Caso
Peccinetti-Villegas
MENDOZA:
TODA LA VERDAD
Volamos
bajo, y en el cielo de Mendoza aparecieron las primeras luces.
Luego,
el avión tomó hacia el norte, dio algunas vueltas y descendió.
Allí,
entre algunas de las quinientas mil personas que forman el núcleo
urbano
mendocino, estaban las que íbamos a buscar.
Escriben
ALEJANDRO VIGNATI y MARCELO RAY
En
la madrugada del 30 de agosto de 1968, un hombre bajo, de sesenta y dos años,
rostro anguloso, pelo blanco, sale de su casa en la calle Juan Bautista Alberdi
108, del mendocino barrio San José, en Guaymallén. Se había levantado a las
cuatro y treinta de la mañana de ese día, desayunado frugalmente y mirado al
cielo con cierta ansiedad. Esa tarea le insumió exactamente desde las cuatro y
cuarenta y cinco hasta las cinco y treinta. Luego, salió a la calle; caminó
veinte cuadras. Llegó a la radio LV10 a las cinco y cincuenta y cinco, y a las
seis su voz salió al aire:
-Buen
tiempo y temperatura agradable. Nuestro satélite se encuentra en la constelación
de Escorpión, y la estrella Antares corresponde a lo que se llama corazón de
la constelación. Por la noche, el mismo personaje habría de predecir:
"Esta noche tiempo bueno y temperatura agradable en nuestra región de
Cuyo. Para
Luego,
Bernardo Razquin tomó el sobretodo. Se fue a su casa. Concluyó su día. Este
hombrecito, metereólogo de expediciones de alta montaña -una especie de
"institución" mendocina- cenó, repasó algunos libros y fue a
dormir. A esa hora, otras dos personas atravesaban la ciudad y se dirigían a su
trabajo. Eran dos empleados del Casino, no muy amigos, casados y jóvenes. Juan
Carlos Peccinetti (26) y Fernando José Villegas (29), no tenían ni remota idea
de lo que les iba a suceder.
En
síntesis, ésa fue la noche. Pero hay que retroceder, buscar, indagar, antes de
esa noche. ¿Quién o quiénes se movían en esta madeja de personajes? ¿A quiénes
les estaba asignado un lugar predilecto en esta "supuesta" aventura de
la imaginación?.
Por
eso hay que retroceder. Volver al viernes 30. Amaneció limpio; Los Andes ( refíerese
a la cordillera homónima) recortados. Fue un día más. Los 500.000 habitantes
del núcleo urbano comenzaron sus tareas. Abrieron los negocios, salieron los
canillitas, se inundaron las plazas. Aire, luz, sol alto. Los 166.905 kilómetros
cuadrados de la provincia se llenaron de vida. Y sus 895.000 habitantes nada sabían
de algo que -tal vez- los iba a transformar radicalmente.
Todos
fueron a sus ocupaciones habituales: médicos, jueces, militares, civiles,
abogados, criminólogos, policías, norteamericanos de la base El Plumerillo,
mozos de bar, taxistas. La ciudad estalló: se llenó de voces y de gritos.
Micaela y Juana -habitantes de un "ranchito" en la calle Boulogne-sur-Mer
al 2400- despidieron al esposo de una de ellas (la otra es la madre del marido)
y limpiaron el piso de tierra de la vivienda. El juez Jorge Marzari Céspedes
pensó en los juicios del día y urgó curiosamente en su memoria buscando
pruebas, refutaciones y testigos. Roberto Hartkof, teniente coronel a cargo de
la Jefatura de Policía, acudió a sus ocupaciones habituales. Ambrosio García
Lao, jefe de prensa del Canal 7 de TV y corresponsal de una revista de la
Capital Federal, subió hasta el tercer piso de la emisora de televisión y pidió
un café. Hojeó los diarios y anotó los hechos importantes. Todo estaba como
hace 24 horas antes.
Salvo que hacia un taller de mecánica de automóviles...
...dos
personas que, al volante de un coche nuevo, arrastraban mediante una
"lanza" a otro: un viejo modelo Whippet 1929, con carrocería
Chevrolet 1934. Al volante iba Fernando José Villegas. Tenía dos cables de la
bujía cambiados y no arrancaba. Peccinetti -y su señora- acompañaban a
Villegas. Era un arreglo como tantos otros. No hubo nada anormal. El Liceo
Militar General Espejo cambió su guardia y asignó los turnos de la noche.
La
imagen comenzaba a ser clara. Cuando pensábamos que había que encontrar un
punto clave para desentrañar esta madeja compleja y oscura, llegaron hasta
nosotros los últimos datos. Estábamos en posesión de la dirección de los
protagonistas. A veinticuatro horas de nuestra llegada a Mendoza supimos que
nuestra tarea no iba a ser fácil. Salimos del bar "El Mendocino" y
atravesamos la calle para hojear la última edición de "Los Andes".
Algunas personas entraban y salían de los lugares públicos. Las noticias eran
simples y comunes. El restaurante "Nicolita" calmó los apetitos.
Comenzó
el segundo acto. Pero, ¿por dónde comenzar? Pensamos que habían pasado
ochocientas dieciséis horas desde que la modorra mendocina se despertó y saltó
como un fogonazo. Pero estábamos seguros de algo. De existir, realmente, algo
extraño, lo íbamos a saber. Esa, lector, era la
misión por la cual "2001" (revista de ciencia ficción
argentina) nos envió allí.
