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LA SEGUNDA VENIDA Y LOS ERRORES
SEGÚN EL HIJO DEL HOMBRE
Durante su última
semana en la tierra, probablemente martes en la noche antes del viernes de su
crucifixión, el Hijo del Hombre pronunció un discurso sobre una anticipada
segunda venida y los errores acerca de ella. Según los sinópticos fue el único
mensaje de Jesús acerca de este tema. Se conoce como el discurso apocalíptico o
de los Olivos y se narra en Marcos 14, Lucas 21:7-38 y Mateo 24-25. También
Lucas relata algunos de estos mismos pensamientos en 17:20-37 y 12:35-48, donde
aparecen junto con ideas parecidas al Sermón del Monte.
Mateo relata el
discurso en dos capítulos (24-25). Por eso es más extenso que en los otros
evangelios. Reitera esencialmente tres temas que se introducen en Mateo 24:3.
El primero tiene que ver con el fin del templo judío en Jerusalén; el segundo
con el fin del mundo o de esta dispensación y el tercero con la segunda venida
de Cristo (parousia). Aparentemente los discípulos pensaron que
la segunda venida y el fin estaban estrechamente relacionados, porque
preguntaron sobre una sola señal para los dos eventos. Cristo no trató de
cambiar el pensamiento. En el mismo capítulo estos tres temas principales están
entrelazados. Por eso es muy difícil reconocer cual versículo se relaciona con
cada tema, en especial cuando los versos se refieren al fin. ¿Se trata del fin
del templo o del mundo? Algunos intérpretes piensan que no es necesario
distinguir tajantemente entre los dos, pues ven en las profecías acerca del fin
un evento histórico en el año 70 d.C. que a su vez anticipa el acto
escatológico al final de los tiempos. Por eso ellos insisten en que este
discurso de los Olivos es más profético que apocalíptico, porque un evento en
la historia sirve para señalar otro posterior.
El cumplimiento del fin del tiempo (70
d.C.)
Existe mucha discrepancia entre los intérpretes sobre cuál de los dos fines se refiere Mateo 24:4-22. ¿Se refiere al fin del templo o al fin de la edad o del mundo? Existe una tercera posibilidad. Esta disyuntiva se puede eliminar si uno interpreta el primero como anticipatorio del segundo.
Las profecías del
hijo del Hombre sobre la destrucción del templo se cumplieron en el año 70 d.C.
cuando el ejército romano bajo el general Tito conquistó y destruyó la ciudad
de Jerusalén. Unos veinte años más tarde el historiador Flavio Josefo, un
testigo ocular del asolamiento, lo narró con muchas descripciones vívidas; se
parecen mucho las profecías en Mateo 24:9-22. Por eso y por los términos
específicos en el texto (Mt 24:15-17) algunos intérpretes están convencidos de
que los dos párrafos en casi su totalidad se refieren a ese acontecimiento ya
pasado. El verso más dudoso y problemático es el v. 14.
Para contestar las
preguntas acerca de la señal, Jesús destacó las señales que no indican
el fin de esta dispensación. Contrario a lo que muchos dicen hoy, las
siguientes no son señales de su venida: (1) noticias de muchas guerras
entre las naciones (los gentiles) en diferentes lugares, (2) hambres, (3)
terremotos, (4) enfermedades, (5) alborotos, () cosas espantosas y
"grandes señales." Ninguno es señal del fin, sino son señales del comienzo
de los dolores. Pero en ese tiempo llegarán muchos falsos profetas y
mesías. Al reiterar esto tres veces (24:5, 11, y 23-25) el Hijo del Hombre
quería prevenir a que sus escogidos fueran engañados (24:4, 24), por eso los
advirtió repetidamente antes del evento (24:25). Sin embargo evidentemente el
surgimiento de estos falsos líderes religiosos tampoco es la señal indiscutible
de uno o más de los tres eventos, pero se trata de hechos frecuentes o
continuos a través de todo el intervalo entre su primera y segunda venida. Es
significativo que recientemente Billy Graham indicó que solamente en la ciudad
de Los Ángeles, California, 400 personas reclamaban ser el Mesías.
Aparentemente la
señal principal antes de la consumación de esta edad aparece en el 24:14: el
evangelio sería anunciado en todas las naciones. Sólo después vendría el fin.
