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Bajo el volcán #20
México de mis recuerdos y de mis penurias, México del que al cabo aquí estoy yo y lo demás puede esperar, México que con la llegada de los españoles se esperó hasta que Cortés y sus hombres se apoderaron de la vieja Tenochtitlán, México de siempre a la espera, asomándose nada más por un rincón mientras las cosas se suceden, se dan, nos envuelven y embalsaman. México de ver para creer y el tener que preguntarnos cómo fue que un puñado de hombres, la mayoría barbados y montados sobre caballos tuvieron la osadía y la maldad de cortar las cabezas de todos los nobles; México de mis anhelos mientras Moctezuma veía los perfiles de rostros humanos entre espejos humeantes y temía, temiendo lo que después aconteció: la caída de Tenochtitlán. México de no entender que la moneda había sido echada y lo que acontecía era parte del destino, del hades, los dioses que tomaron la palabra divina y entre ellos, más allá de la razón, entre los inquietantes efluvios de la sinrazón decidieron que la moneda ya había sido echada y no quedaba más que dejar que todo aconteciera, tal y como se había pronosticado en los anales de las visiones proféticas, tal y como los eclipses lo anunciaron y los temblores lo corroboraron
Ahora el volcán, el majestuoso Popocatépetl en México haciendo estruendo nuevamente entre las viejas profecías que como libros abiertos se han vuelto a anunciar.
Majestuosamente, el Popocatépetl siempre ha estado presente en todos los cambios, en cada suspiro y cada despertar. Siendo el segundo en altura ya que el Pico de Orizaba lo sobrepasa, el Popocatépetl mejor conocido como Popo o montaña humeante ha decidio arrojar nuevamente sus gases y sus cenizas, como si una breve inconformidad, un viejo eco de tambores lo empujara nuevamente. En el año 1289 los Tecuanipas ascendieron al Popo por primera vez y tras la llegada de los españoles, Diego de Ordaz organizó a un grupo de hombres que intentaron subir al Popo en 1519. Asimismo, el emperador Moctezuma solía envíar diez guerreros que traían nuevas sobre la montaña humeante que en 1947 hizo erupción. Y por si fuera poco, el 21 de diciembre de 1994 gases y cenizas fueron arrojados por el volcán causando vientos de cenizas que alcanzaron hasta 25 millas de distancia.
Pienso en las incontables veces en las que asombrada me paré unos instantes a ver al Popo, su perfil, su nieve, su grandiosidad mientras la vida seguía y el Iztaccíhuatl yacía tibiamente adormecido a su lado. Adonde quiera que he estado al levantar la vista el Popo y el Izta han estado presentes, entre sueños y viejos encantamientos, en mitad del tráfico y la pobreza que aún me sobrecoge, entre los gritos de Viva México que aceleran todos mis sentidos.
Ahora el Popo humea, echa cenizas y gases, nos mantiene confundidos,presente hasta el final con su viejo y enardecido bramido.
Dado que la actividad volcánica se ha incrementado súbitamente y debido a la probabilidad de que la lava se extienda como un gran manto de piedra sobre todos los poblados que conforman la falda del Popocatépetl, el Sistema Nacional de Protección Civil determinó la evacuación de más de mil habitantes, mismos que habitan en laz zonas de Morelos, Puebla y el Estado de México.
A pesar de que esta operación se llevó a efecto como una simple medida preventiva la gente está regresando a sus casas ignorando las órdenes y dispuestos a desafiar a las autoridades. De hecho nadie quiere abandonar sus casas, dejar sus cosas y tener que ir a refugiarse en un albergue que no posee ni las más mínimas medidas de seguridad. Ansiosa, la gente que en un principio decidió marcharse regresó más tarde a sus casas temiendo que los mismos miembros del ejército asaltaran sus hogares y se iniciara un saqueo incontenible.