El
camino del diablo
Arde
el sol, golpea y sube un calor fuerte por los muros. Mendoza y su mediodía caen
a pique sobre la gente. Murmullos y ruidos ajenos. El taxi corre rumbo al Norte;
sube por San Martín; dobla hacia el Oeste. Vemos las montañas. Seguimos rumbo
al Norte. Mendoza pasa velozmente; percibimos los cipreses y los árboles de un
verde luminoso. Cuando avanzamos por Boulogne-sur-Mer -avenida límite al Oeste-
divisamos el Liceo Militar General Espejo y más arriba, amarillos, rectos,
encuadrados, los monobloques del Barrio Cano (ex casas colectivas). Buscamos uno
en especial. Y un número y una calle que ahora no revelamos. Estábamos en eso
cuando una mujer pequeña, simpática, con un bebé en brazos, nos abre la
puerta, saludamos y preguntamos por su esposo. Habíamos convenido una cita. Su
marido, Fernando José Villegas, mientras hacía un ademán a Juan Carlos
Peccinetti, se adelantó a saludar. Ellos estaban allí. Los protagonistas
principales del "supuesto" aterrizaje de un OVNI en Mendoza, y su
posterior contacto con los tripulantes, apenas sonrieron. Éramos periodistas y
eso nos molestó mucho. Pero había que seguir.
"Ese
día -confiesa Villegas refiriéndose al viernes 30 de agosto- me sentí
aliviado de la gripe del jueves. Por otra parte, tuve un problema. Cambio de
cables en las bujías del auto. Es el coche más viejo el que más se presta a
bromas. Sí. Era una de tantas. Era la broma clásica de los compañeros:
volcarme basura o colocar los tachos en el techo del auto. La noche del jueves,
cuando fui a arrancar, escuché explosiones. Decidido a regresar por otros
medios, vi en ese momento a Peccinetti y un amigo que se iban. Les pedí que me
empujaran. Fue inútil. Ahí, al revisarlo, noté la broma. Apenas si conocía a
Peccinetti como amigo, pero me ayudó. Así que tomamos un taxi y me trajo hasta
casa. Tomamos un té (yo estaba solo),
luego volvió y nos fuimos. Recuerdo que ese día, o sea la madrugada del
viernes, él dejó su gabán olvidado. Recogimos a su señora y buscamos una
"lanza" para remolcar el auto".
En
ese momento Villegas se detiene. Parece recordar. No es muy alto, usa anteojos
negros, tiene una nariz recta, perfilada, los rasgos angulosos, la piel cetrina;
todo contrasta con el metro noventa de Peccinetti, el físico atlético de este
último, su parquedad al hablar, la poca importancia que da al suceso. Pero
Villegas no. Decide hablar, explicar, con calma, fría y lógicamente. Apenas si
logramos algunas confirmaciones por parte de Peccinetti, que asiente con la
cabeza o niega. Frente a un Villegas supuestamente tímido, emotivo, temeroso,
pusilánime, fácilmente sugestionable, anotamos un hombre lúcido, lógico,
coherente en su relato, parsimonioso, dueño de una situación económica
humilde, padre
Esa
era la técnica de la entrevista. El departamento de Villegas, en ese momento,
era testigo de un diálogo entre hombres que buscaban la verdad y hombres
cuestionados por las autoridades. Por eso tuvimos que ser duros. Preguntar,
extraer.
-Remolcamos
el auto- arriesga Peccinetti.
-Sí.
Entré al taller -dice Villegas- (Se quedan callados. Luego, el hilo
se retoma).
El
dulce color de las estrellas
Aquí,
realmente, comenzaba la trama. Tomamos especial cuidado en hablar despacio,
indagar lentamente. Y repetir algunas preguntas. El relato fue de uno. O de
ambos. Porque dijeron lo mismo. No hubo contradicción. Al menos, eso es lo que
recogimos aquí.
-Era
mediodía -acota Villegas, remontándose al viernes 30- Después de salir del
taller, el auto funcionaba perfectamente. No le noté nada raro. Fui a la estación
de Jorge Calle y Perú y cargué la batería. Regresé a mi casa. Dormí. A la
noche, me fui a trabajar. Peccinetti me encuentra a las diez y media de la noche
y me comenta el olvido de su abrigo.
-Sí.
Estaba sin auto -contesta el aludido- el "bendix" no me agarraba; ya
me pasó en otra oportunidad.
-Me
retiré temprano esa noche del viernes.- afirma Villegas.
-Me
quedé hasta después de las tres- asegura Peccinetti.
-Crucé
al "Bacará" (tradicional bar de Mendoza)-dice el dueño del auto- y
estuve con cuatro amigos. Me invitaron a un café. Se hizo tarde y salió
Peccinetti. Estaba sin auto, y cada vez que encuentro a un compañero, lo
traigo. Si bien él vive en el extremo Sur y yo en el Norte, me pidió ir a
buscar el abrigo y luego llevarlo hasta su casa. Accedí.
Aquí,
una duda. ¿Por qué Peccinetti, siendo una noche no excesivamente fría,
insistió en ir a buscar el abrigo? ¿No podía esperar hasta el otro día?
(Nota de la Dirección de la revista cibernética "AL FILO DE LA
REALIDAD"): No estamos de acuerdo con que esto sea significativo de algo.
Recordemos que ambos se reconocen como "no muy amigos" antes del
incidente. Peccinetti bien puede buscar su abrigo no tanto por la temperatura,
sino por cierto recelo natural hacia quien, sin ser muy de nuestra confianza,
retiene algo que consideramos de valor, de allí la necesidad de recuperarlo
pronto, para propia tranquilidad).
-En
ese momento quise, al menos, que me devolviera, por así decirlo, el favor del día
anterior: empujar el auto y llevarlo hasta el taller. Insisto en que estaba muy
cansado y no conocía el camino a su casa. Nunca había estado en ella. No éramos
amigos.
-Subí
por la izquierda (donde aparecieron los grabados), dado que es el único lugar
que tiene la llave.
