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El viejo de la Micro

Cuando la calabaza se rompa, todos iremos al paraíso, y allí estaremos más bien .

¡¡¡señorita quiere usted casarse conmigo, es agua, es remedio!!!

Decía aquel borracho que hoy subió a mi bus, cuando yo iba con destino a mi trabajo. Era como escuchar una voz a través de un tarro que distorsionaba las palabras que el emisor trataba de pronunciar lo mejor posible, pero que a las tres y media de la tarde sonaban como un desgarro del alma trasmitido por una boca que ya no podía pronunciar nada.

Ahora les voy a tocar una alegre melodía!!, - dijo en los precisos momentos en que una agraciada y curvilínea mujer rubia, que vestía unos ajustados levis, metidos entre sus duros y redondos gluteos, se desesperaba por tratar de llegar pronto al único asiento del bus que estaba desocupado. Pero antes tenía que cruzar a este personaje que ocupaba todo el angosto pasillo que tienen los buses de mi país.

Mientras sonaba un discorde melodía, ella avanzó por el pasillo y cautivó con ese majestuoso y placentero poto, ese frío y manoseado asiento, el que proporcionó a ella, la más bella cuica de las cuicas, uno de los placeres más grandes que ella sintió en esa parte de su cuerpo ese día.

La melodía sonó por unos cinco minutos mientras su ejecutante tambaleaba tratando de afirmarse con una mano la armónica y con la otra su preciado tesoro, el bolso. El bus se detuvo por algunos segundos justo en la esquina de Vitacura con el Bosque norte, dónde la gente se limpia el culo con los contratos de la gente trabajadora, fue el momento justo en que la melodía embarazosa paró, fue el mismo momento en que aparté mi vista del libro que llevaba en mis manos para mirar la cara del viejo, fue el mismo momento que ocupó el gringo de dos metros que tenía a mi lado, para abrir su maletín y sacar un papel tipo fax (que por supuesto estaba en Inglés) y leerlo. Fue en esa esquina dónde subieron al bus unas pequeñas pero muy bien provistas escolares que entre risas de asombro y juegos de empujones, se abrieron paso desplazando al viejo a un lado, para con sus faldas escocesas y sus cerrados traseros, ocupar el pasillo que da a la puerta de atrás. En ese momento el viejo pareció despertar de un pequeño trance y dijo: - ¿quieren casarse conmigo?, es agua es remedio - con su voz de tarro.

Todos esos culos parecían desfilar frente a mi a propósito, todas esas tetas de diferentes tipos, volúmenes y tamaños parecían invitar al más cruel de los sentimientos humanoides, al de los carnívoros, mientras nuestro héroe pausadamente repetía - es agua, es remedio -.

El bus partió pronto hacia Lo Curro, su destino final, y el pobre viejo que afirmaba con una mano el bolso y con la otra la armónica, no tuvo como agarrarse del pasamanos y en su afán por sostener toda su "dignidad" , trastabilló y dejó entrever una botella que en su interior contenía un líquido viscoso, parecido al ron barato, que tenia dentro del bolso, y dijo: akjdshgffyitemsdlñijf youssdh sonnfdh ofd asah bidchc fuchjcic… quieren los conchasumadres darme una moneda? Ó un billete?, es agua, es remedio - . avanzó por el pasillo, primero hacia las jovencitas que se habían juntado todas en la parte trasera del bus.

¿quieren las muy putas, casarse conmigo?… - algunos reían, habían comentarios de todas índoles, una vieja con dos perros peinados en peluquerías especiales para canes finos, cruzó la calle apresuradamente, mientras el bus corría por Vitacura, el viejo logró asirse a uno de los fierros superiores y se estacionó en medio del pasillo, en la mitad del bus, y con su voz distorsionada dijo algo que nadie entendió, mordió su armónica, la afirmo entre sus escasos dientes y empezó a soplar y respirar, soplar y respirar, soplar y respirar… yo un poco perturbado miré mi jodido libro, pero admito que no pude leer nada. El ruido de dolor y sufrimiento, aquel sonido acorde de la respiración del viejo sonando a través del instrumento, eran mucho más fuertes que mi concentración en el libro. Los comentarios de todos los que iban en el bus empezaron a ser más fuertes, y la agonía de ese pobre viejo empezaba a ser ya insoportable.

