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Metal negro te posee. Tu alma es hecha para mí.
Déjame beber tu sangre. Yo seré tu seductor.
No te alejes, vente cerca. No des muestras de pudor.
Que mi ritmo te posea. Yo fui hecho para ti.

Algo llena tus sentidos. Vibras, saltas, frenesí.
Escuchaste las campanas. Yo soy signo de terror.
Me das todo, nada queda. Te brindaste con dolor.
Sensación tan penetrante, nunca, nunca la sentí.

Ya no temas, lentamente, suavemente caerás.
Date, date por completo, que tu alma perderás.
No te duele el sacrificio, pues tendrás tu merecido.

Lo que esperas es inútil, ya no tienes salvación.
Al caer sobre el cadáver de tu antigua ilusión
sentirás -eso es seguro- que al Demonio has seducido.

 


Sangre chorreando
por sus mortíferos dientes,
resbalando por su morboso cuello.

Estaba en lo alto de la tenebrosa colina
sobre la que crecen tumbas cada día,
paseándose voluptuosamente la lengua,
por sus carnosos labios carmesí.

Y sus blancas manos
y sus largas uñas;
clavándose en la carne inocente
de su víctima...

Y creció otra tumba.