MARIA LUISA PAULIN Y MARCELO DE LOS SANTOS, LA PAREJA INCREÍBLE


Por Carlos Guerrero

He leído con atención las denuncias que hacen Jacobo Vázquez e Ignacio Ávila en la revista Soledad, sobre la corrupción que ha imperado en el Congreso y en el Gobierno del Estado, y me gustaría gritar con ellos al unísono acerca de la infamia de Maria Luisa Paulín de apapacharse con la cuchara grande al indemnizarse con 600 mil pesos al dejar el puesto de comunicación social del gobierno del Estado, bajo la presidencia del jonguitudista Miguel Ángel Martínez Navarro, pero no puedo.

Me gustaría también estar con ellos en la incineración pública de una mujer que no ha tenido el menor reparo en someterse alegremente a la corrupción imperante, de la misma manera en que la inmensa mayoría estaría dispuesta a hacerlo, circunstancia que nos habla muy mal acerca de la condiciones cortesanas de la prensa local, sumisa y obediente al tronido de dedos de cualquier lacayo del gobernador.

De Maria Luisa Paulín se dicen muchas cosas, algunas de ellas muy graves como por ejemplo que ella fue la que planeó el robo a las casas de Olegario Galarza y Gustavo Barrera con el director de la Policia Ministerial de Tamaulipas, el señor Castillo Celestino, muy amigo de ella, en una reunión que tuvieron en el Motel Tuna como operadora de la venganza del gobernador Marcelo de los Santos y de sus propósitos de quedarse con el invernadero de Santa Rita, quitándoselo a Fernando Silva Nieto en un procedimiento por completo fraudulento. Por lo general se sospechó de que la acción en contra de los ex funcionarios de Fernando, había procedido del gobierno de Marcelo, pero no que Marcelo había dado instrucciones específicas a su operadora de comunicación social para que afectara de esa manera a Olegario y a Barrera asaltando directamente sus casas, y utilizando la provechosa amistad que había cultivado con Castillo.

Si fue capaz de hacer eso de acuerdo a la versión de un corresponsal de un diario de México, entonces lo peligroso de esta mujer es que será capaz de hacer otras cosas mucho más graves, por lo que hay que estar muy pendientes en el sentido de que los periodistas de la revista Soledad deben conservar su integridad física y moral y no caer ni bajo los impactos de los sobornos ni bajo el impacto de un carro que se desprende de la oscuridad con los faros apagados para proteger los ya criminales intereses de Marcelo y de Maria Luisa, la pareja fantástica.

En lo personal no tengo nada contra Maria Luisa, las veces que la he tratado me pareció que era una persona amable, agradable y con un sentido que desarrolló para amoldarse a los intereses del grupo gobernante, sea el PRI o el PAN. El periodismo tiene una ética que se traiciona cuando se utiliza como escalón para subir a puestos públicos o para sacar ventajas, y Maria Luisa lo hizo, dio el paso fatal y corrompió intereses, repartió favores a sus amigos y sanciones a sus enemigos, como a Rocha a quien corrió de Comunicación Social del Congreso, o a Fernando Carmona, a quien corrió de Hacienda.

Las quejas a Marcelo en contra de su funcionaria han sido muchas y las ha desoído el gobernador brindándole una confianza total a la recomendada por el "Cachas flojas", es decir de Florencio Ruiz de la Peña, director del periódico Pulso. El daño sufrido por el gobierno panista ha sido muy fuerte porque Maria Luisa cometió la estupidez de antagonizar con muchos de sus colegas, todos aquellos que no se vieron en primer término favorecidos por la publicidad de Gobierno del Estado que se reparte selectivamente, de acuerdo a los intereses del defraudador de Unicrer y de su vengativa funcionaria.

Lo que sigue se puede predecir. Si Marcelo insiste en sostener inútiles como el procurador de Justicia Trejo (quien se ganó su puesto por un favor que le hizo a Marcelo en Guanajuato en donde este era requerido por la ley), o su peleonera directora de comunicación social Maria Luisa Paulín, se volverá muy dificil que termine su sexenio y se volverá muy dificil para los potosinos soportar cada día que pase con el enemigo sentado en la silla de gobierno.

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