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Víctor Hugo Gajardo

 

*VICTOR HUGO GAJARDO OLIVARES nació el 3 de Junio de 1965 y padece Parálisis Cerebral. Tiene Educación Media Completa (1987). Posteriormente ha hecho estudios en Taller De Verano De UCV (1990) como Operador De Computadores. Pertenece a diversas organizaciones de discapacitados y participa activamente en el Valparaíso cultural


 

EL MINIMALISMO DEL SILENCIO

 

 

El engendro maravilloso de la vida está en esas cimas, donde abajo del cosmos continuaban soplando con el sudor de albatros; como era de costumbre, las estrellas brillaban ardientes, igual que el suelo del desierto, cuando los pies caminan desnudos por sus montes arenosos.

                              

                                Total todos los días el sol sale y entra por el mismo lugar, tratando que escuchen sus consejos de primavera, después de todo un sentido descubre que en el horizonte pueda estar en alguna puerta mágica donde lo divino sea ya una realidad.

 

                                   Evidente, los ecos sutiles huérfanos lavaban sus pies con el agua del manantial, aquel que desemboco en el eclipse lejano, sustituyendo la tibia manera de impedir que los azules obreros levanten la tarde cristalina, para observar si el silencio se lamenta de sus inquietudes pasajeras, verdad, las sonrisas volaba por el firmamento, y al parecer, ayer cayeron vanidosos, aquellos que, con placeres mundanos cambiaron el rumbo del planeta, vendiendo los sacrilegios consumistas que alborotaron la suavidad, con que el viento despierta a sus huéspedes del destino.

 

                               Locos son los abismos, que con sus blancas palabras, creen derrotar la velocidad del mar, simplemente imaginan el noble vuelo del jazmín, buscando el olimpo de los cantares, ese que al desviar la mirada, desnuda su alma para mostrar lo transparente que resulta rescatar la esperanza.

 

                                   Es cierto, el sonido viene desde atrás, vecina ilustre de la madreselva, las palabras han tocado el cielo con sus manos entregando la espada de los aguaceros, después de todo, sus labios venían pronunciando los versos más hermosos jamás contados, pues, se cree que el camino lo hizo un sabio anciano que camina y camina sin parar, mientras los acordes del silencio, respondían mediante truenos furiosos que con ímpetu buscaba cortar las cadenas del espanto.

 

                              Si... temblaba, quizás con un poco más de suerte, conozcan las direcciones que desterraron aquel misterio, pero mañana vendrán los pajarillos a decorar esta desolación, y salbrás lo diminuto que se encuentra cuando el alba desciende mientras los ojos resbalan por los callejones de los sueños.

 

                                   Sin embargo, los templos de los sabios giran en pequeñas constelaciones, labrando largos espacios que pintan con el aliento del sol, construyendo los cimientos necesarios que sostendrán el peso inconsciente del llanto que ríe con las hojas de los calendarios, sabiendo que aquel sol tardío traicionaría el perfecto acento promiscuo de tal antesala.

 

                                   No vacila cual respuesta, el gran bufón de los tiempos reía con su carnaval de atletas, ignorando lo ridículo que se encontraba, pues, el pobre chafalote corría por su propio flujo, sin saber que los imanes atraen cualquier magnetismo.

 

 

 

 

                                   Pues ahora, cualquier barbuceo  es símbolo de omitir una injusticia, por que toda opción es testigo de lo inmoral, aunque los moralistas digan lo contrario (miedo... ¿Qué es miedo?), no se ha hecho hiedra la lacra, por cual envestidura hidrostática diría que son desperdicios, otra alternativa más que cansada vaga por las alturas, simulando conservar las palabras precisas.

 

                                   Pero no, todas las interrogantes son contestadas, aunque la pesada gestación evacue sus industriales maquinarias que controlen esas obsoletas ideas de sosiegos. Disculpen... licitar no significa alguna geometría liviana sino el cosechar una subasta bien garantizada para exportar los equipajes hacia lo más profundo del infierno.

 

                             No, los aguaciles de las galaxias inquietos cabalgan, ellos no saben lo gracioso que es estafar a sus Dioses, apuesta de vasallos en isla de la fantasía, no saben que los gobernadores vomitan y tragan sus sesos.

 

                             Por  supuesto, ahora laven sus manos, sepan lo arrogante que son, al decir verdad, van de la mano con su ignorancia, aunque su dinero disimula tal desgracia y su mayor emblema consista en una causa jerárquica.

 

                            No obstante, los cadáveres en la conciencia se han esfumado, feudorosos que fingen claridad en el núcleo para esparcir mentiras verdaderas a cambio de algún pie de voto.

