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UNA ALTERNATIVA A LA INJUSTIFICADA REPRESION DE LOS CONSUMIDORES DE CANNABIS

   

Planeta Marihuana

1º. POR UNA INFORMACION RIGUROSA Y OBJETIVA

Los principios fundamentales que parecen guiar la información que hoy se ofrece al público pueden resumirse en los dos siguientes típicos:

 

"Todas las drogas son iguales: la droga mata"

Hasta ahora, siempre se ha hablado de drogas en su más amplia acepción, sin distinciones ni matices entre ellas. El abismo que media entre la práctica inocuidad o escasa lesividad de unas sustancias y el riesgo mortal que pueden generar otras no queda diferenciado claramente en la información que se ofrece a la opinión pública actualmente.

Resulta imprescindible, vistos los escasos efectos sociales de la información difundida, distinguir claramente, ante todo en el ámbito pedagógico, las drogas más dañinas de las más manejables y explicar en los ámbitos correspondientes las consecuencias del consumo de unas y otras.

"Se empieza por un porro y se acaba atracando para comprar heroína"

Los estudios realizados por la mayoría de expertos médicos, farmacólogos, sociólogos, juristas y policiales, basados entre otros datos e investigaciones, en los resultados obtenidos por los informes que citamos a continuación sobre cannabis o marihuana, llegan a la misma conclusión: El cannabis no es perjudicial para la salud; el "efecto escalada" no existe:

- Informe La Guardia. Alcalde de Nueva York, 1936

- Informe de la Cámara de los Comunes. Reino Unido, 1968

- Informe Le Dain. Gobierno de CANAD, 1972

- Informe Nixon. Gobierno de los EE.UU., 1972

- Informe del Gobierno de JAMAICA. (Encargado al N.I.M.H., Instituto Nacional de Salud Mental. U.S.A.)

- Informe del Gobierno de COSTA RICA,  1974 Reading "Cannabis and culture". De V. Rubin. Mouton Publishers. La Haya-París, 1975

Todos concluyen que la marihuana no conduce necesariamente a otras sustancias más peligrosas para la salud. Lo que han constatado es, precisamente, que su criminalización y, por lo tanto, su circulación por los mismos canales ilegales de otras drogas facilita en muchos casos el acceso a las mismas.

Más recientemente, la prestigiosa revista médica The LANCET, en su número de noviembre de 1995, comenzaba su editorial con la siguiente frase: "El consumo de cannabis, aún de forma habitual, no es perjudicial para la salud".

El denominado y mil veces mal argumentado "efecto escalada" no es atribuible al consumo de cannabis, sino que se refiere, en realidad, a la familiarización con los ambientes marginales que la ilegalidad de la marihuana empuja a algunos de sus consumidores. Así, la defensa más habitual de la tesis de la "escalada" por aquellos que están en contra de la despenalización sólo sirve para crear confusión. No será mejor comenzar explicando claramente las ventajas e inconvenientes que tiene el uso de la marihuana, sin ocultar ningún dato o estudio que pueda acercarnos a la realidad?

2º LA LEY DE SEGURIDAD CIUDADANA

Esta norma legal sanciona tanto el consumo público de sustancias prohibidas como su mera posesión y constituye una auténtica espada de Democles que pende sobre todos los fumadores de marihuana. Nada tenemos que oponer a la represión proporcionada del consumo público de todo tipo de drogas, aún cuando habrá que admitir que resulta ciertamente ridícula la pretensión de calificar como "infracción grave contra la seguridad ciudadana" al hecho de ir con un cigarrillo en los labios. Es un requerimiento de la sociedad susceptible de acatamiento; pero resulta cuando menos un despropósito involucrar en ello a la seguridad ciudadana.

No estimamos defendible el consumo ni la difusión de droga alguna y poco opondremos al Art. 25 de la L.O. 1/92, que constituye el principal y más honroso exponente de una política que ve en el castigo del consumidor la solución al grave problema del narcotráfico, de no ser lo siguiente:

    a) La constatación de la tenencia ilícita lo es, al parecer, siempre de las pequeñas cantidades de hashish o marihuana que eventualmente puedan estar en posesión de un consumidor, se realiza con frecuencia mediante actuaciones policiales de discutible legitimidad. Son corrientes los registros y cacheos carentes de otras motivaciones que la edad, el aspecto o la hora del día en que transite por la vía pública el supuesto infractor.

