Oumama Aouad Lahrech

 

 

MOGADOR,

PUENTE COLGANTE

ENTRE LAS DOS ORILLAS

DEL ATLANTICO

 

 La esencia del hombre es el deseo 

Baruch Spinoza

Cuando en el invierno de 1975, huyendo del frío parisino, Alberto Ruy Sánchez emprende un viaje a Marruecos, está lejos de imaginar lo que va a descubrir: «una ciudad amurallada, mágica e inaccesible» (Cuentos de Mogador, p.45). Está lejos de imaginar la seducción que Essaouira-Mogador va a ejercer sobre él, apoderándose de su imaginario hasta tal punto de convertirse en el centro de sus relatos (Los nombres del aire, 1987, Cuentos de Mogador, 1994 y En los labios del agua, 1996) y seguir inspirándole la escritura de otras dos novelas previstas para constituir una tetralogía sobre «la blanca ciudad flotando en el mar» (Los nombres del aire, p. 45).

   ¿Cómo explicar pues, la fascinación que Mogador ejerce en el escritor mexicano? Sin pretender racionalizar uno de los aspectos más secretos de la creación literaria, se puede entender dicha fascinación, entre otros factores más o menos conscientes, más o menos racionales, porque Mogador en particular y Marruecos en general le revelan a Ruy Sánchez las raíces árabes y musulmanas de su propia identidad.

   En efecto, aunque ocultas -o más bien ocultadas-, las venas árabe-islámicas son un componente no despreciable de la cultura mexicana, y ello desde la colonización española. El 12 de octubre de 1492, cuando los conquistadores, originarios en su mayoría del sur de España, de Andalucía y Extremadura, desembarcan en América, Granada, último reducto de la España musulmana está en manos cristianas desde apenas unos meses, desde exactamente el 2 de enero del mismo año. Ahora bien, los conquistadores, sean cristianos viejos o conversos, convertidos a la fuerza, criptomusulmanos o criptojudíos, son todos portadores de la civilización de al-Andalus que ha resplandecido durante ocho siglos sobre la Península ibérica.

   La presencia de referentes árabe-musulmanes resulta en gran parte de la participación física de los moriscos en la aventura colombina. Sabido es que entre los conquistadores, no pocos seudo-conversos, de origen judío o musulmán, toman el camino del exilio hacia tierras lejanas huyendo de la feroz represión que reina en la España cristiana. Dado que Cristóbal Colón pensaba llegar a Extremo Oriente, parte de ellos tentaron su suerte en la aventura colombina, con el secreto deseo de radicarse en tierras del Islam. Además, recientes investigaciones muestran la participación de mujeres moriscas en la conquista del Nuevo Mundo, donde habrán dejado a vástagos, además de sus huellas culturales.

Esta digresión de orden histórico me permite aclarar uno de los múltiples aspectos desconocidos o mal conocidos del encuentro de las culturas en el suelo americano.

Volviendo a Ruy Sánchez, por cierto, no es el primer escritor latinoamericano que convoca el legado cultural árabe y musulmán de los países iberoamericanos marcados por un profundo y múltiple mestizaje. Se sitúa en la línea de los grandes pensadores y escritores quienes, desde José Martí hasta Jorge Luis Borges, pasando por José Lezama Lima, Jorge Amado, Gabriel García Márquez, Alvaro Mutis o sus compatriotas Leopoldo Zea, Octavio Paz y Carlos Fuentes, han emprendido la busca de sus raíces árabes y judías. Sin embargo, Ruy Sánchez ocupa un lugar original en esta búsqueda, por la nueva mirada que lo caracteriza. Hasta entonces, la cultura árabe-musulmana ha sido evocada sea a través del testimonio y la reivindicación de los latinoamericanos de origen árabe- numerosos en el cono sur y en las costas- ; sea a través de las crónicas de viaje, con fuerte dosis de exotismo; sea desde un punto de vista literario estetizante, tal es el caso de J. Luis Borges ; sea desde el enfoque del pensamiento histórico-cultural característico de los pensadores y ensayistas mexicanos ( L. Zea, O. Paz y C. Fuentes). Al proceder a una arqueología de su identidad plural, por así decirlo, estos últimos procuran explorar los orígenes árabes de la cultura mexicana, de una extraordinaria complexidad y de un rica diversidad. En la línea de Américo Castro, primer gran historiador español que reconoce la importancia del legado semítico en la configuración de la identidad ibérica, dichos escritores subrayan las huellas árabes y musulmanas en su país, en los campos de la ética, la estética, la política y la erótica. Para nuestro propósito, me limitaré a dos o tres elementos ilustrativos, puestos de realce por los mismos pensadores. Todos están de acuerdo para reconocer que el mestizaje, la tolerancia y la apertura a otras culturas son los valores supremos que los latinoamericanos en general y los mexicanos en especial, han heredado de los ocho siglos de coexistencia étnica y cultural que caracteriza al-Andalus. Otro rasgo de este legado árabe-musulmán es la persistencia de la sensualidad en la estética mexicana. Octavio Paz, insiste sobre la deuda que todo Occidente, y no sólo los ibéricos e iberoamericanos, ha contraído con los árabes en el campo de la literatura lírica y en la concepción moderna del amor. Este es el tema de uno de los últimos y quizás más bellos ensayos del Premio Nobel mexicano : La Llama doble. Amor y erotismo.    