 

                           Ahora, que al otro lado sólo los anarquistas disfrutan de cultivo imperialista consultan sus páginas, implorando la sanidad de su espíritu, que de cerca confunden hasta al más indulgente.

 

                             Es esa la pocilga del diablo, que descansa dentro de un prisma. Descubiertas sus sílabas, tildaron esa metamorfosis en el cual elevaron sus páginas, quizás sepan que la dificultad oblicua se acentúe de una ecuación incaica, que sólo aprovecha su militancia para convertir los satélites en signos de defunción.

 

                               No obstante, los gritos que cubrieron las sombras dicen sus verdades, impidiendo sobresaltar sobre sus desventajas como si sé tratarse de una bandera perdida en las reuniones de las fronteras. Al fin y al cabo, niegan tal existencia, por que allá arriba se llenaron de vergüenza.

 

                            De tal forma, que muestran su imagen lejos de las perspectivas. El sabor de mundo desequilibra los cojines de la naturaleza, negando lo fortuito que es canjear por las escarchas de las fortunas. A veces las ventanas se abren disfrutando lo que observa.

 

                           Pero al caminar por esas verdes laderas, una mirada comprendió la ausencia del sol, y en una mitad lejana, levantó su vuelo hasta buscar aquellos archivos extraviados, lo que en su máximo labor silenciaron sus labios para proteger aquella utopía, néctar del universo, que soporta toda injusticia bifurcada dentro del imperialismo nefasto opresor.

 

 

                          De tal modo, que sus manos levantaron la paciencia más cálida, y en un pseudo mensaje comunicaron aquel sereno cometido, incluso, la obscuridad de esa noche llamaba a desenredar el ovillo de tal crucigrama... si era un jaque pastor, un aviso público que iba y se perdía entre las garras analfabetas.

 

                       Claro, el amigo del color aún no llegaba a su destino, un estruendo que significaba lo contrario del camaleón que trataba de zafarse entre los dedos del opresor que deseaba alcanzar el brillo eterno del sol.

 

                          De inmediato, los fósiles innatos correspondían el estante manoseados que sepultaban al déspota sacrilegio, anudando todo el vacío de los huéspedes paganos, sólo así, detendría el onmigeno que lentamente retrocedía en el equinoccio de la tarde, si el vuelo de los elementos poseía una esquina que rumbeaba en la extrema descendencia, un ornamento que escupe desde adentro o un cronológico estado crucial que quebraba su vasija hacia la inercia de los elementos.

 

                        Cierto, la morfología implica el gentilicio de los argumentos, era la lluvia, aquella caja negra donde los presagios se recogían en cualquier rincón, evitando turbulentas andanzas capaces de olvidar su indigestión.

 

                        Quizás, por ahí solo buscaron su gruesa orfandad, el desconsuelo rápido que el veneno consumió con un minúsculo vocabulario, la presa necesaria para arrullar frente al universo.

 

AGUA TURBIA

 

 

En una de las calles tradicionales y pintorescas del Barrio Puerto, sector aduana en Valparaíso, cercano a la iglesia La Matriz, vivía Pancho:  de unos veinte y nueve años sucio, mal vestido, y agobiado por su descuidado destino no encontraba sentido a su vida, creía que sus días estaban terminados y la única manera de esconderse del mundo exterior era mezclarse entre los mendigos del lugar.

                        Esa mañana Pancho dormía tirado en la calle cubierto por cartones para amortiguar un poco el frío, mientras una manada de perros que andaban en levas circundaban por su alrededor, incluso algunos perros también dormían a su lado otros orinaban sobre él sin que éste se percatara pero había un animalito en particular que lo contemplaba con cierta ternura maneándole su colita y langueteándole el rostro del individuo para poder despertarlo.            El animal inquieto por provocar alguna reacción de su supuesto amo logra sacar un manotazo que entre dormido que el hombre logra lanzar tirando al perro centímetros de distancia. El perro al recuperarse del golpe vuelve donde sujeto landrándole y arañándole hasta que el individuo despierta definitivamente insultando al perro. Diciendo:

-          “Perro conche t’u madre ¡no me degai dormir”

Pancho enfurecido se levanta tomando sus escasas pertenencias, emprende camino para enfrentar un nuevo día.

                        En su corto caminar hacia ninguna dirección Pancho presiente  que lo viene siguiendo, por lo cual aligera sus pasos entre tanto va recordando la vez que lo siguieron años atrás cuando era estudiante universitario.