Pasé a la derecha y me instalé al volante -continúa Villegas, siendo
obvio señalar que el modelo de auto pertenece a los muy antiguos, con el
volante de ese lado-. Ese día salí por Perú (reconozco que nunca tomo ese
trayecto). Subiendo por Jorge Calle salgo derecho a casa. Pero no. Esa noche, no
sé por qué, doblé, luego de tomar la calle, hacia el Sur por Olascoaga. Llegué
hasta Paraná hacia el Oeste
-Peccinetti
no hablaba- y torcí hacia el Norte por Paso de los Andes. Seguí hasta Moldes,
llegué hasta Huarpes, doblé por esa calle hacia el Norte (allí tenía
nuevamente la posibilidad de llegar hasta Boulogne- sur-Mer y salir a casa, pero
no lo hizo) y nos topamos con Laprida. Hice una cuadra por Laprida y, al llegar
a Neuquén, doblé nuevamente hacia el Norte. Hice unos ochenta metros. En ese
momento, el auto se paró.
Estábamos
en el instante justo. Y esperamos con ansiedad el resto del relato. Frente a los
reales protagonistas del suceso, ellos hablaban libremente, sin trabas,
tranquilos. ¿Qué había pasado esa noche allí?.
El
momento de la verdad
Muchas
fueron las deducciones, los pro y los contra de la policía. Nosotros visitamos
el lugar: un terreno baldío frente al Liceo Militar, árido, con tierra seca,
que se levanta en polvo cuando sopla viento muy fuerte, tiene una dimensión,
aproximada, de 16 por 26 metros, lindando con una acequia pequeña en el límite
con la calle Neuquén, y otra amplia, que lo separa de la calle Jorge Newbery.
Eso es todo. A esa hora -las 3.42 del viernes 31 de agosto, cuando a Villegas se
le paró el auto- pasan pocos automóviles. Hacia la izquierda, cruzando
Boulogne-sur-Mer, a varias cuadras, se levanta el Hospital Lagomaggiori. Arnaldo
Ferrari hacía guardia allí. Seguimos preguntando. Al llegar a este momento,
sin darlo a conocer, comenzamos un cuestionario cuidadosamente preparado. Ellos
no lo sabían. Pero no podían escapar a la verdad.
-¡Se
paró el auto!- dijo Villegas esa madrugada. Allí ya se había despertado
Peccinetti. A él no le llamó la atención. Era un auto viejo y tenía
problemas siempre. "Carburación mala" -acota Villegas-. Me bajé por
el lado derecho y fui hacia el motor.
Por
su parte, Peccinetti descendió por el lado izquierdo. Al dar vuelta frente al
auto y llegar a la altura del guardabarros izquierdo, miró hacia el 0este.
Dijo: "¡Flaco, mirá!".
"Allí,
suspendido a un metro y setenta sobre el suelo, más o menos, con forma
semejante a dos platos pegados por sus bordes, despidiendo una luz oblicua (haz
compacto) en un ángulo de más o menos cuarenta y cinco grados, estaba un
objeto. Tendría (esto lo recuerdo ahora) unos cinco a seis metros de ancho, de
un color gris oscuro. En un comienzo no vi nada. La distancia sería de unos
treinta metros o más hasta nosotros. Tenía una pequeña oscilación y allí
estaban "ellos".
Peccinetti
se revuelve en la silla. No fuma. Parece como distraído. O cansado de repetir
lo que mil veces dijo a todo el mundo. Estábamos obteniendo detalles que no se
conocen. Era el relato fiel, sin tapujos o deformaciones. Era, para ellos, su
gran verdad.
Otros
seres: ¿otros mundos?
-Sí,
eran cinco- dice Villegas.
-Lo
primero que vi fue la luz del aparato -afirma Peccinetti- luego, los seres. No sé
si eran cinco. Supe que eran cinco cuando se adelantaron tres y quedaron dos. En
ese momento sentí una gran impresión. Tuve un poco de temor. Luego perdí las
ganas de correr, me sentí como cuando me dieron, en cierta oportunidad, una
pastilla para operarme. No, no estaba cansado en ese momento. Era como un
relajamiento, un no sentir nada. Sólo estar allí.
-No
tenía miedo, estaba paralizado. Miraba fijamente el objeto (en eso coinciden
ambos también). No podía moverme.
Es
más. No era que no podía. Simplemente (y acuerda Peccinetti) no teníamos
ganas de hacer nada. Ni correr,
esas figuras o lo que fureene no movían los labios, eso al menos me
pareció. Poseían rasgos de una persona normal.
-Nunca
los pude mirar a la cara. Se me acercó uno de ellos a mi derecha, y sin poder
girar los ojos alcancé a ver, cuando salieron de mi visión directa, lo que el
rabillo puede vislumbrar (lo mismo Peccinetti).
La
conclusión es obvia. Estaban como en un estado de hipnosis, y vieron
directamente a estos seres dentro del radio de visión directa a ellos. Cuando
salieron de esa dirección, sólo el ojo alcanzó a ver por el costado.
-Eran
pequeños, de alrededor de un metro y cincuenta de estatura.
Sentí,
a medida que ellos avanzaban, dos palabras en castellano- afirma Villegas. -Era
como si fuese mi mismo pensamiento, pero en forma más nítida. Sí. Eran dos
palabras: "NO TEMER". "NO TEMER". Las tenía aquí, en mi
cabeza"- asiente Peccinetti.
-Tenía
la mente en blanco- dice Villegas.
-Después
de escuchar las palabras no tenía necesidad de responderle- dice Peccinetti.
-No
tenía ganas de hablar- sigue su amigo.
-Escuché
solamente "No Temer".
