MUNICIPIO DE LA CEIBA
El Arbol de Ceiba
Por: El Lic. Antonio Canelas Díaz
Otro descubrimiento importante que llevan a cabo los garífunas, a finales del año de 1815, lo constituye un monstruoso árbol de Ceiba del cual toma el nombre la ciudad.
La tradición oral garifuna, apoyada después por la olanchana, sostiene que en el mismo año de fundado Pueblo Nuevo, descubren "un verdadero fenómeno de la naturaleza", un árbol gigantesco, un monstruo verde que los hace quedarse con la boca abierta, embelesados, viendo semejante portento divino de la naturaleza.
Era tal su grandiosidad que los morenos vicentinos llegaron a asegurar, y algunos así lo creyeron, ser la escalera que Dios utilizaba cuando bajaba del cielo para visitar la tierra. En los prolongados inviernos la copa era cubierta por las nubes cargadas de agua. Las gambas de sus raíces llegaron a servir después de deslizaderos a los jóvenes que de tarde en tarde se reunían bajo sus ramas a jugar.
Proyectaba una gran sombra por lo tupido de su follaje, y en los fuertes inviernos la fuerza del agua era atenuada por este formidable techo verde, logrando caer en la tierra en forma de mansas gotas. En él anidaban una extensa variedad de aves, así como una serie de animales y víboras venenosas en las cuevas de sus raíces; por lo que en principio era muy arriesgado estar sin compañía mucho tiempo bajo su sombra. Al atardecer el ambiente bajo la Ceiba era bastante frío.
Tuve buenas relaciones con personas que conocieron el árbol, como Genoveva Bertrand de Gonzáles, Rafael Canelas Osorio, Zoroastro Montes de Oca, Frances de Pizzati, Trinidad Núñez, Roberto Cayetano, Paca Navas de Miralda, Mercedes vda. de Carias, etc.; Quienes afirmaban que el espacio que abarcaba esa Ceiba eran tan descomunal que "había que verlo para poderlo creer".
En el año de 1953 acompañé a mi papá, Antonio Canelas Agurcia, a unas diligencias en las oficinas principales del Banco Atlántida de esta ciudad. Fuimos atendidos por el entonces gerente de la institución, señor Jean F. Charbonnet, de no muy gratos recuerdos por su mal trato hacia los ceibeños y múltiples frases despectivas contra los hondureños. En el transcurso de la plática se habló sobre el legendario árbol, enseñándonos dos fotografías de mismo. Charbonnet recalcaba que las fotos eran genuinas y correspondían a la verdadera Ceiba, pues después de que se le derriba, circularon una gran cantidad de fotos tomadas de otros árboles gigantescos de la misma especie que habían en la región; Sin embargo, no tenían las dimensiones descomunales de las que estaba ubicado en el local que ocupa actualmente el edificio de la Aduana.
Sinceramente, esa Ceiba era algo fuera de serie, y como me habían dicho, había que verlo para poderlo creer. Una foto estaba tomada desde el mar, dando la impresión que parte de la Cordillera Nombre de Dios se introducía a las aguas del Mar Caribe. La otra foto estaba tomada desde el tronco del árbol hacia una parte de la ciudad que cobijaba bajo sus ramas Inmediatamente hice la comparación que los actuales árboles que conocemos es uno: desnutridos liliputienses que no tienen la capacidad de cobijar bajo sus ramas ni dos casas El señor Charbonnet le compró estas fotografías una a la famosa ceibeña de ascendencia francesa conocida solamente con el nombre de Madame P., quien fuera, junto con su madre, las primeras y únicas administradoras del primer Hotel París que funcionó en la avenida San Isidro, en el local que ocupa actualmente la Iglesia Metodista, en un edificio de madera grar1 de cinco pisos, edificado por Don Bishara Sikkafy, siendo destruido en el gran incendio que consumió el centro de La Ceiba, el 23 de julio de 1903.