El individuo desesperado por tal acontecimiento súbitamente entra a refugiarse a un bar de mala muerte, éste se esconde hasta que sorprendido por el dueño del bar lo cual al observar a Pancho tan descuidado y tan asustado que se imaginaba que había asaltado a alguien se dirige decidido a encresparlo y echarlo de su local:

-          Sale de aquí, desgraciado no quiero problemas aquí.

                    Y en compañía de otros hombres el dueño del bar echa a fuertes empujones a Pancho del local, tan violentos eran aquellos tirones que el pobre individuo es arrojado como cualquier cosa, cayendo en  las patas del perro quien tiernamente lo había despertado y seguido hasta ese lugar. El pobre hombre muy dolido por la caída ocasionada por los empujones, sorprende al animal langueteándole la cara como si tratase de aliviarlo de aquellos golpes en señal de compasión, lo cual toma al al perro entre sus brazos para que juntos se pudiesen consolar. Minutos más tarde el tipo al ver que sus perseguidores no estaban decide proseguir su camino en compañía a su nuevo compañero.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             

                        Horas más tarde mientras los nuevos amigos vagabundeaban por la ciudad, Pancho es reconocido por un caballero que caminaba como cualquier transeúnte dirigiéndose a la pareja de amigos.

-          Francisco... Francisco. Espera. Llamaba el caballero a Pancho.

                     El hombre junto a su perro escuchaba que lo llamaban pero temía entablar conversación con extraños ya que cada vez que alguien se dirigía era para dañarle como aquellos días universitarios. En tanto el caballero insistía en identificar a su ex – compañero de facultad lo cual logra alcanzar a Pancho tomándolo de un hombro diciéndole.

-          Francisco soy yo Miguel. Miguel Homazabal del Bella Arte tu amigo.

 

 

                     Pancho desentendidamente dice

-          Perdón. Usted me confunde.

                      Prosiguiendo su camino. En tanto Miguel Homazabal emocionado no le cabe dudas de haber encontrado al fin a su amigo y recuerda un verso de un poema que Pancho había escrito en una exposición de óleos en él ultimo año de facultad. dice:

- El ser humano busca su camino como el viento busca su libertad.

                      Bastó tan solo con pronunciar aquel verso para que Pancho recordara a Miguel tal como en tiempos de universidad deteniéndose para girar hacia su ex – compañero y como si un niño se lanzara a los brazos de su madre los dos individuos se reencuentran.

-          Tranquilo, tranquilo. Dice Miguel mientras su amigo llora desconsoladamente sobre sus hombros.

                     Pancho sacando fuerza de franquezas dice:

-          Si supieras... si pudieras comprender.

                    Miguel mirando alrededor buscando en aquel lugar donde sentarse encuentra un banco donde lleva a Pancho a sentarse.

-          Calma amigo y sentémonos así podremos conversar. Añade Miguel.

                    Una vez que Pancho logra tranquilizarse comienza a contarle el cambio repentino que tuvo su vida.

                  Recuerdas esa reunión del centro de alumno de la facultad. Relata Pancho tembloroso.

-          Yo estaba de secretario, se habló de todo en esa ocasión, después de esa reunión nos fuimos para la casa. Yo cría que era una reunión como todas pero  no había personas que nunca había visto que se comportaban de manera extraña. No sé... había un ambiente denso. Esa noche cuando salimos de esa reunión había muchas miradas, incluso cuando caminábamos por la calle se podría distinguir algo extraño que no le dí mucha importancia. Cuando llegue a la pensión, mi pareja estaba durmiendo, aquel día se había sacado una ecografía y también había tenido un día pesado. Recuerdo cuando me estaba desvistiendo cuando un camión se estaciona afrente de la casa. Golpearon la puerta y preguntaron por mi nombre  y la de los integrantes del centro de alumnos. Hubo forcejeos, despertó mi pareja, trató de defenderme, la empujaron, cayó desmayada, me esposaron con la cabeza cubierta y me subieron al camión, me tuvieron seis meses encerrado, nadie me visitaba. Cuando volví a casa no había nada, los muebles. La casa estaba abandonada, un vecino que me reconoció me digo lo que ocurrió después que me llevaron. Entonces me digo que después que salimos aquella noche, fueron a ver si quedaba alguien, entraron y encontraron a Ana agonizando, le prestaron ayuda llamaron a la ambulancia pero todo ya era muy tarde. Ana murió defendiéndome.

                 Miguel con mucha atención consuela a Pancho

-          Ya ya Cálmate hue’on.

                 Pero eso no es todo. Prosigue Pancho

-          Esa noche pinte y escribí toda la noche tenía que... no sé. Volvieron y al encontrar lo que escribía y pintaba me llevaron, esta vez me pegaron y me interrogaron. ¿Cómo pudo haber tanta maldad, tanto odio, tanto...?. Sentí miedo.

