Alberto
Ruy-Sánchez
LA
Estamos
frente
a un ser excepcional, el Limulus. Mientras casi todos los animales a
lo
largo de los siglos han sobrevivido cambiando, adaptándose. Este lo
ha
hecho siguiendo una estrategia opuesta: no ha cambiado durante millones
de
años. Su evolución sigue otra lógica. Y aunque
parece un
monstruo a ojos de los desprevenidos y llenos de prejuicios, es uno
de los
animales más dóciles y benéficos para el
humano. Tiene
algo mitológico y simbólico de la Bella y la Bestia
en un solo
cuerpo: es superficialmente repulsivo pero más que todo
es fascinante.
Que haya sido encontrado por un escultor también
excepcional por su
capacidad de percibir lo único en las formas del
mundo, y que haya sido
convertido por ese artista, Brian Nissen, en un
conjunto de nuevas formas
fascinantes, es algo afortunado para quienes gozamos
del arte pero
también para quienes sentimos ese latido extra del
corazón por
las cosas extrañas y profundamente bellas, por los
fenómenos
excepcionales de la vida. Y no pueden faltar aquellos
para quienes ese
encuentro pareciera no sólo producto del azar sino
del destino. Entre
todas las interpretaciones posibles presentamos
aquí una, marcada
profundamente por la literatura, que se inclina por
entender ese
fenómeno de la naturaleza y de la creatividad como una
seducción
transhistórica entre dos especies, seducción
obediente a una
lógica extraña que rebasa el tiempo de los
humanos.
I
Entre las
cosas
más extrañas que he podido ver en este mundo se encuentra
la
que quiero contar ahora. Es una historia verdadera aunque no lo parezca.
Y
como es también una historia de amor, hay una fuerte dosis de
belleza en
ella. Pero de belleza y de horror. Es decir, de intensa
fascinación convulsiva:
¿Quien podría haber pensado que un
hombre se iba a enamorar de un
cangrejo?
Ni
los
escritores más osados hubieran imaginado esta
aventura
erótica y espiritual tan llena de contratiempos naturales.
Más
difícil de haber imaginado además ya que ni siquiera se trata de
un
verdadero cangrejo sino de una forma animal de
difícil
clasificación, muy cercana a las arañas, pero más cercana
a los
mitos y a las quimeras de la literatura antigua.
Aunque
este animal es la demostración viva de que la naturaleza
supera
ampliamente a la invención de los hombres. A tal grado que ninguno
de
los seres imaginarios que Jorge Luis Borges recopiló en su
asombrosa Zoología
fantástica (desde el Ave
Fénix hasta el Unicornio, pasando
por la Salamandra) se acerca siquiera al
insospechado animal fascinante del que
se ocupa este libro. El controvertido
Limulus Poliphemus, llamado
también Cangrejo
herradura. Un ser aparentemente detenido en el tiempo
desde hace doscientos
millones años (lo llaman fósil
viviente) pero en realidad activo
hacia el futuro, dando pasos lentos,
muy lentos, que atraviesan los siglos
y que tal vez nos dejarán
atrás. Su vida podría
extenderse desde antes hasta después
de nosotros. Tal vez nos incluyan
en sus planes asimilándonos en su
evolución
transhistórica de una manera que ni siquiera llegamos a
imaginar.
¿Estamos
preparados para aceptarlo, para dejar de mirar con tanta
condescendencia a este
animal básico y antiguo que tal vez siga viviendo en
la tierra cuando la
humanidad haya desaparecido? ¿Tenemos la
capacidad de comprender que en
un futuro más o menos lejano tal vez
sólo quede de nosotros la
huella que podamos dejar en la
evolución de este animal? Nadie en su
sano juicio puede aceptar que la humanidad
entera, con tantos dioses y tantas
guerras, tantas invenciones
tecnológicas y artísticas, tienda
simplemente a convertirse en un ligero
accidente genético en la vida
más que milenaria de un pseudo
cangrejo.
Algunos
pensarán que no se trata de un destino digno. Se han hecho
tantas
ilusiones. Han competido tanto. Han acumulado tanto dinero y tantos
objetos
brillosos. Se han preparado para la guerra con el fin de defenderlos o
para
destruir los objetos brillosos de los demás.
Y
sin
embargo, para muchos de nosotros será un alivio pensarlo.
Qué
fresca tranquilidad. Podemos de pronto gozar plenamente el instante.
Y
así, de golpe, este animal sencillo se nos llena de simpatía.
Es
nuestro posible salvador. Y ni siquiera lo sabíamos.
¿Lo
sabrá él? Tal vez eso que lo empuja a incluirnos en sus
planes
amorosos sea tan sólo un instinto, una pulsión, un
mensaje
callado viajando en su sangre?
Porque
si ya es difícil pensar en este amor apasionado hacia un cangrejo,
lo
poco que sobresale de las capacidades limitadas de nuestro cerebro se
niega con
mayor razón a aceptar fácilmente el enamoramiento
del cangrejo
hacia el hombre. Siendo el hombre tan desproporcionado en
todas sus cosas, tan
dado a pensar que él es el centro del universo.
Nos
duele comprender la posibilidad de que exista un ambicioso plan amoroso en
el
que este tipo de seres incluya a los humanos. Un plan a muy largo plazo,
un
método creativo dirían otros, para asimilar en su vida
milenaria
a ciertos amantes de especies diversas, casi todas más
inestables y
efímeras. Como nosotros.
Siempre
es cruel y hasta triste aceptar que la sobrevivencia del hombre
es
frágil. Y que tal vez tan sólo gracias a estos cangrejos que no
lo
son y a su biología empecinada en durar será posible que
algo
de nosotros continúe en este mundo dentro de miles de
años. Pero
no nos pongamos melancólicos que según parece eso
hace
daño, mata silenciosamente a las células y acrecienta
el
deterioro invisible de la vida. Vayamos mejor al paisaje conmovedor donde
esta
extraña historia de amor y de perpetuación de una
especie, o de
dos, comienza. Una playa de Nueva Inglaterra en la plenitud del
verano.
