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                                                  EL PECADO

                                                                             

            ¿Qué es el pecado? ¿Qué significa el pecado personal y el original? Hay varios pasajes en la Biblia que nos ayudan a entender su significado para el cristiano. Analizaremos algunos pasajes claves primero y luego veremos otros enfoques inaceptables.

 

Dios y la desobediencia del hombre (Gén. 3:1-24)

 

            Una de las preguntas más importantes en la interpretación de Génesis 3 es ¿Quién o quiénes tuvieron la culpa? Existen varias posibilidades: ¿Eva? ¿Adán? ¿Eva y Adán? ¿La serpiente? ¿Los tres anteriores? ¿Dios?

            Está claro que para el autor sagrado de capítulos 2 y 3 Dios NO es el responsable por el pecado. Tampoco es la fuente del mal, el sufrimiento y la muerte. El dotó al hombre con vida. Le dio acceso al árbol de la vida y permiso explícito para comer el fruto. Lo creó con vida semejante a la de Dios y quería que el hombre disfrutara de ella. Aun los advirtió de antemano del peligro del pecado (2:16-17; 3:2-3). Tres veces el autor subraya el aviso antemano, una vez en el capítulo 2 (2:16-17) y dos veces al principio del capítulo 3 (3:1-5).  Esta repetición claramente recalca la inocencia o la falta de culpabilidad de Dios en el pecado del hombre. En esto se parece a un padre o a una madre que advierte a un hijo de un peligro.  Si Junior hace caso se libra del peligro, pero si no les presta atención, sufre las consecuencias merecidamente. 

            Obviamente Dios los creó con la posibilidad y la capacidad de amarle, servirle y obedecerle o de no amarle, no servirle y desobedecerle. Tenía el poder de crearlos o programarlos como seres determinados que no tuvieran alternativa a la obediencia. Sin embargo, como el soberano del universo optó por limitar su poder divino permitiendo al hombre dos opciones. Podría escoger entre la obediencia y el servicio amoroso a Dios y la rebelión y la desobediencia. ¿Por qué lo hizo así Dios? Porque Dios quería el amor genuino y auténtico de los seres humanos más que un amor forzado. En este sentido se parece a un padre o a una madre que regresa a casa después de una larga ausencia. Le da mucha más alegría cuando Junior sale corriendo espontáneamente para besar y abrazarle que cuando se le obliga hacerlo.

            Podemos conceder la premisa de que Dios el Señor pudo haber creado al hombre sin la posibilidad de pecar, pero en ese caso no hubiera sido creado a la imagen de Dios, ya que por lo menos una parte de esa imagen divina conllevaba la capacidad del conocimiento del bien y del mal y la posibilidad de escoger entre los dos. De lo contrario, o hubiera sido otro animal programado solamente por su instinto sin poder distinguir entre el bien y el mal o una especia de robot, un ser mecánico, o marioneta con una capacidad de distinguir entre el bien y el mal, pero programado exclusivamente para escoger el bien.

            La inocencia o la santidad de Dios se demuestra en que después del pecado original, ya no le era posible asociarse  con el hombre en conversación íntima por las tardes como solía hacer. Esta nueva brecha entre el pecador y el Creador demuestra que un Dios santo no puede ser cómplice del pecado a pesar de que Adán se atreve a insultarle, culpándole a su cara por ser en parte responsable por él haber comido con la mujer (3:12). ¿No era Dios el responsable por la creación de su mujer? Así, Adán echa una parte de la culpa a Dios. No obstante, Dios no es el origen del pecado, es un Dios santo y justo a pesar de que la serpiente insinúa que no lo es y de la acusación de que Dios miente (3:1, 4-5).

            Dios no pasa por alto el pecado. No pretende que nunca ocurrió. Por eso, al final del capítulo 3 juzga a todos los participantes en el pecado y los castiga conforme a su advertencia. Además, el pecado no le coge por sorpresa; tampoco pierde control de la situación. Desde un principio está preparado; todo está bajo su control. Actúa con calma. Aunque hace preguntas al hombre, ya sabe lo que ocurrió y emita las sentencias sin demora junto con la promesa de la salvación y aunque el pecado es rebelión contra la voluntad y propósito divinos, demuestra su capacidad de convertir lo malo en algo constructivo y positivo para el hombre en el futuro. Las preguntas de Dios sugieren a que el Señor quiere escuchar una confesión de culpabilidad por el pecado personal de los dos, pero ambos culpan a otros.

            ¿Fué Dios responsable indirectamente por haber creado la serpiente? La respuesta es no. En su contexto histórico la descripción de la serpiente como creación de Dios (3:1) tiene otro propósito que es para hacer claro de que no existe un dualismo eterno en el universo, pues hay un Dios absoluto y soberano. No existen dos principios eternos, uno del bien y el otro del mal, como enseñaban otras religiones de la época de Moisés. Más bien hay un solo Dios soberano del universo, uno que es absoluto en su poder y dominio. Ya que toda criatura tiene su origen en El, son todos sujeto a El.

            Además de recalcar este dominio exclusivo del Dios Soberano, el autor sagrado señala que el pecado tiene su origen dentro de la buena creación que Dios hizo. No existe una lucha eterna entre dos principios o representantes del bien y del mal externo a la creación. Además Dios mismo emite la sentencia de la serpiente (3:14-15), y ella se somete irrevocablemente a su decisión justa. El absoluto soberano sobre el mal al final dará un golpazo a la cabeza de la serpiente. Este golpe, fatal y mortal, señala la destrucción del poder del maligno y del diablo (Apoc. 12:9; 20:2). Se promete entonces el reinado soberano y absoluto de Dios al final de los tiempos.

            Además para el autor sagrado este Dios absoluto es justo, ya que no pasa por alto la desobedie­ncia de ninguno de los tres.  Castiga a la serpiente, a la mujer y al hombre y la pareja en conjunto comparten una parte en un merecido castigo[1] a los tres castigados por Dios. Se parece al trato del sistema legal hoy de los que se envuelven en la droga ilegal donde se castiga a los que la siembran, la diseminen y la usan. También de esta manera se hace claro que los tres sentenciados son los culpables.

            Otras preguntas de gran importancia son, ¿Qué fue el pecado que cometieron?  ¿Qué era el fruto del árbol del conocimiento (ciencia) del bien y mal? De ninguna manera se trata de una manzana.  Posiblemente esta tradición surge debido a que se consideraba la manzana la fruta más apetecible de todas. ¿Se trataba de las relaciones sexuales entre la primera pareja?  ¿Prohibe Dios las relaciones íntimas matrimoniales? Por supuesto que no, ya que en Génesis 1 ordena al hombre y a la mujer a multiplicarse y llenar la tierra de sus descendentes (Gén. 1:28).  Además Dios mismo creó a una ayuda idónea para Adán de manera que los dos podrían llegar a ser una sola carne (Gén. 2:24). Las dos referencias sugieren un doble propósito divino para el sexo, uno la procreación y el otro la unidad familiar.

