La Mandrágora ha muerto. Sí. La realidad es triste, aunque a muchos les dé gusto. Entre muchos otros, le da gusto al autor.
Y el autor se explica. Iván González Vega ha tenido a bien sostener esta página web (con mucho trabajo, qué caray) durante un tiempo parecido a cuatro años. En ese periodo, han ocurrido muchas cosas. Entre ellas, que el autor por fin está aprendiendo a escribir como Dios manda, o por lo menos como se debe, o por lo menos como a él le gusta.
Como consecuencia de lo anterior, el autor (que es quien escribe estas líneas) ha descubierto que la gran mayoría de los textos que ha escrito desde 1996 hasta 2002, algunos de los cuales son los que habitan La Mandrágora, apestan.
Apestan.
Sí, apestan. Estos textos son apestosos. Y seguramente algún lector lo descubrió antes que el autor, y es horrible pensar que no lo comunicó con oportunidad.
En fin. Así es la gente. Tch, tch.
La buena noticia es que el autor, Iván González Vega, ya no seguirá escribiendo tan apestosos textos. Ahora escribirá otros, que espera que sean de muy distinta calidad, que valgan la pena los tremendos y amabilísimos lectores que...
¡Ay!
¡Los lectores!
En fin. Mil gracias a todos los que pasaron por esta web y se detuvieron para leer. Que les hayan gustado, no quieren decir que sean malos de por sí. En realidad, el autor sólo quiere hacer textos de mejor calidad, y La Mandrágora queda fuera de sus planes para siempre. Se queda aquí, para dar testimonio de lo que, de cualquier forma, fue un esfuerzo personal... El autor (snif!) lo siente mucho, pero así son estas cosas, y qué se le va a hacer. Gracias a los casi 6,000 lectores que entraron a la web, y a los que enviaron mails, firmaron el libro de visitas, hablaron de este sitio a sus amigos. Gracias a los editores de revistas en internet que publicaron textos de esta página. Gracias a todos. Gracias. Gracias.
Hagamos un chiste.
Un chiste muy malo. El último.
Señores:
Este cuento se acabó.
Iván González Vega, a 10 de julio de 2002, desde Guadalajara, México.