EL ASESINATO DE 65 OBREROS POR IMMSA, EL SINDICATO MINERO Y EL GOBIERNO.

Por Carlos Guerrero

lobogroc@hotmail.com

El asesinato de 65 mineros de carbón en Pasta de Conchos, Coahuila, por parte del dueño ávido de de dinero y poder de IMMSA, Eugenio Clariond Reyes en primer término, por la Secretaría de Trabajo en las manos ahora más sucias de Salazar Saenz, y la pútrida dirigencia del Sindicato de Mineros que encabezaba Napoleón II, es algo que resulta difícil de entender en los inicios del siglo XXI, porque tal parece que estuviéramos en la primera mitad del siglo XVIII cuando nada se oponía a la explotación criminal de los obreros y los sindicatos eran inexistentes. Como ahora.

Cada año esta empresa se embolsa varios miles de millones de dólares que le produce tanto el saqueo de los recursos naturales del país -no renovables además- como es el carbón mineral -combustible esencial en la industria del metal y que mantiene sus hornos permanentemente encendidos-, el cobre, el hierro, el aluminio y que extrae del subsuelo nacional en condición de propietario de ese subsuelo, para procesarlo en productos semiacabados y terminados como es la línea blanca, las maquiladoras, la industria automotriz y de la construcción,  que tienen una gran demanda en las principales industrias del mundo y en todas las ciudades.

Las enormes ganancias de los buitres de IMMSA,  que tan sólo durante el 2004 tuvieron un ingreso de 3 mil 300 millones de dólares, son producidas en su totalidad por los trabajadores con salario de hambre; es decir, las paga el obrero con su pobreza, con el oscuro destino para sus hijos que se ven obligados a seguir el camino de sus padres, con la comida humilde que cotidianamente ingieren, con la pobre salud, con la ropa barata de su mujer, con las escuelas para sus vástagos, con los maestros y libros que le otorgan validez al sistema que los oprime, con la frustración existencial de sentir que se le pertenece a alguien, que se sigue siendo esclavo de alguna extraña y más perversa manera, más esclavo que antes cuando al menos no te lo ocultaban y te podían tratar mejor.

Ahora el esclavo, con la "libre" contratación, no vale nada, es un ser reemplazable, sea obrero, técnico o ingeniero. Se le compra su trabajo y el trabajador se ve obligado a venderlo porque el mercado de trabajo es muy restringido, y el dinero escasea. Los dueños del dinero son avaros.

Hay más responsables en este crimen, y son los diputados locales, los federales y los senadores que mantienen una legislación atrasada que perjudica a la gente, a los trabajadores, a los bienes nacionales que quedan en manos de particulares; el ejército, que no asume sus compromisos nacionalistas (en el peor de los casos) para defender lo que es nuestro y estar del lado del pueblo, sometiéndose en cambio a un ejecutivo comprometido con los saqueadores y con Estados Unidos; y los partidos que se dicen de izquierda que han ignorado por completo, hundidos como están en la lucha del poder por el poder, que su principal trabajo, compromiso y lucha es con los obreros (industriales y agrícolas), preparándolos, sembrando células en las fábricas, creando círculos de discusión y bibliotecas efectivas, fomentando las cajas para sostenimiento de las huelgas, construyendo organizaciones paralelas a sus sindicatos corruptos, elaborando sus propios medios de comunicación, creando vínculos de solidaridad con los trabajadores de otras empresas y con sus movimientos, apoyando para construir en el obrero una conciencia solidaria y generosa, no mezquina y conformista. Pero la izquierda hace caso omiso de su compromiso esencial con los trabajadores y se vuelca y se regodea con los beneficios que el poder le otorga.

Porque el caso de los mineros de Pasta de Conchos en Nueva Rosita, Coahuila, no es más que un fragmento de la realidad que viven todos los trabajadores de las minas en el país, y de hecho de casi todos los obreros industriales sometidos a salarios y a condiciones de trabajo vergonzosos.

El gobierno explícitamente quedó como cómplice y encubridor del asesinato masivo de los mineros; el sindicato demostró su naturaleza corrupta y de profundo compromiso, no con los obreros, sino con los dueños de la empresa y el gobierno; y la prensa, infringiendo una terrible humillación a los familiares de los asesinados, quedó como verdadero mercader del dolor humano, convirtiendo toda la tragedia en un espectáculo de masas.

La respuesta la tendrá que dar el movimiento organizado de los obreros que rebasen a sus propias organizaciones sindicales charras, las instancias gubernamentales que siempre los traicionan y los venden, y los partidos políticos disfrazados de izquierda que pretendan sujetarlos. Y la solidaridad tendrá que ser un valor con plena vigencia en este siglo XXI.

En la foto arriba, Eugenio González Clariond