            ¿Se trataba entonces de una prohibición de Dios a que el hombre adquiera conocimientos científicos? ¿Quería Dios prevenir el desarrollo de las ciencias? Por supuesto que no. El conocimiento del bien y del mal no tiene nada que ver con las ciencias empíricas posterior al Renacimiento al final de la Edad Media. El mismo nombre nos sugiere que se trata de valores morales y éticos, de conocimiento moral y ético.  Las ciencias naturales no nos iluminan ni nos pueden instruir sobre este tipo de conocimiento. Sólo describen cómo son las cosas sin determinar cómo debemos tratar a otos. Es muy significativo que lo primero que experimentaron los desobedientes tan pronto como pecaron era el temor y la vergüenza que nunca enriquecen la vida humana, sino que la empobrecen y hasta que la conducen a la destrucción. Dios quería prevenirles este tipo de dolor y sufrimiento para su propio bien. El problema del hombre no es la falta de conocimiento ya que sabían del peligro, sino es su desobediencia, su rebelión contra la voluntad explícita de Dios. Está presente el sentimiento de orgullo también especialmente si se entiende que los dos opuestos (el bien y el mal) significan el conocimiento total o completo. En este caso Dios no prohibe la conciencia de la moralidad o el discernimiento intelectual sino el conocimiento completo que sugiere un símbolo para el conocimiento más alto divino.

            Existen dos enfoques principales en términos de cómo interpretar esta narración, la interpretación mitológica o simbólica y la interpretación histórica. Ambos enfoques tienen algo que comunicarnos. La primera señala con claridad de que cada uno de nosotros es nuestro propio Adán. El pecado es de todos los hombres. Todos cometimos pecados y recibimos la condenación apropiada. Para esta interpretación la narración es solamente una descripción del mundo existente, de la realidad que vivimos, más bien que una prescripción para el hombre. Describe solamente y no da una prescripción. Una de las debilidades de este enfoque es que considera nuestra condición actual como pecadores a base exclusiva de nuestra propia decisión.

            La interpretación histórica[2], del otro lado, entiende la narración como un enfoque más literal en la cual Adán pecó y como consecuencia de su pecaminosidad se ha pasado o trasmitido a toda la raza humana. Por lo tanto todos somos pecadores de naturaleza antes de cometer nuestros propios actos de desobediencia. Para algunos que sostienen esta posición la pecaminosidad se transmite biológicamente, pero para otros se refiere a una inclinación a pecar en todo ser humano o a la certeza de que todos pecarán. En realidad todos expresamos esa naturaleza pecaminosa. Génesis 4 al 12 hace claro que una vez que el hombre había abrazado el pecado, se desparrama con rapidez entre todos sus descendientes. Se transmite de una generación a la otra, aunque no todos son igualmente perversos. Esto sugiere una predisposición universal de pecar de parte el los hijos de Adán y Eva y que dicha inclinación se convierte en una realidad por medio de los actos pecaminosos. También señala la solidaridad o unidad de la raza humana, pues toda la humanidad sin excepción sufre las consecuencias maléficas del primer pecado. Aun un medio ambiente perfecto, un paraíso, no previene a que el hombre peque y trate de culpar a otros para así evitar su responsabilidad personal. Existe una relación estrecha entre el individuo y el grupo o comunidad. A la vez no podemos culpar a Adán por nuestro pecado, ya que nosotros voluntariamente cedemos a la tentación. Aunque haya una inclinación interior hacia el pecado, cada persona siempre es responsable por su pecado.

            Tan pronto como Adán y Eva desobedecieron a Dios, sufrieron ciertas consecuencias inmediatas sin transcurrir tiempo para celebrar un juicio. Cada una tiene que ver con el rompimiento de relaciones personales. Primero, experimentaron sentimientos de vergüenza (3:7). El hombre descubrió su desnudez en la presencia de la mujer y vice versa. Esto señala el rompimiento de las relaciones felices, puras, inocentes, originales y de armonía entre los sexos. Como consecuencia hoy el hombre y la mujer se encuentran en conflicto constante con sus problemas matrimoniales y familiares que incluyen todo tipo de violencia doméstica física y verbal, asimismo la perversión sexual, el maltrato y la miseria.

            Segundo, experimentaron por primera vez el miedo que le llevó al hombre a esconderse de Dios (3:9-10). Este sentimiento refleja un sentido de culpa por la violación del mandato claro expresando la voluntad divina. Señala la nueva experiencia de una separación de Dios, una muerte espiritual. Así cumplió inmediata y justamente la promesa de Dios de que en el día que comiera de la fruta moriría. Ya están rotas las relaciones íntimas con Dios. Cesa el compañerismo y la comunión constante con el Señor. Ahora el hombre no es un amigo sino un enemigo de su Creador. Ahora a él le hace falta la reconciliación con Dios. Existe una brecha entre los dos que sólo Jehová puede traspasar. Como consecuencia de su rebeldía, vino sobre el hombre la muerte física también; comienza el camino irrevocable hacia la desintegración del cuerpo. Con el tiempo inevitablemente el cuerpo saludable sufre de enfermedad y vejez, se convierte en cadáver y se desintegra, pues ahora el hombre se halla sometido y esclavizado a las fuerzas hostiles a él como el dolor, el sufrimiento, la lucha y el castigo de la muerte.

            Dios no tardó mucho en pronunciar en voz alta las sentencias u otras consecuencias para todos los merecedores del castigo. Castiga como responsables a la serpiente, a la mujer, al hombre y a la pareja en conjunto. Entre los castigos para la mujer (v. 16) está el aumento del dolor en el parto y la subordinación voluntaria al hombre. Su sometimiento a su autoridad como líder y el responsable por la familia nace del deseo dentro de ella que le atrae a él. En un sentido su castigo restablece la relación rota cuando Eva toma la iniciativa que le correspondía a Adán y cuando éste accede con prontitud a su sugerencia. Entre los castigos para el hombre (3:17-19) es la necesidad de trabajar más duro. El trabajo se hace más difícil (comp. 2:15), porque la tierra produce menos[3]. No es que se le sentencia al hombre a comenzar a trabajar por primera vez. Génesis 2:15 hace claro que ya tenía esa responsabilidad. Pero ahora tiene que aumentar las fuerzas para producir lo mismo que antes se le hacía fácil. Ahora su medio ambiente cambia de un paraíso a una tierra llena de espinas, cardos y malezas.

            El castigo para ambos es su expulsión del huerto para prevenir a que el hombre pecador se acerque a Dios de manera indigna. Se colocan los querubines al oriente del jardín con una espada incandescente que se movía en toda dirección para evitar el paso al árbol de la vida (3:24 y 2:9). Está claro que el destino inevitable del hombre es la muerte y la vida eterna sólo se puede conseguir si se acata a las demandas de Dios. El camino que Dios estipula es la única via que hace posible la vida eterna del hombre.

