HISTORIA DE HONDURAS

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Evangelizadores protestantes, inicios de siglo en San Pedro Sula

La Rosario debió su fortuna a un conjunto de factores. Para empezar, las vetas que explotó eran riquísimas. Había sobre esto un preaviso, puesto que desde la colonia se estimaba que la zona entre Tegucigalpa y Valle de Angeles era particularmente agraciada para la minería.

Eran vetas horizontales, fáciles de acceder, mientras que, por ejemplo, en Yuscarán abundaban las vetas verticales, tubulares, de mayor dificultad técnica y mayor riesgo.

Luego, la gerencia de la mina demostró alta capacidad para conectarla con el mercado neoyorquino y sobre todo una innegable maestría en sus relaciones públicas. Valentine sabía agasajar regio a la sociedad capitalina.

Y en San Juancito: barbacoas, banda marcial en kiosko, pirotecnias y al final iluminación eléctrica, gran innovación. A los hijos de los altos dignatarios hondureños, Valentine les auspiciaba viajes de entretenimiento a Nueva York. Al tiempo, una hija suya, por matrimonio, pasó a formar parte de una familia bien de Tegucigalpa.

Y nada descartable fue para la Rosario el apoyo extraeconómico, el favoritismo político. Se le achaca a Marco Aurelio Soto haber comenzado la tarea de someter el país a las compañías extranjeras, siendo uno de los accionistas fundadores de la Rosario, si bien en tales momentos aún se desconocía la buena fortuna que el futuro le deparaba.

Lo cierto es que atraer esas compañías y esos capitales fue tendencia liberal desde los tiempos de la independencia en toda Latinoamérica; confiar en que los países europeos y los Estados Unidos, con su dinero y con su ciencia, civilizarían a estos países.

Hacia ellos se dirige la consigna liberal de "gobernar es poblar", contando con inmigraciones blancas para mejorar la raza. En contraste, durante las reformas liberales se emitieron decretos prohibiendo el ingreso de negros, chinos e hindúes.

Soto tuvo que abandonar el poder presionado por su antiguo mentor, el General Barrios de Guatemala, en 1883. Fue a disfrutar de sus acciones mineras a Paris y le cupo a Bográn, su sucesor, afianzar la relación entre el gobierno y el enclave.

En el futuro estos buenos nexos con el capital extranjero se mantendrían como una constante.

Pero no todo fue miel sobre hojuelas. Por tiempos se les hizo difícil a las empresas mineras de Yuscarán o San Juancito disponer de mano de obra. El gobierno les ayudaba para hacer auténticas redadas entre los campesinos.

Muchos en Tegucigalpa resintieron el abierto apoyo que dio Valentine a la reelección de Bográn, en 1887. Y en alguna ocasión, subiendo entre los perfumados pinares de El Piligüín, Valentine percibió pintado en una cerca un letrero que le advertía; "Gringo, váyase para su casa".

© La Prensa Honduras, C.A.
1999 Derechos Reservados



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