Alberto Ruy Sánchez

LA OCA LOCA

LOCALIZADA

Cualquiera pensaría que cuando uno despierta el día comienza pero no es cierto.

 

Una oca loca me perseguía locamente. Subí a los árboles más altos, nadé en ríos que desembocaban en lagos subterráneos, siempre la oca me siguió. De la noche al día brincaba tras de mí como quien salta un río pequeño sin mojarse.

 

Pasé por sembradíos de maíz que la oca arrasaba como tractor enfurecido. Pagué para que la cazaran y fui estafado cien veces. Pedí auxilio pero nadie creía que la oca pudiese hacerme daño.

 

Entonces dudé y me detuve.

 

La oca pasó de largo pidiendo auxilio; detrás de ella venía un camello sediento y sobre él un árabe demasiado occidental para ser cierto. Iba gritando:

 

"Arre elefante arre. Arre camello, arre dromedario, arre burro. Arre perro arre. Arre gato…"

 

Lo que asustaba más a la oca y daba al camello suficiente inseguridad como para no detenerse a pensar si era burro o dromedario, o lo que su jinete fuera gritando en ese instante.

 

Por mi parte, también quedé descontrolado hasta la ignominia (palabra utilizable sólo en casos de verdadera desesperación).

 

¿Qué sucede aquí?

 

¿Qué me sucede?

 

Tenía que averiguarlo. Un amplísimo abanico de posibilidades se abrió ante mis ojos:

 

A: La oca me seguía despiadadamente cuando fue vista por esos dos habitantes del desierto, quienes inmediatamente decidieron salvarme y se pusieron a perseguir a la oca.

 

B: Ninguna oca me ha seguido nunca. Todo fue un delirio paranoico.

 

C: Alguna oca me siguió algún día y la perdí al huir magistralmente. Pero al ver otras ocas en otros lugares pienso que es la misma.

 

D: Estoy en la ruta de las ocas que emigran al sur.

 

E: Sólo hubo una oca, las demás fueron patos.

 

F: Yo y el árabe (y el camello) somos parte del delirio paranoico de una oca.

 

G: En realidad el árabe me segía a mí pero se confundió con la oca.

 

H: la oca venía siguiéndome para que la ayudara a deshacerse del árabe que la acosaba.

 

I: La oca venía siguiéndome para esconderse detrás de mí (he engordado últimamente y ella lo notó).

 

J: La oca venía siguiéndome para decirme que tuviera cuidado con un árabe peligroso (por ser cazador de ocas) que anda suelto.

 

K: Por lo cual deduzco que la oca piensa que yo también soy una oca. Y tal vez piensa que somos hermanos.

 

L: La oca creía que el camello de verdad se transformaba a cada grito del árabe y corría con la esperanza de que se convirtiera en algún animal fácil de vencer, para luego comérselo.

 

M: La oca corría para llevar al camello hasta la guarida donde la esperaban sus hambrientas oquitas, listas para saltar sobre él y devorarlo.

 

N: El árabe perseguía a la oca para preguntarle dónde estaba el lago más cercano y poder calmar la sed de su camello.

 

O: La oca notó la sed del camello pero no tenía idea de dónde estaba el lago y estaba sefura de que yo sí sabía.

 

P: La oca es un oasis en la mente del camello.

 

Q: Yo soy una oca en la mente de la oca, que se cree camello hambriento, devorador de ocas.

 

R: La oca está loca y la razón de su sinrazón se me escapa entre más rápido corro. Me voy volviendo oca y loca. Y sin tener ninguna razón de ello.

 

S: …eeeee…Al llegar a la posibilidad S me distrajo el ladrido de un perro. Se oía atrás de mí, a lo lejos, por la izquierda. Se fueron acercando y rápido pude distinguir a un árabe montando a un perro. ¿Pero y la oca? Entonces supe que la ondulada posibilidad S era la justa: Me acarició con sus alas.

 

Me graznó al oído el mito de Zeus y Leda. Me dijo que en realidad Leda había sido Oca y que luego Zeus cambió toda la historia. Me contó todos los detalles como si hubiera estado ahí. Todas las alegrías de esos amantes oca/sionales. Me convenció.

 

Ave del paraíso.

 

Me cubría todo, absolutamente todo el cuerpo. Aleteaba, sin soltarme, como queriendo elevarnos. Luego apretaba las alas contra mis costados y me hundió en ella como cabeza de cisne en al agua. Movía el cuello como serpiente y yo estaba también dentro de su cuello. Me acariciaba con las plumas los hombros hasta hacerme sentir que eran mías, que me crecían de pronto.

 

¡Daba vueltas!

 

Todo sucedió en la presencia del camello y de su árabe, más tranquilos de ánimo y ya descansando desde que supieron que esta persecución, este sueño, me pertenecía.

 

Al llegar el día, cuando cantó el gallo, no pude evitar mezclarlo y confundirlo con el grito alegre de todas mis ocas.

 

Parecía que el sueñó se estaba diluyendo en la luz del día, pero…las piernas pegajosas, el vientre mojado, las sábanas con círculos y el olor seco del semén…

 

Cualquiera pensaría que cuando uno despierta el día comienza pero no es cierto.

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*Este cuento obtuvo el Primer Premio en el Concurso Literario Universidad Iberoamericana ,  México 1973.


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