Prólogo a
"¡Oh
profeta de Alá!
¿Quieres
que te haga una ciudad?",
y el rey dijo
que sí
y Sajr se la
construyó. (1)
La
invención más extraordinaria dentro de esa ciudad imaginada por
Sajr, genio que arrojaba lengüetadas de lumbre por la boca y humaredas por
la nariz, fue desde luego, según cuenta Al-Nuwayri, el trono del hijo de
David, que:
"…estaba hecho de colmillos de
elefante, con incrustaciones de jacinto, perlas, esmeraldas y otras piedras
preciosas; a su alrededor había cuatro palmeras de oro con racimos de
jacintos rojos y esmeraldas verdes. Sobre dos de las palmeras había dos
pavos reales de oro y sobre las otras dos, dos águilas también de
oro, enfrentadas unas figuras con las otras. A los lados del trono había
dos leones de oro y sobre la cabeza de cada uno de ellos había una
columna de esmeraldas verdes. A las palmeras las ceñían parras de
oro cuyos racimos eran de esmeralda, cuyos racimos eran jacintos rojos.
Cuando Salomón subía a su
trono, ponía los pies en el escalón inferior y el trono comenzaba
a dar vueltas rápidas como las que dan las ruedas de un molino, las
águilas y pavos reales extendían sus añas; los leones
alargaban sus patas y golpeaban el suelo con sus rabos. Y esto sucedía
en cada escalón que pisaba Salomón. Al llegar a lo más
alto, las águilas cogían la corona que estaba encima de las
palmeras y la ponían sobre la cabeza de Salomòn. Entonces el
trono daba la vuelta y las águilas, pavos reales y leones inclinaban la
cabeza ante Salomón y exhalaban desde su interior almizcle y
ámbar. Luego una paloma de oro que estaba posada sobre una columna de
piedras preciosas, le entregaba la Tora. Salomón la abría, la
leía a la gente y los llamaba para administrar justicia.”
Pero la cosa no paró en eso y, admirado,
Salomón le ordenó que le hiciese una ciudad para llevar con
él y extenderla donde fuese.
Y Sajr lo hizo, se inventó una
ciudad completa y portátil, con tantos alcázares como eran las
tribus de Israel y casas en sus interiores, con un salón transparente
para los sabios y jueces, y un palacio recubierto de piedras preciosas,
cristales y lleno de estatuas y pinturas para Salomón. Aunque
cabría señalar que ambas ciudades fueron construidas sólo
con palabras, sobre los cimientos de la imaginación.
El cuadro total, incluida la ciudad
portátil, concebido dentro de un torbellino de movimiento y color,
constituye una muestra de arte efímero monumental, de verdadera
arquitectura de sonidos y de aire. Y justo por estar cimentada y delineada por
las palabras es que se ha conservado intacta y sin necesidad de
restauración alguna a pesar del tiempo transcurrido.
Mientras estas ciudades descritas en la
literatura no fueron ni pretendieron ser una realidad urbanística, en el
caso de la obra narrativa de corte arábigo de Alberto Ruy
Sánchez, una capital palpable, Mogador, con sus realidades fantásticas,
inobjetable en su contundencia, es la que ha dado pie al nacimiento de una
escritura volátil, rebelde, ceñida por un cuerpo duro de
músculos aunque siempre maleable.
En sentido estricto –si es que el
calificativo cabe al hablar de la considerada por Ruy Sánchez como
"prosa de intensidades"–, Cuentos de Mogador es una antología de imágenes visuales y
táctiles, una gráfica de temperaturas y sensaciones corporales
más que una colección de historias con un principio y un final
definido. Los cuerpos que se desenvuelven dentro de las escenas de Ruy
Sánchez son humanos pero se descubren también como objetos
mágicos, telúricos arquitectónicos y urbanísticos.
No es casual que Luce López Baralt
iniciara un ensayo sobre el libro Los nombres del aire, describiendo lo que sucede en el "fondo más
recóndito del Hammam",(2)
ese espacio de espacios donde el cuerpo humano desnudo se va revistiendo poco a
poco con distintas atmósferas de vapor y luz, con los colores y
temperaturas del agua y el sudor hasta alcanzar el desbordamiento
erótico. Y es que el cuerpo múltiple que toman, no de forma
lineal sino circular, envolvente, las prosas narrativas y poéticas de
Alberto Ruy Sánchez, es el reflejo de las descripciones abarcadas por
las mismas.
El Hamman, como la "prosa de intensidades" de este
autor, más que historiar el
desenvolvimiento de una trama recubre apenas la piel y las vivencias
íntimas de los personajes –insisto, no sólo humanos–
para enseguida penetrarlas ante los sentidos del lector, testigo y
partícipe de una incursión en la sexualidad prácticamente
ilimitada. La ductilidad del lenguaje usado por el autor, ya se entiende, ocupa
un sitio fundamental en esta práctica de seducción literatia que
son las historias de Fatma y de su ciudad, Mogador.
Sobre esta forma de concebir la literatura,
Alberto Ruy Sánchez escribía hace tiempo en su prólogo a Trama
de vientos, del jalisciense José
Martínez Sotomayor:
“La intensidad es un modo de la
relación que el hombre tiene con el mundo y con él mismo.
Nietzshe consideraba que el hombre, su ser, podía tener tonalidades
altas y bajas, y que cada quien debería buscar vivir de tal manera que
tenga las más altas (...) Para Pierre Klossowski, las tonalidades del
hombre son fluctuaciones de intensidad, pero de tal manera que la tonalidad
más alta, o sea el sentimineto más elevado, está formado
por altas y bajas en la intensidad. Esto es para nosotros muy importante
pensando en la prosa de intensidades o prosa poética, al considerar que
uno de los rasgos fundamentales de la poesía es el ritmo, pero no
sólo el de la métrica sino el de todo el movimiento de las
palabras y sus imágenes.”(3)
Seducción y obsesión son
palabras que Ruy Sánchez aplica al referir en el último texto
incluido en este libro, entresacado del boceto autobiográfico ARS de
cuerpo entero, el primer contacto que
tuvo con la ciudad marroquí de Mogador. Mogador, cuerpo rocoso
amurallado, isla, arena en cambio incesante, se convirtió a partir de su
conocimiento en algo irrenunciable para los sentidos y el intelecto del autor.
En ella se concentran, para Ruy Sánchez, la fantasía de lo
ancestralmente nuevo, pero también los recuerdos de la infancia
inmemorial. Juego de espejos: juego de juegos.
La literatura, su ejercicio pausado pero
también la vida que gira alrededor de su gozo, ha sido para Alberto Ruy
Sánchez la esencia de una aventura apasionante. Esto se nota en sus
ensayos periodísticos, en sus fabulaciones medievales y, con mayor
nitidez y enigma, dentro del universo a escala que ha edificado en los Cuentos
de Mogador.
*Prólogo al libro Cuentos
de Mogador, de Alberto
Ruy Sánchez, publicado bajo el sello editorial de la Dirección
General de Publicaciones del CNCA, serie "Lecturas Mexicanas",
núm. 89, México, 1994, 92pp.
(1) Citado por
María Jesús Rubiera: La arquitectura en la literatura
árabe. Madrid,
Editora Nacional, 1981.
(2) Cfr. Luce López
Baralt, "El simurg de Alberto Ruy Sánchez". México, Vuelta número 153, febrero de 1988.
(3) José
Martínez Sotomayor: Trama de vientos. México, EOSA, 1987. p. 27.
Edición e introducción de Alberto Ruy Sánchez. Incluido
posteriormente en Diálogos con mis fantasmas, México, Unam, 1997. 262 pp.
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