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     ¿USAS ESTAS NORMAS PARA INTERPRETAR LA BIBLIA?

                                                                                                       

            Todo el mundo, consciente o inconscientemente, usa normas para interpretar la Biblia y su relación con el mundo de hoy. Algunos usan la Biblia como algo mágico. Hace varios años una profesora buscaba una solución a una duda. Cerró la Biblia; luego al abrirla al azar, buscó la respuesta a su problema en la página donde se abrió. Pero en vez de darle la solución para su problema la profecía en Ezequiel lo intensificó, porque hablaba de la sangre y por ende, la muerte. Decidió recurrir a un pastor para resolver el problema agravado por la forma que usó la Biblia. En otro caso similar un exsacerdote puertorriqueño que vivía en Venezuela quería saber si debía regresar a su patria o quedarse en el exilio. Abrió la Biblia, puso su dedo, y el pasaje decía, "Vuélvete a tu casa y cuenta cuán grandes cosas Dios ha hecho contigo." El obedeció.

            Existen mejores normas para interpretar la Biblia. Son parecidas a los principios que son apropiados para entender otra literatura en prosa y en poesía. Es más saludable poder expresarlas claramente, porque así sabemos lo que estamos haciendo, y las podemos cambiar, modificar o corregir de forma racional y lógica. Aunque hay un solo Dios y una sola autoridad bíblica y apostólica, hay muchas denominaciones religiosas; una razón evidente para esta situación es que cada cual interpreta la Biblia a su manera, a veces en forma mágica. Si todos acatamos las mismas normas de interpretación de la Biblia, entonces el número de sectas serían menor.

            Vamos a enumerar unas normas claves para la recta interpretación de la Biblia.

 

            Una mente abierta: Primero, hay que leer y estudiar la Biblia con una mente abierta, sin perjuicios y sin ideas doctrinales preconcebidas. Sólo así no impondremos nuestras propias ideas donde no aparecen en el texto sagrado. Este proceso nos obliga primero a darnos cuenta de nuestros propios prejuicios antes de proceder a sobreponerlos.

            Una forma de expresar esto es a base de un contraste entre la inducción y la deducción. Las ciencias naturales son conocidas por el uso de la inducción para adquirir sus conocimientos; es decir, observan su objeto de investigación con sumo cuidado, acumulando data y sólo después de tomar en cuenta la mayor información acumulada posible llegan a una conclusión final que se generaliza en forma de hipótesis, teoría o ley. Necesitamos ese mismo cuidado y método de acercamiento para interpretar las Sagradas Escrituras también. Esto quiere decir, que en vez de imponer nuestras ideas por encima de las Escrituras, dejamos que ellas nos hablen francamente a nosotros; de esa manera comunican de verdad lo que efectivamente dicen. Esto significa que escuchamos primero antes de llegar a una conclusión.

            Tuve una experiencia que en parte ilustra este concepto. Un día una joven llegó a mi casa en Ponce para discutir la Biblia. Conversamos un rato; le hice unas preguntas en cuanto en donde se encontraban ciertas ideas en la Biblia para apoyar las suyas. No me podía contestar en ese momento; decidió salir y preguntar a otra persona. Luego regresó a mi casa, tiró un pedazo de papel encima de la mesa, y dijo, "Ahí las tiene." Le pregunté que era lo que tenía; ella respondió, que con las citas escritas en el papel se podía probar "cualquier cosa" que yo quería. Para ella la Biblia servía para buscar textos o versículos para evidenciar la posición ya asumida. Así, en vez de que la Biblia sirva para corregir (2 Tim. 3:16-17) nuestros pensamientos, servía para probar lo que ella ya creía. Servía para buscar pruebas para doctrinas ya aceptadas en vez de corregir las ideas a través del mensaje bíblico. Pero la Biblia no fue escrita para probar "lo que tu quieres", sino para decirnos lo que Dios quiere que pensemos. Y para entender ese mensaje tenemos que leer su palabra con una mente abierta.

 

            ¿Literal o simbólico? Hay que reconocer que a veces se interpretan las palabras en la Biblia literalmente y a veces simbólicamente. Una cosa que frecuentemente nos ayuda en esta determinación es el género literario de los libros. En la poesía profética y en la literatura apocalíptica esperamos encontrar muchos símbolos y metáforas, pero en la narración histórica esperamos encontrar pasajes literales. Hay que interpretar un pasaje a la luz de su propio estilo literario. No todo es literal en la Biblia. No podemos siempre tener la mentalidad legalista de lo literal de un abogado, o la mentalidad literal de un científico, pues su metodología surgió sólo después del Renacimiento unos 500 años atrás.

