Después del 13-J,
¿HAY SALIDA A LA CRISIS DE IZQUIERDA UNIDA?
Jaime Pastor
Pérdidas de más de la mitad de los votos y de 5 diputados en las elecciones europeas, de casi la mitad de votos y de 1.200 concejales en las municipales y desaparición en 3 parlamentos autonómicos, con descensos notables en el resto, salvo en Baleares (única Comunidad, por cierto, en la que la campaña no fue apoyada políticamente por la dirección federal...). Los resultados alcanzados por Izquierda Unida en el triple proceso electoral del pasado 13 de junio han abierto una profunda crisis en el seno de esta formación política. Cerrar los ojos ante la gravedad del retroceso sufrido o limitarse a buscar remedos organizativos supondría contribuir a que esa crisis conduzca a un callejón sin salida alguna. Se impone, por tanto, un período de reflexión y de propuestas que contribuyan a demostrar que se ha tomado nota de la "derrota sin paliativos" que Julio Anguita se vio obligado a reconocer en la noche electoral.
I
A la hora de entrar en las consideraciones sobre las causas que han podido influir en la pérdida de más de la mitad de los votos obtenidos por IU en anteriores elecciones, nadie puede negar la importancia de los factores relacionados con el contexto político y social que vivimos a escala europea y española. La configuración de un bloque de poderes supraestatal desde el punto de vista económico, político y mediático no sólo sigue sin encontrar enfrente una oposición social fuerte sino que logra dividir y fragmentar a los y las de abajo, empujando a dar nuevos pasos a la derecha a sectores de la socialdemocracia y de los verdes europeos, como revelan su actuación en la guerra de los Balcanes y el último manifiesto de Schröder y Blair.
También las elecciones al Parlamento de la UE han confirmado esa tendencia: en unas condiciones de baja participación casi generalizada, es ahora la derecha la que va a tener mayoría, mientras que desciende el social-liberalismo, salvo en lugares como Francia, en donde también hemos podido alegrarnos -¡por fin!- de que una candidatura de izquierda radical obtenga una representación nada despreciable.
En el caso español esto es más evidente si cabe, ya que tras el ciclo del "felipismo" se inició otro en el que la derechización política y cultural, la desmovilización sindical y social y la reducción de las expectativas de cambio hacia la izquierda han sido crecientes, siempre con excepciones localizadas a escala sectorial y "regional". Esa involución ha sido reforzada (no creada...) por la mayoría de los medios de comunicación que, compartiendo el discurso o "pensamiento único" dominante, han sido beligerantes en su voluntad de marginar y deformar las posiciones de fuerzas políticas y culturales minoritarias. Esto ha sido patente, además, no sólo en lo que se refiere a la Unión Europea o a la OTAN y la guerra de los Balcanes sino también a la defensa de la "unidad de la Patria" frente al pacto de Lizarra.
El fomento de un bipartidismo en torno al "centro" político es la más clara manifestación de ese consenso mayoritario de las elites políticas, económicas y mediáticas. Pero hay que decir que en el logro de ese objetivo siguen tropezando, por un lado, con una realidad plurinacional y plurirregional cada vez más visible y que se ha reflejado de nuevo en los votos obtenidos por distintos partidos de ámbito no estatal en el triple proceso electoral vivido recientemente; por otro, con un crecimiento de la abstención urbana políticamente motivada entre sectores culturalmente informados y jóvenes, lo cual es sin duda expresión de la desconfianza frente a un sistema de partidos y a unas instituciones con escasa capacidad de resolución de las cuestiones centrales que afectan a la ciudadanía. En cambio, hay que reconocer que, en lo que se refiere a IU, esas elites sí han conseguido que ésta se encuentre, ante la perspectiva de unas elecciones generales en las que puede pesar más el "voto útil", en un terreno peligrosamente cercano al extraparlamentario.