Aún ésto como señal no es fácil de reconocer o detectar, porque se tiene que
predicar su mensaje a cada generación en cada época. Concluimos, pues, que en
estos pasajes evidentemente la única señal destacada por Cristo en respuesta a la
pregunta de los discípulos es la predicación del evangelio entre todos los
gentiles o las naciones.
El v. 13 también es
controversial, porque aparece la palabra salvar. Muchas personas
en vez de leerla en el contexto del párrafo de este discurso de los Olivos, en
seguida al oír dicha palabra piensan en la salvación espiritual, por eso
concluyen que sólo el que sigue fiel o firme hasta a el fin de la vida salvará
su alma. El contexto de este párrafo no tiene nada que ver con la necesidad de
hacer buenas obras para salvar el alma, sino se refiere a la salvación de la
vida física o corporal de unas condiciones de persecución o de guerra. Si la
referencia es a la consumación de la edad o a la destrucción del templo, sería
que los que permanecen firmes hasta el fin de dichos eventos, se salvarían; o
sea, no tendrían que seguir sufriendo el maltrato, los engaños, el odio, la
traición, la maldad y los desamores (24:9-12).
Es posible confirmar
este significado de la palabra salvar por su uso en el siguiente
párrafo. En v. 22, claramente "no se salvará nadie" quiere decir que
no se quedará nadie con vida si Dios no acortara el sufrimiento y la
destrucción de la lucha entre el ejército romano y los judíos. Además, otra
referencia a la vida material ocurre cuando Pedro, al punto de hundir en el mar
de Galilea, clama a Jesús, "Sálvame" (Mt 14:30). Así que la mejor
manera de entender el mensaje del 24:13 en su contexto es como sigue: "el
que sigue fiel hasta el fin de la persecución, será libertado del
maltrato de esos tiempos."
En sentido histórico
este pasaje de Mateo se refiere a la destrucción de la ciudad y del templo,
pero en sentido escatológico se referiría también a la última época de la gran
persecución o tribulación en el final de los tiempos, o la consumación de la
edad.
Cuando llegamos a v.
23, sin duda alguna el Hijo del Hombre comienza a abundar sobre la segunda
venida. Para contrarrestar la posibilidad del engaño de parte de los falsos
mesías, en v. 27, Cristo comienza a anticipar lo que podría confundir las
personas acerca de su venida. ¿Vendría el Mesías secreta o públicamente?
¿Regresaría en forma lenta o rápida? Debido al incumplimiento de la última
señal, el Hijo del Hombre ya había declarado que no vendría
inmediatamente (Lu 21:12).
Para ayudar a aclarar
estas dudas sobre cómo regresaría, el Hijo del Hombre escogió una ilustración
vívida y clara. Su regreso se parecería un relámpago que
brillaría del oriente al occidente. Definitivamente indica el hecho de su regreso,
porque no cabe la menor duda si ocurrirá o no. Señala, además, la forma de su
venida con toda claridad. Sugiere un regreso público -- no secreto -- y uno
rápido -- no lento; tan ligero sería que le sorprendería a muchos por ser al
instante. Aun sorprendería a muchos prevenidos, porque no estaban preparados
ya. No les quedaría ni más tiempo ni una segunda oportunidad para prepararse.
A pesar de Mateo 24:12-31 formar un párrafo que usa lenguaje apocalíptico (especialmente v. 29), y de allí su nombre como el discurso apocalíptico, con toda claridad el Hijo del Hombre anuncia que su venida (v. 30) sería visible, pues regresaría con gran poder y gloria en las nubes, y que infundirá a sus enemigos con mucho miedo. Es obvio, entonces, que la segunda venida no será secreta e invisible, sino pública y visible tanto para el escogido como para el no creyente -- para el no creyente, porque tendrá horror, y para el escogido, porque será reunido con otros discípulos de todo el mundo. ¿Se reunirán los escogidos con Cristo para emprender con El la batalla de la conquista final? Algunos ven en esto una referencia al rapto. Como consecuencia ninguno del electo debía ser engañado, pues todos serán reunidos en el aire con el Hijo del Hombre en su regreso.