                Miguel lo abraza consolándolo mientras el perro dormía al lado de su amo.

-          ¿Y los cuadros que pintabas en clases? Eran verdaderas obras de arte.

                 Pregunta Miguel.

 

 

-          Después de salir, volví a la facultad. Todo había cambiado, no conocía a nadie, y nadie me conocía. No tenía donde ir, estuve de allá p’a acá y aquí me tienes, la calle es mi hogar.

                  Y por un rato lloraron juntos y Miguel expresa lo conmovido que se siente queriendo hacer algo por su amigo.

-          Francisco, no puedo dejaste aquí, tienes que venir conmigo.

-          No Miguel. Señala Pancho. – He vivido mucho tiempo en la calle que he perdido mi identidad y salir de aquí significaría abandonar lo único que tengo y huir de mí mismo.

                 Ya era tarde y el lugar se ponía peligroso para alguien que vestía tan elegante como Miguel.

-          No sé que puedo hacer por ti. Dice Miguel

-          No te preocupes sigue tu camino que seguiré el mío. Termina Pancho.

                Miguel no puede irse solo con palabras, tenía que hacer algo por su amigo.        

                Es por eso que Miguel de repente se le ocurre decir

-          Esta bien pero mañana déjame volverte a ver.

-          ¿Y para que?. Pregunta Pancho

-          Quiero sacarte de aquí. Responde Miguel.

-          No te preocupes que estaré bien. Acota Pancho.

-          Por favor déjame ese privilegio. Insiste Miguel

-          Esta bien mañana estaré esperándote pero sin ningún interés. Señala Pancho.

-          Esta bien no hay más que decir y nos vemos mañana, entonces hasta mañana. Se despide Miguel.

-          Chao. Dice Pancho estrechando la mano con Miguel.

                 Miguel se aleja de Pancho mientras éste queda pensativo mirando como se pierde entre la multitud de la gente hasta que junto a su perro emprende su nuevo viejo rumbo hacia ninguna parte. Sin saber que los dos individuos a lo lejos los observaban, siguiendo desde lejos a Pancho, hasta que en un callejón del viejo puerto, los individuos atacan al mendigo registrándolo por completo, sin encontrar nada. El pobre hombre desfalleciente cae dormido mientras su perro gime a su lado tratando de curar a su amo, pero el pobre mendigo; cae por el cansancio, los golpes y todo el peso que el pobre hombre llevaba a cuesta, que era imposible ir esa noche en busca de algún refugio, así que rendido se que queda dormido entre el basural y el silencio de aquel lugar. Esa madrugada, unos jóvenes que venían borrachos desde alguna fiesta; cantando, gritando y pateando todo aquello que se cruzaba en su camino, escucharon los quejidos que entre dormido daba el hombre:

-   Mira gue’von escuchen, hay alguien allá. Exclama unos de los muchachos. – Vamos a ver.-

               Y los individuos entran al callejón, mientras que el perro al sentir que alguien se acercaba, sale a aullentar tratando de alejarlos de su amo. Los muchachos a ver el desesperado empeño del perro por aullentarlos, quien ladraba y ladraba hasta que con un punta de pie que unos de los muchachos lanzaron al perro sacándolo del camino, encontrando tirado a Pancho entre el basural del lugar que dormía ensangrentado.

-          Miren parece que tenemos diversión. Grita uno de los visitantes.

                Dispuestos a golpear por entretenerse y sentirse más hombres son sorprendidos por las luces de un auto que circulaba sin patente y a oscuras, de la cual cinco hombres bajan de su interior preguntando enérgicamente.

 

 

-          ¿Qué pasa ahí?

                Los muchachos al verse rodeados por corpulentos hombres deciden instantáneamente en cambiar su faceta agresiva por otra más solidaria.

-          No, perdone... Encontramos a este hombre ensangrentado aquí. Dice uno de los muchachos.

-          ¿A ver dejen mirar? Exclama enérgicamente unos de los tipos del auto. Mientras que los otros vigilan y observan el lugar.

                Unos de los hombres se asoma para ver lo que ocurría. Mientras interrogaban la sospechosa aptitud de los muchachos en el lugar. Cuando de repente se escucha al hombre que fue a ver lo que sucedía.

-          Hay un hombre herido aquí...

-          ¿Qué tienen que ver ustedes con esto?. Les interrogan a los muchachos.

-          Nada solo pasábamos por aquí cuando escuchamos unos quejidos y venimos a ver lo que ocurría. Responde temblando de miedo uno de los muchachos.

