HISTORIA DE HONDURAS

Algo mas que un Enclave

Se estableció, entonces, una situación de dominio neo-colonial sobre Honduras por parte de las compañías bananeras norteamericanas, como parte a su vez del dominio neo-colonial impuesto en el Caribe por el imperialismo norteamericano en lo económico, en lo político, en lo militar. A Honduras, más que a cualquier otro país, le correspondió el despectivo epíteto de banana republic, para dar cuenta de esta condición.

Pero el banano implicó para Honduras, y desde la óptica de la realidad nacional, algo más que un enclave, como proceso de sometimiento a fuerzas extranjeras. Porque con el banano se colonizaron las tierras de la Costa Norte, se construyó, se hizo surgir una nueva región.

En aquellas cuentas del Padre Vallejo, de 1889, la Costa Norte apenas existe. Ninguna población de la Costa está entre las veinte primeras del país; pero en el siguiente medio siglo, y hacia 1950, se habrán de localizar en la Costa la segunda, esto es, San Pedro Sula; tercera, La Ceiba, cuarta Tela, Puerto Cortés la quinta y El Progreso la sexta entre las poblaciones más importantes de Honduras.

Se debe recordar que fueron cultivadores hondureños de banano los pioneros, los que abrieron las posibilidades del existir y el trabajar en la Costa. E importantes créditos hay que otorgar a los empresarios norteamericanos que sacaron adelante, y con gran fortuna, su aventura capitalista en los trópicos.

Pero en modo alguno se puede olvidar a los trabajadores, a los que dejaron su sudor, sus ilusiones, sus diarias faenas y afanes; ellos construyeron la Costa. Por decenas de miles llegaron del interior del país, vinieron de países vecinos, sobre todo de El Salvador, se incorporaron a la gran tarea provenientes de Belice o de Jamaica.

Se constituyó una diferente cultura del trabajo. La plantación agrícola y la disciplina que se requiere dentro de sus fases productivas no se había desarrollado nunca antes en Honduras. Las relaciones, con marcada diferencia a las del interior rural, eran claramente capitalistas e hicieron surgir un proletariado agrícola. Se asevera así que en Honduras el proletariado nacional apareció primero que la burguesía nacional.

En los más diversos órdenes era un país nuevo.

Se andaba en tren o en bicicleta y no únicamente en bestia, como en el interior. Se comía tortilla de harina y no de maíz. Se incorporaba anglicismos, algunos innecesarios como "yardero" (de yard, jardín) por jardinero, otros imaginativos como "guachimán" ( de watch-man) por vigilante.

Las bananeras quisieron ofrecer un lado amable, ejemplar. Crearon escuelas y hospitales considerados de muy buena calidad.; estimularon el saneamiento de la región. Entre sus notables realizaciones se puede mencionar el Jardín Botánico de Lancetilla y ya en los años cuarenta la Escuela Agrícola de El Zamorano, cerca de Tegucigalpa. La Standard en La Ceiba diversificó sus intereses, fundó el Banco Atlántida, fábricas de jabón y manteca vegetal y La Cervecería Hondureña.

Algunos programas de las bananeras fueron criticados, incluso internamente. En casas de habitación proveídas por las compañías a sus empleados a estos se les daba de todo, hasta los tenedores con que comían: se les daba tanto que no tenían nada propio que les perteneciera.

A la cultura de la Costa se introdujeron muchos elementos tomados de las viejas plantaciones del Sur de Estados Unidos: la discrimación racial abierta contra la población negra. La discriminación nacional entre norteamericanos y hondureños. Las casas se construían de madera y no con el usual adobe y, en sus poblaciones, se distinguía entre el lado habitado por los empresarios norteamericanos y el habitado por los trabajadores hondureños.

En Tela y La Lima los separaba un puente y además un adjetivo: Tela Nueva y Tela Vieja, según se estuviera del lado yanqui o del lado nacional; Lima Nueva o Lima Vieja. Y la sensación de riqueza que brindaba el nuevo lado yanqui aumentaba al contemplar sus bien aderezados campos de golf. Las bananeras hicieron de este pasatiempo y del mantenimiento de sus clubes y campos de juego un verdadero culto.

Ningún país del istmo ha desarrolado su costa atlántica al nivel que lo ha hecho Honduras. La colonización de esta frontera agrícola y la construcción de esta nueva región rebasa, incluso, los límites hondureños para ser un fenómeno de dimensión centroamericana y caribeña. Este fue el resultado final del modelo agroexportador establecido en Honduras, muy distinto al de los países vecinos.

Derivó hacia el entronizamiento de un gran mecanismo explotador de sus recursos y de su mano de obra, director de su economía por una de sus caras, y por la otra a la construcción de una nueva región nacional. Algo más, en mucho, que un enclave: La superación de los límites de la realidad nacional establecidos desde la colonia y mantenidos durante el primer siglo de vida independiente.

© La Prensa Honduras, C.A.
1999 Derechos Reservados



REGRESAR AL INDICE