La otra foto Charbonnet se la compra a María Mercedes Pérez de Herrera, dueña del primer 1. gran hotel que se organiza en La Ceiba por el año de 1886 con el nombre de Roma, cambiándoselo después a El Americano, localizado a orillas del Estero, donde actualmente está el local del colegio San Isidro. Tanto la Madame P. como la señora Pérez de Herrera deshicieron de valiosos documentos y fotos históricas al trasladarse a vivir definitivamente a la ciudad de Nueva Orleáns. Hoy en día, nadie da razón de estas fotos valiosas del señor Charbonnet.
Don Darío Mejía Rosales solía relatarme que, en el mes de mayo de 1913, Pedro Grave de Peralta, Francisco J. Mejía, Julián Fiallos Díaz, Manuel Mejía, Rafael Canelas Osorio y Juan F. Carias se tomaron juntos una famosa fotografía histórica bajo el árbol, siendo llamada "La Foto de los Alcaldes", cargo que todos habían desempeñado varias veces.
Años más tarde, Don Darío me enseñó la renombrada foto en la cual se podía apreciar que el árbol de Ceiba ya se encontraba bastante deteriorado, pues en la medida la población fue creciendo y se construyeron viviendas altas de dos y tres pisos, algunas sobre gruesos polines de madera debido a la cantidad de pantanos que aún existían en la zona y de ser terrenos inundables fueron cortando sus ramas, a tal grado que para el año de 1900, "ya no era ni la sombra de lo que un día fue".
Contaban los olanchanos Carlos y Jorge Lazo que para 1910, el árbol de Ceiba se parecía más "al cadáver de un titán mutilado, que al portento divino de la naturaleza descubierto y llamado así por los primeros garífunas". Los ceibeños fueron acremente censurados por los que visitaban la ciudad, sobre todo los extranjeros, al no haber demostrado interés ni preocupación por cuidar "la gran joya de la naturaleza". Nadie da razón dónde está la "fotografía de los Alcaldes".
Los olanchanos desarrollaron la costumbre de irse a sentar en unos bancos de madera que construyeron cerca del tronco del árbol, en la zona donde no existían edificaciones, y al pie de las gambas de las raíces, para platicar todas las tardes sobre negocios, especialmente el relacionado con el banano y al mismo tiempo para ver llegar y partir los barcos de las compañías norteamericanas, pues por su altura, el árbol de Ceiba servía de guía a las embarcaciones llamándosele el Faro Verde. Con el tiempo la población, en general, siguió la costumbre de irse a sentar bajo su sombra, bautizándolo también con el nombre de "el árbol de los haraganes".
Según el Coronel Francisco Cruz Cáceres:
Aquel árbol histórico, como el de "la noche triste" y otros no menos históricos, fue derribado, por desgracia, en 1917 para dar paso a la construcción del actual edificio de Aduanas.
Existen cuatro testimonios muy valiosos, tres orales y uno escrito, que coinciden en afirmar que la verdadera fecha en que derriban el árbol fue 1914, y no el año de 1917. Son los miembros de la familia del ex-presidente Dr. Francisco Bertrand, que por cierto tuvieron una gran influencia Y participación en la vida social y política de La Ceiba, los que sostienen en dar el año de 1914 como la fecha exacta en que se botó el famoso árbol. Veamos:
En una de las últimas visitas que hizo a La Ceiba, la insigne poetisa Victoria Bertrand (Alma Fiori), hija mayor del Dr. Bertrand, le relató al General Rufino Solís y al Abogado Simón Reyes Jácome que, en el sitio donde después se edificó la Aduana, estaba antes el famoso árbol del cual toma el nombre la ciudad. y este fue derribado al año siguiente de haber tomado posesión de la Presidencia de Honduras su padre el Dr. Francisco Bertrand. En varias ocasiones me contó este relato el General Rufino Solís, y el Abogado Reyes Jácome a su vez a mi mamá, Lidia Díaz Figueroa.
El Dr. Francisco Bertrand fue el Vice-Presidente del General Manuel Bonilla.
Tomó posesión de la Presidencia el 21 de marzo de 1913, después de la muerte natural del General Bonilla.