Luego:
"TRES VUELTAS AL SOL PARA ESTUDIAR COSTUMBRES E IDIOMAS".
-Cuando
ellos venían caminando aprecié una ropa más o menos enteriza. Eran similares
entre ellos. Al menos parecidos. Vestían unos buzos u overoles como los de los
corredores de autos. No les vi las manos (Peccinetti tampoco) . A mí me tomaron
la mano izquierda. Eran calvos, de cabeza grande.
-A
mí también- dice el más alto de los dos.
De
todas las sangres, la nuestra
¿Qué
sucedió entonces? Es fácil deducir que les tomaron las manos -y ambos
coinciden en ello- con algún propósito determinado. Hasta el momento, de los
dos muchachos ninguno se había movido. Pero las palabras, o mejor dicho, el
pensamiento de cada uno de ellos, más fuerte, formaba las siguientes frases:
"No temer... Las matemáticas son el idioma universal".
Así
prosiguió el "monólogo"; la transmisión de mente a mente que inducía
alguno de los seres.
Aquí,
Villegas aporta un dato fundamental.
-Uno
de ellos -dice- repetía: "dominio de la gravedad".
Lo
que sigue es el resultado de comparar las dos opiniones.
Se
acercó uno de los dos, que habían permanecido atrás (el otro siguió en el
mismo lugar) con una especie de rueda (por la forma) del tamaño de una de
bicicleta (algo más chica tal vez). Se detuvo ante la acequia que separa el
baldío de la calle Neuquén. Esta acequia mide unos 45 centímetros de ancho, y
la "pantalla" circular, iluminada, mostraba imágenes en colores.
-Primero
vi una catarata con abundante agua. Estaba fija (Villegas).
-Sí,
parecía una catarata común. Habrá durado unos tres segundos. Luego, se apagó
(Peccinetti). Villegas afirma. Lo hacen indistintamente. Habla uno de ellos o
los dos a la vez. Lo cierto: no se contradicen absolutamente.
-Luego
-dice Villegas- vi como un hongo atómico.
Su
amigo aclara: "Era como una nube grande, similar al hongo. Se veía contra
el azul del cielo. Luego, vimos las cataratas otra vez. Es decir, me pareció el
mismo paisaje anterior, pero sin agua. Las mismas rocas y árboles, pero
desnudo.
-Parecía
invierno (al unísono).
Retomamos
el relato en el punto en que les pincharon los dedos.
-Me
tomó la mano izquierda, el que estaba a mi lado derecho -afirma rotundamente
Villegas- y sentí un pinchazo en los dedos índice y mayor. Peccinetti muestra
las tres punciones. Es el dedo mayor de la mano izquierda. Aún las conserva. Nítidas.
Aunque el parte médico dice que las de Villegas eran profundas, y las de
Peccinetti superficiales. Éste continúa: -Mientras tanto, advertí por el
rabillo del ojo, un chisporroteo a mi izquierda, abajo. Cuando ese chisporroteo
terminó, los tres se fueron juntos.
Éxodo
-Así,
partieron los tres y luego el otro, el de la pantalla (según Villegas). Insisto
en que eran como personas normales. Cruzaron la acequia (no vimos cómo) y
llegaron hasta la zona iluminada.
A
partir de aquí, el relato de los dos es el mismo: subieron por el haz de luz,
como si fuera una escalera mecánica, uno detrás de otro. Éste se apagó al
subir el último. Luego, una explosión que Villegas sintió como un
"flameo" en los pantalones y Peccinetti como un golpe de aire en el
cuerpo.
Al
partir el objeto o nave, recuperaron el sentido. Salieron corriendo.
El
juez
Son
las 21 horas del sábado. Mendoza en silencio y vacía. En el Palacio de
Justicia del Barrio Cívico, el juez Marzari Céspedes acumula cientos de
expedientes para hacernos lugar. Fuma nerviosamente. Se expresa con ademanes rápidos.
Intercala frases, las rompe, las arma. A regañadientes, acepta hablar.
"Entré en la causa de curioso, sí. Es una broma de mal gusto. Con un móvil
detrás. No es nada del otro mundo. Mendoza es así. Siempre pasan cosas raras y
me tocan a mí. Esta era una más. Y fui. Es más, siempre me hacían chistes
que se referían a que lo último que me faltaba era detener un plato volador.
Y... No sé. Eso fue un sábado, según recuerdo. Pero yo aparecí el domingo.
Me levanté ese día muy curioso. Seguro que todos iban allí a buscar
radiactividad. Al ver los "garabatos" (me acompañaba un oficial) en
la puerta, me causaron mala impresión. Me dirigí hasta el lugar del supuesto
descenso. Iba a ver, en realidad, si encontraba algo humano o no humano (ya les
digo -repite- por pura curiosidad). Hice desviar el tránsito. Necesitamos
encontrar al doctor Estrella (el otro juez no estaba) y había que ordenar una
pericia psicomental. Tal vez una hipnosis de Villegas y Peccinetti, y eso debe
ordenarlo un juez. En el lugar, como les digo, había una pared al costado, una
palmera, dos postes de luz, dos sauces y, al frente, hacia el Norte, dos baldíos
más. ¿Por qué aterrizaron -si así lo hicieron- en ese lugar? ¿Por qué no
eligieron uno más grande? No juzguen mal. Me hago preguntas humanas para
encontrar una respuesta no humana. Sí. Se habló de mi interrogatorio. Lo hice
para poder saber sobre qué elementos iba a ordenar una pericia."
