LOS MASONES Y SU FALSA NOSTALGIA DEL PASADO (A PROPÓSITO DEL INDIO DE GUELATAO)

 

Por Carlos Guerrero

 

Sí; en estos días se cumple el bicentenario del nacimiento del indio de Gelatao, del indio oaxaqueño que no se quedó esperando por su redención a manos de un libertador piadoso, ni por una educación que le hiciera comprender que sus manos y su mente estaban encadenadas al esclavismo, ni por un orador que destacara las virtudes de sus antepasados, sino que, simplemente, todo lo arrancó de cuajo para hacerse un traje a la medida: arrancó su redención, su educación y su liberación de la única manera que le es viable a un esclavo: sin pedir permiso a nadie y por la fuerza si es necesario.

Y se fue lejos, hasta la Presidencia de la República, posición inmejorable desde donde hacer escuchar más fuerte su voz, y desde donde hacer temblar a la nación enfrentando a los enemigos del desarrollo, al clero, a la aristocracia, a personajes del antiguo régimen, y se dio a la tarea de modernizar las estructuras atávicas del país, colocando los cimientos para el desarrollo de un país moderno que no estuviera sujeto, como lo había estado, a la economía feudal de la iglesia y al sometimiento que esta hacía de sus feligreses, muy lejos aún de la condición de ciudadanos.

Así, Benito Juárez separó la iglesia del estado, y sometió las fuerzas reaccionarias que se cobijaban bajo el clero, regresándole a la Nación lo que en esencia le pertenecía, principalmente propiedades rurales y urbanas ya que la mayor parte del país estaba en manos de los curas. Fue lo que se puede decir ahora, un estadista coherente con su tiempo que no temió enfrentarse a un enemigo poderoso, pero que supo elegir circunstancias y momentos para librar una lucha y ganarla. Fue un masón congruente con los postulados racionalistas de esta doctrina.

Pero estamos hablando de hace más de ciento cincuenta años, y muchas cosas pasaron desde entonces, y se deterioraron, entre ellas la masonería que quedó en México por completo fuera de época, con masones que celebran el culto a Juárez como se si tratara de un nuevo santo, masones que ven con una falsa nostalgia el pasado glorioso de la masonería en México cuando los ideales poseían un valor absoluto, y no relativo como ahora condicionado a los beneficios matariales inmediatos. La masonería envejeció y se corrompió y se convirtió en una pieza de retrete, arcaica y maloliente, por eso ya no atre adeptos ni simpatizantes. Fue despojada de sus contenidos y dejaron nada más el cascarón inservible, rituales absurdos carentes de significados. Por eso volvió a tomar fuerza el clero que regresa por sus antiguos fueros: regresar al pueblo a su ignorancia creyente, retomar el poder político y reconquistar su fuerza económica. A final de cuentas es una guerra pendiente, no concluida en el pasado y los períodos de paz no han sido sino espacios de una guerra fría entre el estado laico y el creyente.

Por eso ahora los masones prefirieron anclarse en el glorioso pasado de masones verdaderos como Melchor Ocampo y Benito Juárez para no percibir su presente lastimoso, ausente de luchas sociales y políticas porque para los masones actuales esas luchas ya no existen, las únicas que creen que deben librar son las de la defensa de sus empleos, de sus cargos, de sus negocios y canonjías parapetados detrás de absurdos rituales, porque ya las contradicciones desaparecieron, ahora hasta pueden ir a misa y confesarse ante el cura.

Los masones no toman actualmente ninguna participación activa en ninguna lucha social, ni abanderan causa legítima alguna, para ellos la explotación de los obreros es inexistente, lo mismo la ingerencia de las transnacionales en la economía del país, ni en como se apoderan de los bienes de la nación, ni en las luchas del zapatismo, ni se pronuncian (y mucho menos participan) a favor de la ecología, de la no privatización del agua, ni de nada.

Y es una lástima porque en el pasado fue una organización que funcionó, que podría y debería seguirlo haciendo pero para eso tendría que renovar sus cuadros dirigentes al cien por ciento, depurar la organización y actualizarla, despojándola de cuentos chinos y fincándola en la realidad social vigente, lo que resulta una ilusión, una utopía, algo imposible de realizar, así es que a la masonería hay que tomarla como lo que es actualmente: una organización políticamente inútil, con rituales que representan una estantería de museo y que permanece tan sólo como una reminiscencia de otros siglos, mientras que la iglesia se ha fortalecido como organización, ha crecido en lo económico y en lo político aprovechando la experiencia de sus cerca dos mil años de existencia.

Sería bueno que la masonería resurgiera en el contexto actual en el que destaca en el país y en el Estado la presencia de una derecha altanera y sobreprotegida en sus intereses por el gobierno pero, ¿habrá alguien que quiera y pueda sacudir la estructura masónica muy enérgicamente para que se le desprenda tanta hojarasca inútil y pueda retomar su sentido político?