Aunque en algunos de los albergues se repartieron despensas, la mayoría de la gente decidió no acatar las órdenes y mejor tantear la situación a ojo de buen cubero, diciéndose y repitiéndose por dentro que de Guatemala a Guatepeor, que no hay mal que por bien no venga y que bueno, si en piedra serán convertidos, más vale a piedra y lodo.
Por varias horas los medios televisivos y la radio transmitieron las noticias previniendo a la población y citando algunos ejemplos que hicieron que algunas mujeres agarraran lo que encontraban a la mano y salieran corriendo para horas más tarde pensarlo mejor y mejor no, que mi tierra es mi tierra y yo soy quien la trabajo.
Desde la lejanía observo el entretejido de los Dioses, los altos designios disponiéndose mientras algunos periodistas, los más osados se han atrevido a mirar por el ojo del volcán, pura ceniza destructora, además de un río de lava que podría quemarnos vivos a todos. En cambio, el ejército y los soldados dan sus órdenes, ándeles señoras ya nos vamos, suban a los escuincles, ya es hora de irnos, no se detengan, mientras los hombres que dijeron pues aquí quedó nada más voltearon y a paso lento entraron en sus casas mientras los camiones se alejaron por el camino. Y por si fuera poco además de la lava, se ha ido incrementando la sismicidad del volcán por lo que en caso de una erupción el caos será completo.
En caso de una explosión la lava podría crear un río interminable de fuego y caos que nadie, hasta el momento, ha sabido calcular.
Y como siempre México de mis recuerdos, de mis viejos amores perdidos, de recordarte en mi último suspiro y el de no atreverme a volver porque como que de golpe todo está entremezclado, una gran bola de fuego, entre piedra caliza y humareda y humo que nos conlleva a aceptar que el presente no es lo que esperábamos.
A pesar de que once comunidades fueron evacuadas los poblados de Oxcalipec y Hueyapan en el estado de Puebla,Santa Catarina Cuilotepec, San Nicolás de los Ranchos, entre otros yacen a la espera.
Trece kilómetros alrededor del volcán Popocatépetl yacen en la mira general esperando que no suceda lo que se espera que suceda o que inminentemente pasará como vieja profecía en la que un nuevo México habrá de surgir y despertar de entre las cenizas.
Y ya sin más, entre volcán y volcán nos veremos la próxima semana en Bajo el Volcán.
Bajo el volcán #19
Podría pasarme horas y días enteros hablando de política o tal vez analizando al mundo pero creo que si me detengo unos cuantos minutos y observo hacia afuera todo cambia. Tiempo de reflexionar y de pensar, de súbitamente detenerme y pensar lo que cotidianamente dejamos atrás y olvidamos. Vivimos en un mundo tan agitado, tan lleno de presiones, de siempre tener que hacer esto u lo otro, de no detenernos ni un solo instante y pensar qué es lo que realmente la vida nos ofrece. Me maravillo al sentirme viva, al verme respirar, al darme cuenta que a pesar de todas las presiones, sigo vivita y coleando.
Diciembre es el mes que más me gusta, al igual que enero. Veo como las hojas secas se han ido cayendo, a veces me detengo un instante y observo el colorido, amarillos y anaranjados, tonos rojizos que me hacen pensar que el otoño nos ha invadido con todo su esplendor. Irremediablemente pienso en otros años, en otras circunstancias y momentos de vida en los que súbitamente suspendía lo que estaba haciendo y miraba a mi alrededor, el cambio de estaciones, me decía, el invierno enmarañando su blanca cabellera para cubrirnos y ululante revelarnos sus secretos más íntimos.
