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LA PRESENCIA DEL MUNDO ANDINO EN LA OBRA Y EL PENSAMIENTO MARTIANOS

Por: María Regla Villa


Intentar llegar a ideas concluyentes sobre la obra de José Martí, maestro de generaciones e insigne héroe de la República de Cuba, seguirá resultando en nuestros tiempos, una insuficiente y apresurada evaluación de un siglo asediado por la palabra y la pólvora. Si atendemos a la plurisignificación y variabilidad temática de sus textos, tenemos que apostar entonces por un estudio científico y dialéctico en donde confluyan entre otros tópicos, la ideología, el pensamiento racional, la lucha de clases y la defensa de una identidad cultural de un período histórico concreto en donde conflictos y definiciones se elevan a categoría estética portadoras de un mensaje social intemporal.

Aún cuando en ocasiones se intente eclipsar la obra y el pensamiento de este hombre auténtico y singular, es impostergable y necesario un acercamiento a las páginas que testimonian la madurez política, humanística e intelectual de Martí al abordar los problemas capitales de su época. Entre ellos: la integración latinoamericana, la independencia absoluta de nuestro continente y la defensa y reivindicación de las clases más explotadas. Por eso como país andino, el Perú no le fue ajeno.

Para José Martí, el ser social debe vivir en función de la dignificación del hombre y comulgar de manera consecuente, con la tenaz lucha de defender su propia identidad y poner fin al período de colonización al que han estado sometidos por siglos el indio, el negro y el mestizo. Para él un hombre honrado es el que le sirve a su pueblo sin exigir condiciones. Sólo los grandes acontecimientos lo magnificarán.

Por eso no resulta sorprendente encontrar referencias a hechos históricos trascendentales en una centuria en donde despojarse del colonialismo español era el único derrotero para alcanzar la independencia total de los pueblos americanos. Martí no reclamaba conmiseración para el indio, sino respeto y solidaridad.

Para él el Perú no sólo significaba cuna de grandes acontecimientos arqueológicos y culturales, era mucho más: era un pueblo curtido por el dolor y las guerras, pero con un espíritu de supervivencia que lo hacía crecerse. En el Perú estaban aquellos hombres mestizos, los hombres de este continente nuestro con los que él contaba para “echar a andar Nuestra América”. Por eso el 19 de diciembre de 1889, en el discurso titulado Madre América resaltó la valentía y el coraje del pueblo chalaco y la significación histórica que tuvo el victorioso combate del 2 de Mayo de 1886, contienda bélica considerada como el último intento de España de amenazar la independencia del Perú.

“De aquella (...) América sin suspicacias pueriles, ni confianzas cándidas que convida sin miedo a la fortuna de su hogar a las razas todas porque sabe que es la América de la defensa de Buenos Aires y de la resistencia del Callao, la América del Cerro de las Campanas y de la Nueva Troya”.

Martí con orgullo y simpatía, repitió en más de una ocasión los elogios que le mereció Mariano Ignacio Prado por su posición y sus ideales expresados en una arenga cuando aún en El Callao el humo y el olor a azufre no se habían extinguido: “Nuestra causa es la causa de toda la América”, dijo Prado. Y es que ese mismo espíritu anticolonialista e independentista fue leitmotiv del pensamiento martiano.

En otro orden de cosas, Martí en uso de su vocación pedagógica puso especial énfasis en la difusión de todo aquello que fuese inherente a los pueblos latinoamericanos (sus costumbres, sus religiones, sus raíces, etc.) y lo más relevante de la cultura universal: “Ser culto es el único modo de ser libre”, expresó en una ocasión y por ello también luchó, porque toda aquella nebulosa de analfabetismo no sumergiera en la total ignorancia al hombre. Desde las páginas de La Edad de Oro, divulgó no sólo su obra política, literaria y periodística sino sus conocimientos sobre temas históricos, descubrimientos, arqueología, etnología y cultura antigua. Lamentablemente fue una revista de escasa luz y los proyectos quedaron truncos, pero los cuatro números que aparecieron sirvieron como tribuna para expresarle a los hombres de toda generación, conceptos con los que se vive en función de los principios. Cuán importante era para Martí alcanzar la integración latinoamericana. Conocernos era condición sine qua non para poder rediseñar una nueva contienda de liberación a escala continental.

Si volvemos al tema de la presencia del mundo andino en la obra martiana, remitámosnos al artículo “La historia del hombre contada por sus casas”. En él se evidencia la simpatía, el respeto y la consideración que el prócer cubano sentía por el indio peruano y así consta en palabras que enaltecen su ingenio y capacidad creadoras. Y escribió: “Cuando los hombres de Europa vivían en la edad de bronce, ya hicieron sus casas mejores, aunque no tan labradas y perfectas como la de los peruanos”... además de la comparación de la cultura quechua con otras como la egipcia, la griega y la turca, Martí resalta la belleza y exactitud de las construcciones de los cementerios incas (huacas); se refirió a la cuestionada data de los acueductos, de los caminos y las calzadas del Perú hecha por los indios. Evocó también la visión de progreso de una raza que tuvo la previsión e intuición -para no fracasar-, de ubicar sus pueblos en los rincones geográficos más favorables para la re-creación de las especies, demostrando así conocimientos superiores que algunos han intentado minimizar. Sírvanos además este trabajo para aludir a la intertextualidad de la obra martiana en donde los postulados constantemente reflotan de página a página en busca de una perennización. Mensajes sociales intemporales delineados por un lenguaje sencillo y directo que no lastra la metaforización de la idea inicial: “Ahora todos los pueblos del mundo se conocen mejor y se visitan; y en cada pueblo hay su modo de fabricar, según haya frío o calor, o sean de una raza o de otra; pero lo que parece nuevo en las ciudades no es su manera de hacer casas, sino que en cada ciudad hay casas moras y griegas y góticas y bizantinas y japonesas, como si empezara el tiempo feliz en que los hombres se tratan como amigos y se van juntando”.