La
orilla del mar, aquella tarde prolongada de junio, está llena de
viento
y luz. Un hombre solo camina sobre la arena. Pero su soledad
está
poblada por todo lo que hierve en su cabeza. La soledad de un
artista
está siempre habitada por el mundo. Y por las obsesiones creativas
que
siempre lo empujan a relacionarse con la materia de manera peculiar:
piensa en
ella como eso que pronto él convertirá en obra. Un
artista solo,
caminando en la playa, va acompañado siempre por mil y un
sueños
a punto de tomar una forma.
Y
dicen
que algunas personas extremadamente sensibles son capaces de oler
ese
estado de fermentación en una persona, de la misma manera que
ciertos
animales huelen cuando una hembra de su especie está embarazada
o
está en celo. Imaginemos entonces que este artista solitario en la
playa
camina con esa multitud de su cabeza al aire, y que desde lejos se
puede oler o
ver incluso su condición de alta creatividad desbordada.
Esto merece ser
anotado porque podríamos suponer que las huellas de
aquel artista en la
playa eran seguidas desde el agua por una multitud de
miradas escondidas.
Aunque no sean en realidad miradas. Son sensores
extraños para nosotros.
El artista entonces no estaba solo por dentro y
no estaba solo por fuera,
aunque lo hubiera parecido si en ese momento se
tomara una fotografía.
Por eso se dice que la fotografía en
muchas ocasiones miente porque se
detiene en lo más evidente.
Qué sólo otras artes son
capaces de mostrar verdades más
profundas de la existencia. Qué
por eso existen y persisten modos
artísticos como la poesía y la
escultura no realista, por
ejemplo.
Las
miradas, o sensores, que escondidos perciben al artista desde la orilla
turbia
del agua pertenecen a este extraño animal que tiene cinco pares
de algo
parecido a ojos en cada uno de sus cuerpos, con funciones
distintas. Y son
cientos o miles de cangrejos los que parecen esperar una
señal para
salir del agua. Algunos de sus ojos están capacitados
para
ver a través de la penumbra submarina, densa de arena flotando.
Tal vez
algunos otros son capaces de ver o sentir cualidades o cosas,
o
fenómenos, que ni siquiera imaginamos. Hay quien sostiene que la
misma
forma de caminar del artista en la playa, los gestos de sus manos
tocándose
la cara o la cintura, pudieran ser para los cangrejos herradura
códigos
secretos del amor, un lenguaje imperceptible para los ojos
humanos.
Es
muy
lógico pensar que estos hipersensibles cangrejos sean capaces
de
reconocer la disponibilidad biológica de otras especies
para
reproducirse, incluyendo tal vez a los humanos. O tal vez son más bien
son
capaces de reconocer nuestra disponibilidad, que nosotros
mismos
desconocemos, para entrar en sus planes genéticos. ¿Cómo
lo
hacen? No lo sabemos todavía.
Desconocemos
hasta lo más elemental. Es un hecho que no acabamos de
estudiar y
comprender cómo se comunican estos animales sus propios
deseos. Se ha
querido aplicar a ellos la teoría de los feromonas: de las
esencias
glandulares que generamos y lanzamos al aire, o al agua, cuando
la
pasión llena nuestros cuerpos y se sale de
ellos.
Imaginemos
entonces a este artista en la playa desbordando por todos sus poros un
tipo
especial de feromonas creativos que, por alguna razón
más o menos
desconocida, enloquece de inmediato a todos los miles de
Limulus bajo el
agua y los obliga a salir para llamar su
atención y seducirlo. Y lo
logran. Los Cangrejos herradura producen un
espectáculo que es como un
canto de sirenas al que no podrá ya
nunca escapar este artista.
Ellos
tal vez nunca lo sabrán o insisten en mostrar que no les interesa
pero
este artista se llama Brian Nissen. Ya él había
encontrado en la
misma playa, en otra época del año, los caparazones
que estos
cangrejos abandonan cuando tienen sus mutaciones. Una evidente
forma de
sartén honda que, hace varios cientos de
años,
extrañamente despertó en la imaginación de
un
isleño nostálgico de los animales de su lejana tierra
británica
la imagen de una herradura de caballo. Sir Walter Raleigh,
mientras cazaba
orquídeas en América para venderlas por
montañas de
oro a excéntricos coleccionistas de flores, lo
llamó Cangrejo
Herradura. El único indicio que nos queda es la
apariencia de la
orilla del caparazón del Limulus que parece
una gran
herradura. Pero nunca sabremos con absoluta certeza cómo
cruzaron en
aquellos momentos por su cabeza nostálgica unos caballos
corriendo y
dejando sus huellas sobre la playa.
En
cambio, Brian Nissen nos ha dejado ver en su obra todo lo que pensó
en
aquel momento que descubrió a los Limulus. Sus
esculturas,
collages y dibujos son testimonio fértil de aquel encuentro. Y
su
interés por el caparazón se multiplicó aquel
día
cuando llegó la noche y la luna llena puso un velo
resplandeciente sobre
los ojos de aquellos Limulus sonámbulos.
Entonces miles de ellos
salieron del agua ofreciéndose en
espectáculo al artista
feromónico, al que seducían de una
manera absolutamente
exhibicionista: haciendo el amor ante sus ojos humanos,
demasiado humanos.
Mirar es
parte
del acto amoroso. Admirar y ser admirado es esencial entre los
amantes.
Especialmente para estos arácnidos marinos acangrejados cuyos machos
no
tienen órganos sexuales que puedan visitar por dentro los cuerpos
de sus
hembras. Se dice de su sexualidad que es externa. Lo
que
comunmente sucede muy adentro, en su caso se lleva a cabo fuera de su
teatro
natural: la entraña femenina. Su práctica sexual pone en
un
escenario lo que por principio debería hacerse off
scene:
por eso es obscena. A la vista
de
cualquiera.
Este
Cangrejo herradura, que escondido siente desde el mar al artista
caminando
tiene muchos ojos o pseudo ojos especiales para percibir
cosas
increíbles, francamente inverosímiles. Un primer par de ellos al
frente
para captar rayos ultravioleta como los de la luna llena a
través
del agua. Son ojos que marcan como reloj biológico su tiempo de
salir
del mar a aparearse.