En la obra de Alberto Ruy Sánchez, la cultura árabe-islamico se evoca desde esta multiplicidad de enfoques: primero, por el descubrimiento físico del mundo oriental gracias al mencionado viaje en Marruecos, pero también por vías de la literatura andalusí y por la revelación de las afinidades físicas, culturales, paisajísticas entre México y Marruecos. Partiendo de estas afinidades en gran parte de orden histórico, legado común de la época de al-Andalus, Ruy Sánchez se distingue de sus predecesores por el deseo de establecer puentes vivos entre nuestros países y construir auténticos vínculos para el porvenir. Esta nueva visión se plasma en el concepto de « Orientalismo horizontal » creado por el autor para distanciarse del orientalismo europeo marcado por la verticalidad de la mirada sobre Oriente. El « Orientalismo horizontal » aboga por una interculturalidad de Sur a Sur, aunque desde el prisma de un país de Extremo occidente, como es México.

¿Pero porqué este deseo de un « Orientalismo horizontal »  se cristaliza en Mogador ? ¿Será por la vocación atlántica de la ciudad, parecida a un puente colgante entre las dos orillas del Atlántico ?

Con un profundo lirismo y una constante emoción, Ruy Sánchez capta la cultura árabe percibida en la interioridad más íntima de sus personajes, femeninos sean o masculinos. La distancia o la pantalla que supone la mirada ajena sobre la realidad marroquí parece borrarse.

De entrada, en su primera novela, Los nombres del aire, el autor emprende la exploración del deseo femenino árabe, a través del personaje Fatma, presa de una profunda melancolía amorosa. La segunda novela, En los labios del agua, explora el deseo masculino, encarnado en el calígrafo Aziz Al Gazali, que nos hace recordar al famoso teólogo y místico Abu Hamid Muhamed al-Ghazali de los siglos X-XI. Tejidos de aire y sueño, estos textos, más poéticos que novelísticos, están escritos en una « prosa de intensidades », según la expresión del autor, escritura-filigrana, parecida a la orfebrería de Essaouira. A. Ruy Sánchez, escritor-artesano, orfebre de la palabra, evoca en la primera novela el despertar sexual de una joven souiria, despertar a la vez doloroso y voluptuoso, ambas características de la melancolía. Con delicadeza, el narrador se mete en la piel del personaje para captar y describir el estado de casi semi-conciencia, especie de sonambulismo en el que está sumida Fatma, presa de sus deseos ardientes. Cabe decir que son excepcionales los casos de autores masculinos capaces de captar con tanta sensibilidad y tanta sutileza la intimidad feminina. Uno de ellos es sin duda Flaubert, ejemplo magistral en la literatura universal. Los nombres del aire se sitúa pues en la línea de Madame Bovary; parafraseando al escritor francés en su famosa declaración acerca de su personaje femenino, podemos  hacer decir al escritor mexicano: « Fatma es yo ».  Es así como Ruy Sánchez ha sabido evitar los escollos de la mirada masculina sobre la mujer, y especialmente sobre la mujer árabe. Y sobre todo cuando se trata de una mirada extranjera sobre ella, casi siempre percibida como objeto del deseo y de los fantasmas masculinos, y no como sujeto. Las mujeres en la obra de Ruy Sánchez son mujeres que desean desde antes de ser deseadas.  