Una vez que se establece
el hecho de su regreso, para evitar el engaño por los falsos profetas debido a
sus predicciones erróneas, Mateo 24:27-36 señala también la verdad de que nadie
sabe la fecha de su regreso. Por eso sus escogidos no deben ser
engañados por personas que predicen fechas; sean horas, días, años o
estaciones, porque nadie sabe la fecha de su venida con certeza. En el momento
de pronunciar estas palabras tampoco lo sabía el mismo Hijo del Hombre por sus
limitaciones humanas, aunque podemos estar seguros de que hoy en este mismo
momento El sí lo sabe. Además de El, ningún mensajero angelical lo sabe (v.
36). La fecha fue secreta, sigue siendo un secreto de Dios y lo será hasta su
venida.
Recalca el Hijo del
Hombre el aspecto sorpresivo de su llegada por medio del ejemplo de la gente en
los tiempos de Noé. Inesperadamente el diluvio les sorprendió a pesar de avisos
y advertencias de antemano; también ocurrirá lo mismo al regresar el Mesías.
Nadie sabe la fecha, por lo tanto las personas estarán haciendo los quehaceres
del diario vivir -- los hombres en sus trabajos y las mujeres con sus tareas
rutinarias y normales de la casa; también algunos estarán en sus camas --
cuando de repente los escogidos serían llevados. Algunos ven en esto el rapto
(vs. 40-41) aunque en su contexto sirve para ilustrar primera y principalmente
la llegada sorpresiva del Mesías en su regreso.
En las cartas
paulinas solamente se usa la palabra epiphaneia que aparece seis
veces. Se traduce como "aparición" dos veces (1 Ti 6:14; 2 Ti 1:100,
"manifestación" dos veces (1 Ti 4:1; Tito 2:13),
"resplandor" una vez (2 Tes 2:8) y "venida" una vez (2 Ti
1:4-8). En el diario vivir esta palabra significaba la aparición de un Dios a
sus adoradores y la entronización del emperador de Roma. De manera que en
referencia a Cristo, se destaca la venida de Dios quien aparece principalmente
a su pueblo electo, pero también a los rebeldes. Es Dios, entonces, ascendiendo
al trono del universo con su último enemigo ya derrotado.
La tercera palabra es
apokalupsis que se traduce como "revelación" (1 Pe
4:13) y "manifestación" (1 Pe 1:7). En su uso diario significaba
discurrir o quitar el velo o poner algo al descubierto. En relación con la
segunda venida sugiere una exhibición completa; se pone al descubierto el poder
y la gloria de Dios que ha venido sobre los hombres. Concluimos, pues, que
estas tres palabras en conjunto señalan la segunda venida como la llegada de un
Rey, que es Dios quien aparece a su pueblo electo y al mundo entero,
manifestando la plenitud de su gloria celestial al ascender su trono eterno.
El tercer tema en relación con el regreso del Hijo del Hombre comienza en Mateo 24:42. Ya que el Hijo viene y nadie sabe cuándo, hay que estar preparado siempre. Al decir que no sabemos la hora ni el día, incluye el tiempo, la estación y el año. Para ilustrar y ampliar este argumento, Mateo narra la primera de cinco parábolas.
La primera
(24:42-44), como todas las demás en este discurso, está dirigida a los
discípulos (24:1, 3). Hace resaltar el desconocimiento de ellos en cuanto a la
fecha del regreso del Hijo del Hombre, y la necesidad, por lo tanto, de ellos
de estar preparados en todo momento. Utiliza como el ladrón que llega de noche
para robar a la hora menos esperada. La idea central se hace clara en los
versos 42 y 44: es menester estar preparado siempre para esa llegada
inevitable, esperada pero sorpresiva.
La segunda parábola
(24:45-51) enfoca las dos clases de personas vivientes en su regreso, y
especifica las consecuencias para ambos. Al criado o siervo que esté cumpliendo
con su encargo durante la ausencia de su amo, se le confiará más
responsabilidades. Al criado infiel y malvado que maltrata a sus subalternos y
pasa el tiempo en diversiones en forma festinada la llegada de su amo, le
cogerá de sorpresa. Su juicio y sentencia ocurrían después de mucho tiempo
aunque se le castigará severamente. Definitivamente el siervo fiel representa
todo creyente que cumple con lealtad con su Dios en todas sus responsabilidades
-- y no a una sola persona u organización en particular.