Me encanta en esta época del año caminar por las calles sintiendo bajo mis pies el crujido de las hojas, me fascina observar el amanecer sintiendo la fresca brisa de la neblina que nos envuelve, nos anuncia que el sol apenas si se asomará, que será un día frío. Me encanta estar metida en la casa y sentir el calorcillo de la estufa, hervir un poco de agua, prepararme un té y ya entrada la tarde, sacar mis hilos y ponerme a tejer, oír algo de buena música y leer un libro. Soy parte de la vieja tradición que anhela un poco de silencio y ansía el poder vislumbrar que después de todo el mundo sigue intacto. Quiero por siempre seguir maravillándome con los amaneceres, quiero sentir que el caos y la violencia que a veces vivimos no es más que un breve reflejo de una pesadilla pasajera. Sin embargo, tampoco puedo dejar de ser realista y darme cuenta que nuestro mundo ha pasado a ser y se ha convertido en una instantánea del horror gótico. La verdad que me asustan muchas cosas que no me atrevo a enumerar pero que definitivamente han transformado nuestra tranquilidad.
Una temporada en el infierno, a la manera de Rimbaud ha pasado a ser nuestra constante. Habitamos un universo de caos y desigualdad, de extrema pobreza y abusos, abusos que han roto con nuestro equilibrio no solamente mental sino ecológico de todo lo que somos.
Somos los creadores y los grandes destructores que derribamos y construímos, que nos alzamos de hombros ante lo que nos ha tocado ver y levantamos vivas voces ante peculiaridades que irrumpen nuestras almas. Somos el alma de las ciudades enfermizas que se arrastran y crujen, somos la delincuencia y los causantes directos de que nuestros jóvenes hayn perdido la esperanza, somos irremediablemente el detonador que ha puesto al mundo de cabeza.
Me encanta el invierno porque me ayuda a reflexionar y darme cuenta que aunque el mundo esté de cabeza, mi estabilidad y armonía son necesarias. Me gusta el soplido del viento y los aullidos secretos que me traen las promesas del mañana, me admiro ante la belleza de la naturaleza, a pesar de lo empecinados que estamos al querer destruir una y otra vez lo que deberíamos de respetar y que el mundo natural nos ofrece. Pienso en los días que ya vienen, el reunirnos en familia y las promesas para que el año venidero sea el mejor, pienso en la pobreza y el caos político en el que estamos envueltos, pienso en los miles de seres humanos que alrededor del mundo no podrán festejar nada porque en el mundo hay hambre y la eterna necesidad de que exista una justicia más accesible a todos. Pienso en que diciembre es el mes en que se levantan los muertos y todos los fantasmas andan sueltos, pienso en los sueños que se me han ido como río y las viejas promesas que jamás habrán de cumplirse, pienso en mi niña que en imágenes se me aparece diciéndome que alguna vez fui lo que soñé, a la vez que la realidad me sacude y me anima a que persista y continúe. Pienso en que ya es tiempo que pensemos también en los demás y demos una sonrisa para que al menos la esperanza no se nos resquebraje. Pienso en que el año está por terminarse una vez más y no nos queda más que abrirle las puertas al futuro y sonreír deseando que todo nos salga mejor y que el invierno con su gran manantial de viento, lluvia y nieve nos nutra una vez mas.
Y hasta aquí en bajo el volcán, nos vemos la próxima semana.
Bajo el volcán #18
Me encantan las sorpresas y el poder sorprenderme ante lo que el mundo nos ofrece. El 1 de diciembre, Vicente Fox tomó el poder en uno de los países más envueltos en la bruma de corrupción de toda Latinoamérica. Traté de seguir de cerca su discurso de inauguración mientras algunos miembros del Congreso ni siquiera se tomaron la molestia de levantarse de sus asientos y una de sus hijas, lo recibió con crucifijo en mano, dándole la bienvenida. Una cosa sí tengo que reconocer, Fox posee la educación necesaria para helarle la sangre a cualquiera de sus enemigos por lo que vislumbro que va a ser difícil que la gente haga sus muinas enfrente de él. Me asusta la religión, eso sí, los años que en México crearon un ilimitado derramamiento de sangre y los Cristeros hicieron de las suyas. Me asusta la religión, cualquiera que sea y cuando pasa a convertirse en un acto fanático con todos los ismos necesarios para que la locura se vuelva general y no pueda identificarse el punto de partida, me aterroriza.
