"...Nena Daconte salió del automóvil envuelta con el abrigo hasta las orejas, y le preguntó al guardia
en un francés perfecto dónde había una farmacia. El guardia contestó..."(1). La intensidad del resplandor
proveniente de la cocina me hizo interrumpir la lectura.
Movido por la incertidumbre y por la curiosidad asesina de gatos, dejé a Gabriel hablando solo al final de la
página 218 sobre el buró y presuroso e impertinente, sin hacer caso de los recuerdos, fui hacia el cuarto lumínico;
de la llave del lavatrastes salía luz a borbotones. Una desesperación abrumadora me invadió y estúpidamente
quise detener el fluir con las manos; pero la luz rebosaba por mis dedos.
Un poco de ella debió colarse hasta mi cabeza, pues repentinamente pensé en la solución: girar la perilla que
controla el flujo, hasta acabar con el derroche.
De entre los trastes que estaban ahí, estaba un vaso que se había llenado a tope con el brillante néctar,
y en un movimiento mecánico bebí, bebí hasta despertar en mi cama. "Este sueño es digno de escribirse" pensé.
Con el insomnio por compañía, estiré el brazo hasta el buró, tomando a Julio que estaba esperando en la
página 219 para hablarme sobre las cartas de mamá:
"...las cartas de mamá eran siempre una alteración del tiempo, un pequeño escándalo inofensivo dentro del
orden de cosas que..."(2). La intensidad del resplandor proveniente de la cocina me hizo interrumpir la
lectura...
1“El rastro de tu sangre en la nieve” / Doce cuentos peregrinos.
Gabriel García
2“Cartas de mamá” / El perseguidor y otros relatos.
Julio Cortázar.
*En referencia a: “La luz es como el agua”
y “Continuidad en los parques”.
Guillermo Rendón
