Don Germánico o la Leyenda de La Fuente de San José

Aportación: Arely Maribel Huerta Trejo

amht_84@hotmail.com

Llegó a Valladolid un joven de 20 años, no se supo de donde, por su español no muy bien pronunciado, se creyó que era de origen sajón, Don José de Jesús Germánico y Alemán, como se llamaba, era alto, muy blanco, de bigote y barba pelirroja. Vestía impecables calzas y capa de muy buen género. Por todo equipaje traía un paquetín. Se instalo en una pequeña casa que alquiló por la iglesia de San José, cuya construcción acababa de ser terminada y se dispuso a mostrar su mercancía, que era relojes de bolsillo. Los primeros que llegaban a Valladolid.

Visitó a los principales señores de la ciudad para ofrecerles su mercancía. Como era desconocido, todos los habitantes le tenían desconfianza, razón por la cual, no tuvo éxito al tratar de vender sus relojes. Por varias semanas no pudo lograr su intento; se le veía desesperado y ya casi sin dinero para comer y pagar el alquiler de su casa. Algunos vecinos, compadecidos, le invitaban lo que tenían. Desesperado, salía por las noches, ya que no podía dormir y se sentaba en lo alto de la escalinata que conduce a la puerta de la iglesia de San José, ahí pasaba horas enteras con la vista fija y en actitud meditabunda.

Un día, cuando llegaba al máximo su desesperación, en el primer peldaño de las gradas y frente a él, se presento un personaje de aspecto extraño y vestido a la europea: al mirarlo el alemán, un escalofrío sacudió su cuerpo y dirigiéndose a aquel, le dijo:

- Sir, ¿Qué hacéis a estas altas horas de la noche por estos lugares tan solos?

- A vos busco Germánico, se que vendéis relojes y quiero compraros uno.

- Es muy raro que sepáis mi nombre, yo a vos nunca os he visto, ¿Quién sois?

- Mi nombre poco importa, yo deseo ayudaros. Mostradme vuestra mercancía.

- En el bolsillo traigo dos, uno barato y el otro de oro de muy buena calidad, pero caro.

- Me interesa el bueno, ¿Cuánto cuesta?

- Dos monedas de oro de ley, ¿Os interesa?

- Bastante, no os daré dos, sino un doblón de oro, que bien vale 20 monedas de las pedís; pero antes os indicare la forma en que vos enriqueceréis hasta ser un hombre poderoso y de fama. Con este doblón, vos podréis reunir una inmensa fortuna, pero antes debéis prometer que sólo usaras de esa riqueza en diversiones, en bailes, fiestas y vicios; si empleáis un solo real en alguna otra obra de caridad, caerán terribles desgracias sobre vuestra persona y yo no seré responsable de lo que pueda pasar, ¿Qué respondéis de lo propuesto? ¿Aceptáis, o no?

Germánico, sin medir las consecuencias aceptó el trato. Entregó el reloj y recibió a cambio el doblón de oro y antes de que lo advirtiera, el personaje había desaparecido.

- Debo de soñar ya no esta el Sir, pero con este doblón, compraré víveres y pagare las rentas atrasadas.

- Se retiró a su casa y al día siguiente, dos señores tocaron a su puerta.

- Señor Germánico, haga el favor de vendernos dos relojes.

Le dijeron cuando apareció en el portón. Se presentaron más y más compradores hasta agotar su mercancía. No salía de su asombro al ver la cantidad de oro que había reunido, y se decía:

- Es preciso que vaya a México a traer más relojes, y otro tipo de objetos. Mi suerte cambio repentinamente.

Regreso con mercadería de todo tipo: relojes de diferentes formas, piezas bien labradas de oro y plata, compro la casa donde vivía y otra contigua a la que habitaba, para guardar sus mercancías. Pronto se hizo de amigos, a todos invitaba a los bailes, donde presumía de buen bailarín. Todos los amantes de las parrandas, se sentían orgullosos de contarlo entre su comparsa. Se le veía acompañado de bellas y licenciosas mujeres. La sociedad villasoletana lo toleraba, ya que su almacén era el mejor surtido, en él se encontraba todo. Pero nunca hacía una obra de caridad, nada a los pobres, ni ayudaba a los asilos y menos para obras de la iglesia. Sus horas de ocio, que eran las más de su existir, se las pasaba jugando a los dados o a lanzar monedas al aire para cruzar a puestas, su doblón nunca le fallaba y casi siempre salía ganando. Por las tardes, por fuera de su casa siempre estaban los más ricos personajes que esperaban jugar grandes cantidades, deseándole ganar a Germánico…