Me encantó saber que el subcomandante Marcos sigue vivito y coleando por Chiapas y que aparentemente la pesadilla ya se terminó, o al menos la pasada. Marcos posee esa fascinación que nos rebela por dentro, que nos mueve, que nos conlleva a sonreír y repetirnos que bueno, después de todo somos humanos y alguien tiene que llevar sobre los hombros la gran manta de ensueños e idealismo. Me choca formar parte del grupo que se ha conformado, que dice siempre que sí, que por las mañanas se levanta y se va a trabajar y termina sus días enfermo y contando las horas y los minutos para morirse y desaparecer. El comandante Marcos me atrae por su ideología y su lucha y porque cada vez que voy a México me da mucha pena oír a la gente bien y educada hablar de los indígenas de la manera en que lo hacen. Me he leído y devorado todos los libros sobre Marcos y no me importan sus complejos, está en la lucha por los indígenas y nadie hasta ahora ha tenido el alma, como él, para restregárnoslo en nuestras caras. Me da pena, cada vez que voy a México el visitar a mi tía o a mi prima, una amiga o una vecina y oírlas quejándose de las muchachas que trabajan en sus casas y hablando de ellas como si fueran animales o burros de carga. Me da pena y horror cuando he estado en México y la pobreza ya no conmueve, se me enchina el cuerpo al ver a cientos de niños creyendo que el vivir es el tener que pedir limosna y conformarse a no tener nada, a vivir sin lo más mínimo para seguir siendo un ser humano. Me chocan las señoras pipiris-nice y las amigas ricas que viven en Echegaray, en Coyoacán o en el Pedregal y que se la pasan comprando y consumiendo, al tanto siempre de lo que se vende aquí en los Estados Unidos, para luego echarse un viajecito y no quedarse atrás. Y aunque no creo que pueda hacerse mucho con este nuevo gobierno como que me dan ganas de que sí se pudiera aunque la duda me mata y me muerde por dentro. Desafortunadamente no quiero ser pesismista pero no creo que el PAN pueda ofrecer el pan a la gente que más lo necesita, ni tampoco creo que las divisiones y la terrible miseria van a acabarse. Un cambio absoluto es tarea de dioses y allí nomás no. Justo el 1 de diciembre en la mayoría de los Consulados de México y alrededor de toda la Unión Americana se dieron protestas tratando de hacer presión para que Fox cumpla lo prometido durante su campaña y mantenga las pláticas de paz con el comandante Marcos. Pienso en Chiapas, en su pobreza, en los cientos y miles de indígenas que han tenido que abandonar sus lugares de origen,pienso en los niños muertos, en los levantamientos, en las voces apagadas, en los gritos de horror de las mujeres embarazadas que fueron asesinadas en Acteal, pienso en los años en la selva de Chiapas abarrotada de ecos y gritos sin fin. Pienso en la caravana de Ramona y su viaje a México,la veo a través del ventanal tratando de salvarse de su enfermedad; veo a cientos de zapatistas en ese 1 de enero lanzándose a las calles tras haber declarado que había un líder, que alguien estaba presente para ayudarlos a recuperar todo lo que les quitamos, los de antaño y los abuelos, los bisabuelos y los papás de los bisabuelos, la gran cadena de voces que llegaron desde otro continente declarándolos ineptos, buenos para nada, más que el colorido fiel de la tierra que los llevó a sufrir más y más.