            Tampoco es cierto que la interpretación bíblica más profunda siempre es la alegórica o la simbólica que descubre un significado oculto. Más bien el principio básico es que a veces se interpretan las palabras sagradas literalmente y a veces simbólicamente. Una interpretación literal es una en la cual las palabras significan exactamente lo que dicen y nada más mientras que una interpretación simbólica reconoce que hay metáforas, es decir, expresiones que representan algo que no es idéntico a las mismas palabras. Por ejemplo, la paloma que llevaba una hoja en su pico a Noé dentro del arca fue exactamente eso (Gén. 5:20), pero la paloma que estuvo presente en el bautismo de Jesús representaba al Espíritu Santo (Mt. 3:16). Obviamente Jesús interpretó pasajes del Antiguo Testamento literalmente en diferentes ocasiones al aplicarlos a su propia vida mesiánica. Lo mismo hicieron también los apóstoles, por ejemplo, cuando Juan identificó la frase "ríos de agua viva" como una referencia al Espíritu Santo (Jn. 7:38-39). Es importante subrayar que interpretar algo como símbolo no quiere decir que no existe una realidad detrás de él; más bien es lo contrario. Más allá de su fachada existe una realidad. También una acción histórica puede tener significado simbólico como en el caso de la selección de los doce apóstoles por Jesús que representa la formación del nuevo Israel, pero no siempre hay algo oculto o simbolizado en un acto histórico.

            Consciente o inconscientemente interpretamos unos pasajes en forma literal y otros en forma metafórica, como la siguiente: en la parábola de la semilla (Mt. 13:1-9, 18-23), Jesús indicó que las cosas nombradas representan otras cosas; por ejemplo, la semilla es el evangelio y la tierra es el corazón. Cuando Cristo dijo, "Yo soy la puerta" (Jn. 10:9), ¿quiere decir que él es una puerta de madera o de metal? o ¿que él tiene la misma función que una puerta? Cuando dijo, "Yo soy la vida verdadera" (Jn. 11:1-10), ¿quiere decir que él es una planta física de uvas? Cuando Cristo llamó a Herodes "ese zorro" (Lu. 13:32), ¿quiere decir que literalmente es un animal y no un ser humano? Cuando Pablo llama ciertos apóstoles "columnas" (Gál. 2:9), ¿quiere decir que son de roca para sostener el techo de un templo? Cuando Pedro dice que el diablo es un "león rugiente" (1 Pe. 5:8), ¿que quiere decir? Cuando el salmista refiere a Dios como la roca y la fortaleza (Sal. 31:2) o el castillo (18:2), ¿se refiere literalmente a la materia dura física? o ¿se refiere a las características o las funciones de ellos? Estos usos son claramente simbólicos.

            También a veces se interpreta la Biblia de forma literal: es un hecho histórico el nacimiento de Jesús en Belén (Mt. 2:1). Su madre era María (Lu. 2:4-9). Su familia vivió en Egipto (Mt. 2:13-14) y en Nazaret (Lu. 2:39-40) y que Juan el Bautista le bautizó en el río Jordán (Mc. 15:22-25). A los tres días resucitó de los muertos (Mc. 16:6; I Cor. 16:19). Así que también hay datos literales en la Biblia. Concluimos, pues, que parte de la escritura es símbolo o metáfora y parte es hecho histórico o literal.

            Pero el problema principal en relación con esta norma es saber cuándo una referencia es literal y cuándo es símbolo o metáfora. Son incorrectos los estereotipos que acusan a uno o al otro de siempre interpretar literal o simbólicamente. Sencillamente nadie interpreta toda la Biblia literal o simbólicamente -- ni los católicos ni los más fundamentalistas. Aun los que siguen la metafísica toman las palabras de Jesús literalmente en cuanto a que sus seguidores harán milagros más grandes que Jesús. También lo reconocen como el máximo líder espiritual que vivió en la historia del primer siglo. El problema no es que uno siempre lo interpreta de una manera o de otra, sino el problema esencial es ponerse de acuerdo cuándo es literal y cuándo no lo es.

