Nuestra sangre a los peruanos
Del parque Cuba a la solidaridad y el olvido
Ernesto Toledo Brückmann (periodista)
... Este se llama el parque Cuba me dijo un amigo ancashino mientras paseábamos por una urbanización cercana a su casa, en la hermosa Huaraz; aunque no había ningún busto, placa o monumento que evidencie la presencia caribeña en el paraje andino, se me vino a la memoria el encuentro con un señor de aproximadamente sesenta años de edad, quien aseguró tener sangre cubana; no por rasgos ni descendencia antillana sino por ser uno de los miles de beneficiados con un rojo plasma que la historia y la intolerancia no deben borrar.
El 31 de mayo de 1970 es una fecha que quedará en la memoria de todos los peruanos e incluso de quienes nacieron posteriormente ya que el callejón de Huaylas fue el epicentro del terremoto más desastroso de nuestra historia y que causó la muerte de alrededor de 70 mil personas; en medio del desastre recordamos el invalorable apoyo de las naciones del orbe, entre ellas Chile quien fue la primera en decir presentes con colectas nacionales; sin embargo en esta ocasión nos convoca un recuerdo de sangre por la mano franca del pueblo cubano que en jornadas memorables extrajo su propia sangre para dar vida a miles de peruanos. Recordamos brevemente aquel episodio de solidaridad.
En las horas que le siguen al desastre de 1970 radio Habana Cuba transmitía: (...) en todo el mundo se oyen voces de aliento y solidaridad para con el Perú e inmediatamente da cuenta que el representante de su país ante la ONU, Ricardo Alarcón, solicitó a ese organismo la ayuda internacional en nombre del pueblo cubano.
El 4 de junio el periódico Granma exhortó al pueblo cubano a donar sangre para ser enviada al Perú por medio del puente aéreo establecido entre La Habana y Lima. Todo el pueblo de Cuba está en disposición de donar sangre para el pueblo de Perú señala el rotativo habanero.
La respuesta no se hizo esperar, con el carácter extrovertido que caracteriza al pueblo de Cuba y junto al elevado nivel de solidaridad, miles de trabajadores, estudiantes y amas de casa acudían a los bancos de sangre para aportar sus donaciones; esto fue posible gracias a una capacidad movilizadora canalizada por los Comités de Defensa de la Revolución CDR, equivalentes a los comités vecinales que aún existen en algunos barrios peruanos.
Lo más irónico de todo ello es que ambos países no mantenían relaciones diplomáticas ya que el gobierno de Fernando Belaúnde se encargaría de romperlas, siguiendo la consigna norteamericana de combatir al comunismo. Pero la solidaridad latinoamericana pudo más y se impuso a los intereses de unos pocos; en menos de dos semanas la casi totalidad de los pobladores de La Habana, encabezados por el propio Fidel Castro, donaron 110 mil litros de sangre para las víctimas del callejón de Huaylas. Al autor de este artículo aún se le hace un nudo en la garganta recordar la foto expuesta en un museo de Cuba y en la que aparecen miles de brazos estirados que esperaban segundos de dolor para darle vida a sus hermanos del Perú.
Dar la sangre y todo lo que sea necesario para ayudar al Perú es la disposición del pueblo: no sólo es la tragedia de Perú sino de toda la humanidad prosigue Granma mientras radiofotos cubrían las portadas de todos los medios escritos de ese país. La afluencia de donantes fue tan grande que el Ministerio de Salud de Cuba ordenó la habilitación de nuevos departamentos destinados a la recolección de plasma.
(...) como médico y como revolucionario, estoy dispuesto a partir ahora mismo para ayudar ahí en lo que haga falta, declaró el neurocirujano Ramiro Pereyra mientras centenares de profesionales médicos se ofrecían como voluntarios para socorrer a las víctimas y retornar a su país con la misión humanitaria cumplida.
De otro lado el diario Juventud Rebelde enfatiza: Los cubanos hacemos nuestro el dolor de los peruanos; al día siguiente el vocero de la Unión de Jóvenes Comunistas UJCe, señala de manera emotiva y junto a un extenso reportaje: Nuestra sangre a los peruanos, al mismo tiempo que publica una entrevista al entonces director del diario Expreso, Hernando Aguirre Gamio. En su última página, el vespertino reproduce los rostros de Simón Bolívar y José Martí, con una cita del primero: Si se opone la naturaleza a nuestros designios, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca.
Simultáneamente a todo ello el entonces ministro de Transportes y Comunicaciones del Perú, el general Aníbal Meza Cuadra, era testigo de los aviones cubanos que arribaban al aeropuerto Jorge Chávez, cada uno con siete toneladas de medicina, sangre, ropa y camas que conformarían un hospital ambulatorio; mención especial merece el cuatrimotor turbohélice que transportaba a expertos en epidemiología y funcionarios, entre ellos el ministro de Salud de Cuba, Eleodoro Martínez Junco, quien alcanzó a decir con la voz entrecortada por el dolor: (...) prestaremos toda la colaboración que esté a nuestro alcance. Si se requiere sacrificios, los haremos con tal de ayudar.
En total Cuba realizó 8 vuelos en aviones Bristol y Illut, transportando 56 toneladas de enseres y 33 operarios entre especialistas en traumatología y enfermeras; asimismo la ayuda incluyó la entrega de cinco hospitales rurales totalmente equipados y atendidos inicialmente por personal cubano.
Finalmente nos queda reconocer que la desidia así como las discrepancias ideológicas y políticas pretenden hacer caer en el olvido el gesto de movilizar a la isla de Martí para un objetivo en común: el Perú. Aunque los cubanos obraron sin esperar un gesto de reconocimiento, su labor solidaria podrá siquiera ser retribuida el día que más de un huarasino diga con orgullo y conocimiento de causa: este es el parque Cuba.
Fidel da el ejemplo con su sangre.