            Entre los castigos para la serpiente (3:14-15) está su derrota por la descendencia de la mujer. Esta promesa de la capitulación del maligno provee la primera nota de esperanza de la victoria eventual pero inevitable por medio de la cruz y la resurrección de la descendencia de la mujer. Se ha llamado esto el evangelio antes del evangelio o la primera vez que se da la promesa de un futuro Mesías (el protevangelium, v. 15).

            Concluimos pues que esta narración señala que el pecado es tanto social como espiritual. Ningún hombre puede pecar y afectar solamente a sí mismo. Necesariamente el pecado toca la vida de otros (Gén. 3:8, 23-24).

 

El Antiguo Pacto y el Decálogo

 

            Otro pasaje que ayuda en la definición del pecado es Exodo 20:1-17 (el texto paralelo es Dt. 5:1-21). Se trata de los Diez Mandamientos o el Decálogo. Durante la salida de Egipto Moisés lleva a la muchedumbre de las doce tribus a acampar cerca del Monte Sinaí donde se unifica al pueblo en nación durante su estadía de casi un año. Allí Dios hace un pacto (un testamento, una alianza, un acuerdo) con su pueblo escogido el cual tiene el deber de obedecer las leyes y estatutos que indican su voluntad. Existen esencialmente seis elementos en este pacto: el Decálogo, las leyes de santidad para una vida y pueblo santos, un santuario o tabernáculo, un sacerdocio, unos sacrificios u ofrendas y las fiestas sagradas. La parte central del antiguo pacto es el Decálogo.

     Dios entrega los Diez Mandamientos en dos tablas de piedra a su pueblo. Por eso algunos han querido dividir los mandamientos en dos partes que corresponden a la división original. Una de las posiciones es que los primeros cinco mandamientos fueron escritos en la primera tabla y los últimos cinco en la segunda a pesar del gran número de palabras en la primera mitad del Decálogo. Ellos señalan que la primera tabla entonces contiene mandamientos referentes a las relaciones del hombre con Dios y la segunda a las relaciones del hombre con otros seres humanos. De esa manera se señala la relación vertical con Dios y la relación horizontal del hombre con su semejante. Además es muy significativo el orden de los dos grupos. Las relaciones en la primera tabla de los primeros cinco mandamientos tienen que ver con la relación vertical con Dios y por inferencia tienen prioridad sobre los últimos cinco.

            Algunos pensadores han indicado además que los primeros tres mandamientos son los más distintivos cuando se comparan con los códigos de leyes contemporáneos con el Decálogo de Moisés.[1] Además cabe señalar que todos los mandamientos se repiten en una forma u otra en el Nuevo Testamento con la excepción del cuarto. También es significativo que se hace aquí lo que es típico en las listas de leyes en el código de santidad (Lev. 11-26) y en otras secciones del Pentateuco, los primeros cinco libros del Antiguo Testamento. Se mezclan las leyes morales y las ceremoniales sin diferenciarlas (Lev. 19 es un buen ejemplo). En el Decálogo hay leyes morales y ceremoniales entremezcladas también (comp. el segundo mandamiento con el sexto).

            La introducción del Decálogo (20:2) señala a Jehová como el Dios Libertador y Redentor de Israel, pues los sacó de la esclavitud egipcia. Por lo tanto tenía todo el derecho a darles órdenes. Este concepto introductorio se repite en forma abreviada cuatro veces en el decálogo (20:5, 7, 10, 12). Así se recalca una y otra vez que las diez palabras son las de un Dios redentor y misericordioso para su pueblo e implica la necesidad de su obediencia como expresión de gratitud, ya que el Dios que se las da se preocupa por el bienestar de ellos.

            El primer mandamiento (20:3) demanda una relación exclusiva de parte de su pueblo con Jehová, su Dios Libertador (20:2). Exige Dios una lealtad total o una fidelidad completa. No es una afirmación de monoteísmo ético. El segundo (20:4-6) se divide en dos. Primero, prohibe la fabricación de imágenes o ídolos (20:4). Estos son figuras de cosas creadas y usadas en el culto a Jehová. La segunda parte (20:5-6), al suponer la creación de las figuras por otros seres humanos, prohibe al pueblo de Dios postrarse o inclinar ante ellas y rendirlas culto o hacerlas reverencia o devoción o demostrarlas respeto o consideración. Se aclara que el Dios Libertador por ser celoso de los suyos demanda una relación exclusiva de lealtad. No los comparte con ningún rival. A su vez se estipulan las consecuencias en futuras generaciones en caso tanto de desobediencia como de obediencia. Ya que Dios trata con amor más generaciones que castiga, es evidente que el Señor prefiere premiar que castigar. No obstante, hace las dos cosas cuando sea necesario. El tercer mandamiento (20:7) prohibe el mal uso del nombre del Señor, ya que representa su esencia o naturaleza. No se le debe dar uso a su nombre como algo común y corriente, sino con gran respeto y reverencia. Para muchos Israelitas prohibía aun la pronunciación de su nombre divino. Excluye su uso en maldiciones, conjuros, encantaciones, blasfemias y juramentos. Excluye también el uso de su nombre para enseñar o propagar falsedades (Lev. 19:12). El cuarto (20:8-11) es el mandamiento más largo y el primero positivo. Manda observar el séptimo día con un doble propósito, para el descanso y para apartarlo o dedicarlo al Señor. En Exodo 20 se da fortaleza al mandamiento a base del descanso del Creador en su obra de creación mientras en Deuteronomio5 se apoya en la liberación misericordiosa del pueblo de Egipto[4]. El quinto (20:12), que también es positivo, manda el respeto por los padres y promete que la obediencia de la nación israelita tendrá como recompensa una larga vida en la tierra de Canaán. Definitivamente prohibe herir a los padres (Ex. 21:15) o maldecirles.

            La segunda tabla concentra en las relaciones entre seres humanos. Prohibe cometer homicidio (20:13), el adulterio (20:14) y el robo (20:15); no se debe mentir (20:16) o codiciar (20:17). Cabe señalar que de cinco mandamientos hay solamente uno en la segunda tabla que tiene que ver con la vida interior de la persona, y es la codicia. Los demás tienen que ver con el comportamiento externo en relación con otros más bien que con una actitud. Además todos se expresan en forma negativa. ¿Por qué? Probablemente porque ya los Israelitas estaban cometiendo estos pecados y ya era tiempo y la ocasión apropiados para señalarles límites en su conducta. Dios quería hacerles ver que eran pecadores. Otra razón se debe a que Dios había escogido a un pueblo analfabeto e inculto en una etapa de pañales y los bebés muy pronto comprenden la palabra no. Más tarde tendrían la capacidad de comprender mejor lo positivo del Nuevo Testamento en cuanto al amor hacia Dios y el prójimo.