Pero, aun siendo conscientes de las condiciones adversas en que se tiene que mover una izquierda crítica del capitalismo y opuesta al modelo dominante de construcción europea, no podemos obviar la responsabilidad que los errores propios han podido tener en la tendencia a la baja que sufría IU desde hacía tiempo y que se han confirmado con creces en los resultados obtenidos en estas elecciones. Porque, aun sin comprobación empírica suficiente, parece evidente que los votos perdidos por IU han ido bien a la abstención, bien a otras fuerzas políticas (PSOE, Iniciativa per Catalunya, fuerzas nacionalistas de izquierda, verdes). Habrá que indagar, por tanto, en las diversas causas de la pérdida de más de la mitad de votantes: cuáles han sido los votos transferidos a otras candidaturas y cuáles han sido expresión de electores que han optado por no votar o por el voto en blanco, debido probablemente a la frustración vivida en sus expectativas respecto a IU.
Desde nuestro punto de vista, una de las causas de esos resultados estaría en la incapacidad mostrada por IU para pasar de la etapa de crecimiento que conoció frente a un PSOE en el gobierno a otra en la que el ascenso del PP se convertía en la tónica general y el PSOE pasaba a la oposición, aunque ésta fuera formal en muchos aspectos. El punto de inflexión estuvo en la nueva situación creada tras las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 1995, cuando no se supo adoptar una táctica flexible que permitiera hacer aparecer a IU a la ofensiva en la lucha contra la derecha en ayuntamientos y Comunidades Autónomas. La imagen que salió reforzada a partir de entonces fue la de una actitud ambigua respecto al PP -acentuada por pactos parlamentarios como los de la "guerra de los medios" y la "ley del fútbol"-, mientras que la frustración en IU por no llegar al "sorpasso" fue sustituida por un creciente miedo a la destrucción de IU por...Felipe González. Nuestra crítica a esas posiciones, expresada ya en aquellos momentos, no tenía mucho que ver con la que pudo proceder de sectores de Nueva Izquierda u otros: primero, porque nosotros no negábamos las profundas diferencias políticas que nos separaban del PSOE; y segundo, porque tampoco ocultábamos las coincidencias entre PSOE y PP. Pero, a pesar de ello, considerábamos que no debíamos aparecer como subalternos del PP en determinadas batallas tácticas de Aznar con González, y que tampoco podíamos ignorar que para una mayoría importante de la izquierda social no era lo mismo que en ayuntamientos y Comunidades Autónomas gobernaran unos u otros: había que apoyar desde la dirección federal la necesidad de hacer la experiencia, con la mejor pedagogía posible, de distintas fórmulas tácticas -desde el voto de investidura a la lista más votada hasta gobiernos de izquierda con políticas de izquierda, en función de la viabilidad o no de acuerdos programáticos-, reconociendo siempre que, dentro de la diversidad de situaciones locales, habría también excepciones a unos criterios generales expuestos a escala federal.
Sin ceder, por supuesto, a la deformación mediática interesada que pretende relegar a segundo plano la oposición mostrada por IU a las políticas del PP a lo largo de los últimos años, es evidente que en la memoria de una parte del electorado de izquierdas han pesado tanto aquella imagen de partida como la insistencia de Anguita en autoproclamarse la "única" izquierda y en ser "laico" a la hora de pactar, sólo parcialmente contrarrestada con la propuesta unitaria que se hizo a Borrell tras su triunfo en las "primarias". Todo esto ha podido tener un coste electoral, ya que éstas eran las primeras elecciones en las que, aun siendo formalmente de "segundo orden", resucitaba la presión por el "voto útil" a un PSOE en la oposición.
Un segundo factor se encontraría en el enorme deterioro de la imagen plural de IU durante estos años. No negamos que la evolución de la mayoría de Nueva Izquierda les estaba conduciendo a un acercamiento político hacia el PSOE. El problema está en que una cosa son los proyectos y otras su viabilidad y la forma de luchar contra ellos: ese partido tenía derecho a defender sus propuestas y, si sus dirigentes vulneraban las reglas del juego internas, cabía adoptar medidas individualizadas sin necesidad de saltarse los Estatutos Federales, e ir preparando su derrota y minorización política en la V Asamblea Federal. Pero, en la práctica, lo que ocurrió fue que en nombre de la lucha contra el "enemigo interno" se pasó de la crítica a hechos aislados a la expulsión colectiva por la vía rápida desde Madrid no sólo de la NI sino también de Esquerda Galega, extendiéndose muy pronto esto a la ruptura con Iniciativa per Catalunya y con Los Verdes de Andalucía.
