Rhonda Dahl Buchanan
Limulus:
La
aparición de un nuevo libro de Artes de México en su serie Libros de la Espiral siempre es motivo para una gran celebración porque cada
libro de esta colección incita nuestros sentidos y nos invita a mirar con
asombro las maravillas de la naturaleza y las creaciones del ser humano. En el
caso de la publicación de Limulus: Visiones del fósil viviente de Brian Nissen, mi alegría es doble porque tuve el
privilegio de colaborar en la producción de esta hermosa obra de arte. Cuando
Alberto Ruy Sánchez me pidió que le tradujera para este libro un relato suyo
titulado “La secreta seducción del cangrejo herradura”, acepté con entusiasmo
porque soy de Baltimore, Maryland, tierra del cangrejo, de los cangrejos azules
de la Bahía de Chesapeake.
Los
recuerdos más entrañables de mi niñez son de las húmedas mañanas calurosas del
verano cuando iba con mi padre y mis hermanos a sacar cangrejos del Río Seneca.
Desde un puente, bajábamos pequeñas jaulas con cuellos de pollo atados al
centro para seducir a esas criaturas en el fondo del agua. Todavía recuerdo la
emoción que sentía al levantar esas jaulas y ver adentro uno o dos cangrejos
prisioneros. Para llevarlos a casa, teníamos que darles unos segundos de
libertad efímera y dejarles salir de la jaula corriendo por el puente. El truco
era agarrarlos en seguida entre sus ojos bien separados para que no nos
agarraran con sus pinzas poderosas. Luego venía el banquete cangrejero en casa,
un sabroso “crab feast” preparado por mi madre, a quien una vez se le olvidó
tapar bien la olla de agua hirviente y se reprodujo en nuestra cocina la famosa
escena de la película de Woody Allen, “Annie Hall,” con cangrejos escurriéndose
por todos lados en vez de langostas.
Por
lo tanto pensé que traducir el texto de Ruy Sánchez sería “pan comido” para una
“niña de Baltimore”, experta cazadora de cangrejos y aficionada a su carne. Sin
embargo, todavía no había visto un verdadero cangrejo herradura, ni tampoco
había visto las esculturas de Brian Nissen de los “Limulus”, hermanos en bronce
de esa criatura milenaria. De hecho, hasta entonces mi único conocimiento de la
escultura de este artista fue una pieza fálica llamada “Katún” que vigilaba mis
sueños a la cabecera de la cama del cuarto de huéspedes en la casa de Alberto
Ruy Sánchez y Margarita de Orellana. A pesar de mi ignorancia, devoré el
relato, chupándome los dedos por comenzar a traducirlo.
En
el preámbulo de su texto, el autor le advierte al lector que le va a contar la
historia de “una seducción
trans-histórica entre dos especies” (p.21), el hombre y el cangrejo herradura.
Los que han leído las novelas de Alberto Ruy Sánchez no se sorprenderán de que
él haya escrito este relato como una aventura erótica de enamoramiento mutuo
entre un artista, Brian Nissen, y el Limulus Polyphemus, el cangrejo herradura. No sería una exageración decir
que de una manera u otra toda la narrativa de Ruy Sánchez es una exploración de
las múltiples dimensiones del deseo. Por eso, no me sorprendió tanto su
descripción del encuentro amoroso inicial de las dos especies una noche de luna llena en una playa de
Nueva Inglaterra en el mes de junio. En el segundo capítulo del relato, “Una noche
de luna”, leemos que un artista solitario, Brian Nissen, camina por la arena
con su cabeza llena de sueños y obsesiones, emitiendo de sus poros, sin
saberlo, “feromonas creativas” que enloquecen a los miles de cangrejos
herradura que han estado observándolo con sus cinco pares de ojos desde la orilla
del mar. La siguiente descripción de esta “escena obscena” me provocó la risa:
“la luna llena puso un velo resplandeciente sobre los ojos de aquellos Limulus sonámbulos. Entonces miles de ellos salieron del agua
ofreciéndose en espectáculo al artista feromónico, al que seducían de una
manera absolutamente exhibicionista: haciendo el amor ante sus ojos humanos,
demasiado humanos” (p.39). Al leer esto, pensé que otra vez el autor, quien
suele ser desmesurado en todo lo que hace y escribe, había dejado desbordar por
completo su alucinante imaginación. En los siguientes capítulos, Ruy Sánchez
describe las virtudes de Limulus, postulando que el cangrejo herradura es el
salvador del hombre, responsable por la superviviencia del ser humano a través
de un ambicioso plan que abarca millones de años. Todo eso me pareció
fascinante pero increíble, y recuerdo haber pensado, “Áay Alberto, se te pasó
