Antiguamente en el Callejón del Beso vivieron dos enamorados, llamados Ana y Carlos. Ana era una rica española y vivía en el lado izquierdo, Carlos un pobre minero vivía en el lado derecho.
Por supuesto que el pade de Ana no le convenía que su hija se casara con él porque era muy pobre, él prefería que se casara con un rico español que fuera de su misma clase para que a
sí los dos se enriquecieran y vivieran muy felices.
Una de las primeras noches sube el padre y los sorprende besándose en los balcones, y le dijo que a la siguiente noche que la volviera a encontrar besándose con ese minero, la iba a matar.
Ella siendo su única hija no lo toma en serio, más bien lo toma como una burla o un regaño. A la siguiente noche ocurre lo mismo, el padre de Ana ya no le dice nada, sube a su recámara y toma una daga. Salió al balcón y se la enterró por detrás de la espalda. Ana por último alcanzó a estirar su brazo derecho. El pobre minero le toma el brazo y le da un último beso en el dorso de la mano.
Es así como se le queda a lo más romántico y estrecha que es el Callejón del Beso. Ahora se le quedó un dicho o una tradición. Que todas las parejas de enamorados, amigos o matrimonios que pasen por el Callejón del Beso, si no se dan un beso en el tercer escalón contándolos de abajo hacia arriba, se llevarán siete años de mala suerte, pero si se lo dan llevarán quince años de buena suerte. Si no traen pareja no les pasará nada.
Narración de Francisco Martínez Cuevas.
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