ferrer Urbina
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