Sin embargo, lo peor de todo esto no fue la salida de estos grupos -que, en el caso de la NI al menos, se habría producido más pronto o más tarde- sino, sobre todo, que la "guerra" que se inició en abril de 1996 dio nuevas alas a una "cultura" de confrontación antagónica dentro de IU que, luego, se trasladó a las distintas familias internas, especialmente a las que dividen al propio PCE. Esas "secuelas" están todavía muy vivas en numerosas Federaciones como Madrid, Euskadi, Aragón, País Valenciá, La Rioja... Ni siquiera a corrientes como la nuestra se nos integró en la nueva Comisión Permanente Federal tras la V Asamblea, ya que no habíamos sido "leales" durante el período de crisis vivido anteriormente. En cambio, a partidos con menor arraigo en los movimientos sociales que Espacio Alternativo se les premió su comportamiento fiel con una sobrerrepresentación generosa.
Esta dinámica de reducción de la pluralidad ha sido percibida con mayor claridad desde que en el Congreso del PCE de diciembre de 1995 se impuso una línea de "reconstrucción" y búsqueda de "cohesión interna" por parte de ese partido. La tendencia a reforzar el funcionamiento de las estructuras internas y la aparición pública del mismo ha sido cada vez más visible desde entonces, como se ha visto confirmado con el nuevo Congreso celebrado en diciembre de 1998. Pero el problema no está sólo en esa dualidad orgánica que se ha creado en muchas Federaciones sino, sobre todo, en la intención de reconstruir una identidad "comunista" que, como se ha podido ver en la actitud de la dirección federal de ese partido ante la guerra de los Balcanes, tiende a reproducir los esquemas ideológicos más maniqueos de la época de la "guerra fría" y del "socialismo real". Si, además, tenemos en cuenta que el fuerte liderazgo de Anguita como "agente simplificador" de la política de IU ha seguido siendo el rasgo fundamental durante este período, hay que reconocer que la idea de que IU apostaba por ser un "movimiento político-social", superador de la vieja forma de partido y capaz de fusionar en su seno distintas tradiciones y culturas, se alejaba cada vez más ante much@s de sus afiliad@s y simpatizantes.
Una tercera razón se hallaría en la relación conflictiva que con diversas organizaciones sociales ha mantenido IU. No vamos a negar la notable cuota de responsabilidad que en ese deterioro han tenido las direcciones de algunas de esas organizaciones -y, en particular, la de CCOO-, pero lo cierto es que la dirección federal de IU ha actuado con escasa flexibilidad y con una vocación sustitucionista en más de un caso: recordemos desde la experiencia frustrada de aquella "Plataforma Cívica para la Defensa de los Derechos Sociales" hasta recientes iniciativas contra la guerra de los Balcanes al margen y en conflicto con la mayoría de organizaciones sociales. Es cierto que la ILP por las 35 horas ha podido ayudar a mejorar la relación con algunas de ellas, pero el inicio de la misma en términos de confrontación en torno a polémicas falsas (¿ley o negociación?) y su conversión posterior en un reto interno han atenuado los efectos positivos externos que ha podido tener en determinados sectores.
Otra estaría en las contradicciones respecto a la asunción de la realidad plurinacional y al pacto de Lizarra. Porque cabe aceptar la hipótesis de que la firma de ese pacto haya restado votos en algunas Comunidades (como también ha podido hacerlo la posición unilateral ante la guerra de los Balcanes), pero probablemente esto haya sido porque la imagen de IU ha aparecido con posturas enfrentadas entre la mayoría federal y la propia IU-EB. En esas condiciones -como se explica con los votos que le han podido arrebatar nuevas fuerzas nacionalistas también en ascenso en otros lugares, como la Chunta- IU no ha logrado desembarazarse de una imagen fundamentalmente españolista -reforzada, además, por su práctica escasamente federalista-, en lugar de haber respondido con firmeza a los ataques de PP, PSOE y medios de comunicación mediante el desarrollo de una campaña de explicación sobre el contenido de aquel pacto y su apuesta autónoma por un proyecto federalista plurinacional -y no uniforme-, respetuoso del derecho del pueblo vasco a formar o no parte del mismo.