Me encantan los cambios que se están gestando en México y cruzo los dedos retorciéndome sin saber si poder creerle a Fox o no, me siento a contemplar el atardecer envuelta en mi rebozo mientras sé que Latinoamérica es como eco repetido, los aplausos y las bienvenidas para después de ya instalados el irnos en pique hacia el fin, la más atroz corrupción,las revoluciones más atroces que han hecho historia en nuestra tierra. Quisiera abrir los ojos y corroborar que Fox en efecto va a lograr cambiar la visión que México tiene de sí mismo, el México de mis recuerdos que ahora no es más que polvo y dolor porque los abusos cometidos, la muerte y el desarraigo no han hecho más que enlodar su recuerdo. Pienso en cómo me gustaría agarrar mis tiliches e irme de retache a mi tierra, pienso en los años que se han ido amontonando y los presidentes que con una gran sonrisa y abriendo ambos brazos nos dieron a todos la bienvenida. Pienso en lo que no se puede decir porque se atora en la garganta y es como polvo de huesos acumulados, pienso en México donde nací y el nuevo sexenio que ahora se entremezcla con papelillos de colores y el pensamiento de que tal vez esta vez sí la haremos, al cabo ¿qué se puede perder?
Pienso finalmente en que la justicia es lo más necesario en un país como México donde el colonialismo y el nepotismo ondean como banderas y me digo hay que enterrar toda la suciedad y apatía, pienso que ya es hora de que los gobernantes se pongan las pilas, de verdad por favor, y sepan que los mexicanos son seres de carne y hueso aunque por años y más años se la han pasado arrastrando la cobija, que hay que poner un hasta aquí y ya basta de abusos y tanta destrucción y muerte sin fin.
Pienso en los signos proféticos que se mantienen y entre temblores de tierra y breves erupciones del Popocatépetl habremos de ser testigos de nuevos cambios que tendrán que darse. La gente, la nuestra, ya no pude vivir como hasta ahora y si no el comandante Marcos, alguien más tendrá que armarse hasta los huesos y armar la de San Quintín para que los pobres sean oídos y el mundo deje ser solamente de unos cuantos.
Y hasta aquí este volcán que me trae toda de cabeza, nos veremos la próxima semana.
Bajo el volcán #17
En esta ocasión el humo fue de verdad y nos fue siguiendo a lo largo de tres días. A las nueve de la mañana de un viernes tomé el tren en Emeryville, California. Siempre resulta fascinante viajar en tren porque el tiempo se nos suspende, se detiene y repentinamente nos encontramos bajo una humareda de adioses, de promesas, una gran muchedumbre dispuesta a marcharse, quién sabe lo que nos depara el destino, lo importante es agarrar nuestras maletas y lanzarnos hacia la plataforma cuando vemos el monstruo gigantesco de metal acercándose muy lentamente. El humo, semejante a un volcán nos protege bajo el manto de su bruma. La aventura comienza cuando el silbato nos anuncia la partida y arrastrando maletas y bolsos nos acercamos al andén correspondiente y a punto de marcharnos decimos adiós a la rutina, a la vieja monotonía que nos mantiene siempre encapsulados a las viejas costumbres, al diario quehacer, a abrir los ojos y descubrir que todo es igual, que nada ha cambiado, únicamente el cúmulo de años trepándose sobre la piel, los huesos, las furtivas miradas al espejo. Ya despidiéndonos decidimos dejar atrås todo para celebrar unos cuantos días, para entrelazarnos en la nueva rutina de lo desconocido. Viajar desde California hasta Illinois es largo, un viaje largo, sin fin que va a llevarnos casi tres días hasta que súbitamente el paisaje va a variar, se transformará dejando ver los altos rascacielos de Chigago.
El viajar en tren es un privilegio único e increíble que nos permite reconcentrarnos en nosotros mismos, que nos conlleva a percatarnos de que todavía estamos presentes. La vieja retórica del yo existo nos refleja la imagen de espejo, después de todo seguimos vivos.