En esta segunda
parábola se introduce un elemento que se repite en otras sobre la proximidad o
la cercanía de la venida. El amo tarda en venir (24:48), lo mismo ocurre en el
caso del novio (25:5) y el comerciante acomodado (25:19). Es decir, en tres de
las cinco parábolas está implícito un regreso que tarda mucho tiempo. ¿Quería
el Hijo del Hombre comunicarnos la probabilidad de que El tardaría mucho tiempo
en venir? ¿Estaba El anticipando un regreso después de siglos de ausencia?
¿Anticipaba El de esa manera algunas dudas y aun errores de los incrédulos de
hoy?
La tercera parábola
se trata de las diez vírgenes (25:1-13) esperando al novio que se acaba de
casar. Concluye con el punto principal en el v. 13. Está ya firmemente
establecido que el Hijo del Hombre va a regresar y que nadie sabe cuándo; por
lo tanto, hay que estar preparado siempre para su venida. Para indicar las dos
clases de personas existentes en el tiempo de su venida denomina cinco previsoras
o prudentes y cinco despreocupadas o insensatas. Se recalca también la llegada
sorpresiva al indicar las diferentes consecuencias para los dos grupos y su
llegada a media noche. Las previsoras serán recibidas adentro de la casa en la
presencia de Dios y las despreocupadas excluidas de ella. Esto hace resaltar
que si uno no está listo en el momento de su regreso, entonces sufrirá las
consecuencias -- la exclusión de la presencia y del compañerismo del Hijo del
Hombre.
La cuarta parábola
(25:14-30) también recalca el argumento ya presentado: el Hijo del Hombre
viene; nadie sabe cuándo; por lo tanto, esté preparado siempre (25:14-30). Al
hacer un viaje al exterior, un hombre de negocios entrega sus bienes y su
administración a tres empleados. Al primero le da cinco talentos o 5,000
monedas, al segundo dos talentos o 2,000 monedas y al último uno o 1,000. Mucho
tiempo después cuando regresa el comerciante, tienen que rendirle cuentas. El
primero y el segundo duplicaron sus bienes en la ausencia del amo y recibieron
la misma recompensa: una palabra de aprobación ("¡Muy bien, eres un
empleado bueno y fiel!"), mayor encargo o responsabilidad ("te pondré
a cargo de mucho más") y el gozo de estar en su presencia ("Entra
conmigo"). Los primeros dos fueron fieles a su máxima capacidad. No así el
tercero, que tuvo miedo al entregar la misma cantidad que había recibido
originalmente. Por eso le culpó o le acusó al comerciante por su inactividad. A
su vez éste le juzgó infiel calificándole un empleado inútil y echándolo afuera
a la oscuridad para castigarlo. La parábola señala así la imperiosa necesidad
de cada uno de administrar los dones fielmente y conforme a su máxima capacidad
hasta la segunda venida.
La quinta parábola
(25:31-46) amplia las ideas ya presentadas sin reiterar la sorpresa de su
llegada. Sin embargo, no elimina del todo el elemento sorpresivo, porque el
asombro se ve en términos de la razón para distribuir la recompensa (25:37-39).
El hecho de su regreso es obvio, porque está rodeado del resplandor de su
gloria y de todos sus ángeles. Inmediatamente inicia el juicio de los dos
grupos que ya están reunidos delante de él y en el mismo ya se sabe cuáles son
justos y cuáles no lo son, pues los que se encuentran al lado derecho son los
escogidos y los al lado izquierdo no; todos son ya ovejas o cabras; nadie se
transforma en tal durante el juicio. Se juzgan a base de su trato de otros
necesitados y ellos a su vez representan fielmente al Hijo del Hombre. ¿Son
éstos menesterosos los siervos fieles del Señor que reciben buen trato de su
pueblo? Las ovejas no hacen el buen sólo después de la premeditación, sino
porque la bondad procedía de su nueva naturaleza la cual no tenían las cabras.