            Cuando se unen las dos tablas en un solo Decálogo, descubrimos una combinación de relaciones verticales y horizontales, y Dios demanda cumplimiento de las dos. No basta con ser solamente un buen vecino, además hay que servir a Dios. No basta estar en el templo todos los días; tenemos que relacionarnos debidamente con nuestro prójimo también. Tal como hay un solo Dios del pacto, hay que integrar toda la vida en una -- no es aceptable compartimentalizar la vida secular de la espiritual. Se vive como un todo, integrando las dos dimensiones. Además hay un sentido en que se le da prioridad a la relación con Dios sobre el trato con el hombre. El orden hace implícito que la relación debida con el prójimo se desprende de la relación correcta con Dios y que sin el vínculo con Dios, no puede haber uno correcto con el semejante. De la misma manera Jesús combina las dos relaciones al señalar el mandamiento más importante primero y luego agrega el segundo. No especifica el uno sin el otro. Uno es incompleto sin el otro (Mt. 22:37-39). Además el lugar del Decálogo al principio de la revelación extensa entregada a Moisés en el Monte Sinaí sugiere que la religión de su pueblo recién libertado era principalmente profética y ética más bien que ritual y ceremonial.

            A pesar de que Israel tenía la obligación de obedecer a su Dios Redentor, el pueblo de Dios del Antiguo Pacto no la cumplió. Por eso el profeta Jeremías (31:31-34) para el sexto siglo a. C. avisa a su pueblo de la necesidad de un nuevo pacto superior al antiguo. Después Jesús hace claro en la última cena que el nuevo pacto ya está vigente.

            Podemos sintetizar el significado esencial de pecado en estos dos textos y también en el resto del Antiguo Testamento de la siguiente manera. El pecado siempre produce un estado de debilidad que anticipa la muerte. El pecado es autodestructivo, pues le conduce a uno a la muerte, destruye la vida, la felicidad, la confianza y la unión. Dios es quien inició el contacto con el hombre y quien le ofreció el pacto, pero es el pecado lo que rompe estas relaciones (comp. Is. 59:2). Las palabras en hebreo para el pecado (en Dan. 9:5 hay cuatro en la confesión de Daniel a Dios de sus pecados y los del pueblo) que con frecuencia se intercambian confirman la característica fundamental del rompimiento de relaciones. La raíz de la palabra más usada sugiere la idea de perderse o errar el blanco; puede envolver tanto el acto como el pensamiento. Otra palabra sugiere abandonar el camino directo; sugiere algo torcido. Otra palabra sugiere falta de lealtad o fidelidad y una cuarta expresa rebelión abierta y consciente contra la voluntad soberana de Dios. El pecado rompe la comunión con Dios y entrega al hombre a sí mismo o a los poderes malos. Igual a la palabra más común en hebreo, la más usada en griego quiere decir errar al blanco. Cuando el blanco es la voluntad y carácter de Dios, errar quiere decir estar lejos de la gloria de Dios (Ro. 3:23). Su raíz es la falta de fe (Gén. 3:1-5).

 

El Sermón del Monte: las leyes y las prácticas religiosas

 

            En su ministerio en Galilea Jesús dio el Sermón del Monte[2] (Mt. 5 al 7) en el cual una sección contrasta varias leyes viejas del antiguo pacto y las interpretaciones tradicionales judías con la conducta aceptable bajo el nuevo pacto (Mt. 5:17-48). Jesús explica en una forma bastante sistemática lo que Dios espera del pueblo cristiano. Comienza con una explicación del propósito de su vida como Mesías (5:17). Vino a completar o cumplir o dar el verdadero significado de las leyes. Por eso no vino a destruir o abrogarlas. Así que durarían y los discípulos debían obedecerlas "hasta que suceda todo lo que tiene que suceder" (5:18). Esta última cláusula es clave para entender la misión de Jesús. ¿Qué es lo que tenía que suceder? Ya que su misión era una redentora, tendría que morir por los pecados del mundo como profetizado en Isaías 53 y Salmo 22. Es evidente entonces que el antiguo pacto y sus leyes estaban vigentes hasta el comienzo del nuevo. Por lo tanto, Cristo completó la ley al ir más allá de ella, al sustraer su enseñanza esencial y darle su máximo desarrollo, al iluminar y enfocar los principios verdaderamente morales que servían de base del código mosaico y al señalar el propósito original de Jehová, el libertador.

            Jesús subrayó un contraste doble. Primero, se contrapone su autoridad con la tradición y, segundo, el contenido anterior de ciertas leyes con el nuevo contenido del nuevo pacto. Para destacar la superioridad de sus leyes, Jesús usa seis ejemplos en 5:21-48. Después de introducir cada con un formato parecido, casi idéntico, en 5:21, 27, 31, 33, 38, y 43, procede a subrayar a sí mismo como la nueva autoridad al decir cada vez, "Pero yo les digo..." (5:22, 28, 32, 34, 39, 44). Luego especifica el contenido de las dos leyes.

            No solamente el matar condena a uno, sino el enojarse[5] con su hermano o insultarle merece condenación, juicio y castigo (5:21-22). No sólo el acto carnal del adulterio está prohibido, sino que más allá el mirar con deseo viola la voluntad de Dios para la relación de los dos sexos (5:27-28). Jesús no está contento con la concesión de Moisés (Dt. 24:1) y de su época que propicia el divorcio fácil, sino estipula la inmoralidad sexual como la única condición legítima y aceptable para Dios. De esa manera deja de ser un proceso legal fácil; lo dificulta (5:31-32). Además, Jesús rechaza la práctica de cumplir solamente los juramentos y especifica que siempre se debe decir la verdad (5:33-37). Mientras que Moisés permitía una venganza igual al mal recibido (Ex. 21:24), Jesús da ejemplos de acciones que hacen claro que con la conducta hay que demostrar el perdón total que uno siente dentro del corazón (5:38-42). Mientras la tradición judía permitía escoger a quien amar y odiar, Jesús explica que sus seguidores tienen que demostrar su amor para todos por medio de sus obras de la misma manera que el padre celestial que es perfecto lo hace sin distinción de persona (5:43-48).

            ¿Cómo entonces modifica Jesús las prácticas y las leyes religiosas anteriores? Sus modificaciones hacen más difícil la obediencia, porque en vez de dejar la conducta en un plano exterior al ser humano, especifica requisitos para la vida interior. El enojarse con otro, el mirar con deseo, el perdón que se demuestra y la demostración del amor para todos tiene que ver con la vida interior de uno. La voluntad de Dios encierra los pensamientos, los sentimientos, las emociones, las actitudes y las fantasías mentales. Por lo tanto, Jesús hace claro que el pecado no tiene que ver exclusivamente con el comportamiento sino también con el interior de la vida íntima y muy personal. Sitúa el pecado adentro de uno.

