Son las historias tradicionales que cuentan los poetas y que se transmiten de generación en generación; son los relatos sagrados de la tribu, las narraciones que explican los cultos religiosos, las historias sagradas que se ven en los relieves de los templos y en los dibujos de la cerámica. Los mitos griegos son numerosos y variados. Su conjunto forma la mitología que conocemos por los textos literarios y por las imágenes plásticas del arte antiguo.
Los mitos son esos relatos tradicionales que cuentan los hechos y los destinos de los dioses y de los héroes.
Dafne,"laurel", hija del río Peneo en el valle del Temple, de Tesalia, fue acosada por Apolo, por una broma de Cupido, que le hizo la faena de dispararle con su flecha de punta de oro (del amor), haciendo lo mismo con ella, pero a ella con la flecha de punta de plomo (del desdén), por lo que Dafne lo desdeñó y Apolo no daba pie con bola. Tan pesado se puso el dios que Dafne tuvo que disfrazarse de laurel para escapar de él. La corona de laurel, de hoja verde perenne, engalanaba la cabeza de Apolo, de guerreros, de poetas y de artistas.
Pegaso, "de los pozos" (pegai: aguas, el caballo acuático), nació de la sangre de Medusa, de quién sabemos que gustaba a Posidón (de él tuvo también a Crisaor, "hermano" de Pegaso): Caballo, pues, acuático y con alas, hijo de Posidón, "resucitado" de un descuartizamiento (el de su madre)...
Visible de junio a enero, de una coz en la roca hizo brotar el manantial de Hipocrene en el monte Helicón. Porque entonces, en el quinto milenio, Pegaso quedaba encima de Acuario y no cabeza abajo como ahora. La estrella polar era Tuba, del Dragón, los solsticios los marcaban Virgo en verano y Piscis en invierno, y nuestra constelación alada quedaba en el meridiano del solsticio. Pegaso, pues, hacía surgir el agua con su coz, desde Egipto hasta la India, donde se impetraba la lluvia sacrificando al caballo, en el solsticio en que allí llegan los monzones. Por eso se ubica en el Mar celestial. Por eso era su figura la del mascarón de proa, símbolo de la navegación. Pertenecía por tanto a Posidón antes incluso de que éste naciera.
Aracné, "araña", tejía mejor que nadie. Incluso que Atenea, dijo alguien en mala hora en Lidia, y Atenea se prestó a competir. Cuando la diosa vio la maravilla que Aracné había tejido -Europa secuestrada a lomos del toro, Dánae fecundada por la lluvia de oro, Leda acariciando al cisne-, destrozó su tela y ahorcó a Aracné colgándola de un árbol, obligándola a trepar por la cuerda para no ahogarse, convertida en araña, y condenándola a seguir viva y sin parar de tejer su propia tela.