                Los tipos a verificar que los muchachos andaban borrachos y eran menores de edad. Notaron que no tenían involucración en dicha acción. Así que deciden dejarlo en libertad a los asustados muchachos.

-          Ya váyanse y no se metan mas en gue’das. Ordena uno de los hombres.

                Y los muchachos asustados se esfuman del lugar. Mientras que el tipo que prestaba asistencia limpiando el rostro al mendigo va descubriendo que el tipo que yacía herido era su ex – compañero que supuestamente había dejado el día anterior en una plaza días atrás.

-          Alguna identificación. Le preguntan desde lejos.

               El tipo que prestaba atención al pobre hombre deja su asistencia para dirigirse donde sus compañeros e informar lo ocurrido.

-          No señor, el sujeto esta fuera de peligro. Informa

-          Muy bien, comuniquemos a la central para que manden una ambulancia.

                Los tipos esperan desde lejos la llegada de la ambulancia para posteriormente proseguir con sus ordenes.

                Al otro día temprano en el hospital, Pancho despertaba de su inconsciencia.       

               Mientras que en una esquina estaba sentado Miguel leyendo el diario, quien a ver a su amigo que reaccionaba acude hasta él, esperando su recuperación.

-          ¿Qué pasó? Pregunta Pancho.

-          ¡Nada, te caíste! Y te traje para que te revisaran. Responde Miguel mientras solicita el alta al medico de turno.

-          Bien, ahora te voy a llevar conmigo y no digas que no, por que tienes que cuidarte y recuperarte. Acota Miguel.

-          No, me voy a la calle. Dice Pancho tratando de levantarse, pero se cae con la cabeza entre las manos.

-          Ves, que no tienes fuerza ni para tirarte un peo, así que nos vamos a casa. Mientras Miguel firma el alta y prepara en abandono del hospital. Es así que en una silla de rueda Pancho, abandona el recinto hasta el auto de Miguel, pero antes de subir al se queda contemplando su entorno meditando en voz alta:

-          Bueno, sea lo que Dios quiera.

                Y juntos emprenden rumbo a su nuevo hogar.

 

 

 

 

                 Semanas después, Pancho ya recuperado por completo en su departamento recuerda a aquellos amigos que vivían a su lado en la calle, haciendo brotar lágrimas de lo más profundo del alma; cuando repentinamente llega Miguel acompañado de dos tipos.

-          Hola Pancho, ¿Cómo estas?. Exclama Miguel

-          Bien, bien... Contesta Pancho entre sollozos.

               Miguel educadamente le presenta a sus invitados a Pancho.

-          Pancho, Te presento a estos señores, ellos son Don Leo Mancilla y Arturo Riquelme, ellos son críticos de artes y dueños de unas de las cadenas europeas de galerías de pinturas, yo le hablé de ti y por aquí y por allá logramos rescatar algunos de tus cuadros con sorprendentes resultados.

                Los señores caminaban por el departamento muy inquietos hasta que uno de ellos se sienta en un sofá con la una pierna sobre la otra comenzando una especie de interrogación.

-    Sus cuadros son muy extraños, ¿sigue algún estilo en particular?                 

-          No, no. Responde Pancho.

-          Muy subjetiva su propuesta, muy avanzado para aquellos tiempos, dichos en mejores términos. - Acota Arturo. – Pareciese responder a una sublevación de una tendencia polit...

                Miguel  a modo de interrumpir dicha conversación camina, con una bandeja de copas de champange para ofrecerles a sus invitados y también para comunicarle a Pancho las nuevas novedades, es por eso que servidas las copas, Miguel, propone un brindis.

-          Quiero hacer dos brindis, la primera, he encontrado a mi amigo...y la otra, y en esto quiero que pongas mucha atención Pancho. Tienes cinco meses para ponerte a pintar ya que expondrás tus cuadros en Europa.

                 Pancho, emocionado por la noticia busca donde sentarse para comprender lo que acababa de escuchar.

-          ¿Qué té pasa?- Pregunta Miguel- Acaso no te gustó la Noticia.

-          Si... Responde Pancho, lo que pasa es que hace tiempo que perdí la práctica. Y de la noche a la mañana sales que expondré en Europa. Es para no creer.

                  Leo interviene abriendo su porta documento exclamando.

-          No te preocupes, aquí tienes un contrato que certifica todo, solo tienes que pedir lo que necesitas y ponerte a trabajar....

-          Y si la exposición tiene éxito, podrás exponer en todas las grandes galerías del mundo. Exclama Arturo.

-           Viste. Exclama Miguel, ¿Qué más?