            En forma parecida, Jesús hace lo mismo con las prácticas religiosas y espirituales en Mateo 6:1-18. Usa tres ejemplos para clarificar el principio básico señalado en el primer verso. La motivación aceptable para la práctica de la religión es el deseo de complacer a Dios y no a los semejantes. Cuando se da limosna, es con la intención de hacer contento a Dios y no a los hombres (6:2-4). Cuando se ora, es con el deseo de comunicarse con Dios, no para hacer una exhibición delante de los hombres (6:5-6). Cuando se ayuna, es con la intención de comunicarse mejor con Dios, no para recibir la aprobación de otros seres humanos (6:16-17). De manera que las motivaciones e intenciones también son de primordial importancia para Jesús. Son tan importantes que un acto normalmente bueno con una intención inaceptable no agrada a Dios ni lo premia. Profundiza Jesús aquí la vida personal y ceremonial de sus seguidores. No basta cumplir con una ceremonia, un rito o un culto con sólo el deseo de complacer a otra persona y así salirse de eso, sino la motivación y la intención de actuar hace que la conducta sea aprobada o desaprobada, aceptada o rechazada por Dios.

            En ambos pasajes del Sermón del Monte Jesús señala la deficiencia de la antigua ley y práctica y a su vez las instrucciones de Jesús completan o profundizan las antiguas. Hay que tomar en cuenta la vida interior tanto como la exterior. Las dos partes importan, pero durante el ministerio público de Jesús normalmente hace más hincapié en la vida interior. ¿Por qué? Una de las razones principales es el contexto histórico de su época. Los fariseos son muy legalistas. Exigen el cumplimiento externo de la ley, mientras que adentro están "llenos de huesos de muertos y de toda impureza" (Mt. 23:27). Dan tanta importancia al exterior de la persona que pasan por alto el cultivo de una belleza moral y espiritual interior. Además de Jesús dar más énfasis en la ley moral que en la ceremonial o ritual, el fin de una ceremonia nunca es únicamente su celebración.

 

El corazón y el pecado

 

            Durante el ministerio especial a sus doce apóstoles, Jesús da preferencia a la instrucción en por lo menos tres áreas. Los doce necesitan comprender mejor qué es el pecado, quién es Jesús y quiénes son sus discípulos. Les instruye primero sobre el pecado. En Marcos 7:1-23 Jesús demuestra preocupación por lo que contamina al ser humano. La ocasión para instruir a los apóstoles surge cuando los fariseos y los escribas le condenan a él y a sus discípulos por no seguir las tradiciones religiosas, pues comen pan con las manos impuras. Lavarse las manos para ellos no tiene nada que ver con las bacterias o los microbios. No tiene nada que ver con la higiene.[3] La práctica judía requería una ceremonia de lavarse las manos entre cada plato de varios durante la comida. Si eran cuatro platos, entre cada plato había que lavarse siguiendo una ceremonia exacta usando el agua aprobada para ella. Con los dedos de las dos manos unidos y apuntándolos para arriba, se derramaba agua de las tinajas de purificación sobre ellos. El agua escurría hacia las palmas y con los puños se friccionaban en turno las manos con los puños, luego se invertía el proceso con los dedos apuntados hacia abajo y derramando el agua sobre la muñeca dejando el agua escurrir de los dedos. Así que la impureza ceremonial es lo que preocupa a los fariseos y los expertos de la ley.

            Jesús responde a la acusación de los legalistas citando un pasaje de Isaías que condena a los religiosos por preocuparse más por el rito y la ceremonia diseñados como mandatos de los hombres que por un corazón limpio (7:6-7). Después de citar el profeta Isaías el Señor recalca esa idea acusando a sus acusadores de dar más importancia a las reglas y leyes tradicionales que al espíritu de ellas y la voluntad de Dios (7:8). ¿Qué es el pecado entonces? No es ser meticuloso en cuanto a las reglas externas y olvidarse de los sentimientos y pensamientos del corazón. No es sustituir ceremonias humanas por la voz del Señor. Es desobedecer a Dios al escoger observar las tradiciones humanas. Luego Jesús destaca la desobediencia de los líderes religiosos del quinto mandamiento. Se aprovechan de un tecnicismo en las tradiciones orales que les permitía reservar para Dios sus bienes en vez de compartirlos con sus padres en necesidad. Pronunciaban la palabra "corbán" para designar ciertos bienes como "ofrecidos a Dios". El legalismo nunca permitía después usarlos para el bienestar de sus padres, aunque ellos podrían continuar usándolos hasta la muerte o hasta que decidían descontinuar su dedicación a Dios. ¿De esta manera Jesús ataca a una religión que valoriza las reglas y los reglamentos más que la disposición de Dios para el necesitado.

            Luego Jesús sigue aclarando el concepto del pecado al enunciar un principio básico (7:15-16). Explica a la multitud que no es lo que entra en la boca lo que hace a uno pecar, aunque no se lava las manos ceremonialmente, sino lo que sale del corazón. Los discípulos inculcados a lo judío de su época no entienden la enseñanza. Cuando llega a una casa, le piden al Señor una aclaración. Cabe señalar que Levítico 11 contiene una lista extensa de animales y aves que eran impuros o inmundos. La ley prohibe comerlos[6]. De manera que para los discípulos el alimento que uno come puede contaminarles. Deben comer únicamente comida kosher.

            Para ayudarles a entender, Jesús les da una lección de anatomía, explicándoles que de la boca el alimento pasa al estómago y de allí afuera del cuerpo al servicio sanitario. Por lo tanto la comida no hace a uno pecar. Lo que sí hace impuro a uno sale del corazón. El evangelio de Marcos al final del versículo 19 incluye un comentario del escritor sagrado que aclara todo el significado: "Así declaró limpias todas las comidas". Entonces el pecado no es comer lo prohibido del antiguo pacto o de alguna tradición humana o eclesiástica. Si el pecado no se trata de lo que uno ingiere, entonces ¿qué es?

            En 7:10-23 Jesús sigue explicándoles que la maldad sale del corazón. Luego, hace una lista de pecados. Cabe señalar en cuanto a esta lista confeccionada por Jesús que los malos pensamientos encabezan la misma. ¡Aparecen primero en la lista! Una vez más Jesús lleva al interior de la vida el significado del pecado; no es únicamente lo que uno hace, sino es lo que uno es en su corazón. Lo mismo sale y se demuestra en conducta. Luego Jesús procede a mencionar unos actos pecaminosos: las inmoralidades sexuales, los robos, los homicidios, los adulterios, las maldades, el engaño y la blasfemia. Pero la lista no se limita a comportamiento externo, incluye las avaricias, la envidia, la sensualidad, la insolencia y la insensatez (falta de juicio). !Casi 50% de los pecados en esta lista tienen que ver con la vida interior! Jesús concluye reiterando la importancia del corazón de hombre, porque todos los actos externos nacen dentro de él. Las maldades comienzan con ideas o pensamientos o fantasías y luego el hombre los pone en práctica. Pero la raíz de todo es el corazón. Por lo tanto, le hace falta un trasplante espiritual del corazón.

 

El pecado de la carne y del espíritu

 

            En Perea poco antes de la última semana de Jesús en la tierra, el Señor narra tres de sus parábolas más bellas (Lucas 15). El contexto histórico es imprescindible para poder entender a cabalidad a las tres, pero en especial la última.