Los injustos y los justos reciben sus sentencias respectivas. Las cabras van "al
castigo eterno y los justos a la vida eterna" (25:46). Anteriormente se
describió el castigo como "fuego eterno" (25:41); también envuelve la
separación de la presencia del Hijo del Hombre (v. 41). Las ovejas recibirán la
vida eterna. La palabra "eterna" (aionios) en el mismo
verso modifica "vida" y "castigo." Tiene necesariamente el
mismo significado en ambos casos. Si la vida es para siempre, también lo es el
castigo, y visa versa.
En resumen, está
claro que el Hijo del Hombre enseña que definitivamente regresará, pero sólo
después de suceder ciertos eventos y de ocurrir ciertas señales. No obstante,
nadie sabe cuándo, por eso hay que estar preparado siempre, pero si acaso uno
no está listo para rendirle cuentas, recibirá su castigo merecido. Por el otro
lado, el siervo preparado recibirá su premio. Obviamente el Hijo del Hombre
vendrá públicamente y no en secreto; que una vez que llega, no habrá otra
oportunidad para prepararse. Cabe señalar que el propósito de este aviso del
Señor en el discurso de los Olivos es práctico. Sirve de aliento y de estímulo
para que nos preparemos antes de que sea demasiado tarde.
Errores
contemporáneos
Uno de los errores
frecuentes a través de las edades ha sido pronosticar fechas para el regreso de
Cristo. Los orígenes de a lo menos dos denominaciones en Puerto Rico hoy se
relacionan directamente con predicciones de fechas. En ambos casos tanto los
adventistas como los Testigos de Jehová hicieron lo mismo para encubrir las
predicciones equivocadas. Cambiaron la predicción de una venida visible y
pública a un supuesto evento invisible y secreto.
Los Adventistas del
Séptimo Día surgieron en los EE.UU. el siglo antepasado después del fracaso de
las predicciones de unos adventistas que fundamentaron sus interpretaciones en
Daniel 8-9 y en el libro de Apocalipsis. William Miller (1782-1849) determinó
en 1818 que el mundo terminaría en unos cuarenta y tres años, pero sólo después
de 1834 fomentaba públicamente sus conclusiones en sus frecuentes prédicas.
Posteriormente precisó la fecha con más exactitud. El fin del mundo y el
regreso de Cristo ocurrirían entre el 21 de marzo de 1843 y el 21 de marzo de
1844.
Aunque hizo sus
cálculos con mucho cuidado usando los setenta semanas de Daniel 9:24-27 y la
referencia a las 2300 tardes y mañanas (8:14) tuvo unos supuestos
incorrectos. Asumió (1) que estudiosos de las profecías bíblicas
podrían descubrir la fecha de la segunda venida, (2) que un día en dichas
profecías siempre representaba un año y (3) que las setenta semanas y los 2300
días en las profecías comenzaban el mismo año; (4) que en Daniel 8:14 la
referencia a la limpieza del templo designaba la segunda venida de Cristo; (5)
que el calendario y la cronología del Obispo Usher estaban correctos. Cuando
Cristo no había regresado para el 21 de marzo de 1843, a base de una parábola
uno de los seguidores de Miller fijó una nueva fecha para el 22 de octubre de
1844. Tampoco regresó Cristo ese día y pronto después Miller murió
evidentemente desilusionado.
Otro adventista,
Hiram Edson, concluyó que Miller tenía la razón acerca de la fecha, pero que
estaba equivocado en cuanto al santuario que Cristo entraría para hacer la
limpieza. El santuario correcto fue el Lugar Santísimo en el cielo
-- no en la tierra. Así determinó que efectivamente por primera vez en 1844
Cristo comenzó el proceso de cubrir los pecados al entrar el lugar Santísimo
del templo en el cielo. De esa manera el Mesías estaba siguiendo el patrón de
los sacerdotes judíos en la tierra.
Hoy esta
interpretación sirve de base para la doctrina importante adventista del juicio
investigativo y su distinción entre perdonar y borrar (cubrir) los
pecados. A base de ella, la Sra. Elena de White (1827-1915), quien se denomina
como "el espíritu de la profecía" (Apo 19:10), y otros adventistas
defendieron la predicción de Miller, diciendo que Dios le permitió hacer unos
errores para mayor bendición de la "manada pequeña" o el remanente.
