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FRACTURA DE RADIO

COCHES MUY CHULOS


Nota: en este escrito se han pretendido evitar reglas ortográficas que falseen el lenguaje popular

Últimamente, a aquellos que pueden ejercer la libertad de espresión, es decir, los que tienen el dinero y el afán de lucro suficiente para inundar los muros y las pantallas con sus mensajes publicitarios, les ha dado por machacarnos con un serie de anuncios de coches muy curiosos y reveladores.

 

Por un lado, tenemos el anuncio famoso del "guerappa", que se aprovecha de la conocida canción de James Brown. El anuncio en cuestión pone las cosas en su sitio: los listillos dentro del coche, el tontorrón fuera. Los listillos flipando, el otro flipao. Los listillos dando pasadas y el tonto viendo a ver si pilla la copla. El tal anuncio, dirigido a esas hordas de pringaos que se las dan de listillos y que tanto abundan, está vendiendo un coche que no sirve para ir a ningún lado, sino para chulearse. Hay que ser imbécil.

 

Hay otro anuncio que yo he visto en vallas, por ahí y en el metro, en el que sale una calle por la que camina un viejete, en una foto en blanco y negro más bien desenfocada, y aparece un coche como flotando y, por supuesto, a todo color. El mensaje dirigido a los estúpidos listillos viene a decir algo así como: "déjale disfrutar durante 1’3 segundos del trash metal rock". Por cierto, que al cabo de pocos días cambiaron lo de trash metal rock por trash metal punk, lo cual demuestra que el anunciante confía más bien poco en la inteligencia de los presuntos listillos que se suponen que luego habrán de chulearse y molestar con el dichoso coche por la ciudad adelante. Y es que nadie dice eso de trash metal rock ni lo de trash metal punk. En todo caso trash metal y ya está. Pero el anunciante confía más bien poco en los conocimientos musicales de estos listillos tan lerdos. Y claro, lo de trash metal igual no lo pillaban (a pesar de que eso iba a ser el fundamento de la vacilada ante el pobre viejecillo que sale en el anuncio). Así que vamos a ponerle detrás lo de rock pa que se enteren (aunque nadie lo diga), o si no lo de punk, que suena como más potente (aunque ni dios diga tampoco eso de trash metal punk). En todo caso el anuncio vincula la posesión de ese coche con su poderoso equipo de música al desprecio por la gente que anda por la calle. El fin de la posesión producto (o sea, lo que la empresa anunciante esplota y promueve) es el chuleo, la desigualdad, la jerarquización, y no, desde luego, la necesidad. Para la empresa anunciante, el chuleo, la competitividad entre gentes, la insolidaridad le son sumamente rentables, como bien se ve en anuncios como éste. La solidaridad (no prostituida) o la utilidad, no son rentables. No hay lugar para ellas en este mercado... digo, en este mundo.

 

El anunciante trata al comprador que atiende al perfil de listillo vacilón como lo que es: un memo, pero intenta potenciar un comportamiento de desprecio y hostilidad hacia el resto de la gente. El comportamiento que resultará más rentable a sus intereses y, en definitiva, el comportamiento que el poder prefiere que tengamos para seguir teniéndonos controlados y domesticados. Tenemos que ser insolidarios, chulos, trepas y dárnoslas de listillos. No hay un plan esplícitamente diseñado desde las altas esferas para imponer dicha mentalidad mezquina a las poblaciones. No hace falta. El hecho de que el mundo se reduzca a Dinero hace que el Dinero, o lo que es lo mismo, el Poder (tener Dinero es tener Poder) vaya estendiendo estos comportamientos de tipo competitivo y chulesco de forma automática e incosciente.

 

Por eso este anuncio impone esos valores y esa moral: la del desprecio al de al lado. Sencillamente porque le es rentable. Y la moral e ideología dominante proclama, sin que haya lugar a dudas ni posibilidad de disidencia o discrepancia, que lo rentable es bueno. Para que luego digan que vivimos en una época de crisis de valores y de ideologías, cuando precisamente los valores y la ideología más chungos están en su mejor momento. Esa ideología que tiene su imagen gráfica en esa imagen, la de la calle y el viejecillo. Una imagen borrosa diseñada para producir rechazo, distancia, suciedad, hostilidad, que contrasta con el reluciente producto que se intenta vender.

 

El maravilloso mundo que nos pinta este anuncio consiste en una manada de listillos paseándose a toda hostia con sus cochecillos con la música a todo volumen, molestando al personal y haciendo un poco más insufrible e invivible esta ciudad. Es decir, algo más bien indeseable, molesto e inútil. Pero algo rentable. Algo en lo que merece la pena invertir, en lo que merece la pena tener a la gente trabajando. Trabajando para producir ese tipo de inutilidades y trabajando para podérselas costear.