La Asociación Ramón Santos ha atendido durante los últimos cinco años varios miles de consultas concernientes a denuncias por infracciones del Art. 25 de la ley de Seguridad Ciudadana. Poco más del veinticinco por ciento de ellas habrán sido instruidas por consumir cannabis en lugares públicos. Las restantes, casi tres de cada cuatro, versaban sobre la constatación de la tenencia ilícita de pequeñísimas cantidades de hashish ocultos en el bolsillo del pantalón o en otro lugar semejante. La falta de pruebas no nos permite hacer afirmaciones tajantes; pero aún así, tenemos la convicción de que en un número importante de denuncias han existido, insistimos, actuaciones que no acaban de ceñirse al ordenamiento jurídico.

Considerando que la marihuana ni es perjudicial para la salud, ni un camino para llegar a drogas más peligrosas, será necesario plantearse la modificación de una ley que, por lo menos en lo referente al cannabis, no constituye más que una represión injustificada y en todo caso excesiva para el consumidor.

    b) El apartado segundo del citado Artículo 25 establece un mecanismo sustitutorio del pago de la sanción impuesta consistente en un "tratamiento de deshabituación" que está a medio camino entre el noble objetivo perseguido por el legislador -dar una oportunidad a los drogodependientes, pensando siempre en otras sustancias- y un castigo humillante e inútil para los consumidores de cannabis. Estos no aciertan a entender la necesidad de deshabituarse: dejar de fumar es suficiente, no existe dependencia ni adicción. Una mayoría de profesionales que tienen esto muy claro se ven abocados a una incómoda situación, tanto si certifican como si no, que ha habido el supuesto "tratamiento" lo que produce, entre otras cosas, interferencias en el funcionamiento de los servicios de atención a los drogodependientes. Lamentablemente, el mecanismo legal, por su escasa regulación y la anarquía administrativa de su práctica, puede ser utilizado para fines distintos de aquellos por los que fue concebido.

 

 3º. CONVENIENCIA DE REGULAR LA TENENCIA LICITA DESTINADA AL AUTOCONSUMO DE ALGUNAS SUSTANCIAS HOY PROHIBIDAS

Acatando los principios de nuestra cultura liberal, la sociedad no se atreve a penalizar el consumo de sustancia alguna, prohibida o no. No obstante, sanciona severamente la posesión para el autoconsumo. El resultado es decepcionante, toda vez que ni el poderoso mundo del narcotráfico se resiente lo más mínimo, ni el consumo disminuye de forma apreciable; se consigue únicamente incrementar los niveles de marginación y arriesgar la salud del consumidor.

Tras ocho años de estudio, nuestra asociación ha podido constatar los siguientes extremos:

  1. El consumidor de cannabis no es un drogadicto nato. Las razones que le mueven a fumar tienen más que ver más con la sociabilidad, el estudio o el control de la propia mente que con otras de carácter únicamente lúdico o nihilista. En consecuencia, aunque dispusiera de otras drogas, no forzosamente se sentirá atraído hacia ellas, como ocurre incluso hoy para una gran mayoría, a pesar de la negativa "presión adictiva", que impone su criminalización como ya hemos visto.
  2. El consumidor de cannabis ve su salud amenazada al tener que acudir a un mercado clandestino para adquirir cannabis de calidad, composición y procedencia inciertas; a precio de sustancia prohibida y con un serio riesgo jurídico.
  3. El consumidor de cannabis podrá satisfacer sus necesidades individualmente. La marihuana no precisa de tratamientos químicos ni industriales: la planta se fuma directamente y es susceptible de cultivarse en el propio hogar.

La A.R.S.E.C. en su proyecto sobre auto producción para el consumo propio, propone el auto cultivo como alternativa al narcotráfico: menos de 25 plantas son suficientes para el consumo anual de una persona, siendo el costo económico inapreciable. En un principio y hasta que se den las condiciones adecuadas para plantear modificaciones del ordenamiento jurídico, no consideramos un desatino el estudio de propuestas en este sentido, basadas más en criterios de permisividad y tolerancia que en prácticas represivas.

El proyecto de nuestra asociación difícilmente entraña el riesgo de incrementar el tráfico ni el consumo de cannabis. En cambio, podrán conseguirse algunos beneficios sociales, como la reducción del tráfico callejero y del contacto entre los consumidores y los ambientes de delincuencia. Un notable descenso de la criminalidad asociada al tráfico de cannabis tanto en nuestro país como en el ámbito internacional no son metas inasequibles si desaparece la necesidad del consumidor de acudir al mercado negro.