Me encanta verme entre el cálido vientre de un tren mientras hamaca mi cansancio y me prepara a seguir la ardua batalla de lo inverosímil, los cambios que repentinamente se dan, el habérseme asignado el asiento número trece, porque de verdad no me asusta ya que en Latinoamérica el 13 te trae buena suerte. Ya sentada abro mis bolsas y saco mis montones de libros, el tejido, el papel para escribir cartas, las tarjetas mientras el tren ensimismado en su aureola de humo da la tercera llamada y se aleja muy lentamente hasta perderse y yo junto con él. Ahora somos uno solo, pertenezco, soy parte de esa máquina mayúscula que gira sin cesar, que me arrulla, camino entre sus pasillos, bajo las escalerillas, me pregunto cómo serán las vidas de todas aquellas personas que al igual que yo han tomado el tren en California. Me encanta trepar montañas, atravesar las sierras, ver paisajes maravillosos, caminar hasta el coche comedor, sentarme a pensar, a no hacer nada, sentir el tren mientras se desliza muy suavemente, mientras el humo cubre los ventanales, mientras el viejo silbido atraviesa ciudades y pueblitos desconocidos. La primera noche me dejo arrullar cálidamente, me encanta la voluptuosidad y la sensación maternal del tren que me lleva consigo, me ha hecho suya ni más ni más. Me apasiona subir la sierra de California y parar unos cuantos minutos en Truckee, ver la nieve, adorar secretamente la naturaleza, sentir el viento ululando, tocando mi rostro cada vez que el tren para en una estación y las puertas se abren.
Así pasan muchas horas, un día entero dejando California atrás, ahora en el estado de Nevada, el tren parándose en seco en Reno, las parejas, los grupos familiares que han decidido lanzarse a la aventura todo un fin de semana. Mucha gente trae su propia comida, en bolsas de mano, bolsas de plástico, canastillas, gente desconocida hablando por los codos, haciendo nuevas amistades, en el cotorreo sin fin, la noche instalándose a la vez que la máquina ruge, no se detiene. El azoro ante tanta novedad es increíble, pienso que he dado marcha atrás en la historia, me encanta viajar en el tren, llegar a Utah y atravesar el desierto, sentir la fuerza de las montañas, corroborar la luz de la luna llenándome de una energía desconocida.
Finalmente es de madrugada y todo dentro del tren es silencio, cuerpos adromecidos, niños abrazados a sus madres, las cobijas que ahora cubren los cuerpos, el tren que incansable sigue sin fin, hasta el hastío. La magia es total. De golpe y sin previo aviso el tren se para en seco. Algo no funciona y entonces la electricidad se apaga, escucho la respiración breve de la máquina ahora totalmente suspendida; me encanta estar en mitad del desierto, llena de energía esperando que algo pase, que mi vida se transforme y todo cambie. Utah es un de los estados más bellos y repletos de magia, las esculturas naturales son increíbles y la imaginación se abre, se despierta. De Utah pasamos a Colorado y seguimos la ruta del viejo río que es maravillosa. Es la estación del otoño y todo varía entre una tonalidad verde y roja. Por horas atravesamos nieve y hielo, un río suspendido e incalculable. En mi segundo día de haber abandonado la ciudad ya me he convertido en una aventurera del tren; me encantan sus pasadizos secretos, sus vericuetos, los suspiros e imaginaciones. Nebraska es nuestro próximo objetivo, una gran masa de casitas blanquecinas, de largo silencio porque la noche nos dicta sus secretos y todo se confunde, el sabor de la noche y los ríos profundos, las calles empapadas de sudor y los amores nocturnos que me llevan a suspirar.
Iowa es uno de mis lugares predilectos con sus casas y el color de la tierra, con el cielo que se abre sin fin y el horizonte multicolor que me jala ilimitadamente. Iowa con sus pequeños pueblitos, sus viejas iglesias y el silencio empapado de rocío. Y finalmente Illinois, el tren que sigue cobrando vida, las paradas que se hacen todavía más uniformes, que nos deleitan, nuevos rostros de gente que nunca he visto, una mezcla incierta de prendas, ecos y murmullos que me sorprenden.