-          Basta no se habla más del asunto y cuando termines tus cuadros, nos llamas, y arreglamos todo. Interviene alzando Leo su copa para brindar por tal acontecimiento. En esos momentos el celular de Leo suena. Este contesta y le avisan que tiene que asistir a lo más rápido con su socio a una reunión urgente.

-          Nos van a tener que disculpar pero nos acaban de citar a una reunión de inmediato, así que Arturo ¡El deber nos llama!.

                    Así es como todo queda listo para ponerse a trabajar. Mientras Miguel pensativo e inmóvil se queda hasta que súbitamente abandona el departamento que le había facilitado a Pancho Exclamando.

-          Francisco, esta tarde vendré así que no vayas a salir.

 

 

                    Pancho aun inmóvil por el cambio repentino no se percata de que su amigo había desaparecido ni que le había dicho, menos que tenía que estar pendiente por cualquier motivo. Así que al encontrarse solo en su lujoso departamento se dirige hasta el ventanal del departamento mirando hacia la bahía de Valparaíso, deteniendo su mirada en la cúpula de la Iglesia “La Matriz”, fue entonces que impulsivamente tomó su chaqueta y se dirigió hacia aquel lugar.

                   Una vez en dicho lugar se dirigió donde acostumbraba a posar su cuerpo y pasaba las noches cubierto por cartones sucios. Mientras caminaba por el lugar,  recordaba todo lo desafortunado que había sido. Hasta llegar al lugar donde se había refugiado por mucho tiempo, y donde encontró un hombre durmiendo exactamente como él lo hacía, pareciese estar viendo una fotografía de aquellos días de incertidumbre. Pancho, bien vestido, muy diferente y delante al sujeto que le recordaba a aquellos tiempos, pero como un gesto de solidaridad saca dinero de su billetera mirando hacia  todos lados para comprobar que nadie lo observaba y así dejar su dinero en el bolsillo del sujeto. Mientras esto acontecía alguien observaba y bramaba con miedo. Pancho al virar su mirada descubre que un perro lo iba a atacar, el perro se lanza sobre él, pero este al defenderse se da cuenta que el perro que lo estaba atacando era su viejo y único amigo. Pancho, trata de tranquilizar al perro sentándose en la vereda de la calle a regalonear a su amigo, mientras que el sujeto continuaba durmiendo.

                        Pancho, al pasar el tiempo con su amigo, decide llevárselo a su departamento a vivir con él, al llegar a las puertas del edificio Pancho envuelve a su amigo en un gran paquete para que el conserje del edificio no lo detuviera por entrar con animales al edificio. Una vez dentro del departamento Pancho decide liberar al animal en su nuevo hogar. Pero en ese momento hace su ingreso al departamento Miguel sorprendiendo justo el momento cuando el animalito es liberado.

-          ¿Qué estas haciendo con este atao de pulgas?- Pregunta Miguel – Sabes que no se aceptan animales – acota.

-          Es mi  amigo. Responde Pancho.

-          Bueno no importa. Dice Miguel.

-          Sabes quiero que me acompañes, te quiero mostrar algo. ¿Vamos?. Sugiere Miguel.

-          ¿Y el Perro?. Pregunta Pancho

-          Déjalo aquí, es tuyo. Responde Miguel.

-          Esta bien. Exclama Pancho.

                   Y los dos salen del departamento rumbo a su destino. Miguel lleva a Pancho a una cabaña en Reñaca con vista al mar y equipada con todo los implementos necesarios para un buen pintor. Así que Pancho solo tenía que ponerse a pintar para ese lanzamiento en Europa.

-          Este es tu estudio, aquí tienes de todo, incluso vas a poder traer a tu perro, pero recuerda son solo cinco meses. Explica Miguel.

                   Pancho, casi llorando de emoción exclama.

-          No sé Miguel... has sido tan bueno conmigo que ignoro como retribuirte.

-          Ya gue’on no te preocupí, solo quiero que seas feliz. Acota Miguel. – Y que te pongaí a pintar lo ante posible.

-          Mañana mismo me vengo a trabajar. Dice Pancho.

 

 

 

 

                   Acordado lo anterior se devuelven hacia el departamento a organizarse y preparar algunos bosquejos para el otro día. Esa noche Pancho trabajó hasta altas horas de la madrugada en compañía de su perro.

                  Al día siguiente salió temprano con su perro hacia Reñaca y pintó varias semanas hasta encontrar identidad y estilo en sus obras.