20 Años después, Panchito Bertrand, hijo del Dr. Bertrand, en otra Feria Isidra visitó La Ceiba en compañía de su esposa Betulia (Tula) Ayes Rojas. Se encontraba bastante enfermo, hospedándose en la casa de su pariente, Profesora Irene Alvarado de Cortés, donde vivía su hija Victoria Bertrand De Torre, estudiante de magisterio en ese entonces en el Instituto Manuel Bonilla y casada después con el P.M. Lisandro Zelaya. La casa de Nene Alvarado estaba ubicada en la avenida San Isidro frente a la residencia del General Rufino Solís.
Mi mamá, Lidia Díaz Figueroa, era gran amiga de la familia Bertrand desde su adolescencia en Juticalpa. En una de las muchas visitas que le hicimos a Panchito Bertrand, coinciden con maestros de La Ceiba que lo andaban visitando, entre ellos recuerdo a: Juan Ordóñez López, Benjamín Amaya y Amaya, Elvia Urquía, Vicente Gámez Nolasco, Galatea Rosales, J. Joaquín Mayorga, Rosa Isolina Meza, Rubescinda Muñoz de Moncada, Otilia Urbizo y Jorge Castillo. En esa reunión, Panchito Bertrand confirmó que en el año de 1914, un año después de que su padre ascendiera a la Presidencia de Honduras, por órdenes de él, fue derribado el legendario e histórico árbol de Ceiba, para construir el actual edificio de la Aduana, haciendo énfasis que se tardaron cuatro meses en cortar su tronco de tan ancho que era.
Doña Genoveva Bertrand de Gonzáles era hermana del Dr. Francisco Bertrand, vivió por muchos años en La Ceiba con su hija Rosita Gonzáles y su nieto José Agustín Membreño. En varias de las visitas que le hicimos, visiblemente emocionada, nos comentaba que tuvo serios enfrentamientos con su hermano, el Presidente Bertrand, por haber dado la orden de "derribar esa joya histórica, no sólo para La Ceiba sino que para toda Honduras" (63), al año siguiente de haber tomado posesión del cargo.
Según doña Genoveva, no sólo ella protestó "por semejante crimen", pues todo el Litoral Atlántico entre La Masica y Balfate se levantó en una sola voz protestando por esa orden que hizo que los ceibeños pararan por un instante el serio enfrentamiento que tenían en esos momentos con la Vaccaro Bros. , Hicieron a un lado las diferencias políticas Y sociales. Se aprovechó también la gran confusión creada por el devastador incendio del 7 de marzo de ese año (1914) en donde abundaron acusaciones contra la Compañía de haberlo provocado, encabezadas estas protestas por e! Gobernador Político, General Antonio Monterroso.
Afirmaba doña Genoveva que las protestas más violentas fueron las de los garífunas que consideraban al árbol como algo propio de su raza. Los escritos más fuertes que se dieron en la prensa vinieron de: Francisco J. Mejía, Alberto Bertrand (otro hermano del Presidente Bertrand), Hipólito Moncada, Timoteo Miralda, Juan Soto Mayor, Salvador Lejarza y Abel García Cálix, dándose discursos populares contra el régimen, pronuncia dos en las calles de la ciudad por miembros venerables de la masonería ceibeña.
En dos ocasiones acompañé a doña Genoveva a la oficina de Correos que funcionaba donde se encuentra actualmente la Gobernación Política. Después de hacer sus diligencias al salir a la calle, volvía su mirada al edificio de la Aduana y con visible tristeza me decía: "Cuéntale muchacho a los demás ceibeños, que en ese sitio existió una de las siete maravillas de la naturaleza". Lo anterior lo afirmaba a pesar de haber conocido al árbol bastante mutilado.