Queda, en fin, el problema del tipo de discurso predominante en IU-Federal y su Coordinador General. En nuestra opinión se ha mantenido una visión reduccionista de lo social y de la política, dentro de la cual la referencia a temas más relacionados con lo "verde", lo "violeta" o lo alternativo en general ha quedado en muy segundo plano. Y, sobre todo, cuando se ha hablado de ellos, la posición de IU no parecía creíble tanto por la imagen "clásica" que destilaba como por su escaso reflejo práctico en el apoyo a las iniciativas y movilizaciones vinculadas a estas cuestiones.
Todos estos factores se han manifestado a lo largo de una campaña electoral presidida de nuevo por Julio Anguita, con bandazos en relación al PSOE (desde el "PPOE" del video televisivo hasta la oferta de pactos), maniqueísmo en la posición ante la guerra, escasa imagen alternativa en la candidatura de las europeas y despilfarro financiero mediante una propaganda centralizada al peor estilo.
Junto a todo lo anterior, no vamos a negar que ha habido responsabilidades en las distintas Federaciones (como la de Madrid) ni debemos dejar de alegrarnos por algunos éxitos locales nada despreciables, relacionados probablemente con las políticas desarrolladas o los vínculos personales establecidos con la izquierda social. Pero, dado el carácter general del retroceso, es obvio que había que concentrarse en este artículo en las causas externas e internas comunes.
II
Ante este panorama, conviene recordar que la mayoría de la dirección federal de IU sabía que iba a haber un descenso significativo de votos, pero no se esperaba tal descalabro electoral. Por eso en un primer momento ha habido desconcierto para pasar muy pronto al debate sobre qué hay que cambiar. Adoptar actitudes conservadoras en un momento tan crítico como el actual sería crear las mejores condiciones para un nuevo retroceso en las generales. Un primer paso tendría que ser el reconocimiento de la derrota sufrida y de la responsabilidad de la dirección federal ejecutiva en la misma: por eso, al menos en la opinión de quien esto escribe, tanto el Coordinador General como la Comisión Permanente han hecho bien presentando su dimisión, la cual debería ser aceptada por el Consejo Político Federal. A continuación, se trataría de abrir un período de reflexión presidido por una Comisión Gestora en la que deberían tener un peso central algunos Coordinadores de Federaciones, que pueden ser mejores conocedores de las preocupaciones de la organización que el núcleo del actual aparato central. Este órgano provisional iniciaría un proceso de debate que podría culminar en una Conferencia o Asamblea Extraordinaria antes de mediados de octubre, con el fin de permitir la participación del conjunto de la afiliación y no limitar el debate a los "cuadros" de IU.
Pero, como ya se ha expuesto antes, sería caer en una ceguera suicida pensar que el problema es sólo organizativo: hay que prepararse a encarar el otoño social y las elecciones legislativas de marzo del 2000 con una reorientación política profunda de IU que sea compatible con la permanencia de sus señas de identidad transformadoras y anticapitalistas. No apuntamos, por tanto, a ningún giro a la derecha, como sugieren sectores de la "Tercera Vía", del PASOC y del propio PCE. Proponemos, más bien, la necesidad de refundar una IU más alternativa, más plural, más federalista y más vinculada a las redes sociales y ciudadanas que siguen mostrando su voluntad de oponerse desde la izquierda a la hegemonía neoliberal. Como se puede deducir de la referencia que hemos hecho a los errores cometidos, ya se puede entender por dónde queremos ir. Lo resumimos ahora con algunas sugerencias hechas en una contribución escrita al debate interno apenas iniciado en IU: deberíamos "-recuperar un discurso y una práctica alternativas, capaces de responder a las distintas esferas de injusticia y desigualdad que existen en la sociedad y en el planeta, sin caer en una visión reduccionista de lo social y de las 'cuestiones de Estado'; -abrir la organización hacia fuera, restablecer marcos de diálogo con las organizaciones sociales, conocer mejor las preocupaciones de nuestros votantes movilizados y desmovilizados, de quienes, rechazando el giro al 'centro' de la socialdemocracia, vieron en IU la esperanza de otra izquierda y hoy se sienten frustrados y sin alternativa; -reconstruir una imagen plural de IU, excluyendo la incultura de la enemistad autística interna y resucitando la cultura del debate leal y