            Una vez más los religiosos muy legalistas de su país, los fariseos y los escribas, se presentan delante del Señor y le juzgan con severidad, pues Jesús en vez de alejarse de los publicanos y pecadores se les acerca. Se conversa y se asocia con ellos en público. Los publicanos como los cobradores de impuestos del Imperio Romano se enriquecían a costas de sus compatriotas y hermanos judíos. Además se les consideraba traidores de la patria. Los pecadores eran personas como las rameras. En ambos casos se trataba de la "chusma" de la sociedad.

            En respuesta a los comentarios condenatorios por su contacto amigable con ellos, Jesús narra tres parábolas con el fin de justificar sus acciones amistosas. Les narra la parábola de la oveja perdida (15:3-7) y de la moneda perdida (15:8-9) con el fin de hacerles ver que Dios quiere que él ayude espiritualmente al perdido, pues el "descubrimiento" de ellos sería motivo de celebración celestial.

            Luego Jesús pasa a la tercera parábola en la cual hace mención de dos hijos de un padre bondadoso. Tradicionalmente, ésta se llama "el hijo pródigo" (15:11-32). La palabra pródigo quiere decir esencialmente lo mismo que perdido. Pero el problema con ese título es que enfoca solamente la primera parte de la narración y de la lección central de Jesús. Por supuesto, es la parte más obvia y comprensible para la mayoría de nosotros. La segunda parte tiene que ver con el hijo mayor. Esta es la parte que muchos no entienden, pero es clave para comprender todo el mensaje de Cristo en esta parábola sobre el estado de perdición.

            Un título que abarca toda la narración y la lección central, no solamente la primera parte, es "Los dos hijos perdidos". ¿Cómo es posible poner ese título cuando el hijo mayor se quedó con su padre? ¿Qué hizo él para perderse?

            Primero, entendamos la primera parte. El hijo menor está perdido, pues disfruta de pecados carnales. Malgasta su herencia en fiestas, bebidas y mujeres, dándose "la buena vida". Es obvio que es mundano y que pasa por alto los valores espirituales.

            Segundo, entendamos el significado relacionado con el hijo mayor. ¿Es éste un hijo tan santo como él afirma? ¿Es su padre tan ingrato y desconsiderado con él (15:29-30)? Evidentemente en su orgullo se cree mejor de lo que en realidad es. Se llena de enojo, celos y envidia por el ternero engordado matado por el padre cuando el hijo menor regresó a casa arrepentido. Nutre un rencor (o ¿será odio?) tan profundo en su corazón que ni siquiera llama al hijo menor su hermano -- sino arroja en la cara del padre la acusación de "este hijo tuyo" (comp. Gén. 3:12). No es nada de él; sólo es del padre. El desenlace de la parábola hace claro que el hijo mayor ni perdona a su hermano por su vida mundana ni a su padre por haberlo recibido con brazos abiertos y amorosos. En su orgullo y arrogancia se es injusto con su padre en sus acusaciones contra él y aunque el padre trata de hacerle entender que está equivocado, se empeña en aferrarse a sus sentimientos rencorosos. Su rebeldía con su padre le lleva a rehusar entrar para festejar el regreso de su hermano. Es malagradecido, pues hacía tiempo que su padre había compartido sus bienes con él también (15:12), y no lo admite ni lo agradece. Esa rebeldía hacia su padre sugiere que su declaración que jamás le había desobedecido es por lo menos una exageración rabiosa, pero con toda probabilidad una mentira. Juzga tanto a su padre como a su hermano. Toda esta reacción del hijo mayor nos hace preguntar, ¿por qué se quedó todos esos años con su padre? ¿Por interés? ¿Ambicionaba todos los bienes? ¿Quería quedarse con la hacienda? ¿Por codicia o avaricia? ¿Por egoísmo? Ahora está claro que para Jesús el hijo mayor no es ningún santo. En efecto su conducta externa aparentemente era intachable, pero como los acusadores religiosos y legalistas de Jesús su vida interior estaba llena de huesos de muertos.

            Cuando entendemos esta parábola a la luz de su contexto en 15:1-3, es obvio que para Jesús el hijo menor representa a los publicanos y los pecadores mientras el hijo mayor a los fariseos y escribas. Jesús justifica su asociación con la gente baja de la sociedad señalando que hay dos maneras de extraviarse en el pecado. Una es el camino de la carnalidad y la otra el camino de los pecados del espíritu. La diferencia principal entonces entre los dos hijos no es que uno es bueno y el otro malo, sino que el "malo" recibe el perdón de un padre clemente, compasivo y misericordioso, porque se arrepiente de su mal camino mientras que el otro está ciego a su propia necesidad de arrepentimiento. Se cree perfectamente bien. No siente la necesidad del perdón de sus pecados, pues no ha hecho nada malo! Los dos hermanos de esta parábola se parecen en esto al rey David que se arrepentía de su maldad mientras el rey Saúl negaba la suya.

 

Las obras de la carne y el fruto del Espíritu (Gál. 5)

 

            Según la carta de Pablo a los gálatas la salvación por fe en Cristo libera al cristiano de la ley y sus requisitos.[4] Pero un creyente puede decidir someterse otra vez al yugo y la esclavitud de ella. Por eso no debe usar la libertad como pretexto para pecar. No debe dar rienda suelta a los instintos. Más bien debe vivir según el Espíritu Santo. Así no buscará satisfacer sus propios deseos carnales.

     ¿Cuáles son las obras de la carne? Pablo incluye quince en su lista de pecados (Gál. 5:19-21) que combina transgresiones morales y ceremoniales. La idolatría y la hechicería son ritos ceremoniales. Su inclusión en esta lista hace claro que es incorrecto decir que todas las leyes ceremoniales del antiguo pacto fueron abrogadas y reemplazadas y que las únicas eternas son las morales. Además la lista incluye pecados externos e internos. Los internos incluyen celos, ira y envidia. Se tratan de actitudes, sentimientos y emociones adentro de la persona, pero que pueden impulsar a uno a actuar. Es muy notable que los problemas principales de los gentiles de Galacia tienen que ver con su comportamiento o conducta en relación con su semejantes. Evidentemente tenían un comportamiento muy indisciplinado tanto sexualmente como con su trato poco amistoso con otros. Está claro que para Pablo este tipo de conducta habitual señala que la vieja naturaleza carnal no ha sido cambiada.

            Luego Pablo desglosa el fruto del Espíritu (Gál. 5:22-23) que se manifiesta en nueve partes. Los primeros ocho se refieren a actitudes, sentimientos, y emociones en su trato con otras personas. Si vivimos en el Espíritu, ya existe la relación vertical debida. Lo que hace falta es desarrollar y mejorar la relación horizontal y la base no es la acción externa como tal sino el cultivo de la vida interna. La última en la lista, sí, sugiere el aspecto de acción externa al cuerpo, la de dominio propio o autodisciplina. Esta lista de las virtudes no incluye ninguna acción ceremonial como tal y ocho de las nueve tienen que ver con la vida interna.