Una noche fatigado decide salir a caminar un rato por la playa; caminando, pensando y disfrutando de los logros que ha alcanzado, encuentra a una mujer sentada entre las rocas y escribiendo en una libreta, Pancho con aire de conquistador decide acercarse a la mujer para hablarle:

-          Escribir en la noche reconforta el alma como la hierba reconforta al esparcirse con el viento por los campos.

                   La mujer al escuchar tan hermosos versos responde:

-          La oscuridad de la noche me hace vibrar como las ardientes estrellas.

                   Pancho, se sienta junto a la mujer donde entablan una singular amistad que termina cenando en la cabaña.

                        Una vez en la cabaña la mujer descubre la veta artística de Pancho. Dice:

-          ¡Veo que también te gusta el arte!.

-          Sí, Responde Pancho. Estoy preparando una exposición.

                   La conversación prosigue sublimemente mientras Pancho preparaba algo en la cocina; todo era formidable la conversación, los tragos y la música a doc. Pero eso no era todo, una vez que la pareja de nuevos amigos terminaban de comer, se dirigen al living donde la conversación se torna más delicada. Pero la hora avanzaba y no solo la hora sino la noche pasaba en conversar, risotadas, bailes, caricias y una noche que poco a poco prometía empaparse entre sabanas blancas donde era los ingredientes perfectos de aquella noche.        

                        A la mañana siguiente mientras Pancho dormía y la mujer tomaba una ducha, siente que la están mirando, ella corta la ducha, abre un poco la cortina para ver lo que pasaba, cierto, una vez que la mujer corre la cortina algo sale corriendo del baño. La mujer asustada lanza un feroz grito donde llega a despertar a Pancho. Este de un salto sale de la cama con dirección al baño tratando de descubrir lo que le sucedía a su amiga que estaba atacada en el interior de la ducha.

-          ¿Qué té pasa?. Pregunta sobre saltando Pancho.

-          ¡¡Alguien anda por ahí!!. Exclama la mujer.

                   Pancho recorre raudamente y dispuesto a encontrar al intruso hasta que de repente recuerda que el perro dormía en el baño y posiblemente él la había asustado. Así que decide buscar al perro sin poder encontrarlo y buscando por toda la casa sin resultado hasta que acude al dormitorio donde debajo de la cama yacía el perro temblando de miedo. Fue en ese entonces que la mujer entra al dormitorio y sorprende a Pancho muerto de la risa junto a su perro.

-          ¿Qué te causa tanta risa?. Exclama la mujer.

-          ¡Es mi perro quien duerme en el baño y se asusto con tus gritos!. Exclama Pancho.

                   La mujer al darse cuenta lo ridícula que se sentía, se encierra nuevamente en el baño a vestirse. Segundos después al salir la mujer del baño observa que aun Pancho reía con el perro en los brazos lo que ridiculiza aun más a la mujer quien decide abandonar la cabaña. En ese momento suena el teléfono, contestando Pancho.

-          Halo.

 

 

 

-          Si Francisco habla Miguel, Sabes mandaron tus pasajes para que viajes lo antes posible a Francia, allá te espera Leo, dice que los cuadros que mandaste son fabulosos y que están interesados en hacer un lanzamiento en Europa a nivel internacional, ¿Qué te parece?.

                      Esa tarde Pancho, angustiado por tener que dejar nuevamente a sus amigos, sale a despedirse de ellos, incluso, acude a un hogar de salvación donde deja una cantidad de dinero para su mantención, con mucha pena se dirige a la protectora de animales a dejar a su perro, dolor y lágrimas eran lo que había en ese momento, pero el destino llegaba hasta esa parada entre esos dos amigos.

                        Aquella tarde cuando Pancho regresaba de su amarga despedida es interceptado por Miguel en unas de las calles.

-          ¿Qué té pasa?. Pregunta Miguel

-          Fui a despedirme de mi perro. Responde Pancho cabizbajo.

-          Lo siento, pero tu futuro esta primero. Exclama Miguel

                       Pancho, lo mira detenidamente y luego suben a preparar el equipaje. Una vez camino al aeropuerto, Pancho, recuerda la imagen de su perro lo cual se deprime. Miguel, queriendo alegra a su amigo le cuenta chistes y bromas lo cual no dan grandes resultados. Una vez en el aeropuerto a punto de abordar el avión. Miguel arrincona para un lado a Pancho para decirle:

 

-          Francisco... Tu sabes que eres mi amigo y que arriesgaría mi vida por ti. Lo que quiero es...

                        Miguel no tuvo fuerzas para hablarle lo que ocultaba. Fue así que llegó la hora de abordar el avión. Otra amarga despedida se llevaba Pancho, pero en la mirada de Miguel algo había que no quiso decir.

