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 Puntos de vista/1

Desde el punto de vista del búho, del murcielago, del bohemio
y del ladrón, el crepúsculo es la hora del desayuno.

La lluvia es una maldición para el turista y una buena noticia para el campesino.

Desde el punto de vista del nativo, el pintoresco es el turista.

Desde el punto de vista de los indios de las islas del mar Caribe,
Cristóbal Colón, con su sombrero de plumas y su capa de terciopelo
rojo, era un papagayo de dimenciones jamás vistas.


 Puntos de vista/2

Desde el punto de vista del sur, el verano del norte es invierno.

Desde el punto de vista de un lombriz,
un plato de espaguetis es una orgía.

Donde los hindúes ven una vaca sagrada,
otros ven una gran hamburguesa.

Desde el punto de vista de Hipócrates, Galeno,
Maimónides y Paracelso existía una enfermedad llamada indigestión,
pero no existía una enfermedad llamada hambre.

Desde el punto de vista de sus vecinos del pueblo de Cardona,
el Toto Zaugg, que andaba con la misma ropa en verano y en invierno,
era un hombre admirable:
-El Toto nunca tiene frío-decían
Èl no decía nada, frío tenía, lo que no tenía era un abrigo.


 Puntos de vista/3

Desde el punto de vista de las estadísticas,
si una persona recibe mil dólares y otra persona no recibe nada,
cada una de esas dos personas aparece recibiendo
quinientos dólares en el cómputo del ingreso percápita.

Desde el punto de vista de la lucha contra la inflación,
las medidas de ajuste son un buen remedio.
Desde el punto de vista de quienes las padecen,
las medidas de ajuste multiplican el cólera, el tifus,
la tuberculosis y otras maldiciones.


 Puntos de vista/4

Desde el punto de vista del oriente del mundo,
el día de occidente es noche.
 
En la India, quienes llevan luto, visten de blanco.
 
En la Europa antigua, el negro, color de la tierra fecunda,
era el color de la vida,
y el blanco, color de los huesos,
era el color de la muerte.

Según los viejos sabios de la región Colombiana del Chcó,
Adan y Eva eran negros, y negros eran sus hijos Caín y Abel.
Cuando Caín mató a su hermano de un garrotazo,
tronaron las iras de Dios. Ante las furias del Señor,
el asesino palideció de culpa y miedo, y tanto palideció
que blanco quedó hasta el fin de sus días.
Los blancos somos, todos, hijos de Caín.

Tomado de:
"Patas arriba
La escuela del mundo al revés",

de Eduardo Galeano.

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