            Un día una exmonja y yo salimos juntos de un programa religioso presentado principalmente por estudiantes evangélicos. Ella comentó su agrado por el espíritu de ellos y las expresiones en las caras que los distinguían como cristianos. Luego concluyó diciendo, "Es una pena que los hermanos separados interpretan toda la Biblia literalmente". Ahora esta profesora había descubierto un problema de interpretación, pero culpaba a un solo lado. Lo cierto es que ambos lados no se ponen de acuerdo cuándo una referencia es literal y cuándo no lo es. Un estudiante mío que antes estudiaba para el sacerdocio en un seminario me indicó que se le enseñaba que todas las palabras de Jesús eran literales. Eso incluía definitivamente las palabras de Jesús en la última cena en referencia al vino y al pan: "...esto es mi sangre ...y esto es mi cuerpo ..."(Mt. 26:26-28). Por otro lado, en general los evangélicos interpretan estas mismas palabras simbólicamente y los católicos no. Así que el problema no surge de un solo lado y no se resuelve culpando a uno o al otro, sino ambos lados tienen que aceptar una responsabilidad mutua por el desacuerdo y reconocer que no siempre es fácil distinguir entre el símbolo y lo literal.

            Esas mismas palabras de Jesús de la última cena dividió a dos gigantes intelectuales de la Reforma protestante europea también. En el siglo XVI Martín Lutero, quien al final consintió en un diálogo, y Ilrich Zwinglio de Zurich se reunieron en el castillo de Marburgo para tratar de formar un frente unido contra el catolicismo en Europa. Desde el principio Lutero insistía sin tregua en interpretar esas palabras literalmente mientras que Zwinglio insistía en una interpretación simbólica. Por consiguiente, el frente unido nunca pudo formarse debido a la imposibilidad de un acuerdo sobre el significado de las palabras de Jesús en la última cena.

            Algunos restan importancia de la revelación de Dios en la historia al insistir que los eventos y personajes de la narración siempre representan otros aspectos. Eso cambia radicalmente la revelación histórica de la redención, pues en la Biblia la revelación normalmente consta de evento y la interpretación de ese acontecimiento, como es el caso del significado de la muerte de Jesús de Nazaret. Pero es importante reconocer que existe una progresión en esa revelación bíblica que culmina con la crucifixión y la resurrección del Señor como la cumbre incomparable de la revelación divina al ser humano.

            Este mismo problema de interpretación continúa hasta el día de hoy. Cristianos de la misma denominación religiosa y aun de la misma congregación interpretan el texto sobre el milenio (Apoc. 20:1-6) de forma diferente, y se han llevado a cabo muchos debates sobre la naturaleza de los primeros once capítulos de Génesis. ¿Qué parte de la Biblia es literal y qué parte es símbolo? ¿Cómo determinar lo que es símbolo y lo que es literal? La tarea no es fácil, aún cuando admitimos que detrás de cada símbolo hay una realidad. No obstante, ponerse de acuerdo sobre las normas de interpretación bíblica serviría de base para comenzar.

            ¿Cómo podemos saber cuándo interpretar literal o simbólicamente? Allí precisamente es parte del gran problema de la hermenéutica. Pues sencillamente no existe 100% acuerdo entre dos cristianos aunque sean sinceros. Pero existen varios criterios que nos pueden ayudar a reconocer la manera más apropiada en determinados casos. Primero, ¿cuál fue la intención o el propósito del autor cuando escribió el pasaje? Si lo escribió como metáfora, entonces es muy probable que así sea, pero si esa no fue su intención, entonces no es probable que se trata de un símbolo. Segundo, el género literario nos puede ayudar, pues si es poesía, es muy probable que haya muchas metáforas, y por ende muchos mensajes simbolizados. Si es historia, entonces hay más probabilidad de que haya muchas referencias literales, pero no necesariamente todo lo narrado sea así ... y aquí el tercer factor nos ayuda: el contexto del pasaje en el párrafo, capítulo y libro donde aparece. Con frecuencia los versos que rodean el pasaje precisan explícita o implícitamente el sentido o literal o figurado. Y cuando así lo identifica como tal, debemos acatar a dicha interpretación. Si es una parábola, entonces se debe reconocer que normalmente enseña una sola lección principal y, que a menos que el contexto literario asigne significados a los detalles, no deben ser interpretadas alegóricamente. Es decir, no se debe buscar un significado figurado o escondido en cada detalle de la narración. Más bien hay que encontrar la idea principal en el evangelio o libro dentro de su contexto literario.

            Cuarto, ¿provee una interpretación simbólica una explicación adecuada para lo que el escritor pretende comunicar? A veces una interpretación figurada u oculta es absurda, igual que la insistencia de una interpretación literal en el caso de las figuras grotescas de las visiones en la literatura apocalíptica de los libros de Apocalipsis y Daniel.