                             Fue así que Pancho emprendió su viaje, mientras Miguel con una tristeza se acercaba a los ventanales del aeropuerto para observar como el avión se perdía en el cielo.

                            Una vez establecido Pancho en Europa, específicamente en Francia, Leo y Arturo se encargan de asesorar en todo sus ámbitos como así mismo finiquitar los últimos detalles de la exposición.

                           Transcurridos los días, para ser más exacto, en la galería, a horas de la trascendental muestra, un grupo de exiliados se acerca al artista, éste a modo de confraternizar con sus compatriotas acude al tumulto que con pancartas y fotografías colgando en el pecho es recibido con huevos y garabatos, definiéndolo como traidor, nazista y facho.

                            Pancho, confundido es resguardado por policías, mientras Leo y Arturo trataban de tranquilizar al público que estaban esperando la inauguración de la exposición. Después del bochornoso incidente decide en dar comienzo a la exposición. Gran cantidad de personalidades del mundo político, gente del espectáculo y periodistas, todos meticulosamente invitados, en el transcurso de la ceremonia, la gente compraba los cuadros lo que aumentaba el crédito del artista.

                               Sin embargo, un telegrama de Chile llegaba a manos de Pancho en calidad de urgente. Este al leerla se entera del fallecimiento de Miguel lo cual decide cancelar todas sus actividades para volver a Chile pero le es negada ya que tenía compromisos que cumplir.

 

 

 

                                  En vista que nadie comprendía sus sentimientos del artista decide viajar sin consentimiento alguno, más no pensaba en regresar sabía que toda esa falsa era tramada por gente opuesta al gobierno quienes pretendían vigilar sus pasos para distraer a la opinión pública cuyo marketing solucionarían varios aspectos negativos que ocurrían en el país.

                               Por eso que al tocar suelo sudamericano decide desembarcar en Argentina y llegar a Chile por tierra, quería a toda consta visitar la tumba de su amigo, lo cual al llegar a Valparaíso se dirige a su departamento donde es detenido por agentes civiles y encarcelado en un cuartel militar.

                                        Aquella noche mientras Pancho dormía en su calabozo, una pesadilla comienza a circundar por su subconsciencia en la cual se visualiza una secuencia de fotografías de niño hasta la adustez, pasando por los más íntimos recoecos de su vida, inclusos los meses en prisión y aquellos tiempos de mendicidad, pero había una imagen que se repetía en forma de destellos que se agudizaba de manera insoportable en la cual aparecía una oficina llena de archivadores con fotografías.

                              Pancho, a sobresaltos despertó, mientras que el guardia lo hacía callar, cuando de repente al abrir la celda se siente un empujón lo que termina con escapar de su celda, escabulléndose por los pasillos del cuartel hasta que encontrando un cuarto al final del pasillo lo que decide entrar a refugiarse con la sorpresa de encontrarse en la misma habitación que la pesadilla le mostraba.

                                Fue entonces que queriendo descifrar aquella incógnita, comienza a hurguetear los archivadores encontrando una lista de nombres con oficiales caídos, lo cual descubre una carpeta con sus fotografías, descubriendo la de su amigo, este sollozando por el desengaño de quien era su amigo escapa desde una ventanilla abierta de aquella oficina dándose a la fuga.

                     Al día siguiente, en una de las calles tradicionales y pintorescas del Barrio Puerto, sector aduana en Valparaíso, cercano a la iglesia La Matriz, vivía Pancho: sucio, mal vestido y agobiado por su descuidado destino no encontraba sentido a su vida, creía que sus días estaban terminadas y la única manera de esconderse del mundo exterior era mezclarse entre los mendigos del lugar.

                                    Esa mañana Pancho dormía tirado en la calle cubierto por cartones para amortiguar un poco el frío, mientras una manada de perros que andaban en levas circundaban por su alrededor, incluso algunos perros también dormían a su dado otros orinaban sobre el hombre sin que éste se percatara pero había un animalito en particular que lo contemplaba con cierta ternura maneándole su colita y langueteándole el rostro del individuo para poder despertarlo.            El animal inquieto por provocar alguna reacción de su supuesto amo logra sacar un manotazo que entre dormido que el hombre logra lanzar tirando al perro centímetros de distancia. El perro al recuperarse del golpe vuelve donde sujeto landrándole y arañándole hasta que el individuo despierta definitivamente insultando al perro. Diciendo:

-          “Perro conche t’u madre ¡no me degai dormir”

                                Pancho enfurecido se levanta tomando sus escasas pertenencias, emprende camino para enfrentar un nuevo día....

 

 

Víctor Hugo Gajardo