Tienen
un segundo par de ojos a los lados, compartimentados como los de las
moscas.
También tiene otros fotorreceptores en la cola, aparentemente
muy
rudimentarios y de utilidad algo desconocida. Tal vez sean ojos
sexuales,
órganos para percibir amorosamente los huevos que la hembra
deposita.
Ojos que miran deseosos los huevos que el macho fertilizará
poniendo
encima su semen ligeramente azulado, como lo describen algunos
recordando que
la sangre de estos Limulus tiene componentes
químicos que la
vuelven diferente a la de muchos animales: azul y no
roja.
La
luna
llena parece ser señal de emergencia amorosa para algunas
especies.
La luna y por lo tanto la marea. Los Limulus son
especialmente
sensibles a la luna llena de primavera que llega una sola vez en el
año.
La más alta marea la acompaña: con ella pueden
depositar sus
huevos en un lugar alto de la playa. Y el mismo magnetismo que
reina entre los planetas
y mueve el agua del mar, ejerce sobre las partes
líquidas del cuerpo
humano un despertar callado, un ascenso del
nivel de flotación de sus
deseos. La luna llama a la sangre animal que
nos habita. La levanta hacia el
cielo y la hace casi aullar acelerando sus
latidos.
Así
que nuestro artista caminando en la playa lanza varios mensajes con su
cuerpo
distraído: una alta marea de la sangre, una intensa
secreción de
feromonas, una preñez de creatividad en su cerebro y
sus manos, y
quién sabe qué tanto más que no sabemos.
Esta
misteriosa convergencia de eventos hace que el ritual comience. La misma
luna
y, queremos creer, la presencia del artista, levantan la sangre
observadora de
los Cangrejos Herradura y salen del mar para reproducirse en la
playa de manera
espectacular. Nadie puede ser indiferente a lo que ahí
es posible
observar con o sin detenimiento. Nadie puede escapar a esta
escena off sea: ob
scena.
Miles
y
miles, tal vez millones de caparazones fuertemente enlazados se
mueven
lentamente en la playa, se alejan un poco del mar. No se sabe
adónde
van, dónde se detendrán y de dónde vienen.
El
ruido del mar cambia al estrellarse una y otra vez con estos
caparazones
semihuecos en vez de la playa lisa: miles de pequeños tambores en
las
manos del mar repetido. Aquí y allá casi se
escuchan
también, infinitamente leves entre los tambores, los golpeteos de
unos
caparazones contra otros. Y las patas y tenazas moviéndose en
su
amontonamiento de muchedumbre.
La
música de estas imágenes es leve pero intensa y cubre
el
horizonte, parece venir desde todos los rincones que nos rodean. Cuentan que
con
creativa fidelidad un compositor contemporáneo, canadiense
de
Halifax, Nova Scotia, pero habitante de Delaware Bay, Lemuel Gardner,
reprodujo
esta peculiar escena sonora. Compuso una obra llena de drama y misterio,
Limulus,
Eros Agonicus o Los sufrimientos amorosos del
Limulus, para
veintisiete cellos y veintisiete tamborines.
Quienes
han tenido el privilegio de oírla, si es que existe, la describen
como
una experiencia más allá de lo erótico: los
instrumentos
de cuerda acelerando sus desgarraduras breves y creando una
respiración
detenida, una nota continua y creciente formada de
imperceptibles
intermitencias. La fuerza de esa ola sube como las mareas. Los
tambores sordos
la acompañan, apenas conmovidos por las puntas de los
dedos caminando
tumultuosos sobre su piel tensa. Las cuerdas se vuelven como
voces y su lirismo
se acentúa haciendo de todo un canto adolorido.
Un lieder animal. Una
canción de amor natural,
apasionado y sufriente.
Imaginemos
al artista caminando embebido en esta música natural,
embriagado por
ella y también por el despliegue de formas misteriosas que se
mueven en
la playa ante sus ojos. Miles de bóvedas
hundiéndose y saliendo
de la arena. Miles de ampollas anhelantes. La escena misma
seduce por su
estética más que por su contenido funcional. En
las formas
está evidentemente la fuerza que atrae al artista. Los
peculiares
feromonas de los cangrejos hacia los humanos son
estéticos, son
visibles, operan por los ojos considerándolos por lo
tanto
órganos sexuales. Haciendo de ellos perceptores de
formas
magnéticas, seductoras, envolventes.
Tratemos
de imaginar lo que ve Brian Nissen: Cada hembra
Limulus
es
cortejada por decenas de pretendientes masculinos. Normalmente
más
pequeños. Estos desarrollan en su adolescencia, a los tres
años
de vida, un par de pinzas especiales para atrapar el caparazón
de la
hembra y atarse a ella mientras sale del agua. Las hembras avanzan
acarreando a
sus suspirantes. Uno detrás de otro, hasta nueve en una
línea.
Parecen collares que se arrastran sobre un ancho cuello de
arena. Las hembras
llegan hasta las huellas húmedas de la marea
más alta. Ahí
se hunden en la arena. Sus pinzas poderosas las
ayudan a cavar hondo.
Desaparecen a medias y se convulsionan discretamente.
Están expulsando
de sus cuerpos miles de pequeños huevos
verdes. Cada uno pequeño
como grano de arena. Hacen un nicho o nido,
lo llenan de huevos y hacen otro al
lado
inmediatamente.
Sobre
ellos se avalanchan los machos, que ya habían sido llevados por
las
hembras para cubrir todos los huevos con su semen. Van de hueco en
hueco
dejando lo suyo. Ahí, en la arena, ellos se
extasían
distribuyendo sus líquidos fértiles. Lo que no cubrió
el
primero es humedecido por el segundo o por el tercero o por el cuarto o por
el
quinto. Las hileras de machos se precipitan sobre los huevos como si
tuvieran
una prisa infinita. El rasgo masculino distintivo de todas las
especies
animales parece ser esa prisa, esa impaciencia por desparramarse. Los
nidos son
cubiertos de arena y sobre ella una nueva capa de huevos es
depositada. Un
señuelo, tal vez, que desvíe a los
depredadores.