"El
lunes conversé con ellos, por primera vez, calculamos que fue después de 48
horas de acontecido el suceso. Lo hice para saber exactamente sobre qué versaría
la pericia psicomental. ¡Ah! Vuelvo al domingo. Caminé hasta el lugar -entre
la gente- donde se suponía estaba el haz de luz. Busqué clavos, ataduras,
tirantes. Y algo donde colgar, por ejemplo, un telón; tenía solamente la
palmera, los sauces y el cañaveral. Llegué, como les digo, al lugar del
supuesto "patito" (así llama el juez al supuesto OVNI) Y vi en el
centro, donde debió aparecer el objeto, dos huellas frescas, de rodado 15 ó
16.
(Nota
de la Dirección de AFR: El juez se refiere a la huella de neumáticos de
bicicleta. Por la medida que da, se supone que son de un vehículo casi
infantil, lo que invalida por demás la presunción, que no expresa pero insinúa,
de que habrían sido manos humanas las que elaboraron el truco, ya que deberían
corresponder a niños. Por otra parte, el mismo juez dice que llegó
"impulsado por la curiosidad", por lo tanto no preserva adecuadamente
el lugar de los hechos. Hace interrumpir el tráfico, pero no prohíbe circular
a la gente -él mismo dice arribar al lugar entre el gentío- ¿Cómo negar
entonces nuestra presunción de que esas marcas fueron realizadas por algún
inquieto y curioso adolescente arribado antes que el juez al lugar?).
Lamentablemente, cuando llamé al oficial que me acompañaba, éste las pisó,
borrándolas."
"Seguí
buscando. No hallé nada. Al día siguiente, los cité a declarar. Ordené una
pericia que debía abarcar reacciones ante estímulos lumínicos, auditivos,
visuales y sensoriales. Designé dos psicólogos y dos psiquiatras. Sí. Al
interrogarles encontré muchísimas contradicciones. Y al reconstruir el hecho
también. Ahora, el sumario es secreto. ¿Conclusión? En la reconstrucción no
hubo un relato fiel. Villegas, según aprecié, no se acordaba prácticamente de
nada. Es más, creo que pudo ver, como no ver nada. Estaba asustado de un susto.
Esa fue la impresión que tuve. nunca aseveré que Peccinetti fuera el autor de
la broma".
El
fiscal
Juan
Santos Curri, fiscal que interviene actualmente (al momento de la investigación
que se
publica) en la causa: "No puedo declarar nada. El sumario es
secreto. En cuanto a los señores Peccinetti y Villegas -nos aclara- ellos
temieron que fuera una causa contra ellos. No es cierto. Su situación es la de
testigos. Fuera de las lesiones, hay otro delito: daños en el automóvil. La
Justicia, en este caso, investiga lo que presuntamente se trata de un hecho
delictivo. En ningún momento un magistrado debe partir de hechos preconcebidos.
Personalmente, no abro juicio sobre la veracidad del hecho. En caso de no
encontrar culpables, la causa se reserva en secreto hasta que el autor se
individualice o se ordene la prescripción (en otras palabras: pasa a ser
archivada). La fiscalía a mi cargo -sigue Curri- no ha hecho ningún cargo
contra esos señores".
¿Cuál
era la sustancia de ese sumario secreto?
Tuvimos
que ahondar, buscar contactos, tratar de llegar a una solución. Y
"2001" en Mendoza, sufrió todo: silencio, temor de los entrevistados,
retraimiento de las autoridades, imposibilidad de obtener una respuesta clara.
Pero pudimos averigüar, atar cabos.
Pruebas
posibles a presentar por la Justicia para demostrar que fue una broma
1)
Marcas de huellas de rodado, sólo vistas por Marzari Céspedes que demostraría
que hubo personas en el lugar del hecho, donde se supone que estuvo la luz.
2)
Reloj de Peccinetti parado a las 3.42. La hora de llegada al Liceo se anotó una
hora después.
3)
Mercurio hallado (se dice en el sumario que corresponde exactamente al que
contiene un termómetro común).
4)
Restos de vidrio junto al mercurio.
5)
Posibles rayas hechas por la policía, similares a las encontradas, para
demostrar que "humanamente" se pueden hacer.
6)
Se supone que la explosión fue hecha por un disparo de escopeta.
7)
Se trataría de una broma "con fines inconfesables"
8)
Contradicciones de los testigos al día siguiente y en el lugar del hecho.
Analizando
objetivamente, se pueden acotar las siguientes reflexiones a cada
"prueba":
1)
La huella actualmente no existe. ¿Cómo comprobar físicamente que existió si
no hay fotografías ni la vio nadie más que el juez? (N. de la D. de AFR: además
de nuestras propias observaciones ut supra indicadas).
2)
El juez acepta que el reloj se detuvo a las 3.42 del sábado 31 de agosto. Por
otra parte se afirma que llegaron al Liceo una hora después. Si se trató de
una farsa y lo detuvo Peccinetti, ¿qué razón tuvo el probable inculpado para
esperar una hora y correr hasta allí?. Es más, se supone que lo ocurrido fue a
partir de las 3.42. ¿Cómo puede asegurarse y determinar el tiempo que puede
llevar una operación de esas características, si es que existió, efectuada
por seres extraterrestres?. ¿O bien, terrestres?. ¿Hay un límite de tiempo
para ello?. ¿Quién lo puede determinar?. Finalmente, a manera de información,
es prudente destacar que en casos de supuestos aterrizajes de OVNIs y en su
posterior contacto con seres humanos el tiempo para los testigos deja de fluir
normalmente. Lo que parece una hora pudo ser un minuto, o viceversa. ¿Quién lo
puede decir? (N.de la D. de AFR: Aunque Vignati y Ray lo insinúan vagamente, lo
cierto es que en 1968 el concepto de "tiempo perdido", tan caro a las
abducciones, no era por cierto aún parte de la terminología especializada de
la Ovnilogía. Este concepto, hoy tan común, da sentido a esta diferencia
horaria. Pero se nos ocurre algo quizás más simple. Peccinetti -el único que
tenía reloj- iba dormido cuando Villegas se detiene. Seguramente aún
somnoliento, mira su reloj, constata que eran las 3.42, baja y luego se suceden
los acontecimientos tal como los conocemos. Había salido "después de las
tres", cuando se encuentra con Villegas y emprenden el regreso. El reloj
pudo haberse parado en cualquiera de esos momentos previos al encuentro, y erróneamente
asignarle esa hora al mismo, ya que en esas circunstancias Peccinetti bien pudo
no haber advertido -dada la falta de luz, el sueño y la incomodidad del
percance- que ya podía hallarse detenido con anterioridad).