En la "Guía Turística de La Ceiba", publicada en el año de 1957, don Arturo Vallecillo Reynaud, escribe lo siguiente:
"El edificio de la Aduana de este puerto, se empezó a construir en el año de 1914, en la Administración del Dr. Francisco Bertrand por iniciativa del entonces Administrador de Rentas y Aduana, Tenedor de Libros don Joaquín Alvarado; La que debido probablemente a la calidad de los materiales empleados, que no eran los adecuados, se derrumbó aproximadamente una semana antes de la fecha fijada para su inauguración, que estaba para un 15 de septiembre; esta catástrofe costó la vida a muchos obreros, inclusive la del Ingeniero Constructor".
Por muchos años se llegó a afirmar en La Ceiba, teniéndolo como cierto, que don Joaquín Alvarado era hermano de doña Victoria Alvarado Buchard, esposa del Dr. Francisco Bertrand, a quien se le echó toda la culpa de haber influido en el Presidente para que diera la orden fatídica de botar el histórico árbol y así ayudarle a su hermano Joaquín a construir el edificio de la Aduana, pues ése era su máximo deseo. Sin embargo, en investigaciones posteriores que llevé a cabo con los descendientes del Dr. Bertrand, me negaron rotundamente que don Joaquín Alvarado fuera hermano de doña Victoria, a tal grado que la querida amiga María Teresa Bertrand De Torre de Matute, me enseñó el voluminoso árbol genealógico de la familia Bertrand-Alvarado, en donde no figura don Joaquín como hermano de doña Victoria Alvarado Buchard.
El mismo testimonio me dio Trinidad y Elisa Díaz Bonilla, nietas del General Manuel Bonilla, criadas en Juticalpa en la casa de Mamá Trina (hermana del General Bonilla), donde vivió por muchos años doña Victoria Bertrand y parte de su familia.
Referente al dato proporcionado por don Arturo Vallecillo de haberse caído el primer edificio.
Que se construyó para albergar la Aduana, la verdad es que se vino al suelo porque su constructor, el español Juan Roca, utilizó arena salada de mar en la mezcla, y, como se afirma en el argot de la construcción, ésta no amarró provocando el desastre. Don Arturo Vallecillo continua relatando que:
"Este fracaso no aminoró el entusiasmo de la Administracion del Sr. Alvarado y en pocos meses de haberse derrumbado la primera construcción, se inició nuevamente la construcción del actual edificio, con un costo de L. 200,000.00, doscientos mil lempiras siendo inaugurado en el año de 1917".
En el año de 1917 todavía no había sido creada la moneda nacional denominada Lempira, al dinero en La Ceiba se le llamaba "peso", y más que todo circulaba el Dólar norteamericano. El Ingeniero que construyó el actual edificio de la Aduana, fue el alemán William Hegenbarth.
Nunca se aclaró cuales fueron los verdaderos motivos que se tuvieron para derribar el árbol que le dio el nombre a la ciudad de La Ceiba. Algunos aseguraban que en vista de ser la bahía de la ciudad una bahía abierta, el único lugar que ofrecía protección en la temporada de los huracanes era precisamente donde estaba ubicada esa Ceiba. Sin embargo, se recuerda que en 1924, 1934, Y 1938, fuertes huracanes azotaron la costa norte de Honduras, y las olas del mar se estrellaban en la segunda planta del edificio de la Aduana, destruyendo las ventanas, así como también gran parte del muelle y las casas que estaban frente a la playa, corriendo libremente el mar tres cuadras por las principales avenidas de la ciudad.
Otros sostenían la versión que donde estaba localizado el gran árbol era el único sitio de la ciudad que no se inundaba en los fuertes y prolongados inviernos. Este argumento se vino a tierra con las inundaciones del río Cangrejal en 1934 y sobre todo en 1938, años en que las aguas desbordadas sacaron todo el mobiliario y la mercadería del primer piso de la Aduana, tirándola al mar.
La generación de ceibeños de 1940 no encontraba respuesta a las siguientes interrogantes:
¿ Por qué derribaron el árbol de Ceiba que le dio el nombre a la ciudad? ¿No existía otro terreno para construir el edificio de la Aduana? ¿Qué fue lo que en realidad motivó al entonces Presidente Francisco Bertrand para dar la orden de derribar el árbol y construir en el mismo sitio el edificio de la Aduana?
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