Cada vez que
una sociedad se halla en un estado de derrumbe
y avance, o sea en una transición total, a menudo requiere
un nuevo alineamiento social que solo puede
ser dada a través de la compleja y
abarcadora comprensión afín a los mitos. Solamente una
comunidad que tenga sabiduría respecto
de los mitos puede encontrar el modo
de mediar y refocalizar los bordes sombríos de la persona
y de la sociedad. En la acepción de
Jung, «sombrío» se refiere
a los aspectos reprimidos y no reconocidos
del yo. Cuando estas cualidades sombrías
son reconocidas y reconciliadas, hay a menudo
un movimiento hacia
una mayor madurez y profundización de la personalidad.
Desde tiempos inmemoriales, los mitos y el
conocimiento mítico han
servido para balancear las sombras y las luces de la
persona y de la cultura, previniendo así
la exaltación de ciertos temas arquetípicos
que descontrolados y no orquestados podrían
destruir el mundo. Nunca ha sido
este conocimiento mítico más necesario que hoy, cuando nuestras
sombras se recortan sobre un sol nuclear que amenaza con llevarnos al mundo
de la noche interminable. Por lo tanto, es imperativo que comprendamos
las funciones de mediación e integración que el mito puede
brindar a las sociedades pasadas, presentes y futuras.
Joseph Campbell
ha observado cómo, en cualquier civilización, el mito cumple
cuatro funciones principales, psicológicas y sociales:
1- Brinda
un puente entre la conciencia local de uno mismo y el misterium tremendum
et fascinans del universo, el vasto e inmenso medio ambiente del ser reconcilia
el espacio tiempo local e histórico con los reinos trascendentes
y las formas eternas.
2- Los mitos
ofrecen una imagen interpretativa y abarcadora
de esta relación. En forma artística y religiosa,
brindan una «revelación para
despertar la conciencia de los poderes de
su propia fuerza sustentadora».
3- El mito
potencia el orden moral y causa una adaptación
y una conciliación entre los individuos
y los requerimientos
de sus diferentes climas, geografías, culturas y grupos
sociales. Quizás uno siga ciertos preceptos
éticos porque Moisés los recibió
en las tablas, hace milenios, en
el Sinaí; o uno es un indio navajo porque la Mujer Araña
puso un huevo del cual emergió el pueblo navajo... Actualmente,
para aquellas sociedades en las cuales la mitología local todavía
funciona, existe la experiencia del «acuerdo con el orden social,
y de armonía con el universo». Sin embargo aquellos que estamos
alejados de esa armonía - en virtud de los efectos de la industrialización
en nuestras vidas - que incluye la destrucción de los ritmos naturales-
nos encontramos añorando aquel universo lleno de historias del cual
alguna vez formamos parte tan íntimamente, aquel reino de la Naturaleza,
aquella profunda pertenencia.
El mito nos
asegura que el universo se mantenga unido, aún cuando nosotros vivamos
en torres de cristal y tomemos nuestro dogma de los editoriales de los
medios de comunicación. Pero cuando los símbolos mitológicos
no funcionan más, hay una generalizada
sensación de alienación de la
sociedad, a menudo seguida por un deseo
desesperado de reemplazar el significado perdido
de nuestros mitos que alguna vez habían
sido poderosos. El costado demoníaco
y sombrío de este deseo puede ser la
voluntad de establecer un régimen
totalitario al fracasar todos los demás. O puede significar
un retorno a un fundamentalismo primitivo
que reduzca la conciencia a una noción limitada pero cómoda
del modo en que funcionan las cosas.
4- La cuarta y más importante función del mito es «proteger el centrado y desarrollo del individuo en su integridad», con él mismo (el microcosmos), su cultura (el mesocosmos), el universo (el macrocosmos), y finalmente con la unidad pancósmica, el ültimo Misterio creativo, que es «tanto externo como interno a él y a todas las cosas».
Como Campbell
también notó, han ocurrido en los últimos trescientos
años muchas cosas que causaron que el universo atemporal de símbolos
y arquetipos colapsaran en sí mismo del mismo modo que en los agujeros
negros tragan estrellas en los lejanos confines de las
galaxias. Las máquinas eléctricas, la
comunicación instantánea, el
método científico, la economía y la política
se han convertido en el poder central que
controla la mayor parte de las unidades
sociales. Desde el comienzo de la Revolución Industrial,
estas novedades nos han fascinado y causado que el foco de
nuestro interés se haya alejado del
misterio de la vida; en algunos casos, hasta
nos han invitado a aparentar que ya no hay
misterios. Esto ha limitado severamente
nuestra percepción del mundo del espíritu
y, como una droga, nos ha llevado a un coma de olvido. Hemos perdido nuestra
capacidad de abrevar en el poder reverdecedor de los recursos simbólicos
y míticos de la humanidad. Dioses, mitos y metáforas han
sido abandonados y luego culpados por estar muertos.
Y sin embargo,
el mito todavía nos atrae como un extraño y maravilloso país
visto a través de la niebla, y que se aleja cuando nos acercamos
demasiado. El mito sigue estando más cerca que la respiración,
más cerca que nuestras manos y pies. Creo que es parte de nuestro
ser. Encuentra su camino a través de los laberínticos senderos
de nuestro cerebro, se codifica a sí mismo en nuestras células,
juega con nuestros genes, se encarna con nosotros en el útero, se
entreteje en los roles y rituales de nuestras
vidas, y encuentra el desenlace con nuestra
muerte. El mito impregna cada acto
conciente.Es el verdadero mar del inconciente.
