RESULTADOS ELECTORALES Y PERSPECTIVAS. Juanjo Llorente (EUPV-PCPV)
Los elecciones al Ayuntamiento de Valencia muestran unos resultados nítidos: de los 643.000 electores de la ciudad, más de 240.000 se abstuvieron o votaron en blanco, unos 214.000 votaron al PP, 116.000 al PSOE, 25.000 a EU, 19.000 a UV, 13.000 al Bloc y casi 10.000 a otros partidos. Estas cifras y su traducción en número de concejales implican, en primer lugar, que el nuevo Consistorio municipal -integrado por el PP, PSOE y EU- tan sólo representa la voluntad del 55% del electorado y que ha cobrado carta de naturaleza la abstención como opción ciudadana mayoritaria, agrandándose la distancia entre las instituciones y la sociedad. En segundo lugar, hay que constatar que la presión bipartidista desarrollada durante la prolongada campaña electoral no ha generado una mayor decantación ciudadana hacia el PP ni hacia el PSOE. El PP ha conseguido el mayor número de concejales de nuestra democracia pero con unos 9.000 votos menos que en 1.995. E igualmente, el PSOE tan sólo ha logrado 6.000 votos más que en las anteriores elecciones, lo que supone un incremento poco sustantivo para convertirse en opción de gobierno. Y para completar este cuadro, tanto Esquerra Unida como UV han sufrido un grave descalabro, al ser respaldados por menos de la mitad de su anterior electorado. En cambio, cobra alguna consistencia la opción reflejada por la suma del Bloc y los verdes, pese a no haber obtenido representación.
En definitiva, la realidad es que los resultados del 13 de junio no han satisfecho las expectativas de ninguna de las opciones políticas en liza. Hay que rechazar, por tanto, toda interpretación triunfalista sobre estos comicios, porque antes que un positivo cambio de ciclo socialdemocráta o un afianzamiento claro de la derecha, asistimos al desarrollo de una nueva correlación político-social que, en las próximas convocatorias electorales, obligará a la recomposición de los actuales partidos, alianzas políticas y apoyos electorales, favoreciendo o no la cristalización de un sistema bipartidario similar al de las llamadas democracias atlánticas, con altísimos índices de abstención política y de dualización social.
En el caso de Esquerra Unida, los resultados obtenidos muestran que se ha producido una gran desmovilización de su electorado, no capitalizada por ningún otro partido. Se trata de un fenómeno muy similar a lo sucedido a lo largo y ancho de nuestra geografía, tanto por lo que se refiere a las elecciones locales como a las autonómicas y europeas. Lo que respalda la tesis de un fallo general en el funcionamiento de la campaña electoral y pone en evidencia distintos tipos de problemas internos que se vienen arrastrando desde hace tiempo, como por ejemplo el burocratismo o la elección de candidaturas y órganos dirigentes por mayorías exhimias. En esta campaña electoral, Esquerra Unida no ha contado ni con los recursos propagandísticos que han desplegado incluso partidos mucho menores ni, sobre todo, con una militancia motivada que transmitiera directamente al electorado su convencimiento, tal como ocurrió en anteriores comicios. Difícilmente podía aceptarse o rechazarse el mensaje de EU, votándole o votando a otros partidos, cuando ni siquiera se ha conseguido hacerlo llegar al electorado mediante el sistema "boca a boca" que ha funcionado en anteriores comicios, y por medio de la movilización social.
En conclusión, el día después de las elecciones del 13 de junio supone para Esquerra Unida e IU un momento muy difícil que abre inquietantes perspectivas de futuro. Como han mostrado estas elecciones, el espacio político y electoral de una izquierda transformadora que desde su origen encarnó EU sigue existiendo y puede aumentar conforme lo haga la presión institucional al bipartidismo. Por ello, constituye una prioridad máxima avanzar hacia una mayor convergencia de la Izquierda, mediante la unidad de acción de las fuerzas sociales y políticas de izquierdas, así como mediante pactos en las instituciones basadas en acuerdos programáticos progresistas. No se trata, por tanto, de dulcificar el discurso o de reorientarlo, de que dimitan los actuales líderes o de asimilar la imagen pública y mensajes de EU al perfil de los partidos institucionalistas de corte social-centrista. Se trata de avanzar en el desarrollo de un movimiento político y social de izquierdas, con un trabajo efectivo en la sociedad y en los movimientos sociales, y de afrontar lo mejor posible las penalizaciones que impone el actual sistema de democracia recortada y las constantes presiones bipartidistas.
Valencia, 21 junio 1999