A las cuatro y media del tercer día llego a Chicago. Mi mente brinca de una imagen a la otra y lo más recurrente será Leon Tolstoy con la inolvidable Anna Karenina. La estación nos recibe afectuosamente, una gran columna de humo vociferando fránticamente, la gente lista y preparándose para descender, para reinstalarse en su cotidianeidad para olvidar lo que se queda grabado como una gran cadena de pisadas, el ir y venir del atardecer que apasionadamente sopla como bruma, el haber llegado a nuestro destino sin poder saber que pasará, si habremos de seguir vivos, si la aventura de vida nos llevará a resistir el caos de los viejos insomnios. Me encanta haber llegado a Chicago, su gente, la vieja multitud enajenada en un paraíso irremediable, el saber que mi viaje ha llegado a su fin, que he llegado a mi destino.
El tren abre sus fauces, se detiene y yo tambaleante y rendida arrastro mis maletas, mis bolsos, esperando pasar mis días de vacaciones redescubriendo mi vieja existencia. Y hasta aquí Bajo el volcán. nos veremos la próxima semana.
Bajo el volcán #16
No se habla de otra cosa. Por días enteros la política nos ha traído con los pelos de punta. La nación norteamericana, a pesar de haber votado no tiene aún un presidente para ocupar uno de los puestos más difíciles y complicados que jamás se hayan creado. Parece ser que llegar a ser presidente de los Estados Unidos no es fácil y menos ahora que la votación entre ambos candidatos, Al Gore y Geore W. Bush ha estado tan reñida. Como cada cuatro años, los habitantes de los Estados Unidos acudieron a las urnas para votar por su candidato favorito, sin esperar que las cosas tuvieran un giro tan diferente. Recuerdo muy bien cuando el día de la votación, George W: Bush en un principio iba a la cabeza en cuatro estados y muchos seguimos de cerca todos los acontecimientos. Recuerdo muy bien cuando Al Gore ganó en California y sus votos comenzaron a multiplicarse. Recuerdo también la espera de muchos anhelando que Ralph Nader pudiera obtener suficientes votos para que en la próxima elección su partido tuviera mayor fuerza. Casi a medianoche se dio el anuncio de que Bush estaba ganando en el Estado de Florida para unos minutos más tarde darse a conocer que había habido un error, que no era así y que la lucha entre ambos candidatos seguía sumamente reñida. Al Gore llamó a George. W. Bush dándole la concesión y en menos de media hora, Bush recibió otra llamada en donde se retractaba. Azorados y absortos, envueltos en un gran manto de asombro, confusión y asombro nuestra cotidianeidad fue invadida. Desde entonces y por más de una semana la política norteamericana ha ocupado los titulares de todos los periódicos y aún no se sabe quién será el ganador. Para muchos la riña entre ambos partidos se ha convertido en una pelea de niños por obtener el poder, poder que ha creado tantas dictaduras, que ha dejado vacías las arcas de muchas naciones, poder que sobrepasa cualquier límite, poder que crece y parece enloquecer a los gobernantes, poder que mata y que definitivamente envuelve la vida de millones y millones de personas, no solamente en los Estados Unidos sino alrededor de todo el mundo. Ya sea que uno haya votado por Al Gore o por Bush, las repercusiones son alarmantes. A medida que pasan los días parece que uno sigue entremezclándose cada vez más en una absurda maraña y los hilillos de la telaraña no tienen para cuando. Lo que estamos viviendo es un verdadero embrollo y hasta el momento de escribir este artículo, a las nueve y media de la mañana del 13 de noviembre, las cosas siguen complicándose.