Y otro anuncio de cochecillos, o más bien, otro grupo de anuncios que últimamente dan la brasa con especial vehemencia son los de los llamados 4x4. En dichos anuncios, el cochecillo suele ir andando por la carretera hasta que de repente se echa a la cuneta y empieza a meterse por todo el campo. El anunciante intenta vender libertad, y como tal nos quiere hacer pasar el destrozo y el peligro que suponen los dichosos cochecitos 4x4 cada 2x3 por todo el campo adelante, haciendo cabriolas, metiéndose por todas partes, llevando el ruido y el sobresalto a los últimos sitios tranquilos por donde se podía andar.

 

Uno de esos anuncios se presenta de una manera repugnante en los anuncios de los periódicos. Una familia descolorida sostiene una pancarta reivindicativa en la cuál esigen no estar condenados al asfalto. Se supone que es un derecho fundamental poder campar, arrasar, molestar, atropellar, meter ruido y echar humos por cualquier lado.

 

En estos anuncios tampoco se vende nada que sea útil o necesario para la gente. Se siguen vendiendo ideas, que es lo más se cotiza en estos tiempos en los que precisamente el Dinero es la Idea Suma y la medida de todas las cosas. Aquí, con la mierda esta de los 4x4, se intenta vender libertad. Y si se vende es porque la gente siente esa carencia de libertad y está dispuesta a pagar por conseguir algún sucedáneo. El mismo sistema que nos roba la libertad, saca partido y nos la vende envasada y domesticada (falsa y triste libertad de mentira, por tanto). Pero ojo, si fuéramos libres, no seríamos rentables, no necesitaríamos comprar sustitutos ni ilusiones de libertad.

 

Además, la libertad aparece, cómo no, asociada a la idea de Poder, de Dominio, de superioridad. Es decir, la libertad que se inculca es incompatible con la libertad de los demás, sino que, parece ser que para ser libre hay que estar por encima del resto, mirando con altivez. La triste familia que esige desde ese anuncio liberarse de su condena al asfalto, una vez haya conseguido respuesta a sus reivindicaciones (gracias a la magnanimidad de la empresa anunciante, previo pago del pastón correspondiente por el montaraz cochazo), hará uso de esa libertad (mendigada), arrollando todo lo que se le ponga a su paso (pa eso son libres, ¿no?), y sin poderse parar a considerar (hay que disfrutar a tope!!) las otras posibles libertades y derechos (ande yo caliente...) que con su actitud provocan: el derecho a andar por el monte sin que te atropellen, a poder escapar de los coches, a disfrutar del silencio, a que quede algún rinconcito que se libre de ser carretera (y no caiga bajo la condena las ruedas de los que antes se lamentaban de estar "condenados al asfalto" )...

 

Claro que la falsa libertad, que es la única que se puede vender, no puede ser de otra manera. Esta supuesta libertad no se vale por sí misma, se siente tan inconsistente y mentirosa que necesita reafirmarse en la degradación de lo que hay alrededor, de los que están alrededor. Es la libertad privatizada y falsificada que se acaba negando a sí misma. Esta libertad se adquiere personalmente y en función del poder adquisitivo. No es un derecho al alcance de todos. Es un objeto de consumo más. Si uno adquiere esa libertad comprando los productos adecuados, estará por encima de los que no la tiene, de los que no los tienen. Es una libertad escluyente, una libertad que impone como condición que la mayor parte de la gente no sea libre. Una libertad administrada desde arriba, una libertad que esclaviza, que esige sumisión al consumo, una libertad de pega, de postín, falsa.

 

Una falsa libertad que contribuye a que se diluyan las ansias de la libertad auténtica, esa que no se vende, que no se impone y que sólo puede ser si es para todos y para cualquiera. Esa que nos quieren hacer olvidar con los sustitutos promocionados a base de publicidad, con el tiempo perdido en el trabajo inútil y el entretenimiento para el consumo de las masas.

 

Una libertad que, pese a todo su poder y su empeño, no consiguen erradicar del todo de nuestros corazones. Y lo intentan desesperadamente porque saben que en la más mínima semilla de ansía de libertad verdadera que anide en nosotros puede estar el germen de la caída de su dominación. Pese a todo, es posible que podamos seguir llevando un mundo nuevo en nuestros corazones.


Este texto se emitió por primera vez hacia mayo del 2000

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