 4º - LA DESPENALIZACION NO ES UNA UTOPIA

El cannabis y las otras sustancias prohibidas, lo están por el hecho de estar incluidas en la Lista de sustancias prohibidas de las Naciones Unidas. La exclusión del cannabis de la lista será un caso evidente de despenalización, ya que figura en la lista de narcóticos y de sustancias sin usos terapéuticos, lo cual es evidentemente un error subsanable.

Una vez excluida la marihuana de la Lista de sustancias prohibidas se deberá de cumplir tres condiciones para su total normalización:

 

1.      Despenalización del consumo.

2.      Regularización y despenalización de la producción.

3.      Regularización y despenalización del comercio (compra-venta.

En esta situación el uso de la marihuana estará normalizado, con todos los efectos positivos para la sociedad y para el consumidor. Nunca en la historia, cuando se han dado estas condiciones, el uso del cannabis ha supuesto efectos negativos. Antes bien, quedará restablecido el déficit democrático causado por la Prohibición sobre las libertades y derechos individuales; produciéndose además un cambio social positivo. Actualmente el Estado gasta cantidades enormes en la represión y prevención del tráfico de drogas, mientras que con la normalización ingresará en impuestos una cantidad mayor a la gastada, que como en caso de Holanda, servirá para sufragar todos los gastos de la prevención y rehabilitación de los afectados por el abuso de drogas: heroína, alcohol, tabaquismo, etc., exclusivamente con los impuestos de los puntos de venta (coffee-shops) de cannabis.

La Normalización implicará la constatación de que el uso de cannabis, asociado a su ritual colectivo y al aumento del auto conocimiento individual, es un elemento de cohesión social cuando se efectúa en libertad: libertad para elegir, libertad para conocer, libertad para buscar el desarrollo consciente de la propia personalidad.

Hoy por hoy, fumar marihuana ya forma parte de los usos y costumbres de distintos y significativos grupos de personas de nuestra sociedad occidental.

Empeñarse en una política que niegue la realidad simplemente para defender ciertos valores morales particulares (muy respetables, pero no más que otros que conviven en nuestra sociedad pluralista) no es sólo inútil, sino que también contraproducente y poco inteligente.

Inútil, porque la prohibición no ha conseguido ninguno de sus objetivos.

Contraproducente, porque ahora sabemos ya que muchos de los problemas sanitarios, familiares, judiciales, sociales, etc. con las drogas están directamente relacionados con los efectos perversos de la política prohibicionista.

Y poco inteligente desde el punto de vista de gestión de la sociedad: los estudios jurídicos y políticos que desde el análisis sociocultural se han realizado en distintas sociedades, muestran claramente que éstas son más gobernables sobre la base de un cierto consenso social, cuando las leyes formales y las reglas informales de sus ciudadanos (usos y costumbres) coinciden más, mientras que a la inversa se produce mayor conflictividad.

Así pues, la normalización del cannabis implicará la aplicación de criterios de pragmatismo y racionalidad (evaluación costos / beneficios), más necesarios que nunca en momentos de escasez de recursos como los actuales, no sólo desde el punto de vista económico y asistencial (como hemos visto), sino también desde la "óptica de la cohesión social ya que en las actuales condiciones históricas supondrá, entre otras cosas, la posibilidad de adquirir en el contexto del proceso de maduración personal una cierta "cultura de las drogas" que será además de un instrumento de conocimiento, un elemento de seguridad y, por lo tanto, de defensa, frente ha usos más arriesgados de las mismas.

La posibilidad de experimentar e integrar elementos de educación real -capacidad de evaluar, discernir, etc., no sólo en el campo de las drogas, sino también en los más generales de la salud o el consumo-, implicará un mayor respeto por la ley, por haber una mayor sintonía entre ésta y experiencias de la vida cotidiana de muchas personas, especialmente jóvenes: esto supondrá, por lo tanto, mejores condiciones para establecer un cierto consenso social, etc.

Todo ello, sin olvidar, que la ininterrumpida presencia del cannabis y otras drogas tradicionales en casi todas las sociedades que en el mundo han sido fue, hasta su prohibición, una fuente de beneficios espirituales, culturales y materiales, legado de la humanidad que debemos saber aprovechar y renovar.

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