Por
algunos instantes, una ola de semen de cangrejo herradura cubre las playas
del
Atlántico americano esa noche y huele de manera peculiar desde
Nova
Scotia hasta Yucatán: es la noche de los cangrejos. Se extiende
en el
horizonte hasta que se mete la luna llena al mar para pasar el
día.
Cuando sale el sol ese olor no cesa. Se reseca un poco y huele
más. El
sol es peligroso para estos animales. Si se descuidan los
reseca. Algo que le
pasa a algunos cangrejos pero no a los arácnidos
comunes, cubiertos de
una membrana aislante que no tiene su pariente el
Limulus.
Por
eso
antes de que salga el sol los cangrejos machos se sueltan y van
regresando
uno por uno al fondo obscuro de donde salieron. >El collar inmenso sobre
la
playa se desgrana y vuelve a esconderse atrás y abajo de las
olas. Como
piedras que cayeran de nuevo al fondo del agua después de
haber flotado
misteriosamente en ella.
En
otros catorce días, durante la luna nueva, cuando la marea suba de
nuevo
hasta los huevos fertilizados, estos habrán crecido muchas veces
y se
habrán convertido en miles de pequeños cangrejos
que
correrán torpes por la playa con deseo instintivo de conocer el
fondo
del agua.
Lo
que
hemos visto a través del artista en la playa de Nueva Inglaterra
fue
muchos siglos antes descrito en las leyendas de los primeros habitantes
de las
costas americanas. Lo han incluido en sus mitos los antepasados de
las tribus
Algonquian de Nova Scotia, pero también los Winnebago.
Dicen que esto
que ya reconocemos como una asamblea de animales
parecía a sus ojos uno
solo y lo llamaban Dixanagat, la
bestia del arco iris de la noche, habitante
de los inframundos
submarinos, que una vez al año sale a pronunciar su
nombre de mil
sílabas para que no se le olvide al mundo.
"Un
sólo animal extendido a lo largo de la arena hasta donde la
vista
alcanza, cubierto de escamas como una serpiente, plano como una lengua pero
con
jorobas leves. Lengua que deja luego en la playa una saliva verde de la
que
saldrán miles de pequeñas almas con patas, que
regresarán
al mar."
Mirando y siendo mirado, el Cangrejo
Herradura hace el amor con los de su
especie. Pero al mismo tiempo hace una
amplia danza del amor con las otras
especies que podamos verlo. Recordemos que
su sexualidad es externa. En
aquella noche esa era su manera de
incluir al artista en sus radicales planes
amorosos. Al mirar y ser mirado con
intensidad, y luego al realizar una
obra que transforma la anatomía del
animal, ya estaba el artista, sin
saberlo, acoplado simbólicamente como
cangrejo
milenario.
Virtudes de la rareza
Todo lo que
no
sabemos del Limulus nos permite elucubrar ampliamente sobre
lo
que aquí sostenemos: que este escultor está siendo
utilizado
sexualmente por el animal y no lo contrario. Pero lo que sabemos
es
también fundamento de nuestra hipótesis. Hemos hablado de
su
sexualidad. Todo sucede fuera de su cuerpo y eso hace posible que
suceda
también en la mente y las manos de Brian
Nissen.
¿Podríamos llamar también bigamia el hecho de
copular
simultáneamente con dos especies distintas? El Limulus
sería
entonces bígamo con el hombre, practicante discreto de una
acentuada
bestialidad a la inversa
La
química de las sustancias amorosas del Limulus
no ha
sido
la más estudiada de las partes de su cuerpo. Sí lo ha sido
su
sangre, que es azul. Porque su componente principal es el cobre y no el
hierro,
que la haría roja, como la
nuestra.
Su
sangre ha sido estudiada porque ha resultado ampliamente útil a
los
humanos. Y lo ha sido en delicados asuntos de supervivencia. Pensemos
solamente
que si ha sobrevivido tantos años es por algo que funciona
extremadamente
bien en su organismo.
Aunque
acabo de leer lo contrario: que es un animal tan frágil que resulta
un
milagro que siga vivo. Quien escribió eso era un
científico que
trató de experimentar con ellos. Los atrapó en
cantidades
sustanciales y los mantuvo encerrados en un tanque, todos juntos. Uno
de los Limulus
murió y rápidamente fallecieron
todos. La muerte los
alcanzó antes de que les llegara el rumor del
primer deceso.
El
científico tenía razón al afirmar que
mueren
fácilmente. ¿En qué se equivocaba? En pensar que su acto
de
tenerlos prisioneros no era un factor determinante en la plaga que
los
exterminó. Tal vez la mirada misma de ese científico fue la
plaga.
Recordemos que los Limulus ven de maneras que no acabamos
de
entender y que ven cosas que no sospechamos. Tal vez por los ojos, como
tienen
tantos, les entra lo malo y los Limulus hacen honor,
mejor
que nada ni nadie, a la expresión: tener mal de ojo. Y
fue
precisamente estudiando durante años los impulsos eléctricos
que
surgen de los ojos del Limulus y que corren a
través del
nervio óptico, dos científicos, avanzaron tanto en
sus
investigaciones que obtuvieron el Premio Nobel de Medicina en 1967. El
doctor
sueco Ragnar Granit y el norteamericano Keffer Hartline
desentrañaron en
lo extremadamente primitivo de nuestro cangrejo una parte de lo
terriblemente
complejo de nuestra existencia humana. Y no cabe duda de que
por los ojos estos
cangrejos tienen todavía mucho que decirnos.
Pero
regresemos a su sangre azul, que se coagula a la menor amenaza. La
sangre
cangrejera de este animal reacciona violentamente a tantas de sus
amenazas
externas que los científicos decidieron usarla para detectar
agresores
sanguíneos. Y así con el líquido azul de este ser
se
detectan enfermedades más rápidamente que con cualquier
sustancia
humana o de otro animal supuestamente más evolucionado.