3)
"2001" comprobó que varios testigos habían recogido mercurio. ¿Qué
analizó la policía?. ¿Lo que encontró cuando se llevó el auto?. ¿Cómo
puede afirmarse que corresponde a lo que contiene un termómetro común? (N. de
la d. de AFR: y dado que ese "mercurio" tampoco juega un papel en la
descripción de los testigos, uno esperaba que la Justicia hallara
"evidencias" de la teatralización relatada, y no elementos
colaterales no mencionados ni siquiera en el relato. Con el mismo criterio,
podemos suponer que el termómetro estaba allí roto desde mucho antes de
acaecer el incidente).
4)
La supuesta aparición de restos de vidrio junto al mercurio, que no vieron los
primeros testigos que llegaron al lugar, es sin duda una "prueba"
discutible.
5)
Esto sólo demostraría por parte de la policía una habilidad semejante a
quienes trazaron el original. No por eso se puede descartar que fueron seres
extraterrestres.
6)
Explicación dada por el juez Marzari Céspedes para tratar de demostrar que se
trataba de un disparo de escopeta: "La experiencia que hemos realizado señala
que dos disparos de escopeta, efectuados desde un cerro y desde un ángulo
determinado, a singular altura y en especiales condiciones de ubicación, pueden
producir un eco similar a una explosión. Se busca la escopeta".
7)
Se trata de vincular este hecho a ciertos movimientos extremistas (N. de la D.
de AFR: los periodistas no lo dicen, pero todo apunta a suponer que en mente tenían
a Silo y su Comunidad, que en esos días suscitaba polémicas de todo tono por
su prédica espiritual-política.) Hasta el momento, y de acuerdo con las
averiguaciones realizadas por "2001", la relación OVNIs-fines
inconfesables sólo encontraría asidero en la supuesta filiación extremista de
quienes habrían preparado esa "broma de mal gusto". Con lo cual el
fenómeno OVNI pasaría a ser un factor de agitación política a nivel
internacional (N. de la D. de AFR: y, en todo caso, es una especulación sobre
las motivaciones antes que una prueba judicial).
8)
Se supone que toda persona bajo los efectos de un estado de alteración o
excitación, motivado por la percepción de un fenómeno de características insólitas,
no está exenta de cometer errores o contradicciones que no modificarían el
hecho central (N. de la D. de AFR: se nos ocurre también otra explicación. En
esas fechas Argentina se encontraba bajo una dictadura militar, siendo tiempos
difíciles, violentos (estando muy cercano el "Cordobazo",
levantamiento sindical en contra del gobierno de Juan Carlos Onganía)). Ser
llevado a declarar ante un juez, con una policía militarizada pisando los
talones, tenía una carga de estrés y ansiedad difícilmente comprensible hoy
en día.
Estas
supuestas pruebas revelan hasta qué punto una mentalidad condicionada por
prejuicios que la inhiben para aceptar fenómenos insólitos o de índole
desconocida, acude a toda clase de explicaciones o excusas -en muchos casos
pueriles- para desvalorizar la posibilidad de un hecho difícil de armonizar con
los esquemas tradicionales que normalmente aceptan
de tapar lo que sucede en ese sentido, es negativo.
-¿Por
qué entonces el decreto policial?. ¿Se trata acaso de prohibir a los OVNIs por
decreto?.
-Absolutamente.
Es un llamado a la reflexión. Es más, no se hace alusión, ni remotamente, al
caso específico Villegas-Peccinetti.
-¿Ese
caso cree usted que está explicado científicamente?.
-Me
atrevo a decir que sí. Hubo además peritajes caligráficos. No puedo decir por
qué. La policía no parte de ninguna hipótesis, sino que trata de hallar una
explicación.
Seguimos
el diálogo, que concluyó a los pocos minutos. La respuesta final fue clara y
precisa. Este es el comunicado policial del 5 de setiembre: "Con motivo de
varias denuncias que últimamente se han producido en esta provincia y que han
tenido amplia resonancia en los órganos de la prensa oral, escrita y
televisada, relacionada con la supuesta aparición de OVNIs y de seres de
apariencia extraña, la Jefatura de Policía de la Provincia, por medio de sus
órganos especializados, ha investigado minuciosamente las circunstancias y los
hechos relacionados por todas las personas que dicen haber sido testigos o
afectados de algún modo por estos fenómenos, llegando a la conclusión, en
todos los casos, sin excepción, de que no se ha comprobado absolutamente
ninguna de las aseveraciones sobre supuestos acontecimientos extraordinarioos,
resultado de los informes producidos por los Técnicos de Policía Científica,
Sanidad Policial, expertos en Mineralogía de la Dirección Provincial de Minas,
científicos de la Delegación Oeste de la Comisión Nacional de energía Atómica
y los profesionales médicos y químicos del Instituto de Criminología y
Medicina Legal, que se trata solamente, en algunos casos, de fenómenos
alucinatorios y en otros, de individuos cuya personalidad presenta como rasgos
característicos tendencia a la mitomanía, a veces en concurrencia con su nivel
cultural, y en otros, a un deseo de publicidad con fines no confesables. Se
destaca que absolutamente todos los indicios materiales localizados y analizados
responden a causas naturales y comunes, libres de interpretaciones
extraordinarias, siendo perfectamente reproducibles. La Policía de la provincia
previene a la población sobre estos hechos, tendientes a alterar la
tranquilidad pública e invita a la serenidad, justeza y mesura en la apreciación
y divulgación de tal tipo de noticias. Asimismo, recuerda que el Código Penal
sanciona con pena de prisión a quienes infundieren indebidamente un temor público,
por lo que se procederá a instaurar los correspondientes procesos a las
personas cuya conducta encuádrase dentro de la citada disposición legal".