Los comentarios han cruzado todos los continentes y la gente mira con asombro y curiosidad lo que está pasando en el país más rico del mundo, mismo que por mucho tiempo ha dominado las acciones y opiniones de todos. Lo que veo no me gusta, siento que como ciudadana y como habitante de este planeta estamos envueltos en una extraña bruma de demagogia y politización que no está resolviendo en nada los problemas más inminentes e inmediatos. En los periódicos nacionales e internacionales no se habla de otra cosa, las mujeres y los hombres suspendiendo su respiración cruzan los dedos silenciosamente esperando que el mejor candidato logre subir al poder mientras muchos sabemos muy bien que no existe el mejor candidato y que todo no es más que un sucio juego de poder. Nuevamente nos hayamos frente a la gran encrucijada de saber quién es el ganador, porqué se siguen dado hechos que no hacen más que opacar más y más lo que debería ser claro y sin bruma: elecciones sin fraude, elecciones que sean completamente abiertas y donde cada persona puede verdaderamente expresar y elegir al candidato que piense será el mejor. Desilusión de desilusiones, como si nos hubiera caído una cubeta de agua helada hemos descubierto que la política se ha convertido en uno de los juegos más brutales y sucios del planeta. Echando una mirada a nuestro alrededor observamos que los políticos han comenzado una nueva redada de ideas y opiniones que nos confunden, que no nos permiten pensar claramente, que nos llenan de promesas que jamás habrán de cumplirse. Muchos opinan que el recuento de votos por la presidencia de los Estados Unidos parece no tener fin, otros comentan que debería de darse la oportunidad de votar nuevamente en Florida y en fin las editoriales y las nuevas nos ofrecen mil y una diversas alternativas.
Lo que he oído estos últimos días me confunde, no tiene ni pies ni cabeza y mientras tanto seguimos en este viejo enrejado de no saber, de ver cómo unos a otros se tiran la pelota, se culpan, se señalan,a la vez que deduzco que el proceso electoral se ha visto pisoteado. Muchos opinan que el sistema es demasiado caduco y viejo para mantener las votaciones del colegio electoral, otros opinan que deberíamos empezar de cero y tener nuevas elecciones, otros más que esta lucha debe continuar y mantenerse perpetuamente hasta que ya enloquecidos nos demos cuenta que no somos más que los títeres de una masa confundida de políticos que siguen jugando a nuestras expensas, que nos usan y utilizan, que nos convencen y manipulan. Creo que por un lado los políticos están bebiendo su propio chocolate, incapaces de definirse nos usan, juegan con nosotros, siguen batallas insospechadas por lo que sorprendidos no nos queda más que esperar, ver qué es lo que se hará y quién después de todo será el nuevo presidente. No me gusta lo que he visto y creo que muchos concuerdan con mi opinión. Los líderes modernos nos endilgan toda clase de sermones, tratan de hacernos creer que sin ellos el mundo seguirá de cabeza. La verdad sea dicha una vez más, la política está convirtiéndose más y más en un peligroso teclado donde la ley es la del más fuerte. Mientras tanto el recuento manual de los votos en el estado de Florida continúa, existe un plazo que se dará esta misma semana para certificar el resultado de la votación y para el 17 de noviembre se espera que todas las votaciones llevadas a cabo en el extranjero sean recibidas por el secretario de Estado de Florida.
Y por si fuera poco existen dudas con respecto a las votaciones en Wisconsin, Oregon y Nuevo México.
Así las cosas pienso que lo mejor sería cerrar el capítulo y empezar de cero,establecer una nueva votación, ir a las urnas, votar por quien pensemos será capaz de oír algún eco de nuestras voces sin permitir que nos manipulen y manejen como títeres. Creo que es hora de poner un hasta aquí, de decir ya basta y hacerle saber al mundo que nuestras voces cuentan, que este juego de poder debe de terminarse de una vez por todas. Observo millones de rostros y voces opinando, codéandose, hablando en voz alta, muy bajito, veo el movimiento del ir de un lado al otro, sin sentido y más que nunca pienso en que somos una masa enloquecida siguiendo una nada donde el poder y sólo el poder es lo que cuenta. Y hasta aquí Bajo el volcán, nos veremos las próxima semana.
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