Insistía ella que no hubo un regreso visible de Cristo a la tierra en el 1844
sino que cuando entró invisiblemente en el cielo, comenzó la segunda fase de su
ministerio en el templo celestial.
Evidentemente de
estas malas experiencias con el vaticinio de fechas los adventistas aprendieron
lo suficiente para no seguir pronosticando fechas para la segunda venida a la
tierra del Hijo del Hombre. Por lo menos los líderes de esta denominación no
han continuado anunciando fechas futuras. No así los Testigos de Jehová.
La segunda denominación cuyos orígenes se asocian con predicciones sobre la segunda venida de Cristo se llama los Testigos de Jehová. Carlos Taze Russell (1852-1916), el fundador, concluyó que en el 1874 la segunda presencia de Cristo se manifestó en forma espiritual para hacer una obra preparatoria antes de la inauguración de su reino milenial en 1914. Sería un período de cuarenta años de cosecha o siega de la Edad Evangélica (1874-1914), llamado también aurora del milenio y el Día de Jehová. Durante este período Russell se identificó a sí mismo como el profeta o el siervo fiel y prudente de Mateo 24:45-47 quien daría alimento espiritual a su tiempo a las personas de buena voluntad. (Rutherford, el segundo dirigente del movimiento, modificó este período de cuarenta años de siega a 1878 hasta 1918. También cambió la identificación del siervo fiel y prudente a la organización del Watchtower o al Cuerpo Gobernante.)
Russell predijo que
el fin de los tiempos de los gentiles (Lu 21:24) coincidiría con la
entronización de Cristo al establecer el reino de Dios en la tierra en 1914. Se
llevaría a cabo literal y materialmente con la destrucción y la desaparición de
este sistema de cosas religiosas, económicas y políticas. Significaría el
establecimiento del reino milenial de paz en este mundo. No obstante estas
predicciones, estalló la Primera Guerra Mundial ese mismo año seguido por
varios años de confrontamientos bélicos en las trincheras en el frente del
oeste de Europa. Jamás el mundo había visto un conflicto tan destructivo.
Los supuestos
equivocados de Russell se parecen a los de Miller: (1) que un estudioso a base
de la profecía bíblica podría predecir la fecha; (2) que un día en la profecía
siempre representaba un año; (3) que el año 606 a.C. fue la fecha de la
destrucción de Jerusalén y como tal la indicada para comenzar a contar los años
que tenían que pasar antes del fin.
Cuando Cristo no
regresó a la tierra en 1914, la única forma posible para salvar las
predicciones de Russell fue espiritualizar la fecha y los eventos. Así que
lejos de los ojos humanos, Cristo en realidad fue entronizado en el cielo.
Además, solamente comenzó a desaparecer la vieja órden de las cosas y aparecer
lentamente el "Nuevo Mundo." Cabe señalar que en ese año Santanás fue
arrojado a la tierra donde trabaja furiosamente, porque sabe que el tiempo es
corto. De esa manera se inauguró el reino teocrático que duraría por un tiempo
indefinido, pero que terminaría durante la generación del 1914 con la batalla
de Armagedón.
Hoy los Testigos de
Jehová calculan dicha fecha usando Levítico 26:18 y Daniel 4:16 y una fecha
equivocada para la destrucción de Jerusalén que al principio fue 606 a.C. y
luego lo cambiaron a 607 a.C. La fecha precisada hoy por historiadores
imparciales a base de evidencia descubierta por arqueólogos es 587/6 a.C. Si se
usa el procedimiento de los Testigos de Jehová para calcular la fecha de lo que
ellos llaman la entronización de Cristo y si se toma como punto de partida la
fecha correcta para el asolamiento de Jerusalén, la entronización de Cristo no
sería 1914 sino 1934, unos veinte años más tarde. Además de esa fecha
espiritualizada, cabe señalar que ellos anuncian que la batalla de Armagedón
necesariamente tiene que ocurrir antes de finalizar la generación de 1914 (Mt
24:34). Esto crea otras tensiones para el Cuerpo Gobernante de los Testigos en
la actualidad.
