HISTORIA DE HONDURAS

"La Glorioza" Revolucion

La insurrección en los tiempos de la Federación fue más bien contra-revolucionaria. Después de la Federación los conflictos se dieron entre caudillos e instigados desde los países vecinos. Las denominaciones partidarias de Liberal y Conservador provenían de Guatemala.

Entre 1890 y 1894 se le abrió al país la vía de ingreso a la "revolución". El ideal entusiasmó, sobre todo a la juventud estudiosa que en pos de la auténtica democracia se alistó para luchar bajo la bandera del Partido Liberal hondureño, organizado por Policarpo Bonilla en 1891.

A la Constitución promulgada al triunfar la revolución, en 1894, se le denominó "la gloriosa".
Rosa sostenía que en materia política los conservadores no podían prosperar en Honduras porque aquí no había nada que conservar. Y de manera más concreta, por la carencia en el país de un poder aristocrático junto al desprestigio sufrido por la Iglesia.

Abolengo en política y total fidelidad al Catolicismo eran, ciertamente, la base de la existencia de los partidos conservadores hispánicos. La ruptura que en Honduras desembocó en las guerras civiles de 1891 a 1894 se produjo entre el Partido Progresista y el Partido Liberal. Los progresistas eran los liberales, al estilo de la Reforma; los liberales organizados en 1891 se proclamaban liberales puros.

Ramón Rosa expuso el ideario del Partido Progresista en su escrito "Constitución Social de Honduras", de 1880. El ideario del Partido Liberal lo tomó Policarpo Bonilla de un opúsculo del ex-presidente Céleo Arias, cuando se le ofreció la candidatura en 1890, titulado "Mis Ideas".

El escrito de don Céleo es un compendio de los principios y prácticas políticas que, de triunfar, habrían de presidir su gobierno. Rosa ofrece también un programa de gobierno para la gestión de Marco Aurelio Soto en su segundo período.

Pero ofrece bastante más puesto que con agudeza analiza la situación política de Honduras en el pasado, en el presente y de cara al futuro, análisis que falta totalmente en el manifiesto liberal.

Rosa, atenido a su lema de Orden y Progreso, había descalificado a los conservadores y liberales históricos hondureños por su ineptitud para establecer e impulsar lo uno y lo otro.

Confesaba su fervor hacia el liberalismo ideal pero sostenía que dada "la constitución social" de Honduras, o sea la realidad hondureña producto de su historia, este ideal era, por los momentos, imposible de poner en práctica.

Un ejemplo, vertido en otro de sus escritos, lo tomaba del campo de la educación. Lo ideal era que la sociedad misma, con independencia del Estado, generara y enriqueciera su propio sistema educativo. Así se operaba en el país liberal por excelencia que era Estados Unidos.

Pero en Honduras la sociedad, frenada por tres siglos de inercia colonial y traumatizada por cincuenta años de vida independiente desordenada, no estaba en condiciones de asumir la tarea educativa; el Estado tenía que hacerlo todo. No era el ideal liberal pero era la única práctica admisible.

Para Rosa, que ya enfermo y retirado moriría en 1893, volver al liberalismo ideal era retroceder a los tiempos anárquicos, previos a la Reforma. En los oídos de la juventud liberal, organizada en Partido en 1891, resonaban los potentes alegatos de un Lorenzo Montúfar o un Alvaro Contreras en favor de un liberalismo sin concesiones. Y en la propuesta de los progresistas abundaban las concesiones, en aras del pragmatismo.

En "Mis Ideas" se defendía la libertad de reunión y de asociación; Rosa había añadido "con fines útiles y morales". A la libertad de prensa, "Mis Ideas" sólo la limitaba con el delito de calumnia deducido ante Jurado; Rosa había introducido la limitación más genérica de delitos de imprenta, sujetos al Código Penal.

La Constitución de 1894 plasmaría, de la propuesta liberal, la abolición absoluta de la pena de muerte; la propuesta de Rosa proclamaba la inviolabilidad de la vida humana y reservaba la pena capital para delitos de carácter atroz o muy graves en lo militar.

Las fórmulas progresistas favorecían una mayor intervención del Estado y de quienes, desde el gobierno, ejercían el poder… y lo mantenían desde 1876. La oposición comenzó a organizarse frente a la reelección de Bográn (la reelección por un período estaba constitucionalmente admitida) en 1887 y se consolidó cuando en 1890 Bográn quiso imponer como su sucesor al general Ponciano Leiva, pariente suyo.

Los dos candidatos --Leiva, el oficial, y don Céleo Arias, el opositor-- para desconsuelo de don Ramón Rosa ya habían sido Presidentes antes de 1876, ambos habían figurado como posibles delfines de Justo Rufino Barrios, el líder reformista guatemalteco, pero a Leiva se le atribuían nexos con los viejos conservadores..

El Partido Progresista no era propiamente tal; en realidad representaba a la cúpula que había ascendido al poder con la Reforma. Muerto don Céleo Arias, inmediatamente y con extraordinaria eficacia, Policarpo Bonilla convocó a una Convención Nacional de partidarios, para Febrero de 1891, de la que salió fundado y organizado el primer partido político propiamente hondureño, el Partido Liberal, con su ideario, estatutos, organismos directivos y de base.

Había que dar la batalla, pues Bográn había logrado imponer a Ponciano Leiva. Había que luchar contra la imposición oficialista, la falta de alternabilidad en el poder, el posible retorno de los conservadores y un ideario que tergiversaba la esencia del liberalismo.

Esto no fue óbice para que en los siguientes años de guerra civil, Bonilla y sus liberales recibieran todo el apoyo del mandatario nicaragüense José Santos Zelaya, más en la línea de un dictador reformista liberal que en la de un representante del auténtico liberalismo democrático.

El liberalismo puro y sin concesiones era intransigente. O se era liberal o se era liberal. Los progresistas ofrecían conciliación, hermanar en un sólo haz de voluntades a conservadores y liberales. Los ideólogos positivistas del regimen de Porfirio Díaz le llamaban el "partido de los científicos"; Rosa también arropó su movimiento bajo el manto de la Ciencia. Si esta, la más alta realización del género humano, cuyos dictados todos debían seguir, lo recomendaba, todos en política tendrían que agruparse en un único y granítico bloque. O se era progresista o se era progresista.

En aquellos tiempos, dentro y fuera de Honduras, era díficil concebir la democracia como un juego pluralista.

Las guerras civiles se volvieron cada vez más cruentas y generalizadas. La población sufrió, no así los empresarios del enclave, salvo los incovenientes del caso en tiempos de estado de sitio o montoneras, ya que, como buenos liberales, ambas facciones respetaban en todo lo posible la propiedad privada y el capital extranjero.

© La Prensa Honduras, C.A.
1999 Derechos Reservados



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