            Si usamos estos cuatro criterios en conjunto, entonces es obvio porqué la paloma de Noé es una ave literal y la del bautismo de Jesús no es. Asimismo, estos cuatro principios nos capacitan a determinar mejor el significado de muchos otros pasajes de la Biblia.

 

            Normas lingüísticas e históricas: Hay que tomar en cuenta factores lingüísticos, gramaticales, e históricos, porque la Biblia es un libro escrito por los hombres que usaban idiomas humanos bajo condiciones humanas, pero no por eso se puede concluir que es un tomo puramente humano, un producto exclusivo de la cultura. Esta norma quiere decir que hay que tomar en consideración las etimologías de las palabras originales del hebreo y del griego. Se tiene que compenetrar expresiones idiomáticas hebreas y griegas y sus significados en la época cuando fueron escritos. También hay que tomar en consideración las diferentes relaciones de las palabras una con la otra, su sintaxis que incluye los factores gramaticales y las relaciones estrechas entre los verbos, nombres, pronombres y las otras palabras en la oración. En el griego del Nuevo Testamento los verbos son muy importantes y son menos complejos que en el hebreo del Antiguo Testamento, el cual a su vez es más concreto en su expresión y menos abstracto que el griego. Hay que aprender a entender la forma del razonamiento del autor sagrado, y no forzarla en términos de la lógica del siglo XX. Es importante interpretar las ideas de las expresiones idiomáticas en su situación histórica. Hay que interpretar cada género o tipo literario de acuerdo a su propio estilo.

            Es indispensable entender el mensaje a la luz de su contexto inmediato y general, literario e histórico. El contexto no se refiere al contenido sino a lo que rodea algún pasaje, es decir, lo que va junto con el verso o el texto. En cuanto al contexto literario inmediato y general cada versículo encaja dentro de un párrafo, cada párrafo dentro de un capítulo, cada libro dentro del Antiguo o el Nuevo Testamento y cada testamento dentro de la Biblia completa. Más ampliamente están los documentos extrabíblicos contemporáneos de pueblos vecinos que también arrojan luz sobre los significados de ciertas palabras y prácticas. Cada uno tiene una relación con el otro, y hay que tomar esta relación en consideración. No se aísla el versículo de su párrafo para poder entenderlo bien. Por eso el formato de una Biblia es de suma importancia. Hay Biblias que dan al lector la impresión de que cada versículo es un párrafo independiente (vea, por ejemplo, la Versión Reina Valera del 1909 y de 1960); eso no nos ayuda en la interpretación. Pero una Biblia que imprime los versos dentro de un formato de párrafo como la Versión Reina Valera Actualizada y la Versión Popular nos ayuda mejor a darnos cuenta del contexto de un texto dentro del párrafo. Vemos rápidamente donde comienza el párrafo y donde termina. Eso ayuda a evitar a que saquemos el versículo de su contexto legítimo y unirlo con algún pasaje de otro libro o testamento, dándole un significado ajeno a la intención del autor sagrado.

            Además el contexto histórico es de suma importancia. Hay que tomar en consideración la geografía que forma el trasfondo espacial, la época histórica y su etapa cultural, material y social. Debido a que cada libro de la Biblia se originó en un contexto histórico, sólo se puede entenderlo con acierto y seguridad dentro de ese mismo contexto de acontecimientos. Esto quiere decir que hay que consultar las historias sobre el pueblo de Dios de ambos pactos, los mapas, los atlas bíblicos en cada época y los descubrimientos sobre la arqueología cultural y material.

            También existe otro elemento histórico de gran importancia: el principio de la revelación progresiva. Dios se reveló a sí mismo al hombre y a su pueblo de acuerdo a su nivel de desarrollo y su capacidad de entender. Por eso, el Antiguo Testamento y el Nuevo se encuentran en niveles diferentes -- el Nuevo más superior al Antiguo. Eso quiere decir que el Antiguo es preparación, anticipación y promesa para el Nuevo que es cumplimiento; que para el Cristiano el Nuevo tiene la última palabra y no el Antiguo. Que poco a poco a través de los siglos, Dios, al actuar en la historia, se revelaba a sí mismo con más claridad cómo El era y cuál era su voluntad para el hombre.