Numerosos símbolos, imágenes y motivos cruzados, a la vez mexicanos y árabe-musulmanes, atraviesan los relatos de Ruy Sánchez: el agua y el aire, el caracol y la espiral, el pájaro y la serpiente, la araña y el mar…Además del aire, motivo principal sobre el que se fundamenta Los nombres del aire - equivalente al del agua en En los labios del agua- el mar es un motivo recurrente en la primera novela donde cobra una importancia relevante. El mar es a la vez el océano (el Atlántico) frente al cual la silenciosa Fatma se instala y que no deja de contemplar desde su ventana, con los pies casi en el agua. Parecida a la princesa de los mares, personaje misterioso de un cuento de Las mil y una noches, Fatma parece haber surgido del océano. Pero el mar es también su propia inmensidad interior, « esta inmensidad del espacio íntimo », como dice Gaston Bachelard (Poética del espacio), el mar que nos recuerda estas palabras del poeta Rainer Maria Rilke:

 

«  El mundo es ancho, pero en nosotros es profundo como el mar ».

 

Por lo demás, Ruy Sánchez es un gran lector de literatura árabe medieval - El Jardín perfumado de Muhamed al-Nafzawi, el citado Abu Hamid Muhamed al-Ghazali- sobre todo en su vertiente árabigo-andaluza: el místico Ibn Arabi de Murcia y el escritor cordobés Ibn Hazm. Los nombres del aire está colocada bajo el signo de Tawq al-hammama -El Collar de la paloma- obra maestra del polifacético cordobés. Esta verdadera « biblia del amor » le ha inspirado al escritor mexicano bellas páginas, sobre los juegos de la mirada y de la seducción, sobre el lenguaje amoroso de la mirada y su capacidad de expresar la intensidad del deseo. Así, Fatma, verdadero « ser-mirada », según la expresión de Jean-Paul Sartre, está sumida en un profundo y constante silencio melancólico, casi místico. Este personaje surge de la realidad y de la fantasía, como superposición de recuerdos y lecturas del autor, tal como él mismo lo explica :

«La presencia misteriosa de las mujeres en Essaouira, su belleza peculiar, su vestimenta, su lenguaje de la mirada, me impresionó desde el primer momento. En una ventana frente a la muralla, vi a una mujer tan hermosa y tan llena de melancolía, que se convirtió en imán imaginario de muchos rasgos de otras mujeres que he conocido. El misterio y la belleza de sus gestos eran una sola cosa. Esa fue sin duda una de las semillas de donde surgiría Fatma, mi personaje melancólico.» (Cuentos de Mogador, p.90) 

En sus relatos, el autor evoca la ciudad de Mogador, siempre así nombrada, con sus ruidos y rumores, su luminosidad y su bruma y a través de sus espacios más significativos : el puerto y el zoco (el mercado), las murallas y las puertas, la plaza central y el horno público y sobre todo el baño público, el hammam.

En el corazón de la ciudad y de la novela, está el hammam, punto culminante del deseo, del éxtasis erótico. Varias páginas centrales de Los nombres del aire se dedican a una larga y minuciosa descripción del ritual del hammam, en su vertiente femenina además, con los cosméticos que usan las mujeres marroquíes : el rasul, el hena y el khol…  La descripción del hammam femenino, como espacio lúdico y de iniciación erótica, sorprende por su exactitud en la pluma de un escritor extranjero. Algunas páginas de la novela pueden considerarse como trozos de antología dignos de textos escritos por autores maghrebíes como testimonio de recuerdos de infancia, en la edad en que los niños varones pueden acompañar a sus madres al baño público (Véase a este respecto la admirable película Halfaouine, el niño de las terrazas, del tunecino Ferid Boughedir).

Con todo, las novelas de Ruy Sánchez no son del estilo realista: un aliento profundamente lírico y poético las atraviesa. Mogador, al ser una ciudad real, gemela de Essaouira, es también una ciudad, ficticia y simbólica, «un camino sobre el mar» que lleva al autor a sus raíces árabes y a los personajes a sus sueños y deseos. Casi el único movimiento en el primer relato es él del mar y de los deseos. El deseo cobra dimensiones cósmicas. La arquitectura de la ciudad es una metáfora de la arquitectura de los deseos ardientes de la joven Fatma, del calígrafo Aziz Al Gazali y del narrador mexicano, cada uno alter ego del autor, en cierta medida. Mogador, ciudad real e imaginaria, ciudad-mujer que habita la memoria y el deseo de Ruy Sánchez ¿no sería el símbolo de la busca de la doble alteridad, árabe y femenina del escritor mexicano ?