Los mitos
sirven como fuente para los modelos que se
originan en el fondo de nuestro ser. Aunque parecen
existir solamente en el reino transpersonal,
son la clave de nuestra existencia personal
e histórica, el ADN de la psique humana. Estos modelos
primarios se desarrollan en nuestras vidas
diarias en forma de cultura, mitología,
religión, arte, arquitectura, drama,
ritual, épica, norma social, y aún desórdenes mentales.
Como escribió
una vez Joseph Campbell : «la última encarnación de
Edipo, el contínuo romance de la Bella y la bestia, estaban esta
tarde en la esquina de la calle cuarenta y dos y la Quinta Avenida, esperando
que cambiara el semáforo». No debe sorprendernos entonces
que nuestras películas y programas de televisión más
populares contengan, bajo un barniz de alta tecnología, escenas
enraizadas en los más viejos mitos del mundo.
Los mitos,
sin embargo, no son lo mismo que las leyendas y los cuentos de hadas. Los
cuentos de hadas son esencialmente complejos narrativos que reúnen
muchas estructuras míticas arquetípicas en una sola historia.
El mito tiene una formulación más universal que los cuentos
de hadas; les habla a los códigos del
subconciente profundo.El mito, que está
inscrustado en la misma psique, afecta a lo
profundo porque expresa en sus propias imágenes
las figuras y acciones simbólicas pertenecientes
tanto al reino del inconciente
cuanto del superconciente: la mente de la Creación.
A causa de
su afinidad con el Principio Creativo,
el mito no solo excita nuestra comprensión, sino que también
evoca nuestra creatividad apasionada.
¿ Cuántas veces en medio de un rapto de creatividad ha sentido
usted que sus horizontes se expanden en proporciones míticas?. Repentinamente
usted se reconoce como un creador, un celebrante de la misa del Mundo,
un participante voluntario del nuevo relato de la vida con todas sus posibilidades.
Un mito es
algo que nunca fue, pero que siempre está ocurriendo. Y esta ocurrencia
contínua se manifiesta en las noticias internacionales. Vemos diariamente
como la corriente de eventos fluye por los canales labrados por el tiempo
de los temas míticos. Por ejemplo, los permanentes conflictos entre
protestantes y católicos en Irlanda del Norte, entre la India y
Paquistán, entre israelíes y palestinos, y las luchas de
los sudafricanos, negros y blancos, todos se asemejan a los mitos,
presentes en muchas culturas, referidos a
la pelea entre dos hermanos: Caín y
Abel en el Antiguo testamento; Osiris y Seth
en el antiguo Egipto; y entre los Dogones africanos
de malí; las mitológicas hermanas
guerreras Nommo y Ogo, de la estrella Sirio.
La vida moderna
está llena de temas míticos.
En el medio Oriente encontramos a los reyes
Dragones escupiendo fuego
con el más moderno y antinatural armamento
para proteger su oro negro de los pálidos
príncipes de las corporaciones. Las
drogas resuman por las venas
de quienes podrían ser héroes, convirtiéndose en seres
tan patéticos como los que en los viejos cuentos eran inducidos
a beber la poción venenosa de magos enloquecidos, o quedaban inmóviles
y congelados ante la vista de las retorcidas serpientes de la Gorgona.
Después
están los locos por el dinero, tanto individuos como países,
que son llevados interminablemente a buscar el huidizo Grial del éxito
material porque han perdido su espíritu interior y solo pueden buscar
afuera su identidad y significado. Se asemejan al héroe mítico
Percival quien, por quedarse callado ante la vista del grial al visitar
al Rey pescador en el Castillo del grial, fracasó en su tarea espiritual
de formular la gran pregunta referida al servicio del Grial. En consecuencia,
pasó años en busca del huidizo Grial haciendo sin pasión
lo que debía hacer un caballero y, a causa de sus acciones inconcientes,
mutiló su reino y lo convirtió
en un desierto.
En los actuales
reflejos dramáticos de los mitos antiguos,
actos que amenazan el alma y el mundo, vemos
claramente que los personajes modernos no
han estudiado y vivido el mito con la
suficiente profundidad como para atender su verdadero
propósito. No lo han representado hasta
el fin. No han entendido que
hay una fuerza en el mito que cura y restaura a los heridos.
No han comprendido que el fiero
Seth se convierte voluntariamente en el vehículo que permite que
el reverdecido poder de su hermano Osiris sea sentido durante el «millón
de años»; que mientras Percival soporta años de espantosas
penas en el desierto también está aprendiendo a escuchar
a los demás, y al llegar el momento se le da otra oportunidad de
formular la pregunta adecuada.
No quiero
significar que la razón principal para la existencia del mito sea
nuestra educación -eso sería demasiado estrecho-. Pero hay
codificados en los mitos tantas sugerencias, advertencias y señales
que sería tonto ignorarlas. A veces, la sensibilidad moderna pide
que al presentar nuestras propias versiones de los diversos mitos del mundo
cambiemos el relato o le hagamos agregados o sustituciones. Pero perderíamos
gran parte de la escencia de la vida si no
abarcáramos tan completamente como
nos fuera posible la inextinguible riqueza
del mito clásico.
Fragmento
de "La diosa y el héroe" de Jean Houston
de Editorial Planeta