la mano esta vez!” Al terminar mi primera lectura del relato, y antes de
comenzar la traducción, decidí que sería buena idea conocer mejor el cangrejo
herradura, que no tiene nada que ver con el cangrejo azul de Maryland, ni
siquiera con las otras especies del cangrejo, ya que esta fascinante criatura
es un artrópodo, pariente lejano de la araña acuática. Para mi asombro, cuando
hice una búsqueda por internet, la primera imagen que vi de los Limulus era una fotografía casi idéntica a la última que aparece
en este libro, “Luna de miel en la Bahía de Delaware” (p.119). No podía creer
lo que veía: centenares de cangrejos herradura acoplándose unos encima de los
otros bajo la luna, como una inmensa cadena de perlas sobre la arena,
exactamente como el autor lo describe en su relato. Ansiosa por averiguar si lo
que él había escrito en su cuento era una invención ficticia o se basaba en la
realidad, seguí buscando sitios a través de Google y me enteré de que la sangre azul del cangrejo herradura
es una sustancia milagrosa utilizada por médicos para prolongar la vida humana,
y que dos científicos ganaron el Premio Nobel de Medicina en 1967 por sus
estudios sobre los impulsos eléctricos que surgen de los ojos de Limulus,
detalles todos incluídos en el relato. Fue entonces cuando llegué a la
conclusión de que la realidad puede ser mucho más fantástica que la ficción.
Luego
visité la página de Brian Nissen en el internet y vi por primera vez las
fotografías de sus maravillosas esculturas: la exhibición de la Mariposa
Obsidiana, inspirada en un poema de
Octavio Paz, la serie dedicada a la isla mítica de Atlántida, y otra que es un
homenaje a las Chinampas de Xochimilco, pero fueron las esculturas de Limulus
las que más me llamaron la atención. Al mirar las fotografías de aquellas
curiosas formas en bronce, que me parecían “un baile inmóvil” (metáfora de
Pablo Neruda en su “Oda a la cebolla”), pude entender por qué Ruy Sánchez se
refiere a las exposiciones de Nissen como “una mutación” (p.106). En el último
capítulo de su relato titulado, “La extraña forma del artista,” el autor
describe las esculturas de Limulus de la siguiente manera: “Vemos caparazones
que se transforman de uno a otro. Vemos muchos de ellos reunidos, todos
diferentes pero iguales en su esencia. Asombrosa variedad de lo mismo. Vemos
que en su interior hierve el movimiento. Dentro se agitan y se complican las
formas que por fuera se cobijan con simpleza. Lo de adentro y lo de afuera se
comunican por oposición inquieta. Son, conceptualmente, piernas entreabiertas”
(p.109).
Al ver las creaciones
cangrejeras de Brian Nissen, primero en su página electrónica y luego en este
libro, pensé que Ruy Sánchez tenía razón, solamente un hombre enamorado hasta
el punto de la obsesión podría haber esculpido estas magníficas criaturas que
captan la belleza en lo bestial. Y cuando finalmente tuve el placer de hablar
personalmente con el escultor por teléfono para consultarle acerca de la
traducción, nuestra primera conversación confirmó lo que yo había intuido, que
Brian Nissen es un hombre tan encantador que sería capaz de seducir a
cualquiera, hasta a un cangrejo herradura, por lo tanto la idea de una
seducción mutua entre este artista y un cangrejo no es tan inverosímil.
Y
mientras estamos hablando de la seducción, tengo que hacer mi propia confesión:
al traducir este libro, yo también fui seducida por el cangrejo herradura.
Entonces lo que comenzó como un enamoramiento mutuo entre un artista solitario
y Limulus se multiplica de infinitas maneras. Juntos formamos una larga cadena
que comenzó el día en que Brian Nissen vio su primer cangrejo herradura en la
playa y sintió el impulso amoroso de transformarlo “en una nueva especie”
(p.112). Luego involucró a su amigo Alberto Ruy Sánchez, haciéndole cómplice en
esa aventura erótica. Y éste me invitó a engancharme en el acto, y al traducir
su texto en punto de cadeneta, me metí bajo su piel, y bajo la piel de Brian
Nissen, y finalmente bajo el caparazón de Limulus, pero la historia no termina allí sino con los lectores
de este libro que ahora tienen la oportunidad de compartir nuestra “orgía”
cangrejera y culminar bajo el hechizo del fósil viviente: Limulus.
Presentación de
Feria Internacional del Libro.
Guadalajara,
2 de diciembre de 2004
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