Al año de su llegada a Valladolid, llego a instalarse un anciano ministro que fuera plenipotenciario inglés, que a su retiro, quiso venir a estas tierras a radicarse con su hija y su nieta, la bellísima joven Ana Marlene y Estar, de 18 años, rubia como el sol, de ojos claros e inquietos. Compraron una grande y bonita casa frente a la elegante iglesia de San José, donde abrieron una tienda de telas y ropa de importación inglesa. La trabajadora niña, pronto se gano el afecto de vecinos y clientela. Desde que llego, llamo la atención de germánico, que quiso hacerse presente frente a sus nuevos vecinos, quienes le rechazaron sabiendo de su licenciosa vida. A toda costa quería acercarse a la niña, la cual no permitía que ni siquiera la viera.

Una tarde que salio de su casa acompañada de una monjita, para ir a explicar la doctrina a los niños, germánico se atrevió a hablarles:

- Madre, por Dios, permitidme conversar un momento con Ana Marlene.

La religiosa, ante suplica tan angustiosa, se lo permitió.

- Ana, es preciso que me escuchéis. No puedo vivir sin veros y vos me rechazáis, necesito vuestra mirada, deseo con vehemencia escuchar vuestra liadísima voz. Aceptadme como amigo.

- Es mucho el atreveros a hablarme de esa manera; conozco vuestro malísimo comportamiento, retiraos. Mientras no cambiéis de modo de ser, no deseo ningún trato con vos. Buenas tardes caballero.

Por esos días una hambruna azotó la ciudad. Marlene, su madre y su abuelo, junto con religiosas y gente buena, reunían alimentos para socorrer a los pobres de la parte más alta de la ciudad de Valladolid, que era la del barrio de San José, donde el agua escaseaba, por lo que los vecinos decidieron hacer una colecta para poder construir una fuente (que actualmente esta en el centro del jardín de San José) en medio del solar que había sido camposanto, y precisamente en el lugar donde existía una gran cruz, al pie de la cuan Don Germánico ocultó una caja de hierro forjado, con las riquezas que había estado acumulando. Mediante un mecanismo que sólo el alemán sabia manejar, corría unas baldosas y depositaba su oro sin llamar la atención de los que pasaban junto a la base de la cruz.

A la puerta de germánico, encabezando una comisión, llego Marlene a pedir una ayuda para los pobres y para poder seguir construyendo la fuente.

- Señor don José de Jesús, venimos a pedir vuestra cooperación para la fuente y para los pobres, Vuestro negocio siempre está en movimiento, y es seguro que tenéis mucho dinero, así que esperamos su generosa cooperación.

- Señores, mi intención es ayudar, pero toda mi fortuna esta invertida en mis mercancías, no puedo hacerlo.

- Vos no tenéis caridad y sois injusto, ya que con vuestros amigos gastáis mucho y a los pobres no dais nada; recordad que existe un Dios justo y misericordioso; y yo que pensé algún día ser vuestra amiga, pero seguís igual, de corazón duro, hasta nunca señor don Germánico - dijo con voz triste Ana Marlene.

Como estatua quedo el villano recapacitando por las duras palabras que le fueron dirigidas. Quiso seguir a la comitiva, pero ya se encontraban afuera del templo. Alcanzó a ver cuando Marlene, acompañada de su familia, entro a la iglesia a hacia allá se dirigió. Al momento de entrar al templo, escucho una voz en su interior que le decía:

- ¡No entres, nunca antes has estado en este recinto, no seas necio, no entres!

Siguió avanzando por el interior de la iglesia, descubriendo todo lo hermosa que era, y que nunca había tenido oportunidad de ver. Llego frente al altar, y al levantar la vista y contemplar la imagen del niño que conduce, tomado de la mano de San José, ¡Oh sorpresa se llevo!

- ¡Pero qué es lo que veo! El parecido del niño que el santo tiene a su lado, es como si fuera esa escultura, un retrato de mi hermanito el menor, su pelo, su fisonomía, son iguales a él. ¡No puede ser, es una alucinación!