(N. de la D. de AFR: Un sonriente Hartkopf decía no referirse a Villegas y
Peccinetti, pero, ¿qué caso más sonado que éste en los días anteriores?. Un
sonriente Hartkopf que decía "llamar a la reflexión", mientras
trataba a los testigos de alucinados, estafadores, mitómanos e ignorantes.
Porque así se debía "reflexionar" en esos tiempos difíciles.).
El
fin de la aventura
Se
tejieron, finalmente, mil versiones. Fue una tarea ardua y complicada.
Extrajimos de ella todo el material realmente aprovechable. Desde supuestas
vinculaciones con los aparentemente grupos esotéricos Kronos (nada se pudo
averigüar) hasta una premonición que apareció en el diario "La
Tarde" de que "algo" iba a suceder. Vimos a los testigos, los
interrogamos y sobre todo Peccinetti y Villegas fueron dos seres normales,
"empleados correctos, a los que se les dio permiso para ir hasta Buenos
Aires -según Arturo Solari, subgerente a cargo de la Gerencia del Casino en los
días que estuvimos allí- y a pedido de ellos se les dio permiso para estar, en
los días posteriores al suceso, en la cabina de turno para evitar comentarios
de sus compañeros, es más, a su regreso de Buenos Aires no se les dio mesa el
primer día para evitar escenas desagradables. No. En absoluto, no se les
suspendió para nada. Y menos por haber visto un plato volador. ¡Es absurdo!
-en seguida llama a un funcionario de personal y el mismo declara delante de
nosotros que no existía suspensión alguna contra Peccinetti y Villegas-.
-"Ellos
-prosiguió- cumplen con su deber. Esta es una casa de disciplina férrea".
Sí, lector. el señor Solari corroboró la salida posterior de Peccinetti esa
noche. Y fueron muchos los interrogantes que nos hicimos. Sin embargo, amigos de
Peccinetti afirman que éste fue suspendido. Pudimos rastrear y averigüar el
supuesto número de la suspensión: Resolución 267 del 21 de setiembre de 1968.
Pudimos
apreciar que Peccinetti no ha cambiado en su forma de ser. Sigue la vida de
siempre. Villegas, no. Se interesa por lecturas serias, trata de profundizar en
temas que antes del suceso le eran ajenos. Diríamos que es "otro". Y
si a esto sumamos los testimonios de vecinos, como Micaela y Juana, que
escucharon la explosión, o de la señora María de Spinelli, de Luzuriaga 60,
que aseguró haber visto un OVNI a esa hora, las pruebas a favor y en contra se
desequilibran. Hay muchas a favor. Legalmente, humanamente, se trata de no
aceptar este hecho insólito. Nos parece lógico. La Policía, la Justicia,
tratan de explicarlo y justificarlo. Pero si no fue así, si realmente hubo un
contacto con extraterrestres, ¿a quién beneficia esta actitud?.
Regresábamos.
El jet sobrevoló Mendoza y dejamos a los 500.000 habitantes del núcleo urbano.
Habíamos llegado a escuchar y ver. Allá, a siete mil metros debajo, estaban
los protagonistas de un hecho -tal vez- fantásticamente real.
Primer
testigo
Arnaldo
Ferrari, médico forense de guardia en el Hospital Lagomaggiori: "Me
encontraba en el Hospiital Lagomaggiori haciendo mi guardia semanal en la
madrugada del 31 de agosto. Eran las 4.45 horas y estaba leyendo el diario. Me
llamaron. Fui y encontré a Peccinetti y Villegas. Uno de ellos (Peccinetti) se
encontraba boca abajo en un banco. El otro (Villegas) sentado en un extremo,
agarrándose la cabeza con las manos." "Ambos denotaban una gran
excitación psicomotriz. Me manifestaron que en el Liceo los habían tratado
mal. Me extrañó que una institución militar tan seria los tratase así, y más
que no les sacasen el polvo y la suciedad con que estaban cubiertos. Peccinetti
demostraba espanto y miedo. Por momentos, se ocultaba el rostro con las manos.
Presentaba alguna incoherencia en el relato. Repetía: "No sé, no sé,
doctor, póngame una inyección". Su vestimenta evidenciaba revolcones
recientes. El aparato cardiovascular de ambos daba 150 pulsaciones por minuto.
Es fácil de explicar, habían corrido del Liceo hasta aquí. La temperatura
axilar era unas décimas mayor que la normal. Tenían dos micropunciones en la
pulpa de los dedos índice y mayor de la mano izquierda, de donde manaba
sangre". "Cuando llegó el personal policial, los invitaron a ir al
lugar del hecho. Peccinetti no quiso. Me dijo: "Yo no voy, tengo miedo, ¿no
sienten olor a azufre?". Luego se quedó hablando conmigo y no se refirió
más al problema".
