Cap III.
La Honduras colonial, Descubrimiento y Conquista
En lo que representó su cuarto y último viaje, el genovés Cristóbal Colón llegó a tierras hondureñas el 30 de julio de 1502, justamente a la isla de Guanaja, a la que llamó Isla de los Pinos por estar cubierto sus bosques de esos árboles.
Adentrándose a tierra firme, esta expedición llegó el domingo 14 de agosto de ese año a punta de Caxinas, hoy Punta de Castilla, mientras su hermano Bartolomé Colón desembarcó en Trujillo. El padre Alejandro fue aquí donde ofició la primera misa en tierra americana.
En nombre de los Reyes de España, Cristóbal Colón, bastante enfermo para ese entonces, y su hermano tomaron posesión del territorio, el que fueron recorriendo por La Mosquitia, la que llamaron Costa de las Orejas porque encontraron a los indígenas con las orejas estiradas por causa del número de objetos que pendían sobre ellas.
La marcha sigue y el domingo 12 de septiembre llegó la expedición a un cabo, en el cual la costa daba una vuelta al sur, y como en este punto el tiempo vuelve a ser favorable, él exclamó ``Gracias a Dios que hemos salido de estas honduras´´. De la anterior y cuestionada exclamación se supone viene el nombre de Honduras.
A Honduras al principio se le denominó Guaymuras en honor a uno de los nombres de la costa, luego se le puso Hibueras, más tarde Higueras y luego vino el de Honduras, el que también se presume se lo colocaron Vicente Yanez Pinzón y Juan Díaz de Solís.
Las expediciones
Realizado el descubrimiento, la primera expedición de conquista fue organizada por Gil Gozález Dávila, quien arribó a la costa de Honduras en 1524, proveniente de Santo Domingo. Se dirigió al Valle de Olancho en busca de oro. Allí se encontraron con las fuerzas enviadas desde Niacaragua por Francisco Hernández de Córdoba, a las cuales lograron derrotar.
Otra expedición había sido enviada por Hernán Cortés, al mando de Cristóbal de Olid para que averiguara si por estos rumbos se hallaba el ``estrecho dudoso´´ que comunicaba a los dos grandes océanos. Al llegar a Honduras, Olid intentó romper sus nexos con Cortés, quien contra el sublevado mandó tropas al mando de Francisco de las Casas, lo que resultó un fracaso.
González Dávila cayó en manos de las tropas enviadas a su encuentro por Cristóbal del Olid. No obstante el dominio de éste duro poco porque en un descuido suyo De las Casas y Gozález Dávila lograron capturarlo, y luego lo juzgaron y condenaron a muerte.
Cortés, sin noticias de sus hombres, decidió partir el mismo hacia Honduras por tierra. A su llegada logró imponer un poco de orden y fortalecer la dominación española para lo cual importó plantas, ganado y provisiones de Cuba y Jamaica.
Cuando Cortés debió regresar a México, dejó como su lugarteniente a Hernando de Saavedra, quien organizó varias incursiones al interior del país, una de ellas a Olancho, en donde fracasó ante la sublevación de los indígenas.
La Audiencia de Santo Domingo nombró a Diego López de Salcedo como gobernador de Honduras en 1526 y su presencia fue nefasta al incrementar la esclavitud de los indígenas y a su muerte asume el mando Andrés de Cerezeda, quien logra formar un bando a su favor y uno en contra.
Pedro de Alvarado recibió el ofreciemiento de gobernar Honduras, pero al final al Corona nombró a Francisco de Montejo. Alvarado que deseba entrar en Honduras le ofreció a Montejo el territorio de Chiapas a cambio del de Honduras.
El pacto se realizó.
El conquistador Alvarado se presentó en Honduras al mando de una tropa de ochenta soldados españoles y alrededor de tres mil indígenbas. Los nativos de las planicies del río Ulúa pusieron resistencia, pero sin éxito. Para 1536 Pedro de Alvarado funda San Pedro Sula, pero luego parte a España y deja en su lugar a Juan de Chávez, fundador de Gracias a Dios.
La corona nunca aceptó el pacto
Alvarado-Montejo y ordenó al segundo asumir de nuevo la gobernación de Honduras. Como en ese momento no podía viajar a Honduras, Montejo envía a Alonso de Cáceres para que asuma el mando temporal. En marzo de 1537 Montejo llegó a Gracias a Dios, donde logró imponer su poder.
Conquistó San Pedro Sula y Naco, mientras Alonso de Cáceres partió a completar la conquista del valle de Comayagua. Cuando Montejo creía tener todo el territorio bajo su control, los indígenas del sur se preparaban para combatir.
Al mando del cacique Lempira organizaron una coalición de más de doscientos pueblos y de miles de guerreros. A finales de 1537 estaló la gran sublevación, que duró hasta principios de 1539. Los indígenas resistieron largo tiempo en el peñón de Cerquín, pero al final no soportaron el asedio español y fueron vencidos.
La Colonia fue como una gran olla de cocción:
peninsulares e indígenas combinaron sus sangres y dieron lugar a un genotipo particular y novísimo: el mestizo, del que se asegura lleva desde entonces en su personalidad el eco de los conflictos vividos durante su gestación social.
Pero asimismo se fusionaron las creencias, costumbres y vivisones de mundo, y conquistadores y conquistados hubo épocas en que se confundieron, a pesar de la rígida separación de clases y posiciones económicas que el sistema demandaba. Un inesperado campo de confluencia se dio en el arte, ese gran recuperador y transmisor de valores.
En rebelión estética, los "naturales" dejaron en el frontis de las iglesias, en su altares y retablos, el color de su propia piel, sustituyendo a la blanca de la raza conquistadora.
Los siglos XV y XVII además preanuncian el origen de los futuros Estados independientes.
Localismos y regionalismos configuraron entonces ese decantado divisionista y a la vez integrador que serían las nacionalidades. La colonia era, sin saberse, el gran motivo autoritario que daría nacimiento a la independencia y a las naciones modernas.
Con gran objetividad intelectual -sin heroísmos inexistentes pero sin culpas históricas- Marcos Carías nos narra, en este tercer fascículo de "Milenio", las vicisitudes, virtudes y defectos del coloniaje español en Honduras.
Diario La Prensa comparte ahora con sus lectores a través de este nuevo fascículo de "Milenio", y los subsiguientes, tan apasionante aventura intelectual.
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1999 Derechos Reservados
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