Su
reacción tan gprimitivah con frecuencia nos salva.
¿No
será una necedad seguir pensando que es más primitiva
que
nosotros? ¿No es posible que el Limulus nos
esté
observando y estudiando con más certeza que nosotros a él? Que
su
coagulación tan útil sea un gesto que nos regala: un acto
de
generosa nobleza. En todo caso, este animal que reacciona
defendiéndose
rápidamente de las bacterias que podrían aniquilarlo
y de otras
infecciones nos permite detectarlas y por lo tanto evitar que
nos ataquen
fatalmente. La industria farmacéutica lo utiliza para
probar todas las
sustancias inyectables y no han encontrado más
confiable animal para
depositar su confianza. Durante algún tiempo se
usó conejos en
estas pruebas. Los cangrejos herradura, con su sangre
lenta hasta la segura
coagulación, han ganado, como en la
fábula de la liebre y la
tortuga, esta carrera de heroísmo. Los
científicos dicen que
nuestros animales no sufren en sus laboratorios y
que son puestos en libertad
después de haber tomado un poco de su
sangre. Y parece que eso
está bastante controlado. Son donadores de
sangre involuntarios. La
sustancia hipersensible que les arrebatamos de su
cuerpo, para sorpresa de muchos,
es responsable de que se puedan usar en
nosotros todo tipo de
antibióticos inyectables. Pero también
se usa para asegurarse de
que las jeringas mismas son seguras. Hasta los
corazones artificiales y las
válvulas de transplantes pasan por esta
prueba del
cangrejo que en realidad se llama LAL: Limulus Amibocyte
Lysate.
Palabras que a los ciudadanos comunes nos parecen de una
fórmula
mágica. Cuentan el caso de una vasectomía que fue hecha
con
prueba de cangrejo, pero sólo en la mitad del cuerpo. Uno de
los
testículos operados evolucionó normalmente y el otro
se
convirtió en una especie de Limulus de dos
caparazones,
pero lleno de agua. Lo llaman hidrocele. Y dicen que
duele
muchísimo. Un testigo dijo que es como cuando una docena de
maleantes
atacan en la calle a una persona y le dan patadas en los testículos.
Los
médicos y sus asistentes y los asistentes de los asistentes,
quienes de
verdad llevaron a cabo la operación mientras los otros
descansaban, han
olvidado completamente o no quieren decir, en cuál de
los dos aplicaron
la famosa prueba del cangrejo. Si lo hicieron en el
testículo enfermo es
una novedad que debe ser estudiada. Pero
también una responsabilidad de
la que se les pueden pedir cuentas claras. Si
aplicaron los humores del
cangrejo en la mitad sana, tal vez en la
reproducción misma de ese
hombre veamos más tarde huellas
cangrejeras que podrían dirigir
nuestra propia evolución hacia un
destino incierto. Hablan del
surgimiento, en hospitales de Nueva Inglaterra,
de niños con
hipersensibles ojos extraños, muy laterales y
muy pequeños. Y
otros con ojos en el cuerpo que al principio
parecían berrugas,
acné, o piquetes de mosco. Una leyenda afirma
que ha surgido cerca de
Delaware Bay una generación de niñas
con cola rígida, como
la del Limulus. Nada ha sido
comprobado y es muy difícil que lo
sea. Es recomendable atenerse en
todo esto a lo que vemos más que a los
sueños vertiginosos de
varios médicos extremadamente precavidos.
Todo tipo de vacunas que
hemos administrado a nuestros hijos (contra la
hepatitis, la meningitis,
la viruela, la rubiola, la difteria, el
tétano, etc.) pasó
por el control del Limulus. Lo mismo que
todos los
adminículos de la ortodoncia, el agua de las diálisis,
las inyecciones
en la columna para bloquear el dolor de las parturientas, la
insulina de
los diabéticos, las prótesis ortopédicas y los
clavos
de titanio que se introducen en los huesos. La prueba del
Limulus se usa
también para detectar sustancias contaminantes y
peligrosas en carnes y
mariscos, en lácteos y en todos los productos
congelados. Pronto
servirá para detectar sistemas de infecciones por
hongos, las
fungemias tan frecuentes después de las
intervenciones
quirúrgicas. Recientemente se ha descubierto que nuestro cangrejo
es
útil para diagnosticar la leucemia. Y lo que es más
prometedor de
sus virtudes es que gracias a este cangrejo que no lo es, se
experimenta en
novedosas terapias a base de endotoxinas que inhiben el
crecimiento del
cáncer. También ha resultado muy útil para
detectar
enfermedades gástricas, anemias y hasta desordenes mentales
relacionados
con la vitamina B12. La que es localizada con velocidad por la
misteriosa
sangre del Limulus. Otra sustancia de su cuerpo,
la
quitina (chitin), ayuda a cicatrizar las quemaduras
graves
y las cicatrizaciones difíciles. Ha reducido el tiempo
de
curación en un treinta y cinco o cincuenta por ciento. Desde la
piel
hasta la sangre tenemos intensa ayuda de nuestro atípico cangrejo
para
conservar nuestro cuerpo. Lo llevamos dentro mucho más de lo
que
pensamos. Es tan raro y tan lleno de virtudes el inquietante
Limulus, que se ha
metido plenamente en nuestras vidas. Casi no
sabríamos qué hacer
sin él. Un científico de Warwick, de
nombre John y apellido King,
homónimo de ciertos grandes cangrejos
de mares fríos,
publicó hace poco un artículo
polémico donde sostiene que
ya dependemos en exceso de este
arácnido del que sabemos menos de lo que
creemos. Otro científico, de
apellido Smith y de nombre Stephen, pero de
sobrenombre Spider (araña),
conocido como el doctor
araña escribió que los
Limulus tienen un plan
callado para infiltrarse en todos los rincones
vitales de nuestra especie y
poco a poco destruirla. La guerra de los
Cangrejos Herradura, según
él, ya ha sido declarada y estamos a
punto de perderla sin siquiera
haberla peleado. Según los
médicos que lo atienden, el hecho de
que el doctor Spider haya sido recluido
en una institución mental con
diagnosis de aguda paranoia no evita
que tenga algo de razón al decir
que deberíamos examinar
más de cerca esta dependencia. Algo
interesante en lo que aquí
nos ocupa es que el doctor Spider tuvo su
última crisis justo
después de haber visto algunas de las
esculturas de Brian Nissen
dedicadas a estos cangrejos. ¿Qué vio
en ellas que nosotros no somos
aún capaces de descifrar? Un mensaje
secreto, tal vez una
emoción tan intensa que rebasa a la razón.