Parafraseando a José Saramago quien decía : «Vivo en un lugar, habito en una memoria», podemos decir que si bien vive en México, la memoria de Ruy Sánchez habita en Mogador. Mogador se ha vuelto el horizonte onírico del escritor, su paraíso terrenal. Dejemos al autor explicarnos el proceso de construcción de su Mogador literario, de su Mogador mítico :

«Mogador se fue poblando, se fue construyendo así calle por calle, casa por casa, historia por historia. Todo lo que me sucedía en los años siguientes, desde un encuentro con la mirada de una mujer, hasta ciertas anécdotas y muchos rasgos de personas, fueron a dar a Mogador (…). Mogador se convirtió en una realidad paralela, en una especie de locura permanente. Algo que me acompaña siempre y que tengo que defender y alimentar continuamente. Mi jardín del tiempo, donde los mejores instantes viven y toman una forma visible para convertirse en literatura; en ese poema extenso que es la prosa de intensidades : un ritual para llegar al oasis que esa misma búsqueda construye. ¿Cómo ganar ese paraíso ? ¿ Cómo construirlo ? (…)

Aceptar (…) la invitación de la magia que el espíritu de ciertos lugares y de ciertas personas despliegan ante nosotros, y hacer de esa invitación nuestro paraíso »

 (Cuentos de Mogador, p.92)

Un crítico literario definía a Ruy Sánchez como un escritor de estilo fantástico por estar « alejado, dice, de nuestra realidad y nuestra historia ». (Nexos, México, no. 241, enero de 1998, p. 190). Este crítico no parece haber entendido que, al descubrir a Marruecos y al escribir sobre Mogador, una realidad aparentemente alejada geográfica y culturalmente de su país, Ruy Sánchez se ha revelado a si mismo, ha descubierto las profundidades subterráneas de su identidad en cuanto que mexicano.

El contacto con la cultura y el paisaje marroquíes, hace resurgir reminiscencias de su pasado personal, recuerdos de su infancia y una faceta del pasado mexicano enterrado en la profusión de raíces y culturas, a semejanza del «espejo enterrado» del que nos habla Carlos Fuentes. Así evoca el escritor el efecto que le produce el descubrimiento del paisaje marroquí :

   «Tantas imágenes perdidas de mi infancia vinieron de golpe a mí en aquella montaña del sur de Marruecos, que pasé varios días en un estado de profunda extrañeza, de realidad parecida a un sueño.» (Cuentos de Mogador, p.87).  

   Por lo tanto, Marruecos y Mogador le revelan la faz oculta y algo secreta de su propio yo y de la identidad mexicana. La cercanía geográfica no siempre supone cercanía cultural o afectiva, como tampoco la lejanía geografica es sinónimo de lejanía cultural. Así Marruecos y México, distantes por la geografía, son cercanos por la cultura y la historia.

   Por la pureza, el espíritu de tolerancia y de coexistencia pacífica entre distintas comunidades étnicas y religiosas, por su apertura generosa al Otro, cualidades que siempre la han caracterizado, ¿Mogador no sería un espacio metonímico de al-Andalus, el pasado que une a los mexicanos y marroquíes?

 

Oumama Aouad Lahrech es doctora en letras por la Universidad de Nanterre. Autora de un libro sobre La literatura Latinoamericana y las ciudades. Y de múltiples ensayos sobre temas literarios hispanoamericanos. Profesora de la Universidad Mohamed V de Rabat, Marruecos. Por su interés y su dedicación a la literatura mexicana fue condecorada por el gobierno de México con El Águila Azteca.

 

·      Conferencia leída en Essaouira, durante la Tercera Sesión de La Universidad Convivial ( 5-8 de noviembre de 1998) sobre el tema : Essaouira y la dimensión atlántica de Marruecos.

·      En 1999 la Universida Convivial dedicaría una sesión a Alberto Ruy Sánchez y su obra, en la que él estaría presente y hablaría de su trabajo.

·      En el 2000, también en Essaouira, se presentó la edición árabe de Los Nombres del Aire, publicado por la Editorial Aliseos, en el Café y Salón de Lectura de Essaoiura que también tiene nombre de viento: Taros. La traducción fue obra de Fatiha Benlabá.