 

            Una norma teológica: Hay que aplicar una convicción central bíblica: que un Dios misericordioso, justo y santo ha actuado en la historia para crear "en Cristo" un pueblo peculiar como su posesión. Esta es la convicción de fe y de testimonio. La Biblia contiene la historia de los actos portentosos de este Dios en su esfuerzo de efectuar la salvación del ser humano; así que la Biblia se trata de la historia de redención y de salvación. No es un libro de ciencias naturales, ni de economía, ni de política. En la Biblia no se describen los eventos objetivamente, pero sí en relación con su encuentro con Dios y su Hijo. Por eso la revelación consta de dos aspectos: el evento más la interpretación del evento después de un tiempo de reflexión, aunque puede precederlo solamente, ser simultáneo o ser antes y después del acontecimiento. Por ejemplo, el evento central del Antiguo Testamento fue el éxodo o la salida de los Israelitas de Egipto, y su significado fue la creación de un pueblo escogido como posesión peculiar unido con Jehová en un pacto dirigido a lograr la salvación humana. El evento central del Nuevo Testamento fue la crucifixión y la resurrección de Jesús, y su significado, el perdón de los pecados de un nuevo pueblo peculiar, unido mediante Cristo con Dios en un nuevo pacto. Esta revelación bíblica no es completamente comprendido a base de la gramática, la retórica y la historia, sino que es también esencial que cada lector entre en una relación con Cristo y con el Espíritu Santo que mora en su pueblo.

            Normas adicionales: Hay otras normas de importancia para el intérprete de la Biblia. (1) El Antiguo Testamento se ve como promesa y el Nuevo Testamento como cumplimiento, pero a la vez el Nuevo repite lo esencial del Antiguo. (2) Es importante usar la escritura para interpretarla en conjunto con otras ayudas del contexto histórico. (3) Es importante usar pasajes claros y más detallados para interpretar las referencias incidentales y menos claras. Es decir, hay que subordinar los versículos incidentales y los ambiguos y obscuros a la luz de los énfasis más claros, más sistematizados y de mayor extensión. (4) Especialmente en el comportamiento y la moralidad, hay que distinguir entre costumbre local y temporera y el principio universal que siempre aplica para todo tiempo. (5) Nuestras doctrinas claves no pueden basarse en un solo versículo o en unos cuantos textos coleccionados sobre determinado tema; tampoco deben basarse en interpretaciones de textos de narración histórica. Deben tener fundamento en pasajes claros, extensos y sistemáticos, cuando sea posible, y aquellos escritos con el propósito de instruir en la doctrina y la ética. Esto nos indica que todo pasaje no es de igual valor para la formación de la doctrina y su aplicación hoy.

 

            Una norma de aplicación: Existe una norma práctica también para aplicar el mensaje bíblico al siglo XX: es indispensable hacer dos preguntas en vez de una sola. Primero, "¿Qué quería decir el pasaje para el escritor sagrado y los lectores de su época?" Luego de entender y poder contestar y explicar bien, se hace la otra, "¿Qué significa el pasaje para nosotros en el día de hoy?" Tenemos que responder en el lenguaje comprensible para todos hoy. Una prueba para determinar si la aplicación es correcta es si se comunica la misma intención que aparece en la Biblia. Para hoy debe haber mayor énfasis sobre principios más bien que detalles específicos, tal como es el caso con la vestimenta y los estilos de cabello.

            Para ilustrar esto, podemos usar el siguiente texto en Deuteronomio 22:5, "La mujer no debe usar ropa de hombre, ni el hombre debe usar ropa de mujer". ¿Habla esto de pantalones? La Biblia de Estudio Mundo Hispano en una nota explicativa dice: En aquel entonces ambos sexos "usaban túnicas muy similares. Parece que la referencia es a ciertas prácticas de cambio de sexo en las ceremonias de las religiones paganas." Así que una vez que entendemos su significado para los tiempos del antiguo pacto, hacemos la segunda pregunta, "¿Qué quiere decir para nosotros hoy?" Para poder contestar y aplicarlo hoy, tenemos que captar el principio o los principios permanentes y eternos, o buscar una situación equivalente en el día de hoy.

 

            Conclusión: Si toda persona que acepta la Biblia como la palabra de Dios usara estas normas de interpretación, habría menos disensiones, divisiones y confusión espiritual dentro de las iglesias. Una vez que cobramos conciencia de que estas normas existen, podemos tratar de aplicarlas regularmente en nuestras vidas y en nuestros ministerios de la palabra estudiada, enseñada y predicada. Esto nos involucrará en nuevos estudios y discernimientos que nos ayudarán a nosotros y a otros ver a Dios y a su voluntad con más claridad.