Sigamos
tejiendo
nuestra tela, nuestro texto (recordemos que textil y texto tienen el
mismo
origen), saltando (como arañas de la razón)
de lo que
sabemos a lo que no podemos aún desentrañar. Son tantos
los
misterios que estos seres nos sugieren que la imagen misma de su forma se
nos
atora en la garganta. Tiene razón Brian Nissen cuando dice
que
cualquiera que vea de golpe un Limulus se puede preguntar
con
fascinada sorpresa y una pequeña dosis de horror:
¿qué
es esto? Para los científicos es evidente, por la forma de su
cuerpo,
que el Limulus es más araña que cangrejo. Es
un
artrópodo con cinco pares de patas articuladas y un esqueleto
externo.
Uno de los seres más antiguos sobre la tierra. Pariente y
tal vez
ancestro de las pocas arañas acuáticas que quedan. Y
se piensa
que las arañas fueron los primeros seres que pasaron del
agua a la
tierra. Uno de esos parientes del Limulus, la
araña de
río, vive en una especie de campana de aire que teje bajo
el agua, sin
salir jamás. La hembra le acarrea todos los
días burbujas que le
permiten respirar. En agua salada hay todavía un
tipo de araña
marina que tiene muchas más patas que cuerpo.
Sus ocho extremidades
miden casi un metro y su delgadísimo torax
menos de dos
centímetros de ancho. Tanto así que algunos de
sus órganos
vitales tienen que estar en las patas. ¿Te
imaginas traer el
corazón en las patas? Por eso mismo no es
ilógico, aunque sea
extraño, que en sus patas tengan estas arañas
todo lo relativo a
su vida sexual. Las hembras arrojan sus huevos por las
piernas y el macho los
recoge en las suyas, donde los fertiliza y los
guarda hasta que maduran,
ligados estrechamente a él con un pegamento
que él mismo secreta.
El Limulus también tiene
rarezas interesantes en las piernas: por
ejemplo, sólo puede comer
mientras camina ya que en las patas
están los órganos que le
permiten masticar. Tiene cinco pares de
piernas. Las primeras ocho le
sirven claramente para caminar mientras que las
últimas dos tienen otra
forma que le ayuda a empujarse. El macho tiene
el primer par de piernas
más grande que la hembra. Pero ella es
más grande en general y
mucho mejor proporcionada. Los cuatro pares de
piernas delanteras son
también sus quijadas. Tiene que correr
prácticamente mientras
come. Las otras piernas atrapan la comida con sus
pinzas, más
hábiles, y se la pasan a las quijadas caminadoras. La
boca está en
medio de las patas. El Limulus es tan fuerte que
es capaz de
abrir ostras para devorar su interior. Pero le encantan los
gusanos. Su
caparazón es su panacea: lo ha protegido durante todos
estos
años tanto del sol y del frío como de otros animales. Le
da
equilibrio en las mareas y con su forma de pala le ayuda a excavar su refugio
subterráneo
y submarino. Le ha permitido tal vez hivernar entre la
arena por largo tiempo.
Y esa es una de las posibles explicaciones de su
desaparición en
invierno. Son tan fugaces que ni siquiera sabemos
exactamente a dónde
van una buena parte del año. Se hunden en
precipicios submarinos
ahondando su misterio. Hay un cálculo de
cuánto viven estos
seres: quince años. Otros hablan de veinte.
Sabemos que maduran mudando
su cuerpo y que, para poder crecer, se desprenden
varias veces de los
caparazones que le quedan chicos. Las serpientes
cambian de piel, los Limulus cambian de
coraza. Pero no cada
año. Lo hacen con mayor frecuencia al ser
jóvenes y más
espaciadamente en los últimos años de
su vida. Se fugan de
sí mismos. Su madurez sexual llega entre los nueve
y los doce
años de edad. Su caparazón tiene dos partes. La
trasera es
más pequeña, es móvil y culmina con una larga
cola (telson)
dura y amenazante que en realidad es inofensiva y que le
sirve
para recuperar su posición después de haber perdido
el
equilibrio y así darse la vuelta cuando queda boca arriba en la
playa.
Una de sus principales causas de muerte es la desecación por
haberse
quedado en la playa volteado con las patas al sol, quien ya se sabe que
no
tiene piedad de estos animales humedecidos. El sol es su enemigo. No la
luna.
Su caparazón es también una sombrilla. Y si la playa
no tiene la
pendiente adecuada, su cola no puede ayudarle a voltearse y
salvar su vida. Se
sabe que la cola contiene fotorreceptores: una especie de
proto ojos que
completan una decena de órganos visuales en su
cuerpo. Es curioso que
con tantos ojos en el cuerpo, quienes le dieron nombre a
este Limulus hayan
elegido el de Polifemo, un cíclope
rabioso (con un solo ojo como todos
los cíclopes), hijo del dios
del mar, Neptuno. Limulus Polyphemus es su nombre
completo. Y
hay quienes dicen que se llama Limulus porque vive hundido
en
el limo del mar, en la arena cercana a la playa. Otros dicen que se
llama
así porque Limulus puede también significar
estrabismo.
