Su boca color de rosa se dibuja perfecta y tentadora, sus labios siempre húmedos son para mi como la manzana para Adán. Sus dientes de tamaño y forma perfectos resaltan a la vista cuando sonríe, igual que resaltan las cumbres nevadas de la cordillera de Los Andes. Su faz de armonía sin igual se enriquece aún más cuando sutiles mechones de cabellos de oro caen descuidadamente sobre ella. Su pelo es una obra de arte, dorados pedazos de seda que al viento crean la impresión de un salvaje mar de oro desatando su furia de olas.
Sus manos son tibias, suaves, y graciosas, y entregan las caricias más dulces que jamás nadie a sentido. Todo en ella es deliciosamente perfecto, cada músculo, cada gesto, cada célula está ahí para contribuir como un grano de arena ayuda a crear la playa paradisiaca.
Su carácter siempre orgulloso sostiene con fuerza cada una de sus ideas, pero siempre con la gallardía de aceptar sus errores. Ella defiende con ímpetu su calidad de mujer, sus valores, y derechos, y siempre tiene la frase justa para aplacar cualquier intento de machismo.
Su horades, sentido de justicia social, y solidaridad, han hecho muchas veces que me asombre de ver cuanto se puede dar y en cambio se guarda sin motivo. Siempre está lista para tender la mano a quien lo necesite. Siempre consiente de sus acciones hace de su vida un modelo de determinación y consecuencia con sus ideales.
Así de simple es ella, tan simple como la creación perfecta. Así, bella y frágil, fuerte y misteriosa, deleita al género humano con su presencia. Todas las cualidades que posee, sus pocos defectos e infinitas virtudes hacen que la defina sinceramente como la mujer que amo.