A pesar que no hay ningún dato que acredite la visita de Martí al Perú, el solo hecho de que fuese de su interés acercarse a la “problemática del indígena americano, su cultura, sus grandezas y tragedias”, lo hizo preocuparse por esta tierra.

Ha quedado constancia del acercamiento de Martí a la obra de los grandes historiadores del siglo XVI, entre ellos, a la del Inca Garcilaso de la Vega. Por la lectura de sus crónicas (“Comentarios Reales de los Incas”, entre otras) conoció con exactitud la historia de manera transparente y auténtica del país andino. No descartamos por el vagaje cultural de Martí y la vasta información que reúne en sus “Apuntes”, aunque no contamos con datos que nos permitan corroborarlo, que también tuvo acceso a la obra de otros cronistas cuzqueños como Cristóbal de Molina, autor de la “Relación de las Fábulas y Ritos de los Incas”; como Juan de Santa Cruz de Pachacutec, autor de “Relación de Antiguedades de este reino del Perú”; como Huaman Poma de Ayala y Titu Cusi Yupanqui. También se identificó con personalidades luminosas que lideraron grandes rebeliones en nuestro continente como: José Gabriel Condorcanqui: Túpac Amaru II. Consultas bibliográficas como las “Antiguedades peruanas”, obra de Mariano Eduardo de Rivero y Juan Jacobo Tschudi. Este libro, catalogado como el más erudito y autorizado del siglo XIX, sirvió para divulgar la historia inicial del Perú; el origen de las culturas americana y peruana; las características más definitorias de los incas, así como el idioma quechua, las costumbres, religiones, el significado de los quipus y jeroglíficos del período pre-hispánico, etc.

Destacable también son las opiniones de José Martí sobre el autor (o los autores) anónimo (s) de Ollantay, una de las obras teatrales más difundidas sobre la época incaica por apostar a recrear, dramáticamente el mundo de los incas. En “Una Comedia Indígena” apunta: “(...) y el ´Ollantay´, escrito en quechua, en que andan en curiosa mezcla, y como si hubiera sido hecho de más de una mano, de una parte discreteos y sabrosos donaires de estilo que parecen salidos del mismísimo corral de la Pecheca, con primerías, matices y frondosidades de lenguaje que jamás tuvo escritor español aún cuando viviese mucho entre indios”.

Y se refiere además al Uska Paucar, drama apasionado cuyo título traducido puede leerse como “Mendigo-pájaro”. Si metafóricamente lo acercamos a la concepción del pensamiento martiano, responde a los deseos constante de este hombre que ofrendó su vida no solo por la independencia de Cuba, sino por la de Nuestra América toda. Para Martí nuestros países sólo podrán ser libres cuando dejen de ser mendigos de los regímenes de turno que lo someten a la miseria absoluta para saciar los intereses de una minoría y cuando sean absolutamente capaces de defenderse de las potencias que venían (y vienen) a despojarlos de su identidad y de sus costumbres. Respecto a este ideal escribió: “¡los árboles se han de poner en filas, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes!

Pero lo que hemos dejado de colofón en este ensayo reafirma el interés de Martí por el pueblo de Tupac Amaru... y no es otra cosa que su “Cuaderno de Apuntes # 8”, el cual puede ser consultado en el tomo 21 de sus obras completas: razones más que suficientes encontramos en él para valorar el trabajo investigativo que desarrolló Martí. Descripciones, apuntes e ilustraciones hacen del Perú un motivo más de interés dentro de su obra. No necesitó visitarlo físicamente para traducirlo en imágenes e incentivar y propiciar un acercamiento entre los hombres americanos y peruanos.

Veamos algunas terminologías registradas:

- Huacas: montecillos cónicos dentro de los cuales, en una concavidad forrada por cañas y palos, enterraban los cadáveres con trajes, metales y utencilios de barro...

- En Etén. en la nueva provincia de Otuzco se habla una lengua que nadie en el resto del Perú comprende. Rehúyen los habitantes toda mezcla. Dícese que en Lima uno del Etén se entendió fácilmente con un chino. Lindos sombreros, toallas y cigarreras tejen los etenecos. Etén: lugar por donde sale el sol.

- En la fortaleza de Sacsahuaman (Cuzco) se nota clarísimamente que los peruanos conocían el arte de la fortificación.

- Relaciona, como si fuera interés suyo aprender el quechua, los meses del calendario de los incas.

- Alimento de los indios: coca, que llevan en una pequeña bolsa -cancha o anca: maíz tostado; Charqui: carne salada en tajadas delgadas...

etc.

Por estos señalamientos podemos deducir entonces que hay mucho por investigar y profundizar sobre los conocimientos e intereses de José Martí en el relación con el Perú. Motivos hay más que suficientes para convocarnos otra vez. Sirva para finalizar estas páginas una frase que resume la confianza que Martí sentía en el hombre americano, por ese hombre que sobre sus hombros lleva el dolor y el hambre de muchos siglos, por ese hombre que aún, en un nuevo milenio tiene que seguir luchando contra quienes intentan eclipsar sus tradiciones, sus costumbres, su inteligencia, sus derechos, por ese hombre que tiene el compromiso de hacer realidad el nuevo proceso de liberación de la América Latina: “La inteligencia americana es un penacho indígena. ¿No se ve cómo del mismo golpe que paralizó al indio, se paralizó a América? Y hasta que no se haga andar al indio, no comenzará a andar bien la América”.