DEL CUERPO
Todo poema es un ámbito: un espacio que nos
envuelve, que fija un territorio imaginario donde, por un instante por lo
menos, si el poema nos toca a profundidad, vivimos plenamente.
Tres árboles.
La lluvia nos detiene bajo sus ramas. Nuestras miradas se
cruzan.
El sol sale.
La poesía nos enseña
además que el espacio es relativo: que dentro de un cuarto cabe otro
cuarto y otro más y que en los escasos centímetros de una frase
es posible atisbar continentes enteros. Incluso la materialidad más
tangible que tenemos, la de nuestro cuerpo, se vuelve un ámbito
variable: asombroso o desconcertante. De ahí que sea tan frecuente la
poesía erótica que habla del cuerpo amado como el paisaje del
mundo que el poeta recorre con placer de explorador deslumbrado.
Me pierdo entre tus brazos
y tus piernas
como quien se hunde
en un bosque
del tamaño de la noche,
perdido en ti
te encuentro.
Tu mirada me guía
hacia tus mares,
tu olor me envuelve
y me anticipa
lo que es
estar en ti,
entre los muros movedizos
que llevas dentro de tu cuerpo:
en esa cámara obscura
donde me inicias
al deslumbramiento.
Encerrado en ti
vuelo contigo.
Una literatura erótica que no
explore la relatividad de los ámbitos del cuerpo deja de lado una dimensión
importante de la vida.
Y, tal vez por la
presencia tan influyente de la fotografía y del cine eróticos,
una buena parte de la literatura erótica permanece fuera de los cuerpos,
contando (en un registro literario naturalista o realista) la exterioridad
mecánica del amor, su combinatoria visible.
Es cierto que en ello hay
un goce del desnudo. Pero con frecuencia no se toma en cuenta que el desnudo
más radical es el que vuelve visible la piel del delirio absoluto que es
hacer el amor o desearlo. El viaje alucinado que lleva a cabo nuestra semiconciencia
amante de adentro hacia afuera del cuerpo y viceversa.
Tu piel es mi piel
por un instante.
Y es mi casa
y es mi mundo.
Y esa noche
eres mi universo.
Y si salgo de ti
y te miro y te toco,
giro de nuevo
en tu fuerza,
atracción
que me trastorna:
entro al ámbito
del poder absoluto
de tu belleza.
Nunca saldré
del espacio
posesivo
de tu fuerza.
He tratado de que mis novelas sean
ámbitos más que secuencias de intrigas. He deseado que quien
quiera entrar en ellas, en sus historias, experimente las sensaciones que se
tienen al entrar a un espacio nuevo, lleno probablemente de sorpresas. He
tratado de que los espacios que describo, lejanos o cercanos, sean lugares
donde se puede sentir con primacía la espacialidad infinita del cuerpo y
de sus posibilidades eróticas. Lugares que son cuerpos. Ciudades que son
mujeres, mujeres que son ciudades: inaccesibles para el posesivo, pero muy
tangibles para el que tenga la disponibilidad abierta al placer de ver,
oír, oler, gustar, tocar el deseo; y al goce radical de comprenderlo,
aunque sea por un instante.
Siempre he relacionado a
la literatura con el asombro ante espacios nuevos. No sé con
precisión por qué. Tal vez no sólo porque antes de poder
viajar a cualquier parte la literatura me llevó a los horizontes
más lejanos sino porque, desde muy pequeño, como cualquier
niño, entraba a los libros como quien abre una puerta mágica
hacia lo inesperado. Mucho antes de ir a la escuela, de pensar en la lectura
como información educativa, mi madre me enseñó a leer por
placer compartido. Al mismo tiempo, con un libro cuya carátula era un
reloj de manecillas móviles, me enseñó a leer la hora.
Pero inmediatamente me mostró que el tiempo se detiene en nuestras
mentes cuando se lee algo que disfrutamos ampliamente: que el placer de la
lectura desafía al reloj haciendo que los minutos se vuelvan
elásticos, porosos, o lo contrario: más veloces que sí
mismos. Un rayo o un goce extenso sin medida. Y lo mismo se aplicaba al
espacio: estábamos en mi cuarto y una frase después estaba
volando sobre la bala redonda de un cañon antiguo junto al Barón
de la Castaña, o sumergido en el Nautilius, o perdido en el bosque con
Hansel y Gretel.
Pero pronto
entendería que un ámbito literario no es sólo el espacio
descrito en un cuento, sino la geografía misteriosa y múltiple
que toda literatura despierta: Después de mis primeras lecturas los
fantasmas del closet bajo la escalera se me convirtieron en misteriosos
contadores de historias. Venían de quién sabe dónde. Del
ámbito de ámbitos que es la literatura.
LIBROS | BIOGRAFÍA |
FOTOGRAFÍAS| ANTOLOGÍA | CRITICA SOBRE SU OBRA | ENTREVISTAS | CALENDARIO | MOGADOR | INICIO |