Y estrábico es, sin duda. Arrastrado en el lodo, vizco
y
monstruoso, son las únicas cualidades que quienes lo nombraron
quisieron
destacar. ¿Sería ilógico que quisiera vengarse
de los
hombres que tanto odio y desprecio le han mostrado? afirma el
doctor
Spider en su polémico texto, La hora y el juicio del
Cangrejo
Herradura. Fósiles encontrados recientemente, que se
consideran
originarios de hace cientos de miles de años (algunos dicen
doscientos
millones y otros cuatrocientos millones), nos muestran que
básicamente
el cuerpo del Limulus con su cola, su caparazón,
sus
extremidades, no ha evolucionado. Por eso algunos lo llaman
El
fósil viviente. Una y otra vez nos sorprende su tenaz
supervivencia. Es
cierto que no tiene enemigos naturales. Ni siquiera el hombre
ha logrado
hacerle daño capital, a pesar de que en ocasiones ha estado a
punto
de lograrlo al usarlo como carnada y como fertilizante. Hay quienes
dicen
haberlo comido y que su carne, de verdad muy escasa, es más sabrosa
que
la carne de langosta e incluso que la prodigiosa carne de la Centolla
de los
mares helados del norte y del sur del mundo. Pero no es
fácil encontrar
a muchas personas que lo hayan hecho. En cambio sí ha
habido en Nueva
Inglaterra quienes usan sus huevos, una vez depositados en
la playa
fertilizados y llenos de proteínas, como abono de sus
sembradíos
o alimento de sus animales. Gallinas y puercos se han
regalado el placer de
estos poderosos huevos azulados. Y dicen que mejoraron
notablemente su
apariencia: subieron de peso y de color. Y que además
les encantaba: era
Caviar de Polifemo, alimento mítico de origen
divino. Y
tal parece que los dioses se vengaron haciendo que esas gallinas
y esos puercos
olieran muy mal: olían a muerto podrido de varias
semanas desde que
estaban vivos. Y adquirían un sabor que recordaba,
según cuentan,
algo indescriptible. Dicen que los dueños de
esas granjas todavía
huelen mal, y que por eso las niñas de
esos lugares nunca encuentran
marido, a pesar de que sus padres
interrumpieron el banquete divino de sus
animales hace muchos años. Hay sin
embargo un animal que utiliza los
huevos del Limulus sin que
intervenga el instinto destructivo
del hombre: las aves migratorias que
vuelan desde Chile, desde
Centroamérica y desde México hacia
Canadá para pasar
allá el verano. Siempre hacen una escala en
las costas de Nueva
Inglaterra, a donde llegan justo cuando los
Limulus han desovado. El
mismo día. Es sorprendente la perfecta
sincronía de estos dos
actos de animales que viven muy alejados en
el espacio uno del otro y que
coinciden casi mágicamente en un
ciclo regular y fundamental en sus
vidas. Es una simbiosis natural asombrosa.
Una confluencia perfecta. Las aves
se llenan de este alimento hasta cargar
con un peso del doble o triple de su
cuerpo y continúan el viaje.
Entre un millón y millón y
medio de pájaros emigrantes
y costeros visitan cada año las
playas de Delaware Bay justo
después de los Limulus. Lo han
hecho durante siglos y
continúan existiendo. Entre los Limulus y
ciertos
pájaros parece existir una complicidad que no ha sido
aún
completamente descifrada. Hay quien ha sugerido, sin ninguna pueba
todavía, que
ambas especies se comunican de alguna manera básica
que nos resulta
desconocida. Porque su encuentro es asombroso. Pajaros y
cangrejos llegan
a su cita como si se hubieran puesto de acuerdo. La
precisa
emigración de las aves tiene un reloj que no ha podido justificarse
completamente
con la idea de que la naturaleza le da las señales
adecuadas. La
luna no es precisa aunque ayuda. Debe haber otro factor que
explique esta
asombrosa coincidencia. Algunas hipótesis de
científicos
osados parecen claramente obras de ciencia ficción.
¿Es la cola
de los Limulus un potente transmisor
enigmático, como
la ha sugerido un despreciado científico
japonés, el doctor
Ito, en varios de sus estudios sobre los rayos Gamma,
los rayos Zeta y los
potentísimos rayos Mogadorianos: determinantes del
deseo
irrenunciable que surge entre todos los animales? Aunque claro que a la
mentalidad
humana le resulte escalofriante que una especie animal entregue a
otra los
bebés de su vientre. Claro que estos son huevos:
más
probabilidades que seres. Y que las aves comen tan sólo de la segunda
capa
sobre la arena. La que sirve de distracción o señuelo
para
que las aves no coman la primera capa fertilizada y escondida bajo la
arena. Y
no sabemos tampoco qué le dan o qué le han dado las
aves
migratorias a los Limulus. ¿Existe alguna
reciprocidad?
¿Se trata de algún pacto muy antiguo que los Cangrejos
herradura
todavía respetan? No hemos encontrado siquiera un mito
antiguo que nos
hable de esta complicidad maravillosa y para algunos
aberrante. Seguimos
buscándolo. Tarde o temprano lo encontraremos. Conocer
a los Limulus es
adentrarse en un fértil misterio,
como bien lo muestran las formas de la
creatividad del artista Nissen desde
que se topó con ellos.
V
La
extraña anatomía del artista
Quienes
conocen
la prolífica y asombrosamente articulada obra de Brian
Nissen
siempre han pensado que es un artista bestialmente creativo. Nunca ha dejado
de
ocuparse de animales. Muchos de ellos prehispánicos y algunos
hasta
sinceramente míticos. Por ejemplo, una de sus más
notables
exposiciones estuvo dedicada a la Mariposas de Obsidiana, inspirado en el
poema
clasico de Octavio Paz. La mítica Mariposa
prehispánicas
tenían garras de Jaguar. Y en esa doble anatomía
poseedora de lo
bello y de lo terrible se emparenta simbólicamente con los
Limulus.
Cuando se dice exposición de su obra, al hablar de Brian
Nissen, se
está haciendo referencia a un periodo de su vida en el
sentido de mutación
de su cuerpo o del cuerpo de su obra. Cada
exposición en este artista es
como una mutación, una parte de su
anatomía que crece hacia un
lado o hacia el otro, una parte de su
cuerpo y de su cerebro que toma formas
nuevas. La formas brillantes, pero no
brillosas, que cada vez expone
públicamente a nuestros sentidos. En
toda una parte de su vida que se
ocupó de jardines, y especialmente
de esos jardines flotantes que son
las chinampas de México, se
estaba ocupando de un tipo de seres
vivientes que algo tienen de la
extrañeza animal que anima a los Limulus. Los
jardines son para
algunos de sus adeptos como animales peculiares. Y hay quien
sostiene que
todos fuimos alguna vez planta. Venimos de las plantas. Se
supone.
