PROLOGO
Mi vinculación con Soria fue tan accidental como sólo puede ser el amor, cuando me casé con María Jesús Manrique, una hermosa estudiante de filosofía de inimitable corazón sanpedrano, que me hizo comprender toda la magia que se esconde en el interior de Castilla.
Todos mis sentimientos barrocos mediterráneos, esa naturaleza expansiva, bulliciosa y amante del artificio, del calor y de la algarabía concupiscente, chocaron con la fuerza de una emotiva conmoción con la fría, seca y noble austeridad de los paisajes del interior. Esa geografía que en su orgullosa desolación ofrece unas fascinantes sintonías de colores, con un aire de asombro que se puede palpar en su crudeza y que a nadie puede dejar indiferente, con su constante belleza.
Dentro del hechizo, me une también la pasión por el fuego. El mismo que los valencianos adoramos con tanto júbilo como con ánimo reverencial, en San Pedro también recobra esa categoría mágica que nos devuelve a nuestros más antiguos ancestros, en el espectáculo deslumbrante de la luz que, al fin y al cabo, buscamos todos, empezando por los cineastas.
Miguel Angel San Miguel y Jesús Vasco, ya sea desde Gijón o Barakaldo, son hombres inquietos, orgullososo de sus orígenes, que han escrito un interesante libro que nos ayuda a comprender los misteriosos encantamientos de San Pedro Manrique, aunque nunca se podrán desvelar todos los secretos que esconde el alma humana más allá del fuego y de los hechizos.
Luis García Berlanga
(esbozo del prólogo)