 

Unos conceptos inaceptables acerca del pecado

 

          La negación de la existencia del pecado. Para algunos intelectuales hoy el pecado es un concepto anticuado que no encaja con los conocimientos avanzados del siglo XXI. En los campos de psicología y psiquiatría algunos lo consideran sólo una idea equivocada, ya que el hombre es esencialmente bueno y goza de una libertad ilimitada para vivir su propia vida según los propios criterios y valores que él acepta.

            Para la Ciencia Cristiana fundada por Mary Baker Eddy el siglo pasado, el pecado es solamente mental, un pensamiento o un concepto equivocado dentro de la mente. La creencia en su existencia es una idea errónea de la cual hay que ser rescatado. Una vez que uno aprenda a entender su no existencia en la realidad, se puede erradicar lo malo de la mente.

            Para el panteísmo en los movimientos de la Nueva Era y las religiones orientales existe un universo amoral, más allá de la moralidad, ya que en realidad no hay diferencia entre lo bueno y lo malo, porque todo es dios y se fusiona todo lo bueno con lo malo.

            Para las religiones orientales y los movimientos de la Nueva Era el pecado es principalmente el apegarse a la realidad de las cosas materiales. La salvación consiste en salvarse del dominio de la existencia material. La materia es solamente una alucinación, la enfermedad material del hombre. Contamina al hombre que a su vez participa en actividades pecaminosas.

            Algunos cristianos creen en una especie de perfección para el seguidor de Cristo en esta vida. Es posible llegar a una madurez en la cual viva sin cometer pecado. Si peca, entonces cae de la gracia y deja de ser cristiano. Normalmente este tipo de persona se inclina a concebir el pecado como la violación de una ley que prohibe ciertos actos de conducta.

            A la vez que la Biblia reconoce la realidad del pecado, rechaza la idea de que es posible para un cristiano vivir sin pecar. Pablo lo niega en Romanos 7:24-25, aunque algunos creen que Juan lo enseña en I Juan 3:4-10 y 5:18-19, pero hay que tomar en consideración también 1:9-10 y 2:1 donde Juan advierte sobre el peligro de engañarse a sí mismo acerca de cometer el pecado (1 Jn 1:8). Además algunos afirman que I Jn 3-5 es la expresión del ideal cristiano, pero también es posible interpretarlo, debido al tiempo presente en el griego del verbo pecar, en sentido de que el creyente no practica el pecado como hábito normal de la vida. Tal no es su estilo de vida.

          El Pecado como conducta. Muchos conciben el pecado principalmente como un acto externo que uno hace. El pecado tiene que ver con algún comportamiento prohibido. Para ellos es no llevar la vida en conformidad con la ley moral de Dios. Algunos parten de la premisa de que 1 Juan 3:4 da una definición exacta de lo que es el pecado -- la transgresión de la ley.

            Para algunos la violación de la ley se iguala a prohibiciones sexuales prematrimoniales o extramaritales o como en algunos casos extremos del monasticismo católico, cualquier acto sexual, aun dentro del matrimonio. Todo acto sexual se clasifica como concupiscencia, por lo tanto, el estado de castidad o virginidad es lo que Dios acepta como lo más perfecto. Para el movimiento moderno del gnosticismo de Samael Weor no es pecado el acto sexual dentro del matrimonio siempre y cuando no se derrama el semen.

            Para otros, el pecado se iguala a la bebida, al baile y el cigarrillo o la droga ilegal. Para otros se trata de ingerir ciertos alimentos. No se permite comer cerdo, o sangre, o carne de ninguna clase, o no se puede comer ciertas comidas si no se preparan de determinada forma[5]. También puede ser la violación de una ley eclesiástica que prohibe ciertos alimentos durante determinadas épocas del año[7]. Para otros el cuarto mandamiento del decálogo sobre el séptimo día es una ley eterna[8]. Para otros el día de reposo hoy es el primer día de la semana y ¡ay de aquel que no lo observa de la misma manera del día del descanso del Antiguo Testamento! Para otros es el viernes.

            Para otros el pecado que condena puede ser el de no pertenecer a la única iglesia verdadera. Normalmente para ellos la verdadera organización espiritual es aquella en la cual ellos militan.

            Para otros el pecado es la forma en que uno se viste o se maquillaje o prepara el pelo, sea un peinado o un recorte.

            Para otros el pecado consiste en cualquier diversión que lleva a uno sentirse feliz. Es el concepto de los puritanos que concebían que la vida descolorida, sobria y triste sin alegría era la que más complacía a Dios. En todos estos ejemplos la ley que se viola es una exterior a la persona y se presta a un control exterior. Por lo tanto, conlleva el peligro de un legalismo parecido al de los religiosos en los tiempos de Jesús.     Esta era la única definición del pecado para de los fariseos y los escribas. Siempre consideraban el pecado la violación de regulaciones y reglas. Pero el problema con esta definición es que es solamente una explicación parcial. Esto se ve en parte, porque Pablo, quien está de acuerdo con esa definición a veces (comp. Ro. 7:8, 9, 13, 23, 25) no la deja en ese plano (comp. Ro. 14:23), porque detrás de la ley, hay un Dios personal y el pecado es el rompimiento de nuestras relaciones personales con ese Dios. Además, es imperativo entender la definición de Juan en el contexto de su carta. La ley que uno transgresa o viola es la ley del amor (Jn 15:12; 1 Jn 3:18-19; 4:7-8; 5:1-2).

            Es parcial esta definición, porque hay ciertos actos que siempre son transgresiones de la ley y que Dios siempre desaprueba. Pero cuando se limita el pecado exclusivamente a la conducta, uno pasa por alto las actitudes interiores, y aun el último mandamiento del decálogo no hizo eso. Más allá del comportamiento Dios toma en consideración la vida interior. Es posible hacer algo bueno, pero con una actitud o intención inaceptable para Dios y, por lo tanto, Dios no premia tal conducta. Para la Biblia el pecado no es solamente un acto del cuerpo. También el pecado involucra la voluntad, la actitud, el sentimiento y el pensamiento. No se limita a uno solo de éstos tampoco.

          El pecado inherente en el hombre. ¿Surge el pecado de la misma naturaleza del hombre? Para algunos que contestan que sí, significa principalmente que el pecado es la ignorancia o la falta de conocimiento. Se define en términos de la limitación humana. El hombre es pecaminoso debido a la ignorancia que se debe a su finitud. El pecado es una debilidad o una equivocación. Desde esta perspectiva el pecar le permite al hombre expresarse a sí mismo y tener una realización más completa de la vida. Se necesita pecar para aprender a caminar, para desarrollar su propia vida moral y espiritual y para descubrir su potencialidad. Este es el enfoque del idealismo panteísta.