Nuestros Limulus ¿no son como plantas extrañas
que
caminan? Pasan una buena parte del año enterrados, como las plantas,
y
de pronto se ponen en movimiento para reproducirse. ¿No han sido
algunas
flores al viento confundidas en diversas culturas con
pájaros en celo,
aves del paraíso? ¿Y no cuenta el mismo Nissen
la historia de un
insecto que conoció en el Amazonas, que al morir
hace simbiosis con un
árbol. Al morir se fija al tronco y sus patas
traseras crecen como
raíces aéreas hasta clavarse en la
tierra: se vuelve planta.
¿No estamos confundiendo a estos
Limulus con animales cuando
en realidad tal vez sean plantas
únicas, inclasificables? Ni cangrejo ni
araña: jardín hambriento
con patas y techo y diez casi ojos. Y en
la palabra misma
Limulus está ya mencionada la tierra
fértil de las plantas, el
limo que lo sostiene aunque no lo arraiga,
como a los rizomas. ¿No
es un rizoma lo que hacen los Limulus enganchados
unos con
otros al reproducirse? ¿No es un rizoma la conección
creativa
(reproductiva) que los Limulus y Brian Nissen han
hecho ante
nuestros ojos? Examinemos lentamente con la capacidad limitada de
nuestro
par de ojos humanos esta especie de playa que es una sala de
exposiciones
donde se muestran los Limulus de bronce de Brian
Nissen. Por
extensión pensemos también en el libro que los
alberga como
una playa más, o la misma. Y una parte de la
anatomía de lo
Limulus tiene nombre relacionado con los libros:
sus agallas
parecen páginas de un libro: book-gills las
han
llamado sus anatomistas.
Vemos
caparazones que se transforman de uno a otro. Vemos muchos de ellos
reunidos,
todos diferentes pero iguales en su esencia. Asombrosa variedad de lo
mismo.
Vemos que en su interior hierve el movimiento. Dentro se agitan y se
complican
las formas que por fuera se cobijan con simpleza. Lo de adentro
y lo de afuera
se comunican por oposición inquieta. Son piernas
entreabiertas.
El
crítico de arte Damían Bayón decía que todas
las
formas escultóricas contemporáneas se dividen entre aquellas
que
son como una mano cerrada y aquellas que son como una mano abierta:
"Las
dos estructuras fundamentales bajo las que se presenta la escultura de
todos
los tiempos pueden asimilarse a lo que voy a llamar la forma en
puño
cerrado y la forma en mano abierta. Llamo puño cerrado a
aquella
presentación de la masa escultórica como plegada sobre
sí
misma. Es fácil comprender los alcances plásticos
de esta forma:
el volumen en este caso se define como una convexidad, la
luz resbala sobre
él y acusa su presencia de núcleo, de nudo
central. La forma en
mano abierta representa la otra posibilidad de la
escultura desde el punto de
vista de la masa total. En este caso, más
que la afirmación de un
volumen se trata preferentemente de la
captación del espacio.
Así, por medio de los tentáculos
de la materia esculpida se trata
de abrazar una parcela de espacio que
resulta expresiva. En general la
escultura antigua nos tuvo acostumbrados a la
escultura como una masa. Era la
expresión fundamental de la
escultura. Con los barrocos y Rodin ciertos
elmentos empezaron a volar hasta el
punto de apresar al aire como en una jaula.
La escultura abstracta no ha
hecho sino confirmar esta
expresión
aérea."
Muchas
de las esculturas anteriores de Brian Nissen pertenecen a la
morfología
del puño cerrado: heliotropos al cielo levantados precisamente
como un
puño afirmando su masa, manantiales verticales, chinampas
extendidas y
variadas, superficies atlántidas fértiles y
vitalmente
enmohecidas, mariposas de alas anchas, columnas antiguas,
misteriosas, nuevas.
Otro tipo de esculturas que él ha hecho son de mano
abierta, modelan el
aire. Extienden alas y filamentos. Pero otras de una
tercera clase están
en el límite de la mano semi cerrada y semi
abierta: por ejemplo, sus
volcanes piramidales con dedos de fuego. Del
vientre de la masa afirmada ante
la luz surge misteriosamente una fuerza
interna. Ese principio de doble
expresividad llega a una forma de mayor fuerza
con los Cangrejos herradura.
Estos
Limulus son formas de ambas especies bayonianas: manos
cerradas por un
lado y manos abierta por el otro. Manos cerradas por su exterior
misterioso y
manos abiertas desde su interior. Hay algo de volcán
dentro de ellas.
Volcanes con caparazón en vez de boca. Los
Límulus Nisseneanos son como
manos semicerradas que se
están abriendo poco a poco y de cuyas palmas
brotan hormigas:
líneas de vida inquietas, incontrolables.
Tal
vez
los Limulus de Nissen llevan genéticamente, en
su
mítica memoria animal, el recuerdo del aullido de un no
menos
mítico Perro Andaluz y el eco de una muy antigua Edad de Oro de
las
especies y de las formas, en la cual se agita algo misteriosamente
emparentado
con las hormigas que brotaban de una mano en una clásica
película
muda de Buñuel. Es interesante notar que la vida desbocada de
su
interior no necesariamente crece hacia afuera sino hacia su mismo
vientre. Lo
alimenta y ante nuestros ojos multiplica su efecto. Porque las
esculturas de
Nissen en esta ocasión son síntesis de
expresividad. No
sólo de los recursos y los lenguajes escultóricos que
ha ido
mostrando el artista a lo largo de su carrera. Son
síntesis
además de los dos principios expresivos de las esculturas de todos
los
tiempos: son una nueva especie ante nuestros ojos.
..
 
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