solidario en torno a un discurso común e integrador; -promover una práctica efectivamente federalista, superadora del tutelaje y basada en un trabajo compartido de las Federaciones en la elaboración y aplicación de las orientaciones políticas comunes compatible con el respeto a su propia diversidad y a su autonomía en el ámbito de sus competencias; -fomentar los equipos colectivos interna y externamente, frente al modelo dominante de los liderazgos unipersonales y carismáticos; -mantener el proyecto de construir un bloque social, político y cultural plural y trabajar en ese marco por diversas formas de unidad de acción de una izquierda también plural que permitan una lucha común contra el bloque de derechas y, en particular, contra un PP en ascenso; reformular iniciativas como la ley de 35 horas, con el fin de llegar a la mayor unidad de acción posible con todos los sindicatos y organizaciones sociales, siguiendo el ejemplo de la experiencia reciente en Euskadi; -defender un proyecto federalista plurinacional y solidario, desde el respeto a la libre decisión de pueblos como el vasco a formar o no parte del mismo; aparecer como la fuerza más coherentemente partidaria de una paz justa y duradera en los Balcanes, contraria a los intereses geoestratégicos de la OTAN, solidaria con todas las víctimas de la guerra, defensora del derecho del conjunto de la población kosovar a decidir libremente su futuro, y dispuesta a apoyar las demandas democratizadoras de la oposición serbia al régimen de Milosevic".
El análisis y el rumbo político y organizativo que se ha expuesto aquí de forma sucinta no pretenden ser la panacea ni garantizan una recuperación electoral a corto plazo. Ya se ha recordado antes que el contexto adverso, la crisis abierta a partir de mayo de 1995 y el hecho de que el PSOE apareciera en estas elecciones estando por primera vez en la oposición anunciaban una tendencia a la baja de IU difícilmente reversible. Pero, en cualquier caso, una reorientación como la que avanzamos habría ayudado a contrarrestar esos factores y a mantener la identificación activa de un sector nada despreciable de la izquierda social con un proyecto que concitó tanta simpatía e ilusión hasta hace pocos años. Ahora, habría que ensayar ese cambio de rumbo para, al menos, recobrar esa ilusión y no resignarnos ni frente a la desmovilización ciudadana ni ante el techo electoral del 13-J.
¿Tiene algunos visos de triunfar la propuesta que pueda venir de Espacio Alternativo y de sectores afines? Siendo sinceros, no lo creemos. La audiencia que podemos encontrar en algunas Federaciones e incluso en la dirección federal será insuficiente para forzar un proceso de revisión autocrítica y un giro político y organizativo. Hay, además, algunos lugares en donde es ya muy difícil frenar la tendencia a la reducción de espacio político y electoral de IU: ése es el caso indiscutible de Euskadi, Galicia y Catalunya y, probablemente, de otras Comunidades. En estas zonas sería precisa una política de alianzas estrecha con otras fuerzas de izquierda que, aun con todas sus contradicciones, están canalizando el proceso de agrupamiento de la izquierda social.
Con este pronóstico y enfrentados a unas perspectivas que anuncian la crisis de IU como polo de referencia fundamental de la izquierda transformadora a escala estatal, Espacio Alternativo tendrá que redefinir sus tareas y prioridades, empezando por una mejor estructuración y aparición propia. Con mayor razón que hasta ahora, su trabajo dentro de IU deberá estar cada vez más ligado a una estrecha dedicación al refuerzo de las organizaciones sociales más activas y al impulso de plataformas unitarias en relación con objetivos concretos de movilización, al igual que a una coordinación con los colectivos y las corrientes más alternativas dentro de IU, del BNG o EH. Debemos hacer política tanto desde IU como desde los movimientos sociales, siendo puente entre ambos en unos casos e impulsando, siempre que nos parezca necesario, las iniciativas de éstos últimos, aun cuando no cuenten con el apoyo de IU. Porque la reconstrucción de la izquierda tendrá que pasar por caminos más diversos que los recorridos hasta ahora y porque no podemos resignarnos a ser minoría "parlamentaria" dentro de una IU que corre el riesgo de ver bloqueada la salida de esta crisis por aquellos sectores que, empeñados en sus "guerras internas" en unos casos o en una "paz sin debate" en otros, pretenden una huida hacia adelante con falsas soluciones organizativas.