- No es una alucinación Germánico, el parecido de esta imagen es realmente idéntico al hermano que dejaste en tu tierra, donde es conducido por tu santa madre hacia caminos de bondad, al igual que te llevaba a ti cuando niño al catecismo que no supiste aprovechar. Ahora tu madre reza mucho, porque presiente que vas en caminos de perdición. Da tu riqueza a los pobres, arrepiéntete y gozaras de dicha y paz.

- Pero, ¿Que hago niñito para ser bueno? - Da todo lo que tienes a los más necesitados – y el niño levantando su manita, como para bendecidle, continuo diciendo – ve por el buen camino y haz el bien.

Cuando Marlene salio de la sacristía, dijo con indignación: - pero ¿Qué hacéis en este santo lugar?

- ¡Ved al niño y tomad para los pobres! – y sacando de su bolsillo, entrego el famoso doblón que le había enriquecido. Y salio repitiendo, casi gritando ¡Ved al niño! ¡Ved al niño!

- ¡En efecto, el niño de San José tiene la mano derecha levantada, no se que ha pasado, no se! – dijo la religiosa encargada de cuidar la iglesia.

Al salir, todos los amigos de Germánico lo esperaban, uno de ellos se adelanto y le dijo: - Os aguardábamos para jugar, traemos cien doblones de oro, si perdéis, daréis todas vuestras riquezas a los pobres, ¿aceptáis?

- Lanzad pronto vuestra moneda, y será cara para vos y cruz para mi, - respondió Germánico.

Se disponía a lanzar la moneda cuando salía la niña, y con fuerte e indignada voz, grito: - Sois incorregible, tomad vuestra moneda, los pobres nada necesitan de vos, sois un sinvergüenza jugador, ¿A qué entrasteis a la iglesia? Y sin esperar respuesta tiro el doblón que fue rodando por todas las gradas hasta dejar de rodar, cayendo junto al pie de la cruz, precisamente donde el alemán ocultaba su tesoro. Al caer dicha moneda, sucedió lo inesperado, las losas que ocultaban el tesoro, de un golpe fueron movidas, quedando al descubierto, ante la admiración de todos los presentes.

Con voz fuerte el alemán se dirigió a Marlene:

- ¡No os enojéis mi niña! Todo cuento tengo será para los más necesitados, para darles de comer y vestirlos. También construiré la fuente que vos queréis. Todo lo dono para obras benéficas.

No terminaba de hablar, cuando un fuerte viento se desató, y apareció con gran estrépito, una carroza tirada por corceles de gran pluma, más negra que el ala de un cuervo; y asomando por la ventanilla, apareció siniestro personaje, que aturdió con voz ciclónica a todos.

- Os advertí señor alemán, al comprar vuestro reloj, que muy caro pagaríais, si ayuda brindaras a los pobres. Vengo por vos. Todo esta preparado para recibiros.

Y sacando un látigo, tiró, envolviendo a don José de Jesús Germánico, se disponía a marchar, cuando Ana Marlene se interpuso, diciendo:

- Deteneos siniestro personaje, Germánico se ha arrepentido – y desprendiéndose de una pequeña imagen que llevaba en el pecho, idéntica a la de la iglesia, continúo diciendo: - En nombre de esta imagen bendita, soltadlo.

Y lanzándola al interior del carruaje, tomó a Germánico, ayudándole a desatarse de aquel maldito látigo.

Al caer el camafeo a la mano del extraño, se escucharon gritos espantosos, y la carroza desapareció de la misma forma que había llegado.

Salió el capellán con agua bendita, a reconfortar al arrepentido con oraciones y palabras de consuelo.

En lo sucesivo, cambio la vida de Germánico, ayudó a los pobres, construyó la hermosa fuente - Que ahora admiramos -, se hizo muy piadoso y buen cristiano, siendo muy bien aceptado por los ingleses vecinos de su barrio.

Cuentan las crónicas, que Germánico y Marlene se casaron, fueron muy felices gozando de los inocentes juegos de sus niños que por las tardes hacían en rededor de la pila que había traído dicha, paz y alegría, y sobre todo, la salvación de un alma que estaba a punto de perderse.

*****

Esa es, la leyenda de la benéfica y bendita fuente, del Jardín de San José.  

       

Regreso.

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