            Pero para la Biblia el pecado no es la falta de algo o un fracaso o una deficiencia. Adán y Eva tuvieron conocimiento. Estaban bien informados de las consecuencias de sus decisiones (ver también Ro. 1 al 3). Además es imposible erradicar el pecado por medio de la educación (Ro. 1:21; 1 Cor. 1:19-25). En realidad todo lo que se aprenda cuando uno peca es pecar y eso bien puede cristalizar en un hábito o costumbre que puede terminar en libertinaje. La ignorancia de la ley tampoco elimina la culpabilidad. No es una deficiencia en el ser sino una perversión o una corrupción en el ser, ya que la sede de maldad está en el corazón, el centro de la personalidad humana. El problema humano no está entre el conocimiento y la ignorancia sino entre el conflicto de la voluntad de Dios y la del hombre. Su fuente es más bien la distorsión de la voluntad. El pecado distorsiona y pervierte la razón que se caracteriza más por la ceguera que por su sabiduría y más como treta que como una investigación desinteresada.

            Otros pensadores afirman que el hombre es pecador en virtud de su posesión de un cuerpo del cual provienen sus apetitos, instintos y deseos. Es igual a ser una criatura humana. Su cuerpo que es básicamente una cárcel para el alma es malo, pero su alma es buena. Uno de esos apetitos animales del cuerpo es el sexo que es totalmente malo. Así que el pecado en el hombre surge de su cuerpo material del cual nacen los deseos sensuales. La materia es esencial o inherentemente malo. De manera que si se destruye el cuerpo, se elimina el pecado.

            El ascetismo o el monasticismo católico comparte este concepto del pecado. Entró al catolicismo de la filosofía griega platónica a través de San Agustín en el siglo V d. C. Para él todos los apetitos e instintos del cuerpo son malos. Por lo tanto, hay que suprimirlos. El retiro del mundo del monje con el fin de someter su cuerpo a severas penitencias es la solución para este pecado.

            Pero también hoy otros consideran que el pecado surge de los instintos animales que han perdurado dentro del hombre a pesar del o debido al proceso evolutivo del ser humano.

            Este enfoque culpa al Creador por el pecado. Pero los sentidos del cuerpo no son responsables por el pecado sino el espíritu del hombre que los dirige y los usa. Esta teoría condena a los pecadores sensuales, pero pasa por alto los del espíritu tales como la avaricia, la envidia, la malicia, el odio, el orgullo y el egoísmo. Condena más los pecados degradantes que los que ensalza a uno.

            Según la Biblia el hombre puede glorificar a Dios por medio del cuerpo (1 Cor. 6:20). Debe presentar su cuerpo como un sacrificio vivo a Dios (Ro 12:1). El cuerpo es el templo, no la cárcel, del Espíritu Santo (1 Cor. 6:19). El cuerpo fue creado bueno[9] y Cristo se preocupaba por la sanidad de los cuerpos enfermos y dominados por el maligno. El Redentor compró el cuerpo por un gran precio (1 Cor 6:20; 1 Pe.1:18-19). Dios la Palabra se hizo carne, habitó en un cuerpo humano sin pecar (Jn 1:1-18), y llevó consigo su cuerpo glorificado consigo al ascender al cielo. El pecado consiste en la rebeldía del alma contra Dios, no la dicotomía entre el alma y el cuerpo. El problema humano no se encuentra en su espíritu y naturaleza sino en la lucha de las dos voluntades -- la del hombre y la de Dios.

          El pecado como injusticia económica y política. Otro enfoque define el pecado como la injusticia económica y política. Eso quiere decir que la riqueza material o la posesión de dinero es malo, ya que los ricos oprimen a los pobres. Esta es la teoría del comunismo y el socialismo revolucionario que siguen a Carlos Marx. Algunos teólogos han adoptado sus premisas básicas al desarrollar la teología de liberación.

            Pero la Biblia claramente dice que el amor al dinero es la raíz del pecado (1 Ti. 6:10) y no el dinero como tal. El uso de los bienes materiales y la importancia y prioridad que se le da como el primer lugar (Mt. 6:19-34) sirven de criterios para juzgar si son buenos o malos. Aunque uno sea pobre, el mal uso o la mala administración de los recursos limitados y su actitud hacia ellos también puede ser pecaminoso. Los profetas del Antiguo Testamento continuamente proclaman un mensaje de arrepentimiento de parte de los pudientes de la sociedad que abusan de sus bienes materiales sin ayudar al prójimo. El sistema legal mosaico prevenía la concentración de la riqueza en manos de un pequeño élite por medio de año del jubileo cada 50 años. Sin embargo, el rey más grande de toda la historia de Israel y uno de los más ricos era David, un hombre conforme al corazón de Dios.



     [1]Se recalca como aquí una especie de argumento o silogismo en los primeros once capítulos de Génesis en las narraciones de Adán y Eva, Caín y Abel, el arca de Noé y la torre de Babel: el hombre peca, Dios castiga, pero da esperanza. La nota de esperanza en Gén. 3 es la promesa del Mesías en v. el 15.

     [2]Es muy saludable y realista el enfoque histórico de John P. Newport en su libro Life's Ultimate Questions: A Contemporary Philosophy of Religion (Dallas: Word Publishing, 1989), 40-41.

     [3]En un sentido esto se refiere a una tercera consecuencia inmediata del pecado: el rompimiento de la armonía entre el hombre y la naturaleza.

     [4]Ver "El sábado y/o el domingo" en La Sana Doctrina, IV:5 (Sept.-oct. 1989).

     [5]Para el apóstol Juan el odia asesina. El sentimiento de odio convierte a uno en asesino sin matar el cuerpo del semejante. Juan dice que "todo el que odia a su hermano es un asesino..." (I Jn. 3:15). Así que el pecado no es exclusivamente un acto; es también un estado de ánimo. Cometer después el acto confirma y fija el carácter en la maldad, pero surge del corazón malvado como la fuente.

     [6]Ver "Los Alimentos y el Cristiano" en La Sana Doctrina del Febrero y Marzo de 1987 (II:2).

     [7]Comp. los católicos.

     [8]Comp. los adventistas del séptimo día; la Iglesia Universal de Dios, la Iglesia de Dios Inc.

     [9]Ver La Sana Doctrina "Dios, la creación y la nueva era" IV:3 (Mayo-junio 1989).



      [1]...El teólogo Walther Eichrodt señala tres énfasis distintivas en el código del pacto: (1) se le da un valor más importante a la vida humana que a lo material. (2) Está ausente la brutalidad excesiva en el castigo del culpable. (3) Se rechaza la distinción de clases en la administración de la justicia.

    [2]....Para información adicional consulta "¿Eres un cristiano del Antiguo o Nuevo Testamento?" La Sana Doctrina (Dic. a enero de 1987), II:1, 1-2.

[3]..     [3]....Aun la medicina científica no sabía nada de las bacterias hasta el siglo pasado con el francés Luis Pasteur.

 

  [4]....Ver en La Sana Doctrina "Nuestra parte en nuestra salvación", III:2 (Mar.-abril, 1988).

     [5].Comp. los adventistas del séptimo día, los pentecostales, los testigos de Jehová y algunos bautistas.