Un
testimonio
Bernardo
Razquin, meteorólogo: "Ese sábado -nos dice- serían las 8.45 de la mañana
cuando Radio Nihuil dio la noticia del aterrizaje de un plato volador en la
ciudad. Fui inmediatamente al Liceo Militar. Llevé una gotera y recogí
mercurio que había en el guardabarros del auto. Las presenté en el Canal 7 a
las 13 horas del sábado. A la noche, esas partículas se fueron separando. Las
coloqué, al principio, en una tapita de material plástico, pues las había traído
en un sobre. Al día siguiente, las subdivisiones del "aparente"
mercurio se iban desgranando por unidades. Sí, había como un fogonazo por
dentro".
Esta
es otra de las tantas personas que aseguran haber recogido mercurio. Es decir,
¿cómo es posible que la policía diga que lo recogido correspondía a un termómetro
común, cuando varios testigos se habían llevado cierta cantidad?.
El
defensor
Ignacio
Correa Llano, abogado: Ignacio Correa Llano, abogado y presidente del Centro de
Investigaciones Espaciales, llega al bar del hotel. "Asumí espontáneamente
la defensa de Peccinetti y Villegas -nos dice- ante la posibilidad de que fueran
objeto de arbitrariedades cuando estaban siendo interrogados. Una vez
finalizado, cuando los volvieron a llamar, fui con
un escribano público. Se citó a ellos y a la señora de Peccinetti. En
ese momento, Marzari Céspedes intervenía en la causa. Luego, fue marginado de
la misma, haciéndose cargo el fiscal Juan Santos Curri. Éste me aseguró que
no estaban sometidos a proceso ni sumariados, sino que se los citaba como
testigos. No obstante el tiempo transcurrido hasta la fecha (5 de octubre) no
aparece elevado el sumario de la policía a la fiscalía, si bien es cierto que
en nuestro código penal (el mendocino) el fiscal puede interesarse en la
instrucción sumarial sin que se le haya elevado el mismo. Marzari se desvincula
y no hay ninguna acusación concreta por delito de intimidación pública".
"Insisto en que hubo presión psicológica por la forma del interrogatorio
y absoluta falta de objetividad de Marzari Céspedes. Él prejuzgó.
Evidentemente, el hecho "ocurrió". Es más. no se trata de Policía
científica en el sentido total de la palabra. Sí, son hombres muy meritorios,
laboriosos. Peritos en dactiloscopía, balística y escopometría, sin los
elementos indispensables para llevar a cabo una investigación de este caso. El
error es de carácter procesal, a un asunto que necesitaba un tratamiento a otro
nivel."
Mensaje
revelado
Cuando
el viernes 31 de agosto a las 3.42 de la madrugada, en la ciudad de Mendoza, una
mano anónima empuñó un instrumento para dejar grabado un mensaje en la puerta
y el estribo del viejo automóvil de Villegas, concretamente quiso decir:
"Comienza el final". Y lo dijo en arameo, el antiguo alfabeto de la
ciudad de Biblos. Sin embargo, eso no es todo. Para entenderlo completamente es
necesario disponerse a una gran apertura mental. Dejar de lado el criterio
univalente que utilizamos actualmente para la comunicación semántica o lingüística,
de simbología científica o artística, etc. y sumergirnos en un nuevo idioma
-aunque muy antiguo también- donde todas las formas de comunicación se unen
para transmitir un mensaje maravillosamente armónico.
¿De
dónde son?
El
grabado que, tanto en la puerta como en el estribo, aparece a la derecha del
mensaje lingüístico, determina un sistema binario (dos soles, uno girando en
torno al otro, y cada uno con su sistema planetario). En este caso se han
inscripto tres órbitas alrededor de cada sol y se ha determinado -mediante los
signos de correlación e igualdad- una identidad entre los dos cuerpos celestes
de las terceras órbitas. ¿Qué significa?. En un principio se pensó en el
sistema binario más cercano a la Tierra: Alfa Centauri -4,2 años luz- sin
embargo preferimos inclinarnos por la siguiente hipótesis: Tierra, tercer
planeta del sol; Ganímedes, tercer satélite de Júpiter. Para los hipotéticos
seres de Ganímedes el Sol y su "astro" central, Júpiter, determinarían
un sistema binario.
La
oferta que nos hacen
Los
signos que correlacionan a los dos cuerpos celestes marcan una identidad entre
los dos cuerpos interplanetarios: Tierra y Ganímedes, determinando un status de
igualdad entre ambas. Esta es su oferta. Ahora bien, ¿cuál es entonces el
mensaje completo?. Para comprenderlo hay que recordar, también, las imágenes
mostradas: una catarata (naturaleza), luego una nube en forma de hongo (explosión
atómica) y, por último, el mismo paisaje del principio, pero ahora seco y
desnudo (destrucción de la tierra).
Todo
se aclara
El
manejo irresponsable de la energía atómica se torna peligroso -"comienza
el final"- ya no sólo para la Tierra sino para el sistema Solar completo y
allí, no muy lejos, girando en la tercera órbita de Júpiter viven, sienten y
piensan tal vez otros seres muy similares a nosotros (recordar las palabras
dichas al obrero Núñez, de YPF -"2001" número 3-). Llegan y nos
advierten del peligro. Dejan su mensaje, mediante todos los sistemas de
comunicación posibles. Se expresan en el idioma de Dios, la lengua bíblica y
en el único idioma ahora universal, el matemático. Hablan y muestran imágenes.
Y si todo, aparentemente, aparece como un poco confuso, es necesario recordar
que también, de la misma manera, pudo serlo Jesús cuando hablaba con el
maravilloso y armónico sentido de sus parábolas. Por eso, a través de este
posible mensaje de amor y hermandad interplanetaria, volvería hoy a tener
vigencia el "En verdad os digo..." para el que "tenga oídos y
desee oír...".