Siguiente esquina, sube más gente, esta vez fue una cincuentona con cara simpática pero envuelta en toda clase de cosas costosas que la gente normal no puede comprar. Abrigo caro, una especie de sombrero con alas de piel, todo aquello adornaba su teñido cabello, unos ojos cafés denotaban su origen, unos collares de perlas incrustadas en una cadena de oro, rodeaban su fofo y flácido cuello, tenía algo así como un pañuelo artesanal cuico sobre sus hombros , y en cada una de sus muñecas algo así como doscientos mil pesos en joyas. ELLA ERA FELIZ, pero ella no sabía que arriba del bus estaba el viejo, que cuando la vio, soltó una especie de aullido, un alarido de liberación guerrera, acompañado de gargajos de constipacion, y un eructo semi a propósito, y una risa irónica, y toda una serie de convulsiones y sonidos guturales totalmente extraños y repugnantes. El viejo se hizo a un lado y dejó pasar a la cincuentona.

Cuando ella recién había pasado, el viejo perdió el equilibrio (a propósito) y le dio un pequeño empujón en el hombro, ella se asustó, se dio vuelta, y se asustó aún más al ver los ojos rojos y desorbitados del viejo que la miraba fija y penetrantemente. El viejo articuló algunas palabras y le dijo: - cásate conmigo, es remedio- ella retrocedió, pero ya no tenía más espacio en el bus, ya que atrás estaba todo lleno de muchachitas con culitos paraditos y tetitas turgentes que no dejaban más espacio a ocupar, ya que sus rajitas lo eran todo en ese momento, y el culo de la cincuentona no sabía donde estacionarse. Dio una pequeña miradita atrás, metió su mano llena de joyas en su cartera, y entregó un pequeña suma de dinero al viejo, este la guardó en su bolso sin siquiera contarla, y al mismo tiempo ofreció un trago a ella, ella con voz de puta barata - no se preocupe caballero-, mientras miraba atrás por si había alguien que pudiera socorrerla en este difícil trance, pero todos mirábamos y nadie decía nada. El viejo tomó su armónica y la guardó dentro del bolso, la cincuentona se alejó lo más posible de él, pero sin perderlo de vista, el gringo que estaba a mi lado cedió su asiento a la veterana; yo pensé - a la real mierda con el mundo- cerré mi libro, lo guardé, y vi como el viejo se sentó en el pasillo , repitiendo una y otra vez: es agua, es remedio - . mientras tomaba lo que parecía ser ron.

Lo que me separaba del viejo era solo tiempo, y solo yo sabía eso, pero lo que me alejaba del sentir común de la gente que iba en el bus, era una eternidad infranqueable, lo que me hacía distinto a todos era el simple hecho de saber que ese viejo podría haber sido yo, en cualquier lugar, cualquier momento, ó en cualquier estado de la tierra, podría haber sido yo…

En la siguiente esquina el bus se detuvo, el chofer puso el freno de mano, y avanzó por el pasillo, yo estaba mirando los ojos de aquel viejo, yo veía como su ser, su alma se perdía dentro de su único tesoro, su botella. Yo sentí ganas de vomitar, yo vi como el chofer tomó a ese viejo por lo hombros, y botó la botella por una de las ventanillas de bus, yo vi como ese pobre viejo vio su botella quebrarse contra el pavimento de Vitacura una de las calles más cuicas del mundo. Y casi nadie sentía piedad, en ese instante, en esa calle, en una tarde de Miércoles.

Yo vi como ese viejo avanzó por el pasillo del bus, arrastrado por los hombros, y vi a ese jubiloso chofer haciendo su "buena obra del día" , yo escuche a ese viejo cuando se desplomó en la calle arrojado por el chofer, y sentí en mi todo el dolor que producen los huesos cuando se estrellan contra la calle. Yo vi la mirada de satisfacción que tuvieron todos en el bus cuando el viejo gritó por última vez - ¿ Alguna quiere aún casarse conmigo?

Yo sentí la cobarde y necesaria angustia de sentirme tranquilo y seguro. Pero cuando el bus se puso nuevamente en movimiento escuché la voz de aquellas chicas dulces, de aquellos gluteos vírgenes, aquellas tetitas jamás tocadas, decir " sabi que ma con mala cueva igual te podi casar con un gueon como ese" Las risas aplacaron mis ganas de seguir escuchando, risas detuvieron mis ganas de gritar. A LA MIERDA CON USTEDES HIJOS DE LA GRAN PUTA!!! Me controlé como siempre, pero no pude nunca dejar de pensar en ese viejo, y en como les jodió la tarde a esos bichos raros, a esos que se creen seguros por que saber que sus hermosas cuentas de banco, sus casas y sus bellas hijas, están tranquilas y están lejos de los vagos que hay en los buses que van a los barrios de los que controlan con el dinero las miserables vidas de los que no lo poseen.

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