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FRACTURA DE RADIO

¿SEGURO QUE GANASTEIS LAS ELECCIONES, EH?


 

Ya se pasaron las elecciones, y todo el mundo cacarea la victoria de la derecha. Parece que nos hemos vuelto fachas perdidos y que nos tienen camelaos estos del PP. Aznar se dirige con ese mohín de desprecio hacia el populacho que no se puede quitar del careto a la gente congregada frente a la sede del Partido. La gente corea, le vitorea, ondea banderas patrias y peperas. Termina el discursillo triunfal y se oye la voz del regidor: "¡sintonía, sintonía!". Empieza a sonar, por fin, la mil veces machacada musiquilla del PP. La gente bota y bailotea: desde arriba les dictan el guión y ellos cumplen bien con su papel de comparsa de los poderosos triunfantes, celebrando su victoria aplastante. Pero, ¿qué es lo que celebran? A uno le da la impresión de que no están muy bien informados, porque a nadie con dos dedos de frente se le ocurriría celebrar lo que se nos bien encima: precarización brutal y salvaje de los puestos de trabajo, represión y satanización de todo tipo de movimientos sociales que no se plieguen la férula de los mandamases, saqueo y destrucción de las tierras para beneficio del lucro privado, violencia policial y carcelaria, control y manipulación sistemática de la información... en fin, nada que sea plato de gusto para cualquier persona razonable y de lo cual, lo que venimos sufriendo estos últimos años es tan sólo el aperitivo.

Los líderes de la llamada izquierda se lamentan de su fracaso y se preguntan que por qué les hemos abandonado. Deben considerar que nuestro deber es que les votemos e incluso tienen la osadía de echarnos la culpa de que haya ganado la derecha. "Si nos hubierais votado..." La cuestión se reduce, según ellos a que salgan unos o los otros: los malos de la derechona o ellos, que son buenos por definición porque dicen que son de izquierdas. No cabe cuestionarse nada más allá de esa perspectiva miope. Se da por sentado que hay que estar de acuerdo con este sistema. Que hay que dar por bueno que la cosa consista en elegir al amo, y callar y tragar mientras dure su mandato. Ellos ya harán lo que mejor nos convenga: meternos en la OTAN, secuestrar, torturar, robar y asesinar; privatizar, instaurar Empresas de Tráfico de Trabajadores... Todo se les ha de perdonar porque es que si no, viene la derecha, que es peor.

En cuanto a los pretendidamente más izquierdosos, ahí andan, como siempre, con su contradicción a cuestas: la de colaborar con el sistema, sacar partido del mismo y no dar mucho el cante de ser muy radicales y de querer cambiar muchas cosas, por un lado; y, por otro, darse ciertos tintes revolucionarios y de compromiso con las luchas sociales (eso sí, las más domesticadas y manejables), sin que se les suponga muy integrados ni conformes con el régimen. Esta vez, un poco a la desesperada, han jugado las cartas de la integración y el pacto. Y no les ha salido bien. Y entre otras cosas, siguen echando la culpa a la abstención. Siguen pretendiendo que nuestro deber es aceptarlos a ellos de buen grado como nuestros representantes. Se desesperan y nos maldicen.

Pues no, señores políticos profesionales. No tenemos porque someternos a sus tejemanejes, caprichos, campañas y demás zarandajas. Y, además de la constatación de la potencia de los medios que tienen los poderosos a su disposición para influir en la actitud y en las creencias de la gente y para hacer que participen en el tinglao, pensando que pintan algo y que van a ser buenos con ellos, estas elecciones han servido para constatar otra cosa bien importante. Que hay una importantísima cantidad de gente que ha decidido no participar en la farsa. Una cantidad, además, mayor que en anteriores ocasiones y similar a la de los votantes del partido considerado como triunfador absoluto.

De eso no se ocupan mucho los medios de adiestramiento de masas y adulación de poderosos, ya que es algo ciertamente incómodo. Si acaso lo achacan de pasada al desinterés o a la ignorancia. Pero saben que no es verdad. Y saben que, a pesar de que algún partido que habitualmente se presenta a las elecciones, en esta ocasión haya recomendado la abstención, la mayor parte de la gente que no les votamos a ningunos de ellos es porque estamos hartos y estamos en contra de este circo. No es que no sepamos marcar las crucecitas del senado, ni meter la papeleta en el sobre, ni que no sepamos en qué colegio electoral pretenden que vayamos a votar. Algún caso habrá de estos, como también habrá algún voto del PP de algún trostkista que se equivocó de papeleta. Pero muchos y muchas sencillamente lo que no queremos que nadie hable y decida por nosotros, y que se arrogue el derecho de robarnos la voz.

Pero claro, como eso no es concebible y debe ser una gran locura, entonces nos acusan de irresponsables, de contribuir al triunfo de los malos (que, por otro lado, son verdaderamente repulsivos), de desentendernos de la vida pública, porque claro, tiene que quedar reducida a eso.

Y claro, cuando más metido estas en el fango, más difícil te resulta salir. La vida pública está muerta, ya que está reservada a los que mandan y a los que se supone que saben. Aquí no pintamos nada, salvo para hacer de comparsas y de espectadores. Los de arriba son los que deciden. Y tampoco esto es del todo cierto, ya que se ven obligados a plegarse a lo que de verdad cuenta y manda, el dinero y sus ansias de expansión incontrolada y perpetua. De ahí las curiosas transformaciones ideológicas de quienes llegan al poder prometiendo cambios y mejoras radicales. Fíjense ustedes en el PSOE cuando llegó al poder aquí, o los ex-comunistas del PDS en Italia... ¿Y hay que estar de acuerdo con eso? Pues de poco nos va a servir, si lo que de verdad queremos es cambiar las cosas y acabar con tanta hipocresía y tanta injusticia.

El hecho de que los partidos políticos más de derechas les de por ganar elecciones y que, por tanto, nos tengamos que tragar sus políticas nefastas, tiene bastante más que ver con la propia circunstancia de que exista un régimen basado precisamente en los partidos políticos, cuyas cúpulas usurpan la palabra y la acción que debería ejercer la gente, libremente organizada, sin líderes ni cabecillas y sin la presión totalitaria de la propaganda del que más dinero tiene. No sé por qué habríamos de colaborar a que esto se perpetúe. Más bien habríamos de reclamar a la gente consecuente que todavía sigue apoyando a los partidos políticos y al régimen que sostienen que se lo piense bien. Que reflexione sobre cómo funciona la cosa y qué es realmente lo que están colaborando a mantener.

Señores de la llamada izquierda: son ustedes participan y colaboran en este montaje. Son ustedes por lo tanto, los que tienen que aceptar y acatar que triunfen partidos de semejante calaña. Nosotros y nosotras, los muchos y muchas que no hemos querido participar, NO.

 
Este texto se emitió por primera vez el 15 de marzo del 2000

 

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