Tal vez debido en
parte a esas tensiones, en el 1966 el teólogo principal del movimiento
Frederick Franz, pero que más tarde fue el presidente de la Sociedad, creía que
sería apropiado para Dios actuar en al 1975. La predicción de esta fecha
conllevó un cambio y una corrección de la cronología que el Watchtower venía
promoviendo por un siglo -- anteriormente la fecha final del descanso de los
7,000 años de Dios fue el 1874. La nueva predicción del 1975 a su vez incluía
los últimos 1,000 años del milenio como parte de esos 7,000 años. Entre el 1966
y el 1975 las publicaciones del Watchtower fomentaban con creciente entusiasmo
las expectativas de los Testigos para esta fecha hasta el punto de especificar
cuándo el reino milenial de Dios tendría que ocurrir y los desastres sin
precedentes que sufriría el mundo con su consabida crisis económica y política.
Cuando nada de lo predicho ocurrió, en 1976 sólo había desilusión
entre muchos de los fieles, que esperaban con ansiedad una explicación que
tardaba años en hacerse. Como consecuencia un grupo notable abandonó las filas
de la organización profética con sus profecías erróneas.
Queda para esta
organización todavía sin resolver la tensión y a su vez dilema debido a la
profecía en cuanto a la generación del 1914, porque si Cristo fue
entronizado en dicha fecha, entonces antes de que pase "esta
generación" (Mt 24:34; Mr 13:30; Lu 21:32) la batalla de Armagedón y el
fin del mundo necesariamente tienen que ocurrir. Así que de acuerdo a su
calendario escatológico quedan muy pocos años antes del fin.
Pero ¿cuántos años componen una generación -- cuarenta, cincuenta, sesenta, setenta u ochenta? Hoy existen muy pocos Testigos de Jehová de esa generación. Por eso en el 1979 el Cuerpo Gobernante de estadounidenses en Nueva York reconoció el problema y asignó su investigación a un sub-comité. El año subsiguiente dicho comité en su informe sugirió un cambio del año 1914 al 1957 para comenzar a contar la fecha de "esta generación" debido al lanzamiento al espacio del sputnik soviético cuando, según ellos, literalmente los fenómenos celestiales de Mateo 24:29-30 comenzaban. Este cambio hubiera permitido cuarenta-tres años más para la referencia de esta generación. No obstante, el Cuerpo Gobernante lo rechazó. ¿Qué harán ahora? ¿Optarán algún día a aplicar a "esta generación" a la clase ungida de los 144,000 para resolver el dilema? Así modificada, se extendería el tiempo para el fin de esta generación mucho más y les permitiría seguir esperando la batalla de Armagedón casi indefinidamente.
Estas fechas
profetizadas pero equivocadas de los Testigos de Jehová no son las únicas.
Hicieron otras predicciones en cuanto a los años de 1799, 1874, 1878, 1922, 1919
y 1924. Parecen no aprender de sus fracasos y no estar dispuestos a acatar a
las palabras claras del Hijo del Hombre que nadie sabe la fecha (Mt 14:36).
Otros errores
Existen otros errores
sobre la segunda venida. Uno de ellos es no esperarla y no hablar de ella. Esto
suele ocurrir por varias razones. Algunos creen que Cristo ya vino, pues entró
invisiblemente en el cielo o vino en forma del Espíritu Santo. Algunos teólogos
sugieren que hubo una reinterpretación de la venida de Cristo de parte de los
mismos autores bíblicos en el sentido de que la venida del Espíritu Santo
cumple las profecías de la segunda venida. Argumentan que en el evangelio de
Juan se presenta la venida del Espíritu Santo como el cumplimiento de las
promesas de la venida de Cristo y que eso provee evidencia que uno de los
propósitos de dicho evangelio fue para dar énfasis a esta nueva interpretación.
La palabra parousia no aparece en el evangelio de Juan y en sus
tres cartas solamente aparece una vez (1 Jn 2:28) y también una vez en
Apocalipsis (1:21). Ni siquiera aparece en el libro de los Hechos y Marcos.
Además, se escribió al fin del siglo I después de las cartas paulinas.
Otros afirman que Cristo se equivocó en cuanto a que iba regresar pronta. Sin embargo, es muy evidente que en el discurso de los Olivos el Hijo del Hombre no predijo una venida pronto, porque en sus parábolas sugiere que tardaría mucho ese evento (compare Mt 24:48; 25:5, 19).